Según Wikipedia, “El baúl de los recuerdos” es el título de un tema popularizado en 1969 por una cantante española llamada Karina, que vendió más de un millón de copias y fue Disco de Oro. “El tema aborda, con tono optimista, la conveniencia de olvidar los sinsabores del pasado y continuar avanzando en la vida”.
El 24 de octubre de 2019, al que otorgaremos también su numerónimo, tan de moda y sin guión (24O), también se popularizó otro “baúl de los recuerdos” en España. No fue una canción, ni tampoco fue un programa de televisión pero, falto poco para que lo fuese, por la sencilla razón de que sí se retransmitió pero, desafortunadamente, no en horario de máxima audiencia, de lo contrario, hubiese arrasado, pero, las circunstancias del caso, hicieron que el “evento” se retransmitiese en horario matinal.
No era un baúl pero, la similitud del continente y su contenido, bien nos retrotraían a recordar a Karina.
El féretro de Francisco Franco, a hombros de sus familiares, era “expulsado” del Valle de los Caídos en Madrid, gracias a una serie de alteraciones y Decretos introducidos en una Ley de 2007, denominada popularmente como de “Memoria Histórica”. El “acto”, “sacrilegio”, “profanación” o como queramos denominarlo, se llevó a cabo, durante un gobierno en funciones, presidido por Pedro Sánchez (PSOE), debido a que, meses antes, tras otras elecciones generales, no se había podido formar gobierno. Esto se traduce, según la literatura político-popular en que, si todo responde a una promesa del Sr. que se encuentra en la parrilla de salida para ser elegido presidente del gobierno de nuevo, el “evento” forma parte de la campaña electoral encubierta de y por sus promotores.
El “evento” no olía a muerto, porque, después de más de 44 años, el fallecido podía presumir de haber sido momificado. ¿Acaso alguien sabía que su momificación sería de utilidad 44 años después? ¿Fue una momificación preparada expresamente, a prueba de posibles “paseos” futuros?. Si quien preparó el cadáver pensó en todos estos detalles, no se equivocó. Otra cosa es que “alguien” le asesorase porque el “baúl de los recuerdos” se hallaba en un santuario rodeado de 33.832 combatientes de una guerra civil y, quién sabe, si algún día, alguien protesta porque considera que, el “dictador de los recuerdos”, está donde no debe. Y, que se sepa, él no pidió ser enterrado allí.
En el “baúl de los recuerdos” expuesto al mundo en directo, se movían millones de partículas inertes que actuaban como un imán en el cerebro de los asistentes y los televidentes españoles más longevos y agotados con memoria o sin memoria, pero agotados.
No. No iban a salir a la calle a manifestarse con sus batas, sus zapatillas y puro en la mano. No. No iban a ir a protestar a la Puerta del Sol con las fotos de los fusilados en alto, ni los del bando A, ni los del B. En esto, el artífice y “cabeza pensante” del “evento” se equivocó, si es que contaba con una revuelta de abuelos “amarillos”, “rojos” o “morados”. En lo que no se equivocó fue en lo de la revuelta. Esta, sí se había celebrado días antes pero, “a la catalana” en donde, media Barcelona, amanecía destrozada un día tras otro.
El “baúl de los recuerdos” con su momia incluida, no despertó tensiones entre la tercera edad, ni entre la segunda, ni, entre la primera. El baúl, pasó “sin pena, ni gloria” del suelo al aire (helicóptero) para no interrumpir el tráfico o la vida cotidiana. Para algunos, mirar hacia arriba, significaría “volar alto”. Para otros, la frase sería: “ahí va el pájaro”. Para casi todos, el “evento” estaría vacío de contenido y de significado, excepto para aquellos/as que aún están a la espera de sacar muertos de las cunetas o de aquellos que no quieren que los saquen.
Los españolitos/as de a pie, no habían caído en que aquel 24O, era otra fecha más, tan emblemática e importante como la del 11M, 11S, 23F, 1O, etc. Los españolitos/as residentes en el extranjero, incluidos los que no volvieron, tras exiliarse, suspirarían y se lamentarían, la prensa internacional, echaría en falta una algarada o protesta y, les acusaría de pasivos porque, no se inmutó ni Dios.
¿En qué estarían pensando esos españoles inertes y pasivos, después de que en su país se “celebrara” un “Festival” en el que, en este caso, sí podía haber triunfado Karina de verdad?. El tema decía claramente que: “Buscando en el baúl de los recuerdos, cualquier tiempo pasado nos parece mejor”. Y, eso, precisamente, es lo que simbolizaba el “evento” para muchos nostálgicos de otro tiempo. Sin duda alguna, el resultado de la “expulsión” podría con un poco de suerte, desviar el turismo al segundo mausoleo en donde descansaría la momia por imperativo terrenal.
Aun así, lo que muchos desconocen es que, el lugar de la discordia, es un edificio perteneciente al conjunto del Patrimonio Nacional español que recibe al año, entre 150.000 y 500.000 visitantes. Nadie ha facilitado el dato referente a las pérdidas que se hayan derivado por la celebración del “evento”, en cuanto a ingresos por falta de visitantes. Y, muy pocos, han aireado el precio de lo que para muchos fue un “aquelarre”, celebrado por la módica cifra de 63.061,40 euros.
Indudablemente, la cifra siempre es la protagonista oculta en todos los “eventos”, lúdicos, o no. En este caso, el momento, enmarcado dentro del contexto político-religioso?, la cifra queda, en un segundo plano quizás, porque la Ley nos ampara. Esa Ley que, a veces, nos resulta tan histriónica, tan histérica, tan histórica. Esa Ley que se esfuerza por tocar con música de fondo, la sintonía adecuada para que resuene en el lugar adecuado pero, en el momento más ridículo de la “fiesta”. Una “fiesta” que corre por cuenta del hombre de negro que se encuentra al fondo, entre los invitados, al que nadie conoce. Al que nadie invitó, que se sepa, pero, que ha asistido, al igual que el asesino asiste al funeral de su “asesinado”.
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