LA ZONA ECOLÓGICA : Los discípulos de Goebbels.

¿Puede el ideario de una secta religiosa travestirse de metodología científica, embaucar a los sabios, e influir de manera absoluta en la ciencia oficial y verdadera? O dicho de otra manera: ¿se puede blanquear la negra superchería en verdad académica? La respuesta es sí, y, este texto… intenta demostrarlo.

Joseph Goebbels

El archiconocido responsable de propaganda del régimen nazi, Joseph Goebbels, dejó para la posteridad un decálogo de principios que a día de hoy, son la base constructiva de todo el oficio publicitario. Quizá, el más conocido de esos puntos sea el sexto, (o “Principio de Orquestación”), que dice que “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas, y repetir éstas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad.

Más de medio siglo ha pasado desde que estos principios fueran escritos, e innumerables devotos de ellos los aplican hoy vehementemente, a mayor gloria de sus objetivos. Ejemplo de lo que digo, son los peligrosísimos movimientos fanáticos e intolerantes de veganos y animalistas (consecuencia los unos de los otros como digo), cuyo origen e implantación social (aún muy minoritaria pero tremendamente ruidosa), se remonta a un malicioso plan perfectamente planificado y diseñado hace más de un siglo. Plan, que ha logrado incluso retorcer la voluntad de la ciencia académica y que, ante “el miedo al que dirán”, lleva arrodillada años ya frente a la llamada corrección política.

La historia es increíble y rocambolesca. Por un lado, el sobrino inglés de un granjero de Yorkshire, que no soportaba la visión de la matanza de los cochinos de su padre y, por el otro, una secta religiosa estadounidense de raíz cristiana y protestante, con más de veinte millones de adeptos y misiones por todo el mundo a día de hoy: la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

Sede mundial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Silver Spring, Maryland.

Dicha auto-proclamada religión, cree a pies juntillas en la nueva llegada del Mesías, y en el vegetarianismo estricto. Su profeta y fundadora, Ellen G. White, señora de frágil salud y casi analfabeta que recibió una pedrada de pequeña (literal) y de la cual nunca se recuperó, dejó para la posteridad varias obras literarias en las que manifestaba que, Dios, a través de unas visiones (la señora entraba en trance como Santa Teresa), le señalaba que sólo una dieta sin alcohol ni tabaco y a base de vegetales, purificaba el cuerpo y el alma; condición “sine quanon”, para presentarse ante la figura de Jesucristo. Como lo oye, mi querido y paciente lector. Y de aquellos barros, pues estos lodos.

El desarrollo de un estilo de vida saludable se convirtió, con el paso de los años, en la preocupación central de los adventistas. Tanto es así que, con una enorme visión de futuro, en el año 1866 se funda en Battle Creek (Michigan), el «Instituto Occidental de Reforma Pro-Salud» (nada como un buen nombre que suene a ciencia); el primero, de los cientos de instituciones de salud de la secta adventista en la actualidad (incluida la Universidad de Andrews), y que, en origen, estaba basado en sus enseñanzas. En el año 1876, John Harvey Kellog, un médico seguidor de la secta, contrario al omnivorismo, la sal, los picantes, el tabaco, el alcohol, la cafeína y… ¡¡¡las relaciones sexuales!!! (nunca consumó su matrimonio: dormía en cama separada a su mujer), es nombrado administrador general del instituto, que acaba re-nominado como «Sanatorio de Battle Creek».

Kellog era, claro, contrario a la masturbación, práctica a la que consideraba responsable de hasta treinta y nueve enfermedades (cáncer, impotencia, enfermedades de la vejiga, epilepsia, desequilibrio mental, debilidad física o corrupción moral). Considera Kellog que la sal y el picante incrementan la líbido. Así pues, desarrolla una dieta para los pacientes de Battle Creek consistente en muchos cereales como remedio anti-masturbatorio.

El proceso acabó con dichos cereales convertidos en copos: acababan de nacer los “Corn Flakes”. Kellog consigue a finales del siglo XIX gracias a su fama por los copos de cereal, que todo el mundo hable de su sanatorio, convirtiéndolo a nivel popular en una de las instituciones de salud más prestigiosas del mundo. Ellen G. White toma buena nota de ello, y tras un trance, declara que Dios le ha indicado que ella también tiene que fundar su propio sanatorio.

El Sanatorio, ahora Centro Federal Hart-Dole-Inouye

En el año 1906, John Burden (pastor adventista también), logra comprar a precio de saldo para la señora White una propiedad de setenta y seis acres en Redlands, al sur de California, y que la visionaria había visto en un trance. El 15 de abril del 1906 se funda allí el «Sanatorio de Loma Linda», con el objetivo declarado de convertirse en centro de formación de médicos/evangelistas/misioneros (no medicos a secas, no), bajo la ordenanza de las sagradas escrituras, que contemplan la dieta vegetariana como la única saludable.

El 9 de diciembre del 1909 y bajo las leyes californianas, Burden y White reciben… ¡increíblemente!, autorización estatal para cambiar de categoría y de nombre: «College of Medical Evangelists» (Escuela de Evangelistas Médicos CME). La caja de Pandora, acababa de abrirse. Podían ya los adventistas formar a profesionales titulados y doctorados en medicina. En el 1922, ponen en marcha allí mismo su anhelada «Escuela de Nutrición y Dietética», pionera en su campo y la primera de las ocho que compondrían el “College”.

En el año 1917 se funda en Cleveland (Ohio) la todo-poderosa A.D.A. («American Dietetic Association») con 57 miembros. Entre ellos, muchos de los nutricionistas formados por el “College” de los adventistas John Burton y Ellen G. White.

Durante décadas el «College of Medical Evangelists» se convierte en la principal cantera de dietistas y nutricionistas de América. En el año 1981, los religiosos y vegetarianos adventistas logran colocar a uno de los suyos nada menos que en la presidencia del A.D.A: la nutricionista Kathleen Zolber, profesora del “College” fundado por Burdon y White, renombrado ya a estas alturas y desde el 1961 como «Universidad de Loma Linda». Ahí es nada.

Kathleen Zolber

Tras el paso por presidencia de la religiosa doctora Zolber, el A.D.A. lanza su segunda declaración de posiciones al respecto de la dieta vegetariana o directamente vegana (ya lo había hecho antes en el 1980, no dejando muy bien parado al veganismo). En esta ocasión y sucesivas (1988, 1997, 2003 y 2009), y cito literal, el documento dice:

“Es la posición de la Asociación Dietética Americana que las dietas vegetarianas planificadas adecuadamente, incluidas las dietas vegetarianas o veganas, son saludables, nutricionalmente adecuadas y pueden proporcionar beneficios para la salud en la prevención y el tratamiento de ciertas enfermedades. Las dietas vegetarianas bien planificadas son adecuadas para las personas durante todas las etapas del ciclo de vida, incluidos el embarazo, la lactancia, la infancia, la adolescencia, y para los atletas».

El documento, publicado en julio del 2009 en el «Journal of the American Dietetic Association», está firmado por veintisiete autores y revisores de los cuales, agárrese los machos mi querido y paciente lector… ¡¡¡veinticinco!!!…, sí sí, nada menos que veinticinco…, ¡¡¡o son profesores de la «Loma Linda University», o veganos declarados, o miembros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día!!! ¡O las tres cosas juntas! Como lo oye. Y éste, es el documento que se cita, se esgrime, y se pone como bandera en cualquier foro científico, académico o universitario que tenga que ver con el veganismo. Y que incluso han aceptado y dado por válido, muchas otras universidades de renombre y médicos serios. Un documento firmado, como digo, por nutricionistas veganos adventistas tan reconocidos como Winston Graig, Reed Mangels, Catherine Conway, Virginia Messina o Elizabeth Tilak entre otros.


Y hago hincapié en esto porque, muy a menudo se cita desde posiciones vegano/animalistas la postura oficial del A.D.A (hoy renombrada como A.N.D. -Academia de Nutrición y Dietética-), sobre la dieta vegana, como prueba de que la ciencia oficial y las instituciones de salud internacionales apoyan este tipo de prácticas como sanas, saludables y no peligrosas para la salud. Pero se les olvida mencionar que, quienes firman estos documentos de posición, son todos ellos nutricionistas, sí (titulados por Loma Linda o Andrews University), pero también fanáticos religiosos y por tanto, no competentes en la materia por un puro conflicto de intereses ideológicos. Es decir: son todos de la cuerda.

Lo descrito hasta ahora respondería paso a paso a los puntos uno y dos de la conocida como “Ventana de Overton”, esa paciente técnica en varios tiempos para conseguir los objetivos sociales más descabellados, y descrita como la carga nuclear perfecta para destruir sociedades humanas.

Punto uno de Overton:

De lo impensable a lo radical. La cuestión del ultra/vegetarianismo no goza de buena o mayoritaria aceptación social en la ventana de posibilidades descrita por Joseph Overton, ya que es considerada una posición extremista y poco saludable, cuando no peligrosa para la salud. Para cambiar esa percepción social, viene en ayuda del asunto en cuestión la posición unánime del sector nutricionista, como ya hemos visto, blanqueada como científica desde su origen charlatán y religioso por obra y gracia de varias fabricas de evangelistas con licenciatura académica, y una institución dietética repleta de infiltrados: el A.D.A.

Joseph Overton

Para la ciencia no hay temas tabú. Así pues, si la esfera científica se pronuncia, pues será por algo, oye. Así mismo, según Overton, hay que hablar del tema, debatir sobre él, etc, para lo cual siempre están ahí los bien pagados altavoces mediáticos de la progresía (ecologismo, animalismo y veganismo son movimientos mayoritariamente de izquierdas), para informarnos a todas horas acerca de las bondades de comer sólo lechugas, y, también, recordarnos que existen tribus por el planeta como por ejemplo los Hunza (siempre citados por ellos), veganos estrictos, y más longevos que ningún otro pueblo de la Tierra. Aunque sea mentira, que lo es, pero eso da igual. Resultado de todo ello: el asunto negativo o no aceptable comienza a diluirse, y puede ya, cuanto menos… debatirse.

Punto dos de Overton: 

De lo radical a lo aceptable. En esta segunda etapa hay que seguir citando a los científicos (provenientes del blanqueado, no lo olvidemos), argumentando que uno no puede blindarse al conocimiento de mejorar la salud, ya que si alguna persona se negara a ello, sería como un avestruz escondiendo la cabeza o, directamente, un imbécil intolerante.

Al condenar la intolerancia, también resulta muy útil según Overton, el sacarse de la manga un eufemismo con el fin de dulcificar y disociar la esencia en cuestión de la denominación; esto es, separar la palabra de su significado.

Vegetariano no es un término que disfrute de gran aceptación social entre un abrumadora mayoría omnívora. Se necesita otra palabra, a ser posible de bonito acento extranjero, para referirse a la nueva dieta. Y hete aquí que a estas alturas del asunto, entra oportunamente en escena el hijo del granjero de Yorkshire. Sí sí, aquel inglés que mencionaba unos cuantos párrafos atrás. Donald Watson se llamaba. Era vegetariano.


Donald Watson 

En noviembre del 1944 acuña la palabra “Vegan”, tomando para ello la primera y última sílaba del término “vegetarian”. A continuación funda la primera sociedad vegana del Mundo, la «Vegan Society», con el objetivo inmediato de diferenciarse de los no muy bien vistos vegetarianos (que además son unos herejes según Watson, pues consumen lácteos y huevos). Y a partir de ahí, pues intentar evangelizar al prójimo en la nueva dieta -empezando por los granjeros vecinos, claro está-, y amparado por cientos de nutricionistas adventistas que ya avalan las bondades del ultra-vegetarianismo con datos científicos. La bola de nieve de sonoro y exótico nombre -“Vegan”-, rueda por sí sola y agigantándose en cada vuelta.

The Vegan Society

Paralelamente se puede crear, para abrir un poco más la “ventana”, una referencia, histórica, mitológica, contemporánea o simplemente inventada, para que pueda ser legitimada y utilizada como prueba para que la alimentación sin productos de origen animal, pueda ser apoyada y protegida por ley, legislando contra el omnivorismo. Esto ya se está haciendo: existen tesis, artículos y movimientos que tergiversando la ciencia y la historia, quieren convencer al ciudadano de que el omnivorismo es un atentado contra la evolución de los homínidos, que, según ellos y como supuestamente demuestra el registro fósil y su propia naturaleza, pues siempre fueron veganos. Y los medios de comunicación de la cuerda progre, constantemente les están dando altavoz y pábulo a los que rebuznan tales manipulaciones, con la intención de ir agrandando la “ventana” de la aceptación y tendencia social. Lo que a la postre, acaba traduciéndose en votos.

De lo aceptable a lo sensato, de lo sensato a lo popular y de lo popular a lo político, serían los tres últimos puntos de «La Ventana de Overton», con resultado final destructivo, o casi apocalíptico como puede uno imaginar. Pero no voy a seguir poniendo la lupa sobre ellos a tenor del veganismo y su blanqueo científico, porque no se me escapa lo extenso que está siendo ya este texto. Así pues amigo lector, cuando en el futuro alguna institución universitaria u organismo de renombre tipo FAO, UNESCO, O.M.S. (antológico el informe de este último a tenor de lo cancerígeno de los embutidos y carnes rojas, o el de las también cancerígenas bebidas calientes), le diga oficialmente lo bueno o malo que es tal o cual alimento o tal o cual dieta, recuerde a los de la secta adventista, recuerde a Kellog, recuerde Loma Linda, recuerde como se oficializan según qué estudios y, sobre todo, recuerde la categoría moral y académica de quienes los firman. Sujetos, totalmente desautorizados a emitir una opinión científica, y que, como mínimo, creo deberían de estar entre rejas por amenaza a la salud pública.

Al momento de escribir estas líneas, casi cuatro mil manifestantes se están concentrando en la Plaza Sant Jaume de Barcelona frente al ayuntamiento, exigiendo justicia para Sota (la perra acribillada de un disparo policial). Tras el megáfono y la pancarta, representantes de numerosas organizaciones vegano/animalistas que, como hienas al olor de la sangre, también han acudido hasta allí hoy junto a cientos de legítimos indignados y amantes de los animales, para utilizar en su provecho la muerte (injusta, repito) de este animal, y así, hacer campaña hacia la causa de la prohibición de la industria cárnica alimentaria y los miles de animales sacrificados a diario en aras de la alimentación humana. Cinco detenidos de momento por agresividad vandálica, y un montón de contenedores rotos o en llamas, es hasta ahora el balance de la violencia vegano/animalista en este caso. Sería digno de análisis que, al final, un perro muerto y no su nefasta gestión, fuera lo que acabara con el mandato de la señora Ada Colau, actual alcaldesa de Barcelona. De análisis, pero que muy serio.

A río revuelto, ganancia de no pescadores a dieta de lechuga. O lo que es lo mismo: punto quinto de «La Ventana de Overton»: De lo popular, a lo político.

Imagino que el Dr. Goebbels, desde su tumba, observa orgulloso y satisfecho el inmenso alcance de su legado.













No hay comentarios:

Publicar un comentario

DEJA TU COMENTARIO