La familia de un hombre que vivió en la playa de La Antilla (Lepe, Huelva) hasta 1997, José Luis Danta Gil, vivía un curioso calvario cada vez que se acercaban unas elecciones. No porque tuvieran discusiones sobre el sentido del voto, o porque siempre les tocara una mesa electoral, o porque el trabajo les obligara a tramitar el voto por correo, sino porque a Danta Gil le seguían convocando a votar cada vez que se acercaba una cita con las urnas. Hasta ahí todo normal, porque nació en 1926 y tendría todas las características para poder votar, aunque en el caso de este hombre nacido en Sevilla se daba una circunstancia muy concreta: falleció hacía 17 años, pero para el censo electoral seguía vivo. Y no parecía que hubiera forma de convencerle de lo contrario.
De esta forma, como pasaba cada vez que había una cita con unas elecciones, la oficina del censo electoral de Huelva le convocaba para votar en las elecciones europeas del 25 de mayo 2014, sin que su hijo, José Luis Danta Rubio, se pudiera explicar como habían podido cometer ese fallo, en la familia.
Su hijo mezclaba la ironía con la indignación cundo habló para eldiario.es/andalucia, pero estaba claro que en la familia estaban hartos de que su padre "no descansara en paz" cada vez que había que acudir a votar.
Su padre falleció el 1 de agosto de 1997, y fue enterrado en el cementerio municipal de Lepe dos días después, "en un nicho que se dio de alta en el Ayuntamiento con un alquiler para los siguientes 40 años". Es decir, en el Ayuntamiento sabían desde el 3 de agosto de ese año que su padre falleció, y a todas las administraciones se les informó debidamente, como siempre que fallece una persona.
"Desde la familia informamos a todas las instituciones habituales de la defunción, sin embargo se le ha convocado a votar mediante el envío de su tarjeta censal a su casa", explicaba Danta Rubio, mientras mostraba la tarjeta censal que especificaba que su padre seguía viviendo en la Avenida de Huelva de la playa onubense. "No es la primera vez que pasa, pero ya empezamos a cansarnos".
Según sus palabras, la familia había veces que se lo tomaba ya como una anécdota, un punto en el que aseguraba que "el día que lo designen para acudir a una mesa electoral, nos vamos a hartar de reír en casa". Y es que esa posibilidad existía, ya que al estar incluido en el censo electoral sin haber sido modificados sus datos, podría haber sido llamado perfectamente para ocupar cualquier cargo en una mesa electoral.
Lo enrevesado sería que, en caso de no presentarse, la familia tendría que iniciar un proceso para demostrar su fallecimiento, con el fin de evitar la consiguiente multa. Para más Inri, los partidos políticos le enviaban también los sobres a su nombre para que pudiera votar en las elecciones con su correspondiente papeleta dentro. Todo muy de Berlanga.
José Luis Danta Gil nació en Sevilla, y trabajó como minero en distintos destinos. El primer contacto que tuvo con la playa de La Antilla fue en 1974. Como otras muchas personas de la época, se fijó en la tranquilidad de esta zona del litoral onubense, y compró una vivienda en la urbanización 'Las Flores', a unos 300 metros de la playa. No estuvo allí demasiado tiempo, ya que sus obligaciones profesionales le llevaron a Galdakao (Vizcaya), aunque sus últimos días de vida sí los pasó en la playa lepera.
Su hijo, natural de otra zona minera, la localidad onubense de Nerva, "heredó" la pasión de su padre por la playa, y decidió quedarse a vivir en ella durante todo el año. Algo que, cada vez que había cita electoral, le provocaba un disgusto.
Danta Rubio enfatizaba que en su día pagó y liquidó todos los impuestos de su padre contraídos con el Ayuntamiento de Lepe, incluido el ultimo, el de su nicho, de modo que ironizaba con que "saben ustedes de sobra que su dirección no es la Avenida de Huelva de La Antilla, sino el cementerio de Lepe"."Ya estoy cansado de hacer de correo de la administración, así que lo tienen que hacer es darle de baja de una vez y dejarlo descansar en paz, y al mismo tiempo a mi familia", concluía.
A los Danta parece perseguirles una maldición en forma de error adminstrativo con este caso. Y con otro lamentablemente similar. La madre de José Luis murió hacía siete años, y también estaba enterrada en el cementerio de Lepe. Desde que falleció le ha seguido llegando la documentación para votar con total regularidad, "pero en las tres últimas elecciones ya se dieron cuenta del error y decidieron subsanarlo, con lo que no nos explicamos qué puede pasar para que con mi padre, porque nosotros seguimos el mismo trámite que se realiza cuando fallece una persona, así que no entendemos nada".
A la familia le explicaron que la oficina del censo electoral se basa en el padrón local a la hora de mandar las tarjetas de información censal. Cuando su padre murió en 1997 nadie le dio de baja como vecino de Lepe, de modo que seguía inscrito. Y cada vez que nuestros políticos nos convocan a meter una papeleta en una urna, solo es cuestión de esperar, y la tarjeta para su padre llegó con macabra puntualidad.
Fermín Cabanillas
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