Una de las innumerables leyendas existentes en Galicia. Tierra de hadas (llamadas allí mouras), trasgos, santos míticos inexistentes, heterodoxos, muertos, espíritus varios, brujas y peregrinos.
Según ciertos sueños y testimonios podría suceder así:
La noche ya se cernía sobre los árboles más altos del bosque, por tanto la oscuridad en el sendero era considerable.
Como el olor húmedo de los helechos y del barro bajo las hojas caídas, rojas y resbaladizas. Se habían callado los pájaros diurnos, pero los nocturnos aún estaban en silencio. Por tanto era un silencio que se oía como un amortiguado zumbido, grave y lejano. Muy lejano...
Se llevó un par de moras a la boca. Las últimas porque en el instante de masticarlas dejó de ser visible la zarza. Sólo por algunos instantes.
Era una noche clara, con la luna creciente extraordinariamente nítida y perfilada. Pero aún estaba baja en el cielo y todavía no iluminaba el sendero, aunque sí que había en el bosque una claridad lechosa y un aire denso de despertar confuso.
Y de repente un intenso olor a velas le envolvió la nariz, en una ráfaga de viento del oeste. Y una claridad inusual y blanquecina empezó a moverse entre los árboles a su izquierda. Moviéndose hacia el sendero. Hacia él...
Le pilló de improviso el temor que le provocó el silencio, recorriendo zigzagueante por el interior de su cuerpo. Entonces la vio. Sólo unos segundos. El tiempo que tardó en reaccionar y tumbarse en el suelo, con la boca rozando el barro y la hierba del sendero, que le resultaron fríos y a contrapelo.
Allí, viendo el reflejo de la luz de las velas barriendo el suelo ante él, volvió a ver mentalmente al panadero del pueblo llevando una cruz y un recipiente de metal y detrás un par de filas de seres con túnicas blancas unas, negras otras, moviéndose lentamente dentro de un capullo luminoso de luz blanca irregular y brillante.
Sintió un roce suave en el pelo de la coronilla y creyó volverse loco de la impresión, porque su respiración pareció detenerse unos imposibles minutos. Luego, como si nunca hubiera dejado de respirar, sus sensaciones se volcaron en la difusa impresión de la mano de un ángel triste.
Esas dos palabras juntas le resultaron tremendamente perturbadoras. ¿No estaban siempre contentos los ángeles cumpliendo las órdenes divinas?.
Él mismo se respondió que no. Si eran sabios la realización de las manifestaciones divinas serían aceptadas de forma tan inevitable como la lluvia. Si eran un puente entre dioses y humanos, algunas materializaciones les producirían tristeza. Y en este caso lo triste estaba dentro de ese vagar perpetuo, porque vagar no es buscar, sino moverse sin dirección ni sentido.
El roce fue fugaz, pero con una carga cristalina, y por ello enigmática, de algo implacable. Y, curiosamente, dejó de sentir miedo. Incluso estuvo tentado de levantarse del suelo antes de que desapareciera el brillo de la comitiva entre los árboles, al otro lado del sendero.
Cuando estaba a punto de levantar la cabeza, el recuerdo de la encrucijada vital en la que se encontraba le golpeó con la presencia de una revelación insoslayable.
Curiosamente, allí tumbado, aspirando el penetrante olor a tierra mojada y hojas pudriéndose, le pareció todo muy sencillo, como si sólo tuviera que entregarse a la acción sin pensar en sus consecuencias.
Aunque eso sonara insensato. Claro que aquella comitiva, de la que había oído hablar lejanamente, tampoco era sensata. O quizás sí. Puede que contuviera en su interior, como un regalo sin abrir, una extraña lógica propia a la que no podía accederse sólo desde lo irracional. Sino usando lo racional sobre premisas irracionales. Sobre lo desconocido...
Perdió la noción del tiempo. Tan pronto le parecía que sólo llevaba un par de minutos tumbado bocabajo, sobre la tierra blanda, como la sensación de llevar horas y estar cada vez más aterido por el fresco punzante de la noche de otoño.
Todo, incluso sus manos extendidas ante él, estaban cubiertas por una luz crepuscular que no se correspondía con la noche de luna creciente. Empezó a sudar, pero no se atrevía a moverse, ni siquiera a oscilar levemente un dedo de la mano. Y una gruesa gota le resbaló desde la frente por toda la mejilla hasta caer sobre la tierra oscura.
Luego empezó un desfile de imágenes muy intensas y aparentemente desligadas. La palidez y el progresivo adelgazamiento del panadero. Ojos abismales de espíritus sin nombre que jamás habían sido humanos. Zonas entre mundos donde se vagaba entre sombras. Flechas luminosas indicando una dirección, flechas entregadas y febriles. Seres vivos y extraños pululando por el bosque entero.
Música hipnótica y melancólica oscilando entre sus dos oídos y su corazón. Una playa desierta en la que el silencio trazaba ondas en el aire, rozando la espuma de las olas, que se quedaban quietas un instante antes de desvanecerse. Peso de palabras de algún ancestral poema, materializando mundos paralelos a partir de la esencia del nuestro. Maullidos de gato como bebés recién nacidos. Aullidos nostálgicos de lobos fieles al Gran Espíritu. Batir de alas de pájaros gigantes.
Hombres disminuidos encerrados en cápsulas donde dormían durante siglos. Estelas invisibles de cuentos inmemoriales, como una capa húmeda sobre la parte más antigua y profunda de las almas perdidas.
La música, la música, esa música hipnótica que no cesaba nunca, que sensibilizaba los nervios como si fueran a romperse de un momento a otro... Así le encontraron, inconsciente, tumbado sobre el sendero, con la ropa empapada de rocío y los labios muy pálidos. Cuando abrió los ojos ya nunca fue el mismo.
Veía lo que nadie veía. Oía lo que los demás tardarían 7 días en oír. Unos le llamaron el idiota, otros el loco, otros el profeta, otros el poeta.
Pero todos lo hacían en voz baja y temerosa, como si rozaran con desagrado, al referirse a él, el propio tacto frío y blando de una vieja piel de serpiente, desprendida desde hacía mucho tiempo, con el universo desplegado en sus dibujos misteriosos. Sobre todo cuando en la piel no existían...
La Santa Compaña es, en la mitología popular gallega, y con otros nombres o el mismo en el asturiana, en la antigua región del Reino de León (provincias de Zamora y León) como Huéspeda y Extremadura, y en Castilla como Estantigua, es una procesión de muertos o ánimas en pena que por la noche (a partir de las doce) recorren errantes los caminos de una parroquia. Su misión es visitar todas aquellas casas en las que en breve habrá una defunción.
El mito está presente con diversas variantes en todo el contínuum cultural astur-galaico, donde recibe otras denominaciones como Güestia, Güéspeda, Estadea, Hoste, Genti de Muerti, procesión de ánimas o simplemente Compaña.
Aunque el aspecto de la Santa Compaña varía según la tradición de diferentes zonas, la más extendida es la formada por una comitiva de almas en pena, vestidos con túnicas Blancas con capucha que vagan durante la noche.
Esta procesión fantasmal forma dos hileras, van envueltas en sudarios y con los pies descalzos. Cada fantasma lleva una vela encendida y su paso deja un olor a cera en el aire. Al frente de esta compañía fantasmal se encuentra un espectro mayor llamado Estadea.
La procesión va encabezada por un vivo (mortal) portando una cruz y un caldero de agua bendita seguido por las ánimas con velas encendidas, no siempre visibles, notándose su presencia en el olor a cera y el viento que se levanta a su paso.
Esta persona viva que precede a la procesión puede ser hombre o mujer, dependiendo de si el patrón de la parroquia es un santo o una santa. También se cree que quien realiza esa "función" no recuerda durante el día lo ocurrido en el transcurso de la noche, únicamente se podrá reconocer a las personas penadas con este castigo por su extremada delgadez y palidez.
Cada noche su luz será más intensa y cada día su palidez irá en aumento. No les permiten descansar ninguna noche, por lo que su salud se va debilitando hasta enfermar sin que nadie sepa las causas de tan misterioso mal. Condenados a vagar noche tras noche hasta que mueran u otro incauto sea sorprendido (al cual el que encabeza la procesión le deberá pasar la cruz que porta).
Caminan emitiendo rezos (casi siempre un rosario) cánticos fúnebres y tocando una pequeña campanilla.
A su paso, cesan previamente todos los ruidos de los animales en el bosque y se escuchan unas campanas. Los perros anuncian la llegada de la Santa Compaña aullando de forma desmedida, los gatos huyen despavoridos y realmente asustados.
Se dice que no todos los mortales tienen la facultad de ver con los ojos a "La Compaña ". Elisardo Becoña Iglesias, en su obra "La Santa Compaña , El Urco y Los Muertos" explica que según la tradición, tan sólo ciertos "dotados" poseen la facultad de verla: los niños a los que el sacerdote, por error, bautiza usando el óleo de los difuntos, poseerán, ya de adultos, la facultad de ver la aparición. Otros, no menos creyentes en la leyenda, habrán de conformarse con sentirla, intuirla, etc.
Para librarse de esta obligación, la persona que vea pasar la Santa Compaña debe trazar un círculo en el suelo y entrar en él o bien acostarse boca abajo.
Aunque todas sus versiones coinciden en considerar la Santa Compaña como una anunciadora de muerte, hay diferentes versiones.
En la mayoría de las historias la Santa Compaña realiza sus apariciones de noche, pero también hay casos en los que se habla de salidas diurnas.
J. Cuveiro Piñol, en su Diccionario Gallego (1876) escribe:
Compaña: entre o vulgo, creída hoste ou procesión de bruxas que andan de noite alumeadas con osos de mortos, chamando ás portas para que as acompañen, aos que desexan que morran axiña...
En unas versiones se cuenta que la luctuosa procesión transporta un ataúd en el cual hay una persona dentro, la cual puede ser incluso la persona que sufre la aparición siendo su cuerpo astral el que está en el ataúd.
Se pueden aparecer en diferentes lugares, pero predominan en las encrucijadas.
Hay fechas concretas en las que se dice que tiene más incidencia las apariciones de la Santa Compaña , como por ejemplo, la noche de Todos los Santos (entre el 31 de octubre y el 1 de noviembre), o la noche de San Juan (24 de junio).
No sólo en Galicia se aparece esta procesión de muertos, sino también en Asturias donde la llaman La Güestia , que es una procesión también conocida como bona xente.
Es un grupo de personas encapuchadas que se acercan a la casa de un enfermo moribundo, dan tres vueltas a la casa y entonces el enfermo muere. Normalmente son conocidos del moribundo.
Se dice que van exclamando "Andad de día que la noche es mía".
Se cuenta el relato de una mujer que salió de su casa a por castañas pensando que ya era de día y un miembro de la procesión le dijo que era su padrino entonces ya muerto. Le tendió la mano dándole la vela encendida, ella la cogió, y al cabo de unos días enfermo y murió.
En las Hurdes, en Extremadura, aparece el Corteju de Genti de Muerti, que se compone de dos jinetes fantasmales que causan el pánico de madrugada por los pueblos hurdanos ya que quien los ve puede resultar muerto.
En Zamora se la denomina La estadea y es una mujer que vaga por los caminos y los cementerios. No tiene rostro y huele a la humedad de los sepulcros. Sólo se aparece a aquel que va a morir. En León se la llama La hueste de ánimas.
Aparición de la compaña
Las numerosas leyendas sobre esta compañía de difuntos en pena cuentan que se aparecen en los caminos cercanos a los camposantos en busca de algo o alguien, y que siempre aparecen con un motivo por el cual es símbolo de desastre o maldición. Los motivos por lo que esta compañía de almas errantes pueden aparecer son:
Para reclamar el alma de alguien que morirá pronto.
Cuenta la leyenda que quien recibe la visita de la Compaña morirá en el plazo de un año.
Para reprochar a los vivos, faltas o errores cometidos. Si la falta es especialmente grave, el mortal que la ha cometido podría recibir la visita de la Compaña para que la encabece, condenado así a vagar hasta que otro mortal le reemplace.
Para anunciar la muerte de un conocido del que presencia la procesión.
Para cumplir una pena impuesta por alguna autoridad del más allá.
Protección contra la Santa Compaña
El contar esta leyenda también supone contar el modo de protegerse contra esta procesión de no muertos; en el hipotético caso de que la compaña se presentara en presencia de alguien se debería llevar a cabo una serie de rituales para la protección que consistiría en:
Apartarse del camino de la compaña, no mirarles y hacer como que no se les ve.
Hacer un círculo con la estrella de Salomón o una cruz dentro y entrar en él.
Comer algo.
Rezar y no escuchar la voz ni el sonido de la compaña.
Tirarse boca abajo y esperar sin moverse, aunque la compaña le pase por encima.
Jamás tomar una vela que nos tienda algún difunto de la procesión, pues este gesto condena a formar parte de ella.
En último caso, echar a correr muy rápido.
Cuenta la leyenda que la Santa Compaña no tendrá el poder de capturar el alma del mortal que se cruza con ella si éste se halla en los peldaños de un crucero situados en los cruces de caminos o si porta una cruz consigo y logra esgrimirla a tiempo
En una historieta de El Jueves, Ortega y Pacheco se unieron a la Santa Compaña para evitar escuchar las canciones que Juan Pardo cantaba en medio del bosque.
De la misma forma, en el cómic Iberia Inc. (editado por Planeta), los autores Rafael Marín y Rafa Fonterizhacen aparecer una Santa Compaña formada por personajes clásicos del tebeo español en una página doble.
En la película de 1980 El liguero mágico, dirigida por Mariano Ozores, se cuenta la leyenda de la Santa Compaña y, para evitar que los personajes de Andrés Pajares y Adriana Vega huyan, los sirvientes de la mansión se disfrazan de la Santa Compaña.
En la película de 1987 El bosque animado, dirigida por José Luis Cuerda, Malvís, el personaje de Alfredo Landa, convence al alma en pena Fiz de Cotovelo, interpretada por Miguel Rellán, de que se una a la Santa Compaña, que va camino del mar, para así cumplir su sueño de visitar Cuba.
Golpes Bajos, grupo vigués, puntero en la movida madrileña, constituido, entre otros por Germán Coppini y Teo Cardalda, editan en Nuevos Temas una canción cuyo título es "Santa Compaña", donde se describen imágenes de la procesión.
El grupo ourensano Los Suaves tiene un álbum llamado "Santa Compaña", donde se incluye un tema del mismo nombre.
La agrupación española metal céltico: Mago de Oz, en su disco Finisterra, tiene entre sus temas: "La Santa Compaña ", inspirada en ese mito.
Wenceslao Fernández Flórez, "El bosque animado" (1943), novela que captura una visión idílica de Galicia y sus leyendas.
En general es cualquier misa oficiada por las almas del Purgatorio, bien en honor a todas, bien en honor a los difuntos de una familia en concreto, que después del oficio conforman la Compaña.
En España, sobre todo en Galicia, se recogen numerosas leyendas en torno a esta macabra procesión. Algunas de ellas están recogidas en el "Diccionario de los seres míticos gallegos".
Cuenta una de ellas que esta misa se celebra de noche en la iglesia parroquial, suele ser los domingos por la tarde, a la que asisten las ánimas de los finados de la parroquia que están penando en el Purgatorio: Oficia la misa el ánima de un antiguo clérigo en la parroquia, puede que ni recordado por los vivos.
La principal condición para que pueda celebrarse esta misa es que asista a ella un vivo, pues si no no tiene validez. El vivo, sin saber qué puede ocurrir, se acerca a la iglesia porque la ve iluminada de noche y con gente dentro, oye algún ruido o siente algo extraño que le hace mirar qué pasa.
Al finalizar la ceremonia, las ánimas desaparecen como por arte de encanto, se apagan las luces, se cierra la puerta de la iglesia y el vivo, en muchos casos se queda solo dentro y hay veces que hasta es tomado por ladrón cuando lo descubren al otro día...
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