A veces, duele la cabeza,
la garganta, las vísceras, el aliento.
Hay dolores impotentes
Hay dolores como perro rabioso
Hay dolores que despiertan fantasmas escondidos
Hay dolores que desatan iras y sacamos todo el arsenal
hasta quedarnos desnudos y desprovistos de razón
Luego llega el dolor del desaliento y la derrota
El dolor del abandono y la autohumillación
Hay dolores inútiles como la envidia pues nunca dejaremos de ser miserables
Duelen las manos que se afanan y siempre están vacías
Duele la colcha que arropa al enfermo, pero no le reconforta
Duele la vigilia esperando el último adiós
Duelen las semillas que no brotaron en el jardín, y nos hicieron estériles y faltos de sueños
Duele el desamparo de los que un día, olvidamos a su suerte
Duele cuando las varas que nos miden no son iguales para todos
Duele el Dios que nos castiga, que nos fustiga, porque un día nos equivocamos
Duele el Dios al que imploras que te envíe una señal que nunca viste
Duele el Dios que nos deja solos para entender porqué fuimos expulsados del Paraíso.
A.R.
Mayo de 2011
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