La arqueóloga Inmaculada Carrasco, que ha concluido los trabajos de delimitación de la fosa común de Pico Reja, en el cementerio de Sevilla y donde se cree que están los restos de Blas Infante, entre al menos otros 1.103 represaliados constatados por los investigadores, avanzó los resultados de estas tareas.
Entre ellos destaca que la fosa, que creían de 175 metros cuadrados a lo sumo, ocupa en realidad hasta 700.
En ella los cuerpos aparecen desordenados, y además hay otra sorpresa: las investigaciones de, entre otros, José Díaz Arriaza y otros memorialistas situaban la fecha de funcionamiento de la fosa entre el 21 y el 31 de julio de 1936 (aproximadamente), 10 días en los que los asesinatos en masa tras el golpe de Estado bastaron para colmatarla.
Sin embargo, entre los seis cuerpos hallados en una cata de dos metros cuadrados han aparecido dos cuerpos cuya muerte se tuvo que producir entre marzo de 1938 y abril de 1939, posiblemente brigadistas internacionales de origen centroeuropeo.
La arqueóloga ofreció estos datos en una rueda de prensa respaldada por el alcalde, Juan Espadas (PSOE) y el consejero de Administración Local (de la que depende la política de memoria democrática) y vicepresidente de la Junta Manuel Jiménez Barrios, en el salón de gobierno de la casa capitular.
Los trabajos, coordinados por la empresa TCA Geomática tras un contrato de la concejalía de Educación, explica el Ayuntamiento en un comunicado, se desarrollaron entre noviembre y diciembre de 2017, aunque los datos no se han hecho públicos hasta asegurar el lugar y dotarlo de vigilancia permanente, si bien este periódico comprobó ayer que al lugar se podía acceder sin restricciones ni controles.
En todo caso, Carrasco explicó que los restos óseos de la fosa común Pico Reja se encuentran en general en «buen estado de conservación», salvo los que se encuentran dispersos más cerca de la superficie y que se han visto afectados por las labores de jardinería en la zona a lo largo del tiempo.
MADUREZ DEMOCRÁTICA
El lunes se reunirá la comisión de memoria que coordina las actuaciones de la Junta, la Diputación y el Ayuntamiento para conocer de forma oficial estos resultados. Para este año decidirá cómo se emplean los 300.000 euros destinados para proseguir la excavación y exhumación de los asesinados por el golpe de Estado del 1936 en esta fosa, un trabajo que, explicó Carrasco, se prolongará «dos o tres años» según su experiencia con excavaciones similares. «En todo caso cada exhumación es la que marca su ritmo, no se puede traer a más personas para correr más» .
Los políticos comprometieron que habría fondos tanto para 2018 como para 2019 y siguientes, aunque aún no hay fecha para el reinicio de los trabajos, que consistirán en la excavación y exhumación. El Consistorio explicó que la ciudad de Sevilla dedicará una partida en los presupuestos que intenta consensuar de 210.000 euros, más un suplemento de otros 110.000 si se admite una enmienda del grupo socialista en el pleno municipal.
Las tres administraciones implicadas decidirán cuando se reúna la comisión, cómo se ejecutan los próximos trabajos en la fosa, quién los paga y quién los dirige, explicó el alcalde. El vicepresidente autonómico en todo caso destacó que se trata de una muestra de «madurez democrática» el enfrentarse al pasado histórico, en este caso, el más doloroso, para saber la verdad.
NI SIQUIERA ES LA MÁS GRANDE
Pico Reja, una zona hoy ajardinada al fondo del cementerio de San Fernando, no es la mayor fosa común del cementerio de Sevilla. La supera la conocida como del Monumento, con el doble de víctimas, y en todo el recinto, que se sepa, hay ocho. Siempre ha sido un secreto a voces que Pico Reja estaba abarrotada de restos de defensores de la República asesinados en 1936.
En todo caso, que se sepa el cementerio esconde los restos de unos 4.000 represaliados, y la fosa del Monumento unos 2.400. El equipo de Carrasco –tres arqueólogos, una antropóloga, delineantes. topógrafos y dibujantes– ha logrado demostrar que allí hay un espacio con cadáveres a muy pocos centímetros del suelo –incluso 10– y que hay cuerpos con evidencias de haber sufrido una muerte violenta, en ocasiones con la huella de un balazo en el esqueleto.
De hecho, investigadores como Díaz Arriaza señalan a Pico Reja como el lugar más probable para los restos de Blas Infante (asesinado el 11 de agosto), de los mineros de Riotinto acribillados en una emboscada en Camas los primeros días de la guerra cuando acudieron en auxilio de los civiles leales a la República que resistían en Triana, de los concejales del último ayuntamiento democrático antes del estallido de la guerra, diputados y alcaldes de localidades de la provincia que se hallaban el fatídico sábado 18 de julio de 1936 en Sevilla. También deberían estar por la fecha de su asesinato los obreros que defendieron la Telefónica en la plaza Nueva el 18 de julio (algunos tiros aún son visibles en la fachada) y empleados municipales. Entre los masacrados ilustres, además del padre de la patria andaluza es posible que se hallen los restos del alcalde Horacio Hermoso (Izquierda Republicana), regidor de Sevilla el 18 de julio de 1936; de su predecesor (1931-1933) José González Fernández de la Bandera (Partido Republicano Radical) y del diputado Manuel Barrios Jiménez, del PSOE, ejecutado junto con Blas Infante.
A los 10 días de arrojar cadáveres en ella se llenó y el nuevo lugar donde se arrojaron los cadáveres de represaliados fue la fosa del Monumento, aunque al menos hay dos excepciones que no pudieron ser arrojados allí antes de 1938.
Las investigaciones previas señalaban que la fosa ocupaba parte del jardincillo, pero al llegar los arqueólogos vieron evidencias óseas más allá de este terreno, que confirmaron con un plano de 1941 y pequeñas excavaciones parciales. La fosa podría ocupar hasta 700 metros cuadrados.
Algo que cuadra además con el número de muertos. Se temían que en una fosa de 175 metros cuadrados la excavación tuviera que ser mucho más profunda solo para que cupiesen los restos de los 1.103 represaliados.
MISTERIO EN CRISTAL DE BOHEMIA
De los seis cuerpos encontrados en las catas arqueológicas dos son con seguridad mujeres y tres hombres. Los cuerpos tienen impactos de proyectiles, explicó Carrasco, y están depositados «de forma caótica», por lo que no se trata de un enterramiento, sino que los arrojaron allí. Entre los objetos «asociados a los restos» aparecieron una medalla con San Juan en el anverso y San Rafael en el reverso y, más extrañamente, una pieza de cristal de Bohemia correspondiente a un colgante.
El colgante ha sido clave para determinar que su dueño estaba vivo cuando se supone que se cerró la fosa a finales de agosto de 1936, puesto que el fragmento de cristal tiene una inscripción que solo pudo hacerse entre 1938 y 1939, al contener la denominación oficial de la desaparecida Checoslovaquia en uso solo durante ese periodo: Česko-Slovensko.
Posiblemente el cuerpo corresponda a un brigadista internacional. Cómo acabó allí esa persona es algo que se escapa a los arqueólogos, de momento.
A otro de los cadáveres hallados en estas catas le falta una pierna, lo que ha hecho suponer a los investigadores que provenga de un hospital. Pero ya entra de lleno en el terreno de la especulación si los golpistas ultimaron a un herido en los combates que se sucedieron en Sevilla entre el 18 y el 22 de julio de 1936. En todo caso se corresponde con alguien intervenido quirúrgicamente y que no sobrevivió.
Pese a que en Pico Reja se presume que se encuentra el Padre de la Patria Andaluza, Blas Infante, arrojado allí tras ser asesinado el 11 de agosto ante un pelotón a pocos metros del cortijo de la Gota de Leche –entonces, a cuatro kilómetros de Sevilla, hoy integrado en el casco histórico–, el objetivo de estos trabajos ni de las exhumaciones que llegarán después no es localizar sus restos y rescatarlos, al estilo de las búsquedas que se han sucedido en las cercanías de Granada del cadáver de Federico García Lorca. «Vamos a delimitar y certificar que dentro de esta fosa hay víctimas de la represión», explicó ayer la arqueóloga, «no a poner nombres».
Cortijo Gota de Leche, en el parque empresarial Morera & Vallejo de Sevilla.
Cortijo Gota de Leche, en el parque empresarial Morera & Vallejo de Sevilla.
Los organizadores militares del golpe de estado del 18 de Julio de 1936 en Sevilla. De izquierda a derecha, sentados, aparecen: César López Guerrero, ayudante del general Queípo de Llano que está en el centro, y José Cuesta Monereo. De pie, Alfonso Carrillo Durán, Eduardo Álvarez Rementería, Manuel Gutiérrez Flores, Manuel Escribano Aguirre y Modesto Aguilera Morente.
FIGURAS Y ANÓNIMOS
El alcalde añadió que no hay garantías de que se pueda identificar a todos, por lo que la comisión analizará y decidirá cuál será el destino final de los restos, aunque el lugar será señalado como espacio de la memoria democrática y de recuerdo a las personas desaparecidas allí. Pero esa fase, la de la identificación, la de la búsqueda de familiares y el cotejo de ADN está todavía en el horizonte.
Y es que pese a que el alcalde describió que Pico Reja sea el lugar donde esté arrojada gran parte de la corporación municipal de 1936, figuras del sindicalismo y la política sevillanas de entonces, e incluso intelectuales, porque cuadra la fecha de su muerte con la de funcionamiento de esta máquina de hacer desaparecer cuerpos, «además hay muchas personas anónimas, que ahora desconocemos», describió Carrasco.
VERDAD Y REPARACIÓN
El vicepresidente de la Junta defendió en la rueda de prensa que la implicación del gobierno andaluz es «total», ya ha facilitado todas las autorizaciones pertinentes para que se puedan localizar esta y otras muchas fosas y se pueda ofrecer en democracia una reparación a las víctimas, conociendo la verdad y divulgándola con «rigor y sensibilidad». Lo defendió, apuntado queda más arriba, como un signo de «madurez» de la democracia.
No obstante, entidades como Recuperando la Memoria de la Historia Social de Andalucía, pionera –y durante muchos años, defensora en solitario de la causa– de la memoria histórica con las víctimas del franquismo, solicitaron sin éxito personarse en la intervención arqueológica Pico Reja. Quieren recuperar los restos del maestro José Sánchez Rosa y de centenares de otros anarquistas y anarcosindicalistas arrojados a esta fosa común. Ante la falta de familiares de los fusilados –por su propia desaparición, por la diáspora o por la represión que se prolongó durante años–, este grupo reivindica erigirse en «familia ideológica» de los desaparecidos anarquistas. Los familiares, explica el ayuntamiento, sí han podido visitar los trabajos y el Consistorio ha mantenido «contacto permanente» con ellos.
QUÉ PASÓ EN SEVILLA
Todavía hay un azulejo en la plaza de la Virgen de los Reyes que exalta lo que ocurrió en Sevilla al comienzo de la Guerra Civil. «Sevilla agradecida a Su Madre Reina y Abogada. Sábado 18 de julio de 1936». Un azulejo colocado durante el franquismo para conmemorar su fecha fundacional y vincular este golpe de Estado a una intervención sobrenatural, además ligada a las tradiciones de religiosidad popular de Sevilla. La realidad fue mucho menos sublime y comenzó cuando el general Gonzalo Queipo de Llano se subleva contra el Gobierno de la República a las dos de la tarde en su edificio de la Capitanía, que entonces estaba en la Gavidia, tras deshacerse de los militares que simplemente se mantuvieron neutrales, sin oponerse al golpe ni defender al régimen. A partir de ahí comenzaron cinco días de combates desiguales en la ciudad: 4.000 militares sublevados en Sevilla más los refuerzos que comenzaron a llegar del norte de África una vez controlada la base aérea de Tablada contra un pueblo mal armado.
Los barrios populares de Triana y el entorno de la Macarena y San Julián fueron tomados a sangre y fuego, y la represión fue atroz desde el primer momento.
Es en esos días de barricadas cuando desde Huelva intentan llegar los mineros de Riotinto –masacrados tras una traición de los guardia civiles que los acompañaban y una emboscada en Camas– cuyos cuerpos posiblemente estén en Pico Reja junto con los de centenares de defensores de los barrios pobres de Sevilla: los sublevados fusilaban o mataban allí mismo a todo el que resistía o que se imaginaban que resistía.
Un balance de la represión en los meses siguientes destaca miles –entre 3.000 y 6.000 personas– fusiladas por los alzados, frente a 13 muertos sublevados.
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