En la historia de las luchas políticas romanas durante los años 82 a. C. al 72 a. C., Hispania ocupa un lugar destacado por la aventura de Sertorio, miembro del partido popular de Mario que, previsto para cónsul, se enfrentó con el partido de "optimates" de Sila, emigrando a la Península como pretor de la Citerior el año 83 a. C., gozando ya de fama como hábil guerrero desde la represión de Cástulo con Didio, diez años antes.

Era el primer gobernador romano que solicitaba la amistad de lusitanos y celtíberos buscando una colaboración entre indígenas y romanos, logrando así formar un ejército de 9.000 hombres contra Roma, y una pequeña flota indispensable para su apoyo, previendo la victoria definitiva de Sila en la metrópoli.
En cuanto Sila se adueñó de Roma en el 81 a. C., proclamándose dictador, Sertorio fue destituido, y relevado por un "optimate", Cayo Annio Lusco, al que él se anticipó comprando el paso por el Pirineo.

Llegó el procónsul Lusco y reunió unos 20.000 hombres, contando muchos ibéricos reclutados entre los que Sertorio tenía en los Pirineos y no pudiendo enfrentársele éste con los 3.000 que le quedaban, embarcó en Cartagena pasó el año 80 a. C. en preparativos bélicos. hacia Mauritania
Aún se discute si era un patriota, un traidor o un aventurero, cuando su obra esencial se dirigía a desafiar la legitimidad del gobierno «optimate» romano.
A partir de su marcha a Mauritania, su situación resultaba dudosa, pero además peligrosísima en una serie de episodios dramáticos o desgraciados con y contra los piratas cilicios y las tropas romanas, naufragios y abandonos.
Los lusitanos lo invitaron a ser su jefe en la lucha con Roma y se unió a ellos con 3.300 soldados, de ellos 2.000 romanos y 700 mauritanos, con los que venció al propretor Cotta, que con una flota lo esperaba entre Tarifa y Belo (Bolonia).
Junto a Belo se le unieron 4.000 infantes y 700 jinetes lusitanos, con los cuales venció al sur de Sevilla a Tufidio, pretor de la Ulterior, causándole 2.000 bajas.
Trataba de convertir Hispania en plataforma del partido "popular", preparando su retorno y triunfo en Roma, pero fascinaba a los iberos por su audacia y su fortuna, con la rara habilidad de atraerles por orgullo y superstición, identificándose con ellos, incluso llevando consigo una cierva blanca, de la que decía recibir consejos.
Construyó una calzada de 200 kilómetros desde el Guadiana a Gredos para facilitar la movilización y pasó el año 80 a. C. en preparativos bélicos.
El año .79 a. C llegó a la Ulterior el nuevo procónsul, Quinto Cecilio Metelo, con orden de Sila de hacer a Sertorio la guerra sin cuartel.

Entre Metelo y el procónsul de la Citerior reunieron 40.000 legionarios y numerosos auxiliares hispanos, cuando Sertorio sólo tenía 8.000 hombres, la mayoría iberos y mauritanos, con armas ligeras y en la Lusitania del sur, inhóspita y sin agua.
Metelo trataba de envolverlo, él de batir por separado al procónsul y a su general Domicio, acogiéndose a la guerra de guerrillas que sus hombres dominaban.
Hizo moverse a su general, Hirtuleyo, por las líneas del Tajo y del Guadiana, única penetración para Metelo, y cuando Domicio llegaba a la zona del Guadiana superior, resultó muerto en la derrota de su ejército ante las inferiores tropas de Hirtuleyo.
Sertorio, mientras tanto, derrotaba en la Citerior a las fuerzas que Metelo destacó con su legado Thorio Balbo. Era el año 79 a. C. y en el 77 a C. ya estaba Metelo a la defensiva y luego en retirada al fracasar la sumisión de Lusitania.
Luego, Sertorio extendió sus conquistas hacia el noreste, llegando a Ilerda (Lérida) su lugarteniente Hirtuleyo y aunque rehuía la guerra de sitio y las ciudades se le sometían de grado, hubo de asediar Segóbriga, Caroca (Tarazona), Contrebia (junto a Daroca), y Bilbilis (Cala-tayud).
Durante el invierno se le unió Perpena con un refuerzo de 53 cohortes, hasta reunir 20.000 infantes y unos 1.500 jinetes.
Estableció su sede en Osca (Huesca), por su valor estratégico respecto al Pirineo, y la posesión de los altiplanos entre Duero y Ebro le dio el dominio de casi toda Hispania, excepto la Bética y la fortificada Cartagena.
Para la campaña del 76 a. C., ante la amenaza romana, dividió su ejército en tres cuerpos: uno mandado por Perpena bloqueó el paso del Ebro, con 20.000 infantes y 1.500 jinetes y una reserva al mando de Heremio; el de Hirtuleyo en Lusitania, para inmovilizar a Metelo, y el suyo, en el país de los berones (la Rioja), para acudir en ayuda de cualquiera de los otros.
Pensaba imponer a los romanos una guerra de desgaste, larga y estabilizada, con acciones ofensivas y golpes de mano para mantener la moral de los suyos.
En ese mismo año y el 75 a. C. cambian los planes y la guerra se traslada a Levante, donde se libran los grandes combates del 76 a. C., en el curso bajo del Turia, vía de penetración a los llanos, en los del Júcar y el Palancia.
En aquella guerra desempeñaron papel importante Sagunto, Valencia, Sucro, Denia y Cartagena, base naval romana, donde Sertorio recibía refuerzos de sus aliados los piratas.
Pompeyo pretendía actuar en amplia maniobra envolvente que desde el norte conquistase la costa oriental, y desde Cartagena, yendo hacia el sur, penetrase en la Meseta.
Quedaba Sertorio en la Rioja; Hirtuleyo en Lusitania; Metelo en Córdoba; Pompeyo en Cataluña y frente a él Perpena, al sur del Ebro.
Ruinas de Clunia
Al valorarlos hay que conocer su calidad: los 30.000 infantes y 1.500 jinetes de Pompeyo eran legionarios de elevada moral, voluntarios y entusiastas, a los que se unían iberos atraídos al campamento de Emporion (Ampurias).
Sertorio tenía 60.000 soldados, de ellos 40.000 iberos, muy valientes pero poco entrenados, y 2.000 legionarios veteranos al mando de Perpena.
Conociendo ambos caudillos la importancia de la valenciana Laurón (acaso Liria), Sertorio trató de comprarla y Pompeyo de socorrerla.
Se enfrentaron los dos ejércitos en colinas próximas y Sertorio, más audaz y precavido, envolvió desde la suya la ciudad con una reserva de 6.000 hombres, causando 10.000 bajas a Pompeyo.
Otra noche, en emboscada ajena al campo de batalla derrotó a diez cohortes ligeras de romanos "caetrati" y diez de iberos armados a la romana (scutati), 10.000 hombres en total, y además a los pompeyanos enviados en su socorro.
Para evitar el desgaste, Pompeyo obligó a Sertorio a una batalla campal, en la que perdió otros 10.000 romanos y todo el tren de combate.
Se refugió con su fracaso en la orilla del Ebro, mientras Sertorio ocupaba Laurón, tratando duramente a sus habitantes.
En cambio, Hirtuleyo, en agosto del 76 a. C., emprendió varios ataques con calor agobiante ante la pasividad de Metelo, que, al fin, lo derrotó con sus tropas descansadas.
En la primavera del 75 a. C., los cuerpos de Sertorio se reunieron cerca de Valencia para impedir el acceso a Pompeyo.
Hirtuleyo cortó el paso a Lusitania a Metelo, obligándole a combatir, pero fue envuelto y derrotado perdiendo la vida en la lucha.
Fue entonces Sertorio a detener a Metelo, dejando a Perpena y Heremio frente a Pompeyo, que los venció hábilmente y se lanzó contra Sertorio sin esperar a Metelo. Adivinó Sertorio la maniobra y atacó de noche para producir desconcierto en el enemigo, situándose frente a Perpena y dejando la derecha a Hirtuleyo, que cedió al empuje de Afranio, pero Sertorio no sólo venció a Pompeyo que huyó a pie, herido, sino que resolvió la situación de Perpena.
Ambos bandos tuvieron cuantiosas bajas y Afranio quedó en las cercanías.
La imposibilidad de enfrentarse con Metelo y la muerte de Hirtuleyo desanimaron a las tropas de Sertorio, que las dispersó para hacerlas menos vulnerables y las reunió luego en Murviedro, donde se daría la segunda batalla con las mismas características que la del Júcar: Sertorio en la derecha, con la caballería ibera, deshizo las líneas de Pompeyo, causándole 6.000 muertos, a costa de 3.000 propios.

Perpena cedió ante Metelo, con más de 5.000 bajas y a no ser por el apoyo de Sertorio hubiera sido causa de una derrota.
En el otoño del 75 a. C., Sertorio, en mejor situación que sus enemigos, recuperó Valencia, mientras los romanos repasaban el Ebro y Metelo marchaba a invernar en Galicia.
Pompeyo, en campaña de otoño consiguió atraer a Sertorio a una batalla abierta, al recorrer el territorio para ello. En la primavera del 74 a. C., con refuerzos de Roma que elevaban su ejército 50.000 hombres, llevó la guerra al interior, para evitar que Sertorio tuviese más apoyo por el mar, y sustituyendo las batallas campales por asaltos a ciudades.

Con suerte varia, Sertorio le causó muchas bajas en oportunos socorros a los sitiados.
Al fin de la campaña del 74 a. C. la situación de Sertorio era precaria y el futuro oscuro: la Celtiberia Citerior dominada por los romanos, la Ulterior amenazada y la costa levantina vigilada por Marco Antonio el Crético, que acosaba a los piratas.

Metelo en la Bética y Pompeyo en la Galia, invernaban preparando la conquista de Meseta.
En el 73 a. C., perdió Sertorio toda Celtiberia y se refugió en el valle del Ebro, donde le eran fieles Huesca, Lérida y Calahorra, y en la costa sólo Tarragona y Denia.
Quebró su suerte, cundió el desánimo y las defecciones, sus soldados romanos estaban celosos porque prefería los indígenas y sus represalias sembraban descontento.
Al fin, disuelto el ejército, abandonado de los iberos, traicionado los romanos, y lejos de su patria, cayo asesinado en Osca por una conjuración muy hábil de Perpena, quien a su vez fue vencido y ajusticiado en su combate final con Pompeyo.
Muerto Sertorio y disuelto su ejército, sólo seis ciudades continuaron una resistencia inútil: Uxama (Osma), Clunia (Coruña del Conde), Termarntia (Tiermes), Osca (Huesca) y Calagurris (calahorra). Esta última superó en la resistencia las gestas de Sagunto y Numancia, llegando los defensores a comer carne de mujeres y niños, hasta encontrar muerte en la pelea.
La guerra contra Sertorio se consideró en Roma como una de las más graves del Imperio. Cicerón la llamó formidable; Livio, Mitrídates y Tácito dicen que fue una guerra ígnea; Plutarco opina que las tropas de Sertorio jamás fueron derrotadas y que su caudillo fue un maestro en la utilización del terreno, ocupando junto Aníbal un primer lugar en la historia militar, como maestro de estratagemas y la facilidad de adaptación a la táctica indígena.
Para Schulten, Sertorio fue el primer general de su tiempo y uno de los pocos grandes maestros de la guerra que produjo la República romana.
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