En la antigüedad clásica europea la religión era una creencia fundamental (el modo de vida quedaba determinado por la divinidad).
Antes del siglo VII a. C. nos encontramos el mito como forma de pensamiento en la antigua Grecia, que sustentaba por el derecho divino el estado (la polis, y más tarde el Imperio romano). Históricamente cualquier persona que no creyera en la deidad apoyada por el estado podía ser legalmente acusada de ateísmo y ser castigada con la pena de muerte.
Alrededor del siglo VII a. C. se produce una revolución sin precedentes en el desarrollo de las técnicas de navegación, lo cual propicia que se forme el comercio. Consecuentemente, se reemplaza el trueque por el dinero. Se llegó a un escepticismo en la mentalidad popular y a finales del siglo VI a. C. se produce el nacimiento del «pensamiento racional» (rival de la mitología y la religión).
Diágoras de Melos (siglo V a. C.) es conocido como el primer ateo. Blasfemaba haciendo públicos los misterios eleusinos y desanimando a la gente a ser iniciado.
Poco después los atomistas Leucipo y Demócrito intentaron explicar el mundo de una forma totalmente materialista, sin hacer referencia a lo espiritual o lo místico.
Entre los sofistas, Pródico de Ceos dijo que se ha creído que las cosas útiles para la vida humana se habían atribuido a los dioses, y Protágoras, según Cicerón, afirmó en el principio de su libro que «respecto a los dioses soy incapaz de afirmar si existen o no».
El mismo Cicerón (de filosofía estoica), sin negar abiertamente su existencia, señaló en su obra De natura deorum (Sobre la naturaleza de los dioses) lo dificultoso que es justificar la existencia de esas figuras sobrenaturales.
Por razones políticas, Sócrates fue acusado de ser atheos (rechazaba admitir los dioses reconocidos por el estado) en Atenas en el 399 a. C.). A pesar de los cargos, afirmaba ser inspirado por una voz divina (daimon).
Su último deseo antes de morir fue que se sacrificara un gallo al dios Asclepio, lo que no está relacionado con la piedad politeísta, este gesto era el habitual para una persona que estuviera enferma, y Sócrates quería dar a entender que con la muerte se sobrepondría de la «enfermedad» de la vida.
Los cristianos en Roma también fueron considerados elementos subversivos para la religión del estado y se los persiguió como ateos. De esta forma los cargos de ateísmo, con el significado de subversión religiosa, se usaron frecuentemente al igual que los de herejía e impiedad como un arma política para eliminar enemigos.
Alrededor del 300 a. C. el filósofo cirenaico Teodoro de Cirene negó la existencia de los dioses en su libroSobre los dioses.
Aunque Evémero fue más tarde criticado por haber «extendido el ateísmo por toda la tierra habitada borrando el recuerdo de los dioses», su visión del mundo no era atea en el sentido estricto y teórico, porque él consideraba que los dioses primordiales eran eternos e imperecederos.
Evémero también creía que el Sol, la Luna y otros cuerpos celestiales eran dioses, y consideraba que los fenómenos naturales como el viento eran divinos, por tener «origen eterno y eterna continuación». Pero llega a la conclusión de que los titanes y todos los dioses de la siguiente generación como los dioses olímpicos son sólo construcciones culturales y religiosas de personajes humanos del pasado
Algunos historiadores han argumentado que él meramente reinterpretó la religión antigua bajo la luz de la deificación de gobernantes contemporáneos como Alejandro Magno.
La obra de Evémero fue traducida al latín por Ennio, posiblemente para allanar el camino en la mitografía de la planeada divinización de Escipión el africano en Roma.
Otra figura importante en la historia del ateísmo fue Epicuro (alrededor del 300 a. C.). Próximo a las ideas de Demócrito y los atomistas, expuso una filosofía materialista en la cual el universo estaba gobernado por las leyes del azar sin la necesidad de la intervención divina. Aunque afirmó que los dioses existían creía que les era indiferente la existencia humana; doctrina denominada como Deísmo, dado que no se niega la existencia de divinidades, pero si su incidencia en el mundo.
El objetivo de los epicúreos era alcanzar la paz mental exponiendo que el miedo a la ira divina era irracional. Una de las más elocuentes expresiones del pensamiento epicúreo es Sobre la naturaleza de las cosas de Lucrecio(siglo I a. C.).
Lucrecio no era ateo porque sí creía en la existencia de los dioses pero como Epicuro pensaba que ellos como seres perfectos no estaban interesados en los asuntos humanos. Ambos también negaban la existencia de tras la vida.
El militar y político Julio César (100–44 a. C.) que se inclinaba considerablemente hacia el epicureísmo tampoco creía en la existencia posmórtem como expuso en su petición de pena de muerte en el juicio a Catilina.
Los epicúreos, más que ateos, podrían describirse como materialistas. Los epicúreos no fueron perseguidos, pero sus enseñanzas causaron controversia y fueron duramente atacadas por las escuelas mayoritarias como el estoicismo y el neoplatonismo. El movimiento terminó siendo una forma de pensamiento marginal y gradualmente desapareció al final del imperio romano, hasta que fue reavivada por Pierre Gassendi en el siglo XVII.
Edad media
En la Edad media en Europa casi no se conocen expresiones de ateísmo. Hrafnkell el protagonista de la saga islandesa del mismo nombre, fechada en el siglo X, cuando su templo dedicado a Freyr es quemado y él esclavizado afirma «Creo que es una insensatez tener fe en los dioses», y nunca volvió a realizar un sacrificio, esta posición se denomina en las sagas como goðlauss (‘sin dios’).
Citándose varios casos parecidos, incluso de reyes. Jacob Grimm en su obra Teutonic mythology observa que:
Es destacable que en las antiguas leyendas nórdicas ocasionalmente se mencionan casos de hombres que ante un gran enfado o duda dan la espalda a su fe pagana, centrando su confianza en su propia fuerza y virtud. Así en Sôlar lioð 17 aparece la afirmación sobre Vêbogi y Râdey â sik þau trûðu, «en ellos mismos confían».
Palabra griega αθεοι «atheoi» ([aquellos] sin dios) en la Epístola a los efesios.
En la Europa cristiana, las cinco vías tomistas y el argumento ontológico de Anselmo de Canterbury intentan responder intelectualmente al cuestionamiento de la existencia de Dios.
Las autoridades religiosas persiguen a los que discrepan de sus creencias acusándoles de herejía, especialmente en los países donde está activa la Inquisición. El cargo de ateísmo es usado frecuentemente para atacar a los adversarios políticos o religiosos. Por ejemplo el papa Bonifacio VIII por su insistencia en la supremacía política de la iglesia fue acusado por sus enemigos a su muerte (inverosímilmente) de mantener posiciones ateas tales como «no creer en la inmoralidad, ni la incorruptibilidad del alma, ni en la vida venidera».
En el islam medieval los teólogos reconocen el concepto de ateísmo y frecuentemente atacan a los infieles, aunque son incapaces de nombrar a ningún ateo real; generalmente cuando acusan a alguien de ateísmo normalmente se trata de disidentes y herejes más que ateos.
Una figura notable fue el intelectual del siglo IX Ibn al-Rawandi que criticó la noción de profecía religiosa incluida la de Mahoma, y mantuvo que los dogmas religiosos no eran aceptables por la razón y debían ser rechazados.
Otros críticos a la religión en el mundo islámico fueron el médico y filósofo Abu Bakr al-Razi (865-925) y el poeta Al-Maʿarri.(973-1057).
Renacimiento y reforma
Durante el renacimiento y la reforma protestante las críticas a las instituciones y creencias religiosas se hacen más frecuentes, pero no representaron realmente ateísmo.
El término athéisme se acuñó en Francia en el siglo XVI, como una forma de acusación para aquellos que rechazaban a Dios o la divinidad en las controversias intelectuales. Aunque el concepto de ateísmo resurgió posteriormente como una reacción a la confusión intelectual y religiosa producida por la reforma y más tarde la ilustración. Durante los siglos XVI y XVII la palabra ateo se usó exclusivamente como un insulto y nadie quería ser considerado como tal.
La acusación de ateísmo era tan peligrosa como ilustran los ejemplos siguientes: Étienne Dolet fue estrangulado y quemado en 1546, y Giulio Cesare Vanini que sufrió un destino similar en 1619.
En 1689 el noble polaco Kazimierz Łyszczyński, que escribió un tratado filosófico, De non existentia Dei, en la que cuestionaba la existencia divina, fue condenado a muerte en Varsovia por ateísmo, se le decapitó tras arrancarle la lengua con un hierro al rojo y quemarle las manos lentamente. De forma similar en 1766 el noble Jean-François de la Barre fue torturado y decapitado y su cuerpo quemado, por la acusación de destruir un crucifijo. Este caso se hizo célebre porque Voltaire intentó sin éxito que la sentencia fuera revocada.
Entre los acusados de ateísmo estuvo el filósofo materialista inglés Thomas Hobbes (1588-1679), pero él negó los cargos. Su teísmo era inusual, en cuanto que consideraba que Dios era material. Anteriormente el dramaturgo y poeta Christopher Marlowe (1563-1593) fue acusado de ateo cuando se encontró en su casa un folleto que negaba la divinidad de Cristo.
Antes de que pudiera defenderse del cargo fue asesinado aunque por motivos ajenos a la religión.
El Siglo de las Luces
Denis Diderot (1713-1784), uno de los más prominentes filósofos de la Ilustración y editor de la Enciclopedia, también fue acusado de ateo por desafiar los dogmas religiosos, en particular elcatólico. Escribió: «La razón es la virtud del filósofo como la gracia lo es del cristiano.
La gracia determina las acciones del cristiano, la razón la del filósofo».
Diderot fue encarcelado durante un periodo breve y sus escritos prohibidos y quemados.
Pero el concepto de que la razón era el medio de juzgar la verdad y estudiar el mundo se expandió irremisiblemente por el pensamiento intelectual de toda Europa.
En los años 1770, el ateísmo había dejado de ser una acusación peligrosa que requería ser rechazada, y fue convirtiéndose en una posición abiertamente confesada por algunos. El primero en negar la existencia de Dios y proclamar su ateísmo desde la época clásica fue el barón d'Holbach (1723-1789) en su obra de 1770, Système de la Nature (Sistema de la naturaleza).
D'Holbach fue una figura en los círculos sociales parisinos que organizaba una famosa tertulia donde acudían muchos intelectuales notables de la época, entre los que estaban Denis Diderot,Jean Jacques Rousseau, David Hume, Adam Smith, y Benjamin Franklin. Aun así su libro fue publicado bajo el seudónimo de Jean-Baptiste de Mirabaud, y fue incluido en el Index librorum prohibitorum (índice de libros prohibidos).
El panfleto titulado Respuesta a las cartas del Dr. Priestley para un no creyente filosófico (1782) es considerado la primera declaración publicada de ateísmo en Gran Bretaña, probablemente la primera en inglés (sin contar las obras encubiertas y crípticamente ateas). El desconocido William Hammon (posiblemente un seudónimo) firma el prólogo y aparece como editor.
El texto principal, anónimo, se atribuye a Matthew Turner (¿m. 1788?), un médico de Liverpool que pudo haber conocido a Priestley. El historiador David Berman apuesta firmemente por la autoría de Turner, aunque sugiere que pudo haber dos autores.
Edad contemporánea
Siglo XIX
La Revolución francesa (1789) catapultó al pensamiento ateo hacia la política, al abrir el camino para los movimientos intelectuales del siglo XIX como el racionalismo, el librepensamiento y liberalismo.
El poeta Percy Bysshe Shelley (1792 – 1822) fue expulsado de la universidad de Oxford en 1811 por presentar ante el decano un panfleto anónimo titulado La necesidad del ateísmo.
Este panfleto es considerado por los historiadores el primer ideario ateo publicado en lengua inglesa. La primera publicación de ideas ateas en Alemania fue La esencia de la cristiandad de Ludwig Feuerbach (1804-1872), que influiría en otros destacados pensadores ateos alemanes del siglo XIX como Arthur Schopenhauer (1788-1860), Karl Marx (1818–1883) y Friedrich Nietzsche (1844-1900).
El librepensador Charles Bradlaugh (1833-1891) fue repetidamente elegido al parlamento británico, pero no se le dejó ocupar su asiento al negarse a realizar y pedir que se eliminara el juramento religioso, aunque posteriormente se ofreciera a realizarlo «objetando ser un formalismo legal», quedando su puesto vacante.
Tras ser reelegido por cuarta vez, el nuevo portavoz le permitió ocuparlo tomándole juramento sin permitirle objeciones, convirtiéndose así en el primer ateo declarado en ocupar un puesto en el parlamento británico, y participó en la reforma de la ley de juramentos.
Desde 1818, Arthur Schopenhauer (1788-1860) ya había sentado las bases de su pensamiento filosófico, el pesimismo ateo, en su obra cumbre, El mundo como voluntad y representación.
El sufrimiento religioso es al mismo tiempo la expresión del sufrimiento real y una protesta contra el sufrimiento real. La religión es el alivio de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón y el espíritu de un estado de cosas desalmado. Es el opio del pueblo.
Marx creía que la gente recurría a la religión para aliviar el dolor causado por la realidad de la situación social. Según Marx, la religión es un intento de trascender del estado material de los asuntos sociales reales (el dolor de la opresión de clase) creando un mundo imaginario para evadirse de ellos, que convierte a los creyentes en individuos dóciles al control social y la explotación en este mundo, mientras ellos esperan alivio y justicia en una vida después de la muerte. En el mismo ensayo Marx afirma: « [El hombre] crea la religión, la religión no crea al hombre».
El filósofo Friedrich Nietzsche acuñó otro célebre lema «Dios ha muerto» (en alemán: «Gott ist tot»); frase no pronunciada directamente por Nietzsche sino que la puso en boca de uno de los personajes de su obra. Nietzsche argumenta que el cristianismo como sistema de creencias ha sido la institución moral del mundo occidental, y que su rechazo y colapso como resultado del pensamiento moderno (la muerte de Dios) podría causar el surgimiento del nihilismo o de la desaparición de los valores. Aunque Nietzsche era un ateo incondicional, estaba preocupado por los efectos negativos del nihilismo sobre la humanidad, por lo que llamó a reexaminar los viejos valores y a crear unos nuevos, esperando que al hacerlo el hombre alcanzaría un estatus superior, al que calificó de Übermensch (superhombre o suprahombre).
Siglo XX
El ateísmo encontró en el siglo XX reconocimiento en una gran variedad de corrientes filosóficas tales como el existencialismo, el objetivismo, el humanismo secular, el nihilismo, el empirismo lógico, el marxismo y el feminismo, el movimiento racionalista y el método científico.
El neopositivismo y la filosofía analítica desecharon el racionalismo clásico y la metafísica en favor del estricto empirismo y el nominalismo epistemológico. Partidarios tales como Bertrand Russell rechazaron enfáticamente la creencia en Dios. En sus obras iniciales Ludwig Wittgenstein intentó separar el lenguaje metafísico y sobrenatural del discurso racional.
Alfred Jules Ayer demostró la inverificabilidad y el sin sentido de las afirmaciones religiosas, reafirmando su adhesión a las ciencias empíricas. El estructuralismo de Lévi-Strauss asoció el lenguaje religioso con el subconsciente humano, negando su significado trascendente. J. N. Findlay y J. J. C. Smart argumentaron que la existencia de Dios no es una necesidad lógica. Naturalistas y materialistas tales como John Dewey consideraron el mundo natural como la base de todas las cosas, negando la existencia de Dios o inmoralidad.
El ateísmo de estado y la represión de las religiones organizadas fueron políticas oficiales en todos los países comunistas, tanto en la órbita de la Unión Soviética como en la República Popular de China. En la teoría y la práctica estos estados se secularizaron totalmente.
La justificación para la marginación y el desplazamiento de las religiones de la política y la sociedad fue que se consideraban una superestructura irracional y parásita de la sociedad capitalista, innecesaria y perjudicial en la nueva sociedad socialista. Se incautaron las iglesias y demás bienes de las organizaciones religiosas dejando sus organizaciones en la mínima expresión y a menudo en la clandestinidad.
Las prácticas religiosas cuando eran toleradas fueron sujetas a un estricto control del gobierno. Los oficios religiosos eran investigados por el estado, y la asistencia a ellos podía hacer peligrar la carrera profesional y sobre todo política de los fieles.
A menudo la oposición estatal a las religiones tomó formas más violentas, encarcelándose y torturando a clérigos y fieles, como registra Aleksandr Solzhenitsyn en Archipiélago Gulag. En consecuencia las organizaciones religiosas, como la iglesia católica, estuvieron entre los más acérrimos oponentes a los regímenes comunistas.
En la mayoría de los casos las estrictas medidas iniciales de control religioso se fueron relajando en los estados comunistas. Aunque en otros casos como en la Albania de Enver Hoxha permanecieron igual, convirtiéndose en 1967, en el primer (y único) estado ateo oficialmente declarado.
Hoxha fue más allá que los demás países e intentó prohibir la práctica religiosa por completo, fue sistemáticamente reprimida y perseguida. No se restauró el derecho a la práctica religiosa hasta 1991.
En un discurso en 1956 colgó en una estatua del dios Rama una guirnalda de zapatillas (lo que en India se considera una afrenta gravísima) mientras hacía afirmaciones como: «El que crea un dios es un loco, el que extiende su nombre es un sinvergüenza y el que lo adora es un bárbaro».
Durante la guerra fría era frecuente en los Estados Unidos calificar a los oponentes como «godless communists» (comunistas sin Dios) para denotar el punto de vista de que los ateos eran antipatrióticos y no eran de fiar.
En este contexto las palabras «under God» (‘bajo Dios’) se insertaron en el Juramento de Lealtad en 1954,30 y el lema nacional se cambió de E Pluribus Unum a In God We Trust en 1956.
Siglo XXI
En el comienzo del siglo XXI continúa el asentamiento del laicismo y el ateísmo en las sociedades occidentales. Han aparecido movimientos como el movimiento Brights, así como una multitud de obras antiteistas y laicistas.
Entre los autores de libros de este tipo están: Sam Harris, David Mills, Daniel Dennett, Ibn Warraq, Ayaan Hirsi Ali, Richard Dawkins, Christopher Hitchens, Victor J. Stenger y Anthony C. Grayling. Actualmente entre los jóvenes de EE. UU. el ateísmo ha alcanzado los niveles más altos registrados en toda la historia.
Sin embargo en muchos países todavía negar la existencia de Dios se castiga como un delito de blasfemia, aunque tales leyes están en contra de la libertad de creencias proclamada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El hombre no es ateo por convicción. Es ateo porque su mente es libre y en ella va implícito ese pensamiento, que de forma natural ha pervivido en su código genético. Y a veces, aflora en un número indeterminado de hombres para cuyas mentes no hay puertas ni cerrojos.
Religión en los Estados Unidos
El pensamiento de Dewey
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