Pasear por el centro de Kuala Lumpur es el mejor modo de comprender que la cifra no está equivocada: de los veintisete bancos que operan en Malasia, dieciséis son islámicos. Una cifra que convierte a esta nación del sudeste asiático en el primer país por arraigo de la banca islámica comercial.
Un tipo de banca que, sin embargo, no ha tenido éxito en los países árabes a pesar de que en un principio parezcan más musulmanas que las naciones del sudeste asiático. Entre las enormes torres y rascacielos que dominan el centro financiero de la ciudad se esconden multitud de sucursales de esta peculiar manera de entender las finanzas. Y es que la banca islámica se basa en la sharía, o la ley islámica, y en principio deben fomentar las actuaciones económicas que contribuyan al desarrollo de la comunidad y que no estén solamente pendientes de amasar cada vez más dinero.
La banca islámica quiere que la economía sea dinámica, activa, que esté al servicio de los creyentes, por muy inversores que sean. Y para que los inversores, a los que supone devotos y píos, obtengan remuneración deben invertir a través de dos contratos ‘islámicos’, los llamados mudarabah y musharaka, que fomentan el reparto de riesgo y de beneficios entre los inversores. Un modo de que todos ganen dinero salvando las apariencias e impidiendo que las entidades financieras sean vistas como avariciosos centros de usura y de mafiosos de casino.
Y ahí radican las tres grandes angustias económicas que chocan con el Islam: el cobro de intereses, asumir grandes riesgos y las apuestas. Tampoco se puede invertir en empresas que vayan contra la sharía: por ejemplo, industrias que centren su objetivo en la fabricación de alcohol, el comercio de cerdos, la pornografía o el juego.
El quiz de la cuestión está, precisamente, en eso: en el beneficio bancario porque son legión los musulmanes que se niegan a utilizar los bancos porque consideran usura el interés, que se supone en contra del libro sagrado. Y como muestra un dato: la bancarización en el mundo musulmán apenas llega al 14% de la población. Pero los tiempos avanzan y la ruptura se produjo a lo largo del siglo XX, cuando el boom petrolífero inundó de dinero a unos países sin instituciones preparadas para recibir semejante caudal monetario.
Así que, quitando algunos experimentos en el Egipto de Nasser y en el Pakistán posterior a la partición con la India, hay que acudir a los años setenta y a los países del golfo Pérsico para encontrar el origen de este extraño mundo de dineros y fe islámica. El tema estuvo ahí larvado, con instituciones que no acababan de romper aunque tampoco terminaban de hundirse, hasta que en el año 2011 parece haber despegado definitivamente.
El problema de estas entidades radica en su ubicación en un mundo cada vez más globalizado e interconectado, el mundo de las finanzas, y al tiempo cada vez más imbuido por la fiebre de la rentabilidad y de la falta de escrúpulos. Los bancos occidentales viven una auténtica pesadilla de monetarizar y rentabilizar inversiones, ofrecer altas tasas a sus impositores y, sobre todo, conseguir beneficios en una espiral sin un fin concreto. Para ello se acude a multitud de productos que en el mundo islámico no se reciben nada bien: por ejemplo, los créditos al consumo, que llevan aparejados deudas con tipos de interés, anatema en el Islam.
El banco islámico, en cambio, practica el qard al hassan, es decir, préstamos sin interés, o bien sirve de intermediador entre comprador y vendedor de cualquier producto para justificar la remuneración por un trabajo, en este caso ese: el de intermediación. Y es que en el mundo económico islámico la deuda así sin más no se justifica y hay que llenarla de contenido.
El ejemplo clásico es el de la hipoteca islámica, en la que el banco compra la vivienda a la orden de un cliente y se la revende mediante contrato de arrendamiento o bien por una comisión del precio de venta por su tarea de intermediación. Argucias legales que en Europa aún no encuentran un acomodo fiable porque cada contrato se consideraría por su parte y al final ambos contratantes incrementarían el pago de impuestos…
Irán tiene islamizado completamente su sistema financiero, es el único país que lo ha conseguido, frente a Malasia que, como decía, tiene el mayor número de bancos islámicos, 16 frente a un total de 27 (Arabia Saudí, por ejemplo, tiene 12 bancos de los que sólo 4 son islámicos, o Egipto, con 39 bancos de los que sólo 4 cumplen con las reglas financieras halal).
Tan llamativo como estos datos son los contrarios, como Marruecos, que sólo cuenta con una banca islámica desde 2007, el mismo caso de Túnez, que lo tiene desde 2010. En todo el planeta existen 716 instituciones conformes a la sharía, de las que 511 ofrece exclusivamente productos islámicos y 205 ofrecen ventanillas islámicas en una diversificación de sus productos, entre estos últimos UBS, Citibank, Merrill Lynch, JP Morgan, BNP o Paribas… lo que deja entrever que el horizonte de esta banca no es nacional sino centrada en individuos. Tan es así que Luxemburgo ya cuenta con la primera sede de un banco islámico.
Cada institución debe tener, pues, un consejo de expertos que estudien las empresas en las que invierten el dinero y pueden emitir fatuas en caso de que detecten un uso no adecuado de las finanzas.
Así pues, con todo tan idílico y utópico, decido cambiar moneda en uno de estos bancos islámicos y me encamino a una ventanilla. Craso error. Las divisas no deben de entrar en la categoría de usura o de halal y el tipo cambiario es desproporcionadamente alto con respecto a la cotización del día. Saludo con un Salam Aleikum y busco otro banco, en este caso no islámico, donde el intercambio de divisas es proporcional al internacional….
Más:
La banca islámica sin intereses, en auge
Principios de Finanzas Islámicas
La banca islámica es una falacia
Principios de Finanzas Islámicas
La banca islámica es una falacia
No hay comentarios:
Publicar un comentario
DEJA TU COMENTARIO