LA ZONA PÚBLICA : Tsunami Democrático o guerrilla urbana 3.0

Mezclan tácticas clásicas de los grupos antisistema con la rapidez y el anonimato que ofrecen las nuevas tecnologías. Han creado hasta su propia aplicación.

Los radicales hicieron barricadas con mobiliario urbano para luego quemarlas. Foto: Shooting

El primero que habló de «tsunami» fue el líder de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, en un correo enviado en agosto de 2017 a sus compañeros de organización. En él pedía más dinero, por si eran encarcelados, para una campaña dirigida a «provocar un tsunami en todo el país». Poco después, el fugado Carles Puigdemont aseguraba que, el 1-O, Cataluña respondería a las querellas con un «tsunami democrático con las calles llenas de gente».

Cuixart la volvió a usar en febrero en el Tribunal Supremo, cuando fue preguntado por ese mail: «Recriminarme a mí que quiero hacer un tsunami democrático... no sé dónde ve lo punible», dijo para defender que luchaban por una sociedad más democrática y colaborativa. Unas palabras que no volvieron a escucharse hasta el 2 de septiembre, cuando una nueva cuenta en Twitter anunciaba: «Recuperamos la iniciativa! Con la no violencia y la desobediencia civil como herramientas, nos avanzamos a la sentencia. Cambiamos el estado de las cosas: súmate al #TsunamiDemocràtic Tú eres el tsunami!».

Jordi Cuixart

Surgía así una nueva plataforma independentista que desde que se conoció la sentencia del procés ha liderado las movilizaciones ayudándose de las nuevas tecnologías y del anonimato que ofrecen. Pero, ¿quién está detrás de este Tsunami Democrático? ¿Cómo actúan? ¿Cómo consiguen movilizar a tanta gente en tan poco tiempo?

Fuentes policiales sostienen que el movimiento está formado por gente bastante joven (algunos menores de edad) pero con una amplia trayectoria en movimientos antisistema e independentistas de Cataluña. El caldo de cultivo ha estado en algunas okupas o centros sociales, donde promovían acciones de distinta naturaleza para frenar el «bloqueo del Estado» en sus aspiraciones de constituir la República catalana.

Aunque la red ya se comenzó a tejer antes de la convocatoria de referéndum del 1-O de 2017, ha sido una vez finalizado el juicio contra los líderes independentistas cuando los activistas consideraron que la respuesta a la sentencia no podía quedarse en una simple concentración de repulsa con unas banderas y cánticos ya demasiado manidos. Debían ir más allá. Así, su primera gran acción fue la misma mañana del lunes: convocaban a todo el mundo a concentrarse en el aeropuerto de El Prat. Lo hicieron, eso sí, por los medios habituales de comunicación: aplicaciones de mensajería como WhatsApp o Telegram y redes sociales como Facebook, Instagram y Twitter, donde superan el medio millón de seguidores entre todas.


Pero ayer dieron un paso más y lanzaron su propia aplicación, que no se encuentra en las galerías de descarga habituales. Es necesario un código para activarlas y se pasa solo entre conocidos. Para ellos es muy importante que no haya infiltrados ni ninguna empresa grande pueda controlarlos y bloquear sus comunicaciones en un momento dado. Algo que demuestra que cuentan no sólo con conocimientos informáticos y de programación, sino también con medios. De momento, más de 15.000 personas la han descargado ya.

«La creación de una aplicación propia para comunicarse es una evidencia de que estos grupos estaban preparados para dar esta respuesta y de que están financiados: nada es espontáneo en ellos». Lo que sí repiten, sostienen las mismas fuentes, son las formas clásicas de aplicar violencia en las calles, al más puro estilo kale borroka o cualquier grupo del movimiento antisistema de extrema izquierda que haya operado en las calles de Madrid en las convocatorias más violentas, como las Marchas de la Dignidad, donde el objetivo de los manifestantes era «encapsular» a un policía para apalearle. Como ocurrió en la noche del martes, cuando una agente de los Mossos quedó acorralada y tuvo que ser rescatada por un guardia civil de paisano.

Esas nuevas tecnologías y medios de comunicación los mezclan con técnicas clásicas de guerrilla callejera. La forma de organizar las barricadas, dicen fuentes policiales expertas, son las mismas de siempre: prender fuego a objetos y mobiliario urbano (primera línea de fuego) y luego hacen parapetos detrás (segunda línea), desde donde lanzar objetos a la Policía o bomberos que tratan de apagar el fuego.

Estos grupos de «guerrillas urbanas» se coordinan, según fuentes policiales, por «grupos de afinidad», es decir, que no tienen por qué ser conocidos entre ellos, sino que crean grupos de mensajería horas antes con este único fin.

Intentan bloquear puntos distantes entre sí para retrasar la respuesta policial y desplazarse a puntos nuevos en cuanto aparecen las primeras patrullas: así logran menos detenciones y mayor efecto caótico. Puntualmente pueden recibir convocatorias para juntarse en puntos emblemáticos (como el martes en la Delegación del Gobierno de Barcelona) y para volver a disgregarse en los pequeños grupos de acción anteriores.

«Otro clásico es vestir con capuchas y bragas al cuello, de tal forma que solo dejan la vista al descubierto. Creen que así es más complicada su identificación, pero ahora ya no hacen falta el visionado de cámaras de videovigilancia de bancos o comercios que hayan grabado las imágenes: ellos mismos o cualquier viandante graba y sube a las redes, por lo que por su vestimenta desde distintos ángulos, se sabe perfectamente las acciones que ha hecho cada uno», añaden estas fuentes.

Pero lo que está claro es que absolutamente todos sus movimientos están perfectamente coordinados y estudiados, a la vez que muy ocultos. Cada paso, desde que sale de la cadena de mando hasta que llega a la calle, recorre una serie de filtros y servidores en busca de ese anonimato para dificultar aún más la labor policial de identificarles.

Una forma de actuar ésta que, sin embargo, choca con lo que venden tanto en sus redes sociales como en su propia web, donde no dejan de repetir frases como «nos negamos a maltratar nuestro oponente como enemigo» o «la no violencia es la fuerza más grande a disposición de la humanidad». De hecho, en uno de los comunicados que hicieron públicos ayer rechazaron cualquier forma de violencia mientras criticaban la «brutalidad policial». En sus «estatutos», que «deben aceptar las personas que quieren participar en una acción», afirman que «no combatiremos violentamente si nos atacan».

De momento estamos ante un movimiento con líderes invisibles que ya investiga el Ministerio del Interior. Y avisa tajante: «Terminaremos sabiendo quién está detrás».






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