LA ZONA PÚBLICA: Sentencias Ejemplares

De Justicia




· Rechaza reformar la Ley del Menor
· Sólo el 15% de los jóvenes que juzga son delincuentes y apela a la labor de los padres

EUROPA PRESS- 15 OCT 2008- Madrid (GACETA)

El juez de Menores de Granada, Emilio Calatayud, conocido por condenar a los jóvenes que pasan por su juzgado a aprender a leer, sacarse el graduado, hacer el camino de Santiago presentó este martes en Madrid su libro 'Mis sentencias ejemplares' (La esfera de los libros) en el que recoge "anécdotas, éxitos y fracasos" de sus 20 años ejerciendo la magistratura en materia de menores.
La acusada estaba frente al juez con cara de vaquilla nervuda a punto de embestir. Y su señoría salió manso en plan José Tomás, a hacerle faena.

-A veeer, ¿y se puede saber por qué le pegaste una paliza a esta compañera de instituto?

-Porque me miraba mal.

-¿Te miraba mal?

-Sí, me miraba mal.

-Ya. ¿Y qué le dijiste?

-Pues le dije: "¿Y tú qué pollas miras?". Y la inflé.

-Ya. ¿Te miraba mal?

-Sí, sí, claro.

-Bueno, pues como veo que te preocupa mucho tu aspecto, te voy a condenar a estar 50 horas limpiando espejos. Para que analices a ver si te miraba mal.

Reventamos el candado de la celda y le quitamos la toga. Porque otra Justicia es posible con el juez Emilio Calatayud. Gamberros condenados a colaborar con un centro de discapacitados por mofarse de uno de ellos, jóvenes que tienen que pagar su falta ayudando a los bomberos, proyectos de cacos que tienen que hacer el Camino de Santiago y hasta alguna pena alegre que consiste en aprender a leer y a escribir.

El corolario está en el libro 'Mis sentencias ejemplares' (La Esfera de los Libros), presentado ayer y escrito a cuatro manos con el periodista Carlos Morán. Porque no hay menores delincuentes, sino menores que cometen actos delictivos.

Desde 1988, Calatayud se encarga del Juzgado de Menores de Granada, donde arrastra una feligresía de condenados y un aura de santo laico. A veces le pasa que cuando impone las manos hay milagro: hackers que han acabado como profesores de informática, reventadores de casas que han acabado poniendo una ferretería, o carreras militares que se fraguaron al calor de la Justicia reparadora.

"El tío era un canalla que tenía atemorizado a todo el barrio del Albaicín. Cuando dicté sentencia le dije que le suspendía la medida si se metía en el Ejército... Hoy es cabo y tiene 200 hombres a su mando".

A Emilio Calatayud no le pega la toga ni eso de hacerse llamar "su señoría". A lo mejor es porque a sus 52 años se ha acostumbrado a meterse como nadie en la piel de uno de 16.

"¿Quién no se acuerda de los veranos de la adolescencia? El tiempo era eterno entonces, ¿verdad? Tres meses a los 14 años eran una vida. ¡Cómo no tenerlo en cuenta a la hora de condenar a un chiquillo!", dice. "¿Quién no ha robado algo alguna vez en El Corte Inglés? ¿Quién no ha cogido alguna vez el coche con una copa? ¿Quién no trapichea con internet? Todos ellos son actos delictivos. Lo que pasa es que no nos pillan".

El chaval había dejado a los cinco años la escuela. "Lo cogió un chorizo y lo puso a robar material de albañilería. Era más bruto que un arado. Bueno, tan bruto era que la carretilla que iba a robar no salía por el agujero que hizo en la pared. No sabía sumar ni restar y trabajaba a destajo. Le dije: 'Hombre, si no sabes de números te van engañar en la vida'. Le condené a leer y a escribir. Y aprendió. Yo mismo le examiné".

'Tengo sentencias para los niños pijos'

Sucede a veces que el acusado necesita otro jarabe. "Tengo sentencias para los niños pijos de Granada. Uno me destrozó el calabozo. Estaba detenido por darle una paliza a sus padres y quería ser monitor de esquí, lo que quieren ser los niños pijos de Granada para ligar más. Pintó en el calabozo: 'Víctor quiere a Ana'. Pues nada. Le puse seis meses de internamiento y seis de libertad vigilada por lo de la paliza. Y le cité por lo de los destrozos.

-¿Reconoces que lo hiciste tú?

-Sí -me dijo.

Le condené a limpiar la fachada de los juzgados, que suele tener pintadas muy difíciles de quitar.

-¿Cómo se limpia la fachada?

Y los ingenieros de la Junta, con su sapiencia característica.

-Uy, tiene muy mala follá.

Así que le di unos guantes y una lija y allí lo puse. 50 horas. La fachada se me mantiene limpia bastante tiempo ya. Cuando se va poniendo guarra, la Policía me avisa.

-Señoría, ya haría falta que alguno...».

Calatayud, el juez de las sentencias pedagógicas

Esther G. Robles- 16/10/2008 (ANDALUCÍAeduca)
Condenó a un joven que había ‘crackeado’ varias empresas a recibir cien horas de clases de informática; obligó a aprender a leer y a escribir a un muchacho analfabeto acusado de robar material de construcción; e impuso a un chaval que conducía una motocicleta sin seguro un castigo tan singular como el de dibujar un cómic narrando el delito que había cometido. Es el juez de Menores de Granada, Emilio Calatayud, algunas de cuyas sentencias ejemplares han sido ahora incluidas en un libro en el que se recogen “anécdotas, éxitos y fracasos” de sus veinte años de ejercicio como magistrado. Su fama ha traspasado las fronteras españolas.

Comenzó a ser popularmente conocido cuando condenó a un adolescente de 15 años que había robado una carretilla de obra a aprender a leer, pues pensó que era “lo mejor para la sociedad” y para este chico, que “era más bruto que un arado”, según recuerda el propio togado. “Había dejado la escuela a los cinco años y un delincuente profesional le comió la cabeza para que perpetrase el delito; desde entonces, el joven no ha vuelto a tener problemas con la Justicia”. A partir de ese caso, mucho de los menores que han pasado por su sala han sido sentenciados a recibir clases, a sacarse el graduado escolar, a colaborar con instituciones o hacer el camino de Santiago.

No obstante, su fama su expandió después de que un anónimo colgara en internet una charla que pronunció sobre su punto de vista a la hora de ejercer la magistratura, una conferencia que cuenta con más de dos millones de visitas directas. Pese a todo, Calatayud admite no entender su éxito y asegura ser, simplemente, “un producto de los medios de comunicación”, hasta el punto de que algunos ciudadanos cuando lo reconocen, le paran para elogiar su labor. “Y en estos tiempos que corren, que feliciten a un juez por la calle es de agradecer”, reconoce.

Entre sus fallos judiciales más peculiares se encuentra aquel en virtud del cual condenó a un chico a escribir una redacción de cien folios sobre el buen uso de internet. El imputado había sido llevado ante los tribunales por componer una canción, y subirla posteriormente a la red de redes, en la que insultaba a sus profesores, a los que acusaba de fumar hachís. Tras haber sido denunciado por injurias graves, Calatayud decidió condenarle a elaborar un texto acerca de la utilización positiva de las nuevas tecnologías de la comunicación, castigándole, además, con rehacer la canción, para que incluyera elogios a sus maestros. No obstante, “una de las sentencias que más uso es la de obligar a sacarse el graduado escolar o el carné de conducir; si no, les quitó el BMW ese que sé que llevan”, afirma el titular del Juzgado de Menores de Granada.

La necesidad de acercarse a los ciudadanos

Para el magistrado, un fallo de la Justicia es “que no se acerca a los ciudadanos”, cuando en su opinión, “la clave del éxito es usar un lenguaje entendible para los jóvenes y sus padres, que son los verdaderos protagonistas”. “Una de las cosas que siempre he reprochado al anterior Consejo General del Poder Judicial es que no ha sabido vender bien el trabajo de los jueces”, y eso que “el 95 por ciento se deja piel” en su labor, asevera Calatayud, quien rechaza la posibilidad de emprender nueva reforma de la Ley del Menor, abogando por aplicar convenientemente la actual.

Respecto a su carrera, sostiene que el perfil de sus procesados ha cambiado en los últimos años: si bien “al principio eran chavales marginales los que nos llegaban (eran los tiempos en los que empezaban las drogas duras y los que pasaban por el juzgado eran unos pobres desgraciados)”, actualmente “las distintas clases sociales se han igualado en cuanto a los delitos de menores”. En concreto, se refiere a los cometidos por la clase media, como “los delitos informáticos, las agresiones grabadas con los teléfonos móviles o el policonsumo de drogas que derivan en trastornos mentales o incluso en ludopatías”. Y es que, “a la clase media le cuesta más acudir a los servicios sociales porque consideran que es de pobres”, lamenta el juez, quien hace un llamamiento a los padres para que se conciencien de su responsabilidad frente a sus hijos.

El éxito de sus pedagógicas sentencias se ve reflejado en casos como el de un joven que robaba casas forzando cerraduras y que hoy en día regenta una ferretería, o el del chaval que tenía a todo un barrio de Granada atemorizado y a quien el magistrado la propuso retirarle la condena a cambio de que se alistase en el Ejército. Actualmente, el muchacho es cabo y tiene a doscientas personas a su cargo. Otro de sus fallos judiciales más destacables es el que emitió en 2001, cuando obligó a una joven que había agredido a una compañera porque le había mirado mal a limpiar espejos durante 50 horas, para que así la imputada pudiera verse reflejada en ellos, y entendiera por qué la observaban de esa forma.

Escrito por el periodista Carlos Morán, el libro ‘Mis sentencias ejemplares’ (La Esfera de los Libros) recoge las anécdotas más llamativas de los veinte años que Emilio Calatayud lleva ejerciendo como juez de menores, un juez que defiende que los jóvenes que cometen un delito no tienen por que ser delincuentes, pues a este perfil tan sólo responde un 15 por ciento de los chicos que pasan por su juzgado. Por ello, antes de dictar cualquier sentencia, siempre es asesorado por un grupo de psicólogos que le aconsejan sobre qué es los más conveniente para cada caso.

DATOS INTERESANTES

► Carlos Morán califica a Calatayud como un juez conservador y revolucionario, inconformista y solidario, que defiende que todo el mundo puede equivocarse, y más en el proceso de aprendizaje de la juventud, por eso sus decisiones siempre tratan de reeducar y sacar lo mejor de cada menor.

► En ‘Mis sentencias ejemplares’, el juez narra cómo empezó su andadura, ofrece su opinión sobre la educación que los padres dan a sus hijos y expone los casos que más sorpresa han despertado en la sociedad. Además, el libro incluye la transcripción de su famosa conferencia.

► El ilustrador del libro es Enrique Ruiz, a quien el juez condenó cuando aún era un adolescente a dibujar un cómic por conducir una moto sin seguro. Se trata de una de sus sentencias más llamativas, junto con aquella en la que obligó a unos gamberros a colaborar con una institución de asistencia a personas con discapacidad por mofarse de un minusválido.

► Conocido con el sobrenombre del ‘padrazo’, ha juzgado a más de 10.000 jóvenes, imponiendo castigos como cien horas de servicio a la comunidad patrullando junto a un policía local por haber conducido temerariamente o visitar un hospital por llevar un ciclomotor sin seguro.
ANDALUCIAeduca

«Os condeno a estudiar»

Emilio Calatayud, el juez de Menores de Granada, repasó, ante cientos de escolares, algunas de las condenas ejemplares que lo han hecho famoso

Nino Soto 16/10/2008 SANXENXO Pontevedra (LA VOZ DE GALICIA)
No era misión fácil entretener a unos seiscientos jóvenes estudiantes de secundaria. Pero al final, el juez de Menores de Granada, Emilio Calatayud, conocido como «el padrazo» por sus sentencias alternativas y ejemplares, logró capturar la atención de todos los alumnos que se desplazaron para presenciar su charla en Sanxenxo, una intervención cargada de tristes y fantásticas anécdotas sobre algunas de las más de 15.000 condenas que dictó durante su carrera judicial.

Todo empezó cuando el magistrado, experto en redimir al delincuente, afirmó que «durante las noches, en los centros de internamiento solo se oyen los llantos de los niños por muy duros que se crean durante el día».

El juez de menores más famoso del país impartió una lección en la que su principal objetivo fue dejarle claro a los menores que el alcohol y las drogas «vuelven tontos a los niños», y que un chaval que hace travesura «evidentemente no es un delincuente».

En lugar de encerrar a la mayoría de los jóvenes que pasan por su juzgado granadino, Calatayud opta por sentencias educativas. Al niño analfabeto lo condena a aprender a leer y a escribir, al conductor temerario a hacer de voluntario en asociaciones de tetrapléjicos, a los ladrones de poca monta a realizar trabajos comunitarios, al maltratador a limpiar las fachadas de edificios públicos. Sin embargo, en casos más graves, no le tiembla el pulso y condena a años de internamiento y luego de cárcel. ««El año pasado 90 chavales fueron encerrados y a 900 los obligué a estudiar y a trabajar en beneficio de la comunidad. Y duermo muy tranquilo. Me da lo mismo encerrar a un joven que sentenciarlo a estudiar la ESO», detalla.

Reconoció que sus métodos le han traído muchas alegrías, pero también decepciones. Citó el caso de una chica que tenía 15 años cuando llegó por primera vez a su juzgado. Después de abortar en dos ocasiones y de dar luz a un niño años más tarde, el magistrado tuvo que retirarle la custodia de su hijo después de que lo abandonara en tres ocasiones. «Lo intenté todo, pero ahora está en la cárcel y no me extraña que se muera algún día de sobredosis».

Al público se lo ganó segundos después de iniciar su intervención. A un joven de 15 años, que maltrataba a sus padres, lo condenó a tocar el tambor en las procesiones de Semana Santa «porque me dijo que todos los días a las doce menos cuarto de la noche hablaba con Jesucristo».

En otro caso, además de condenar a un centro de menores, y posteriormente a prisión, a un adolescente por dispararle varias veces a dos extranjeras en un descampado, le obligó a contarle a su padres sus actos, y después de casarse, también se lo tuvo que narrar a su esposa. Y ahí no acaba la historia, cuando tenga hijos, tendrá que narrárselo a sus descendientes. «Hoy en día está cumpliendo la condena, y reconoce que no sabe cómo pudo hacer semejante cosa», detalló el juez.

También hubo una pequeña pitada al juez. Un grupo de escolares le sacó tarjeta roja cuando confesó ser fan del Real Madrid, pero no solo eso, sino que se autodeclaró anti-barcelonista. En el turno de preguntas y respuestas, un alumno quiso saber qué «le puede caer» a un amigo que había amenazado a dos prostitutas en un club de alterne. Otro pretendía conocer el castigo que le puede tocar a uno «por pegarle a un profe».

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