Los recuerdos de la Guerra Civil en Aroche se han transmitido de generación en generación, todos tienen algo que contar de esa época.
Fue tanta la represión fascista que hubo en este pueblo y tan grande el silencio que tuvieron que guardar durante los años de la dictadura franquista, que los que aún viven se le agolpan las palabras en la garganta y se le humedecen los ojos al recordar los dramas que vivieron en sus casas hace casi setenta años, cuando eran solamente unos niños.
Todos coinciden en señalar que lo peor fue el silencio, el no saber dónde quedó el cuerpo sin vida de sus seres más queridos y el no poder honrar la tumba de sus muertos.
Una de las víctimas fue María Rosario Muñiz, abuela de un alcalde actual, que fue fusilada en Rosal, en octubre del 37. “Yo dormía con ella, vinieron unos hombres y se la llevaron. Mi madre se quitó los zarcillos y me los dio, llorando si tenía que llorar. Yo lloraba también.
Al intentar explicar estas muertes, todo son suposiciones. María era viuda, una persona alejada de la política que tenía un comercio.“Le debían mucho dinero los patronos y sólo uno nos pagó después de matarla”, nos cuenta su hijo Antonio con lágrimas en los ojos.
Uno de los casos más dramáticos fue el de Eugenio Marín Lorenzo, conocido artesano de la enea, que, en menos de un año, le fusilaron a sus padres y a su abuela.
Eugenio Marín Lorenzo. El 1 de Agosto mataron a su madre por no delatar donde estaba su marido huido. Al enterarse su padre vuelve para cuidar a sus hijos, siendo fusilado posteriormente.Transcurrido 8 meses del fusilamiento paterno rapan, purgan y fusilan a su abuela de 62 años, que era quien se hacia cargo de los 5 hermanos. El y sus dos hermanos menores fueron criados por sus tios. Trabaja en el campo desde los 7 años hasta que contrae matrimonio con Tomasa Maestre Lara.
“Primero mataron a mi madre, el día 1 de agosto del 36 . A los 4 ó 5 meses cogieron a mi padre que se había refugiado en la finca La Caldera y vino al pueblo a vernos, y en la primavera del 37 se llevaron a mi abuela que era la que nos cuidaba a los cinco hermanos, la más pequeña tenía 22 meses. Yo con 9 años me fui a trabajar con mi tío Francisco”, recuerda Eugenio, triste y resignado por la suerte que le tocó vivir.
Al cabo de los años él y sus hermanos han reconstruido los porqués: Sus padres estaban afiliados al partido socialista y su madre ayudó a la mujer del alcalde a preparar una bandera republicana para un mitin.
Su padre había perdido un brazo en el molino donde trabajaba y a través del partido le habían gestionado una paga de indemnización que no llegó a disfrutar. Su abuela tuvo una discusión con un falangista porque éste creía que estaba encubriendo a un preso fugado.
Otros tuvieron mejor suerte, como Inocencio Coronado, el cual tras pasar 8 años en la cárcel consiguió probar su inocencia. Sus hijas, Fraternidad y Evangelina, no olvidan esta tragedia, ni la muerte de su madre, mientras su padre permanecía encarcelado.
Inocencio, conocido entre sus paisanos por Rafael, se despertó muchas noches a lo largo de su vida con pesadillas, en las que creía que lo iban a matar.
Él conoció a muchos compañeros de celda que fueron fusilados y vivió la tensión de estar varios años en las celdas de la muerte.
Lo que relata esta gente no fue una tragedia cualquiera, fue un intento de eliminar todo atisbo de resistencia al régimen que se imponía por la fuerza; fue una limpieza ideológica, eliminando personas inocentes, cuya única maldad había sido defender la libertad y la democracia.
Fue una auténtica barbarie en la que se cercenaron las vidas, por indicación de los caciques de aquel entonces, de 143 arochenos y arochenas, según la investigación realizada por Francisco Espinosa y publicada en su libro La guerra civil en Huelva editado por la DiputaciónProvincial.
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