María Luisa nació el 4 de noviembre de 1911 en el municipio de Sinlabajos (Ávila), una pequeña localidad cercana a Arévalo. Fue una niña completamente normal hasta que a los dos años padeció una parálisis infantil que la dejó paralítica para toda su vida, pese a que su padre -abogado de profesión- la puso en manos de los mejores especialistas. Ya en esa época, tal y como testificó su madre -Carmen de la Mata-, la niña aseguraba que se la aparecía Jesús y la comentaba que no se quejara tanto y que fuera buena.
Su madre no la creía, aunque incomprensiblemente la niña aprendió a leer sola y afirmaba que fue de nuevo el 'maestro nazareno' quien la enseñó. Ingresó cuando tenía cinco años en el asilo madrileño de San José, dirigido por las Religiosas Mercedarias de la Caridad por la precaria situación económica de la familia. Según su testimonio el trato con Jesús era cotidiano: cuando enfermó de difteria los médicos no acertaban a curarle, sin embargo, ella cuenta que se le apareció una vez más el Señor y le prometió que se curaría en tres días si dejaba de quejarse, aunque la avisaba de que este no sería su último padecimiento pues había sido designada para sufrir.
Algo que quedó confirmado de nuevo en otra aparición cuando la pidió que fundara un instituto llamado Misioneras de la Caridad y que unidos a los votos de pobreza, castidad y obediencia, asumieran un cuarto, 'ser víctimas de amor'. Y así el 8 de junio de 1941 se fundó en la capital de España el ansiado Instituto en una época dificilísima, recién terminada la Guerra Civil. Sin embargo, las hermanas fundadoras no pasaron nunca hambre: inexplicablemente diez kilos de alubias duraron seis meses pese a que se gastaban tres cuartos de kilo en cada comida; era imposible llevar al día el libro de cuentas porque siempre aparecía más dinero del que tenía que haber.
También sucedía algo curioso con el aceite, cuyo bidón de arroba siempre estaba lleno pese a ir cogiendo lo necesario y no rellenarlo jamás. Aunque como verán a continuación estos fenómenos son 'peccata minuta'
Son numerosos los prodigios de los que han dado fe decenas de testigos, entre ellos su director espiritual, el Padre Manuel Soria Agudo que nos dejó como legado su obra 'Yo soy testigo', de la que está entresacada la mayoría de la información de esta página. En ella se recoge la biografía de la Madre María Luisa y nos habla de su propia experiencia como testigo de fenómenos inexplicables.
Quizás el que más sorprende sea el denominado por el propio sacerdote como «sugestión diabólica». Y es que, por lo visto, la monja abulense recibía ataques diabólicos por una figura que ella misma denominaba 'el calvo' -para evitar pronunciar su verdadero nombre- que se traducían en misteriosos fenómenos.
Así lo narra su director espiritual en su libro: «He visto una llamarada de fuego quemando la funda del sillón donde estaba sentada en el recibidor hablando a solas conmigo. He visto llenarse la habitación y el pasillo de la casa, en Madrid, de un humo negro. Lo extraño es que, al poco rato, desapareció para siempre. He sentido varias veces el olor a azufre, teniendo que abrir la ventana».
Pero más graves eran las consecuencias que estos ataques tenían en el cuerpo de la monja. Así lo cuenta el padre Manuel Soria: «Estos fenómenos han sido observados no solo por mí sino al menos por diez sacerdotes y otras personas.
Los sufrimientos duran de tres a diez horas. Es agotador para el que lo presencia y ayuda. Le han arañado con un peine de púas en la cara y todo el rostro se ha marcado profundamente. Se le ha metido de repente la lengua hacia dentro con tanta violencia que se ahogaba, dejándola muy dolorida. Los ojos se le han vuelto del revés en sus órbitas, introduciéndose las pestañas hacia dentro».
Una vida de sufrimiento
Son múltiples las torturas que se describen: retorcimiento extremo de manos, brazos, cabeza y piernas, con tal dolor para la protagonista que en ocasiones perdía el conocimiento. Pinchazos y azotes en todo el cuerpo, bofetadas en el rostro por una mano invisible cuyas marcas quedaban evidentes ante los atónitos ojos de los testigos y un largo etcétera, incluidas visiones de que se encontraba en el infierno en el que veía a familiares y amigos siendo torturados, ya que según 'el calvo' estaban condenados.
Son muchos los prodigios increíbles que sucedieron en la vida de esta mística abulense -cuya causa de beatificación se abriría en el convento de Hellín (Albacete), lugar donde reposan sus restos- y que no tienen cabida en este espacio, como «bilocaciones (estar en dos lugares a la vez), desapariciones durante varios días de lugares cerrados (pese a estar inválida), expulsar fuego por la boca y prender pañuelos o su propia ropa sin quemarse», de los que han dado testimonio decenas de testigos. Pero es que además existen decenas de fotografías y una filmación de algunos de los hechos narrados que han sido visionadas solo por algunos privilegiados.
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