Seis pinturas rupestres de la Cueva de Nerja (Málaga) que representan a varias focas podrían tener una antigüedad de al menos 42.000 años, lo que las situaría como una de las obras de arte más antiguas de la humanidad. Además, la importancia antropológica del hallazgo podría ser aún mayor porque no habría sido realizada por ‘Homo sapiens’, sino por neandertales, según varios expertos.

El profesor de la Universidad de Córdoba José Luis Sanchidrián, que dirige un proyecto de conservación de esta cueva, ha explicado que la datación hace más de 42.000 años de restos orgánicos hallados junto a las pinturas existentes en la galería alta indica que estos elementos podrían constituir la representación artística más antigua del mundo.
Pero lo que sería aún más revolucionario es que todos los datos científicos actuales apuntan a que esas pinturas fueron llevadas a cabo por el ‘Homo Neanderthalensis’, ”lo que supone un bombazo académico”, según Sanchidrián, ya que hasta ahora todo lo relacionado con el sentido estético se atribuía al ‘Homo Sapiens’.
A raíz del análisis de los sedimentos de la cueva, se mandaron a datar a Miami (Estados Unidos) restos de carbones aparecidos a diez centímetros de las pinturas, unas pruebas que han arrojado una antigüedad de entre 43.500 y 42.300 años.
Esos carbones estarían relacionados con la iluminación de las pinturas, bien para realizarlas o bien para verlas, lo que supondría que pueden ser incluso más antiguas, y esa fecha “corresponde a neandertales, por lo que se nos abre una expectativa increíble”, ha apuntado el experto.
“Los carbones están al lado de las focas, que no tienen parangón en el arte paleolítico, y sabemos que los neandertales comían focas“, ha precisado Sanchidrián, que ha insistido en la necesidad de datar un pequeño velo o película formada sobre las pinturas para conocer su fecha exacta.
Sin embargo, los trabajos se han visto paralizados por la falta de recursos económicos y la ausencia de un gerente al cargo de la Fundación Cueva de Nerja.
Para el conservador de la cueva y coordinador del proyecto multidisciplinar, Antonio Garrido, era fundamental intentar datar los restos orgánicos existentes junto a las pinturas, y de coincidir las fechas ”se abrirían muchísimos interrogantes”.
También está sobre la mesa la posibilidad de que las pinturas fuesen obra de ‘sapiens’, pero para Sanchidrián, eso es “mucho más hipotético”, ya que no existen pruebas de que nuestra especie irrumpiera en la Península Ibérica de sur a norte, “ni tampoco existen muestras similares de arte en el norte de África”.


Cabe la posibilidad de estar ante la primera obra de arte de la humanidad y además, de que no esté hecha por ‘sapiens’, y eso sería un “cambio radical”, puesto que hasta ahora, la Historia del Arte dice que “el arte es consustancial a nosotros, a los ‘sapiens’, porque somos los que pensamos”, ha añadido.
Los investigadores consideran que esta gruta, uno de los últimos puntos del Sur de Europa en el que se refugiaron los neandertales, esconde la clave de la desaparición de esta especie.
Cada vez con más frecuencia, se vienen realizando nuevos descubrimientos y dataciones más atrevidas que están revolucionando la imagen anquilosada de nuestro pasado. Aunque hay otros aún más antiguos, el más importante y plenamente aceptado es el sofisticado templo megalítico de Gobekli Tepe, en pleno Kurdistán.
Este hallazgo surgió como consecuencia de excavaciones iniciadas en 1994 y cambia completamente nuestra visión sobre los orígenes de la civilización, debido a su antigüedad de unos 12.000 años.

Lo aleccionador es que este colosal descubrimiento podría haberse realizado treinta años antes, cuando unos arqueólogos norteamericanos encontraron unas extrañas colinas, cubiertas por pedernales fragmentados.
Aunque denotaban la existencia de actividad humana en tiempos antigos, supusieron que se trataba de un cementerio bizantino… y se vieron privados de realizar el hallazgo del siglo.
Este ejemplo nos permite comprender cuantos otros similares pueden estar a nuestro alcance. Esperando tan sólo a que alguien provisto de una amplia visión, un empeño decidido y los fondos necesarios, consiga sacarlos a la luz y revolucionar nuevamente la historia de nuestros orígenes.
Alguien capaz de emular a Schliemann, quien dedicó buena parte de su vida a labrar una fortuna que le ayudase a demostrar que el sueño de su juventud –del que todos se burlaban– se correspondía con una realidad ignorada: sus excavaciones le permitieron finalmente descubrir la mítica ciudad de Troya.
Al igual que Wooley se afanó en encontrar la ciudad de Ur, patria de Abraham, cuando los sabios no daban credibilidad alguna al relato bíblico. Evans descubrió el palacio de Cnosos, donde la mitología griega situaba el Laberinto del Minotauro.
Siguiendo el ejemplo que nos dieron todos ellos estoy seguro de que, a no faltar mucho, investigadores atrevidos demostrarán que en tiempos muy remotos existieron civilizaciones increíblemente avanzadas.
Valientes capaces de vencer todos los obstáculos y burlas con que intentan frenar su avance los necios –esos nietos bastardos de quienes condenaron a Galileo o Giordano Bruno– que cumplen orgullosamente su función como guardianes intelectuales del orden establecido en el redil, dictaminando lo que resulta aceptable y lo que no lo es.
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