LA ZONA PÚBLICA : Creación de empleo: la gran mentira.

Este artículo fue publicado un día antes de que el Ministerio de Empleo informara el 04/03/2014, echando las campanas al vuelo, de que el número de parados registrados en las oficinas de los servicios públicos de empleo (antiguo Inem) bajó en febrero en 1.949 personas respecto al mes anterior. Su primer descenso en este mes desde 2007, hasta situarse el total en 4.812.486 parados. El dato no varía un ápice lo anteriormente escrito. Para empezar, 1.949 bajas en el paro registrado suponen un descenso inapreciable: el 0,0404% respecto al total. Por otro lado, estas bajas podrían obedecer no a un empleo, sino a jubilaciones de perceptores del subsidio para mayores de 55 años, o a personas que no renuevan su demanda de empleo ante la desesperanza de conseguirlo.

Pero, aun suponiendo que se tratara de nuevos empleos, la pregunta es: ¿Qué tipo de empleos: indefinidos, temporales, por un mes, unos días o unas horas? ¿Con qué salarios: suficientes para llevar una vida digna o irrisorios que perpetúan la pobreza del trabajador? La palabra "empleo" ya no equivale a vida suficiente, sino, en muchos casos, a pobreza otorgada a cambio de trabajo. 


En la sociedad industrial la dimensión social del trabajo está representada por el empleo, un artificio cultural y económico mediante el cual se estructura la división social del trabajo y la distribución de la riqueza, conforme a las pautas del Orden Establecido. En una sociedad regida por el modelo capitalista, que por definición se basa en la desigualdad, el empleo es el agente principal a través del que se articula la reproducción de un sistema social desigual.

Por definición, la introducción de máquinas crea desempleo. Esta evidencia no suele ser del agrado de políticos, economistas, sociólogos y demás profesionales de la dirección de la sociedad de masas. 

Estos “expertos” ocupan buena parte de su tiempo devanándose los sesos en buscar alambicadas explicaciones con que justificar ese rayo del desempleo que no cesa de azotar implacablemente a la sociedad. Sin embargo, el hecho inobjetable es que, siempre que se transfiere a una máquina la realización del esfuerzo necesario para ejecutar una determinada tarea, las personas que antes realizaban la misma quedarán ociosas. 



Esta es la descripción objetiva de un fenómeno real, con independencia del subjetivismo inherente a las distintas ópticas con que pueda enfocarse la cuestión del desempleo. 

La maquinaria agrícola proporciona un esclarecedor ejemplo de esa tendencia intrínseca al desempleo derivada de la mecanización del trabajo. Hasta los años cincuenta del siglo XX todavía se podían ver en nuestros campos de cultivo a nutridas cuadrillas de campesinos que, provistos de afiladas hoces,  segaban la mies a brazo. Hoy en día, en los países desarrollados apenas se encuentra gente trabajando en la agricultura. Las personas han sido sustituidas por potentes máquinas que cortan la espiga y separan la paja del grano, obteniendo en una sola jornada un volumen de cereal equivalente al que antaño precisaba del esfuerzo conjunto de cien hombres. 

Pese a la evidencia del asunto, políticos y economistas siguen obstinándose en negar que la tecnología destruye empleo. Su principal argumento es que, cada vez que se aplica una técnica nueva a una determinada tarea, el trabajo humano disponible se desplaza hacia una nueva actividad, aumentando así la variedad y complejidad del producto social.


Lionel Stoleru

Una defensa clásica de la tesis del desplazamiento del empleo hacia nuevas actividades se encuentra contenida en la siguiente explicación de Lionel Stoleru

“Una oleada de progresos tecnológicos hace inútiles toda una serie de trabajos y suprime masivamente empleos sin, por otra parte, crear otros tantos [...] va a permitir producir más y mejor con menos esfuerzos humanos: las economías de precio de coste, las economías de tiempo de trabajo van a mejorar el poder adquisitivo y a crear por otro lado en la economía (aunque no sea más que en las actividades dedicadas al ocio) nuevos campos de actividad [...]. La sustitución del trabajo humano por la robótica y la telemática [...] permite extraer un valor superior al trabajo pagado anteriormente [...]. Este valor está disponible para remunerar a quien ha perdido su empleo. El paro es más un desplazamiento de actividad que una supresión de empleo”. 

Sin embargo, tal desplazamiento no es más que una ilusión transitoria, un espejismo a través del cual la realidad juega una mala pasada a los teóricos. Siguiendo con el ejemplo de la agricultura, los segadores que quedan ociosos al introducir las cosechadoras mecánicas podrán desplazarse hacia la ejecución de otras tareas, como la manufactura y mantenimiento de la propia maquinaria agrícola. Pero esa transición sólo será posible durante una primera etapa, porque, una vez que el parque de cosechadoras se satura, ya no será necesario fabricar más que un reducido número de unidades destinadas a la reposición de las que han agotado su vida útil. Así que los primitivos segadores reconvertidos a mecánicos vuelven a estar ociosos.

Agotadas las posibilidades de la industria, a los planificadores sociales aún les queda el sector de los servicios para enviar a los segadores y a los mecánicos excedentes. Pueden reconvertirlos al gratificante oficio de pasteleros y dedicarlos a elaborar delicias reposteras a partir de la harina suministrada por las máquinas cosechadoras. Claro que esta posibilidad sólo es factible durante una etapa determinada porque, inexorablemente, llega un momento en que el número de confiteros vuelve a saturar la capacidad de absorción del mercado. Esto sin contar con el hecho de que también en materia pastelera las ciencias avanzan que es una barbaridad, y en los obradores de repostería las amasadoras mecánicas rivalizan con los programas informáticos que calculan la dosificación idónea para conseguir el adecuado punto del soufflé.

En principio, este continuo desplazamiento de actividades no tendría por qué plantear problema social alguno. Nuestros flamantes expertos siempre podrían diseñar nuevas actividades hacia las que canalizar a los ociosos. Dar sombra al botijo de los conductores de las máquinas, contar las abejas que revolotean entre las flores de los guindos o el número de guindas que adorna los pasteles, son todos ellos honrosos y epicúreos oficios con que ocupar el ocio progresivo generado por el éxito tecnológico. Pero el Orden Establecido no es proclive en absoluto a permitir el incremento de la tasa de felicidad dentro de su organización, ofreciendo así una prueba tangible de que su liberalismo consiste en pura boquilla.



El racionalismo mercantil no sitúa entre sus objetivos la mejora de las condiciones de vida de la sociedad, su único interés es el aumento de la productividad de la colmena humana. Y desde el punto de vista de la mera racionalidad económica se considera que “el tiempo de trabajo economizado gracias a la eficacia creciente de los medios empleados es tiempo de trabajo disponible para una producción adicional de riquezas”, según señaló el sociólogo André Gorz: “Decir que estas innovaciones van a ‘crear empleo’ es una forma paradójica de negar la racionalidad económica que, por otra parte, les sirve de justificación: los fast foods, los robots caseros, los ordenadores domésticos, las peluquerías exprés, etc., no tienen como fin dar trabajo sino economizarlo. Si bien exigen realmente trabajo remunerado, es decir, empleos, la cantidad de este trabajo es muy inferior a la cantidad de trabajo doméstico economizado”. 

¿Cuánto tiempo seguiremos creyendo en esa falacia argumental, convertida en mentira política, que promete crear empleo?  

La producción de bienes de alta tecnología requiere muy poca y muy especializada mano de obra. La producción industrial y manufacturera ha sido trasladada a la región asiática. Y el capitalismo prefiere especular en los mercados financieros a gestionar empresas con trabajadores potencialmente conflictivos, salvo que hayan sido desposeídos de derechos y sometidos a una férrea disciplina dictatorial.


"Acabo de hacer un cálculo apresurado y –corregidme si me equivoco– me sale que si Rajoy cogió el paro en el 22,85% y lo tiene en el 26%, se precisan 500 meses a razón de 2.000 empleos creados al mes, es decir, 41 años, para volver tan solo a la cifra que había en 2011. Son 205 años para el pleno empleo. Eso sí, trabajando ya sólo por un plato de garbanzos y catre en un barracón igual aceleramos la marcha y en un siglo nada más, ya se trabaja por la comida, pero se trabaja".

Rosa María Artal en su blog.


Por su parte, la patronal CEOE confía en que de aquí a 2016 España cree 329.200 puestos de trabajo, apenas una tercera parte de los destruidos entre 2012 y 2013, aunque el regreso de la actividad no se traducirá en mejores sueldos. "La recuperación del mercado laboral comenzará a vislumbrarse en 2014, con una creación de empleo neto de 110.300 personas, y se consolidará en 2015, a medida que la actividad económica se fortalezca", asegura la CEOE. Según estas cifras, el número de desocupados en términos de EPA —trabajadores a jornada completa— pasarán de 5,6 millones a 5.3 millones hasta el final de 2015. 

Aun contando con que la creación de empleo fuera el triple de la prevista por la patronal, y aparecieran 600.000 nuevos empleos anuales, serían necesarios diez años para absorber las cifras de paro actuales. 


TEXTO ORIGINAL









Fred kofman es un escritor, filósofo y coach argentino. es el director del Conscious Business Center de la Universidad Francisco Marroquín y el presidente del consejo académico de la empresa Axialent, una consultora internacional. en esta conferencia celebrada en 2002 en Guatemala, dijo algo que a muchas personas les puede sonar familiar, (VÍDEO), pero que, a ninguna, les hubiera gustado oír de boca de un filósofo en una universidad.




Más dramáticos aún, resultan algunos "consejos" que aunque, acertados, no dejan de ser preocupantes cuando en este tipo de informaciones, se omiten, por ejemplo, referencias a la precariedad salarial. Este tipo de informaciones referidas, -agradecidamente-, al ámbito de la salud en el trabajo y sus consecuencias, en determinada circunstancia, dilucidan un cierto trasfondo por medio del cual se percibe un cierto adoctrinamiento hacia el trabajador en la sumisión y aceptación de las circunstancias, sean cuales fuesen.




Medidas paliativas contra el desempleo, se presentan mediante políticas que pretenden concienciar a los ciudadanos de su utilidad por medio de denominaciones como la de "mejorar la empleabilidad de los parados de larga duración o aquéllos con responsabilidades familiares". Este es el caso del denominado Plan PREPARA

La nota discordante del desempleo venía en 2016 de la mano de la Fundación FAES vinculada al Partido Popular (PP), y sus polémicas reflexiones avaladas por una parte de la élite bancaria, reflejadas en un Informe titulado: "Reflexiones sobre el mercado de trabajo: continuar la reforma".

De entre los datos que aportaba dicho informe, destacaba el relativo a los problemas del mercado laboral español que, según el mismo, no son exclusivos de la crisis, sino que estos se remontan a los años 70 con la crisis energética. Este dato es ofrecido aportando la fuente; una obra publicada en 2013, titulada: Las razones de la crisis y los cimientos de la recuperación. El mencionado informe despertaba cierta curiosidad hasta el extremo de que, muchos escépticos encontraron en el mismo, la verdadera "confesión" de quienes habían sido instigadores y copartícipes de una crisis programada y regida por una Agenda que serviría de instrumento económico/político/social con el que adoptar el orden establecido en la misma.












«En La guerra de las galaxias no vi a nadie quejarse por los bajos salarios o por la falta de empleo. Eso es pasado y La guerra de las galaxias es futuro». Andrew Paul McAfee. Director de la iniciativa MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) Cambridge, Estados Unidos. Conferencia Web Summit celebrada en Lisboa (Portugal) en noviembre de 2016.


















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