LA ZONA PÚBLICA : Un Guantánamo llamado Bouya Omar.

“Guantánamo”. Con esta palabra describen los lugareños Bouya Omar, un santuario en el centro de Marruecos, lugar de peregrinaje para enfermos mentales y toxicómanos de todo el país. Por las calles deambulan personas con la mirada perdida y los pies o las manos atados por gruesas cadenas. 



Tras las rejas de las casas de barro se aprietan otros rostros. “Hay hasta treinta personas por habitación, les dan de comer apenas dos trozos de pan y un vaso de té al día y los dominan a golpes de palo; algunos están encadenados a la pared o a la cama, se mean encima”, relata Abdelatif Fauzi, un vecino de la zona. Calcula que hay unos 1.200 pacientes, entre ellos menores de edad y muchas mujeres.

Ellas sufren aun más. “Si son guapas, los vigilantes las violan; si se quedan embarazadas, el bebé se vende a algún matrimonio sin hijos”, asegura Fauzi. “Muchos dementes mueren en los barracones y son enterrados de noche en un campo cercano, a no ser que la familia se haga cargo del cadáver”, añade. Incluso liberar a un paciente puede ser difícil: “Tras años de encierro, las llaves de los candados se han perdido y hay que partir los grilletes a martillazos”.

El pueblo-manicomio de Bouya Omar tiene sus raíces en la ancestral veneración de las tumbas de los maestros sufíes; hay numerosos mausoleos en Marruecos a los que peregrinan los dementes para liberarse del ‘yin’ (demonio) del que se creen poseídos. Pero Bouya Omar alimenta un suculento negocio. El enfermo debe quedarse al cuidado de los guardianes del lugar que intentarán exorcizar al ‘yin’ mediante reiteradas sesiones de trance; cada paso exige una ofrenda monetaria y el proceso puede durar semanas, meses o años.





Los ‘yin’ exigen sacrificios de gallinas o cabras que hay que comprar a alto precio. Además, las familias pagan entre 60 y 150 euros al mes para asegurar la manutención de sus enfermos, pero a tenor de Fauzi, los guardianes gastan muy poco en sus pacientes. Tener una casa con 40 enfermos puede dar beneficios de 3.000 euros mensuales, calcula. En Bouya Omar, la riqueza se mide en dementes.



El hombre que controla esta riqueza se llama Tahar Tausi ‘Uld Duwaia’. Se niega a hablar con la prensa pero, según el periodista Najib Chaouki, tiene unos 50 años y posee varias aceiteras, amén de intereses inmobiliarios en Kalaa Sraghna, la capital de la provincia. “Llegó pobre a Buya Omar en 1986; hoy es millonario”, resume. Tausi se hizo fuerte entre los inversores locales que pujaban cada año por hacerse con los ingresos del cepillo a cambio de adelantar una suma fija.

“Hoy, estas subastas ya no se celebran”, asegura la periodista Zineb El Rhazoui, “porque nadie puede competir con Tahar, que lleva 18 años controlando la caja”. Paga anualmente 800.000 dirham (70.000 euros), por la gestión del mausoleo; el dinero se distribuye entre las familias que se reclaman descendientes del santo Bouya Omar. Hay quien cree que los ingresos alcanzan 3,2 millones de dirham anuales, casi 300.000 euros.





No todos los ‘pacientes’ van encadenados. Ni todos están locos. “Si alguien se quiere deshacer de un familiar incómodo, por cuestiones de herencia o para evitar un divorcio costoso, lo interna en Bouya Omar; pudimos comprobar que los sicarios del santuario se desplazan a cualquier ciudad marroquí para recoger al supuesto enfermo; no piden certificados médicos”, asegura El Rhazoui. Forma parte de un equipo de la productora marroquí Connexion Media que realizó un reportaje con cámara oculta, emitido en octubre por la televisión pública. “Nos hicimos pasar por un matrimonio con un hermano demente y llamamos a Bouya Omar, mandaron a tres personas que llegaron de madrugada para llevarse al ‘enfermo’ por la fuerza”, relata.




Ahora, los ánimos andan encrespados: Tahar Tausi amenazó y arrolló con el coche a Fatima Ait Aouinate, presidenta de la Asociación de Mujeres Minusválidas de Marruecos, cuando intentó inspeccionar el lugar. Fauzi confirma que hubo cuatro testigos de la agresión, pero “la policía no ha iniciado investigación alguna”, denuncia Chaouki. “Tausi está por encima de la ley, lleva 18 años sin pagar impuestos, pero todas las autoridades de la región le deben favores”.












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