Olas de cientos de metros amenazarían a Canarias, la costa este de América y las occidentales de África y Europa
Uno de los flancos del volcán Cumbre Vieja, de la isla canaria de La Palma, se desplaza hacia el océano, y su caída –cuya fecha está por definir- provocaría un desastre equiparable al impacto de un meteorito contra la superficie terrestre, según un modelo informático elaborado por científicos europeos y americanos por encargo de importantes aseguradoras.
Potenciar los instrumentos de medición existentes en la isla podría anticipar en dos semanas una nueva erupción y minimizar los riesgos sobre las personas.
Cumbre Vieja se alza dos kilómetros por encima de la superficie terrestre, si bien es un volcán de seis kilómetros de altura desde el fondo oceánico. Es el más activo de Canarias y uno de los más activos del planeta.
En los últimos cinco siglos ha entrado en erupción siete veces, la última de las cuales, acaecida en 1949, formó una falla a lo largo de la cresta del volcán que desplazó su flanco oeste hacia abajo, hacia el mar.
Según los datos radiométricos tomados por el Climate and Environmental Science Institute de Gif-sur-Yvette, de París, esta falla es la primera que sufre el volcán en los últimos 25.000 años.
Por otro lado, las fallas suelen crecer por debajo de la superficie, y sólo alcanzan ésta en caso de que tengan gran tamaño. Esto hace pensar que la fisura que amenaza uno de los flancos de Cumbre Vieja pudiera ser muy profunda.
Se sabe que, al principio, Cumbre Vieja pertenecía a un tipo de volcán que carece de cráteres profundos en su cima, aunque sí tiene varias series de pequeños respiraderos o de válvulas volcánicas en diversos puntos del volcán.
La geometría de Cumbre Vieja tenía este patrón hace entre 15.000 y 8.000 años. En este periodo de tiempo, se extinguieron las zonas de respiraderos situadas al noroeste y al noreste, pero, después, la zona sur se propagó hacia el norte a través de la cumbre, dividiendo en dos el volcán.
Más recientemente, nuevos sistemas de fisuras se desarrollaron en el flanco oeste del volcán, lo que sugiere que Cumbre Vieja se está dividiendo y que el lado oeste se mueve hacia el mar, abombándose y amenazando con fracturarse.
De llegar a hacerlo del todo, caería al mar una gigantesca masa de un volumen de al menos 200 kilómetros cúbicos, aunque podría llegar a ser de más de 500 kilómetros cúbicos.
Tal como explica al respecto el Benfield Hazard Research Centre de Londres, los efectos podrían ser catastróficos.
El modelo informático diseñado por este centro y por la universidad de California, indica que las olas que se derivarían del impacto de semejante trozo de tierra contra la superficie del mar retendría una significativa proporción de la energía derivada de dicho impacto, propagándola más allá de las Islas Canarias hacia los Estados Unidos, Europa y Brasil, afectando a un total de 100 millones de personas.
Los tsunamis que recorren el mar a gran velocidad (tan deprisa como un avión de pasajeros), como pudiera ser el caso de las olas de La Palma, para luego frenar y reunirse unos con otros, aumentan su peso según van llegando a aguas menos profundas.
El modelo informático predice que, entre 6 y 9 horas después de ocurrir el derrumbamiento en Cumbre Vieja, las olas, de un tamaño de alrededor de 50 metros, estarían golpeando toda la costa oeste del Atlántico.
Horas antes de su llegada a América, las costas de Canarias, del oeste africano y de Europa habrán sido barridas por olas refractadas desde la isla de La Palma, olas que podrán alcanzar los centenares de metros de altura.
Este fenómeno podría entrar a formar parte de un grupo raro pero amplio de sucesos geofísicos, al que pertenecen también las erupciones volcánicas gigantes y los impactos terrestres de meteoritos o asteroides.
La tasa de mortalidad como consecuencia de estas tres situaciones es teóricamente similar a la de estos episodios, y supera a todas las tasas cotidianas consideradas significativas, como los provocadas por catástrofes naturales o las plagas.
Los científicos creen que el eventual colapso provocado por los fenómenos de la isla de Palma no será inminente. Los teóricos señalan que el volcán no se partirá necesariamente en una próxima erupción.
De hecho, la última erupción ocurrida en Canarias, producida por el volcán Teneguía (también en la isla de La Palma) en 1971, tuvo poca relevancia, seguramente debido a que el magma no se alzó tan alto dentro del volcán como sería necesario para partirlo.
Las anteriores erupciones del volcán Cumbre Vieja ocurrieron en 1677-78, 1712, 1730-1736, 1824 y 1949.
Según el geólogo Lars Serana, de la Agencia Federal alemana de Ciencias Geológicas y Materias Primas, en declaraciones a DW-WORLD, desde 1493 se mantienen en erupción 7 de los 120 volcanes de la cadena del fuego de 14 kilómetros de longitud que caracteriza a La Palma.
De hecho, en agosto de 2004, el director del Benfield Hazard Research Centre de Londres, Bill McGuire, declaraba a The Guardian, que una enorme roca, del tamaño aproximado de la isla de Man (53 por 31 kilómetros), está a punto de desprenderse de la isla volcánica de La Palma.
Añadía que, aunque estas catástrofes naturales se producen aproximadamente cada 10.000 años, la isla de La Palma podría hundirse mucho antes porque ya se sabe que se está moviendo.
Además, según McGuire, es muy probable que una nueva erupción del volcán haga que colapse el flanco occidental de la isla en su totalidad. Si esto ocurre, todo el proceso podría durar 90 segundos.
Mejor prevenir Aunque la vigilancia volcánica en Cumbre Vieja se ha intensificado en los últimos cinco años, el Benfield Hazard Research Centre considera que es preciso incrementar los instrumentos de medición para prevenir con mayor rapidez una nueva erupción, por el potencial riesgo que entraña de desencadenar una catástrofe natural de dimensiones casi planetarias.
Muy pocas cosas podrían hacerse para proteger a La Palma en ese supuesto.
Las barreras que se podrían colocar no serían capaces de aguantar la presión que se produciría con ese oleaje y una posible división de la isla en dos partes antes de su colapso sería, además de muy peligrosa, una pérdida de tiempo que entrañaría muchos problemas.
Por otra parte, ordenar una serie de evacuaciones masivas de la población podría suponer un impacto financiero que, a su vez, podría originar un resentimiento social si, finalmente, resultara ser una falsa alarma.
Sin embargo, el Benfield Hazard Research Centre advierte que hay sistemas de detección que podrían anticipar en dos semanas la inminencia de una erupción.
Y aunque puede que esa nueva erupción no desencadene la temida catástrofe, el riesgo es tan elevado que la ciencia aconseja medidas preventivas en las que deben colaborar instituciones de ambos lados del atlántico.
No es la primera vez que el Benfield Hazard Research Centre advierte de los riesgos de una catástrofe de esta naturaleza originada por el hundimiento total o parcial de la isla de La Palma.
En septiembre de 2001, Steven N. Ward, del Institute of Geophysics and Planetary Physics, de la Universidad de California, y Simon Day, del Benfield Greig Hazard Research Centre, publicaron un artículo en Geophysical Research Letters que ha sido la referencia documental de esta hipótesis científica.
El Benfield Hazard Research Centre de Londres (adscrito al grupo de seguros y reaseguros Benfield Group, al cual pertenece la famosa Lloyd's) agrupa a unos cincuenta geólogos, meteorólogos y especialistas en gestión de desastres naturales.
Adscrito a la Universidades de Londres, Oxford y Cambridge, su cometido es anticipar posibles catástrofes naturales con la finalidad de reducir riesgos y daños, lo que finalmente rebaja las indemnizaciones a pagar por las aseguradoras.
Según el modelo informático utilizado para el estudio publicado en 2001, el derrumbamiento se iniciaría tras una supuesta erupción, después de días de deformaciones y terremotos.
Un segundo modelo se aplicó más tarde al escenario de evolución del eventual hundimiento de una parte de la isla de La Palma, describiendo con mayor precisión las consecuencias de este colapso: olas de 900 metros que alcanzan en sus desplazamientos los 800 kilómetros por hora.
A los resultados de este modelo se refería Bill McGuire en The Guardian. Sin embargo, la evaluación del Benfield Hazard Research Centre ha sido objeto de polémica desde sus inicios.
El mismo diario británico la considera una especulación catastrofista al mejor estilo de las películas de Hollywood. La Sociedad Tsunami ha minimizado asimismo, en enero de 2003, el escenario catastrofista, considerando mínimamente posible que, en caso de una nueva erupción, parte del volcán Cumbre Vieja caiga al océano.
En septiembre de 2006, la prestigiosa Dutch Technical University de Delft (Holanda) publicó un documentado informe en el que critica los estudios científicos que alertan del peligro, así como las informaciones y documentales que hablan del tsunami de La Palma sin, en su opinión, suficiente base científica. La polémica científica está servida.
Algunos geólogos de las Islas Canarias, como Juan Carlos Carracedo, también han expresado su malestar por estas informaciones que, a su entender, distorsionan la realidad. Otros, en cambio, expresan su inquietud.
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