La radio cumple 90 años y no se puede decir que sea una anciana. Todo lo contrario, continúa estrenando juventud.

Como en el caso de la televisión o el teléfono, esto tuvo lugar independientemente en varios lugares del mundo con poco tiempo de diferencia.
En pleno verano de 1924, y una vez aprobado el Reglamento, se empezaron a otorgar en España las concesiones de emisión.
La radio en España ha vivido un periodo republicano, una guerra civil, un dirigismo estatal, una feroz censura, y ha sobrevivido sin perder su audacia y su insobornable espíritu de libertad.
Aquella radio presentida y profetizada es hoy una realidad irreversible.
La radio, nuestra radio, se ha convertido en un punto de encuentro desde la libertad y hacia el diálogo.
Pero es más. Ha vuelto a reconquistar un espacio perdido: el sentido del espectáculo, que en su día cedió a la televisión.
La radio ha vuelto a salir sin complejos a los teatros y a los grandes escenarios, y el público llena los aforos para ser testigo en directo del espectáculo de la palabra viva.
Es la libertad la que ha inyectado a la radio entusiasmo y juventud. La radio descubre el placer de informar, de contar en vivo la noticia en el momento en el que se está produciendo. Y como consecuencia lógica de su fiebre informativa experimenta el deseo de opinar y participar.

Pero, aun así, y en plenas libertades democráticas, el Estado sigue controlando la radio. Las nuevas tecnologías se están liberando de esta tutela.
La comunicación ha roto fronteras. Gracias a Internet, los oyentes españoles en el extranjero pueden escuchar, en directo, sus emisoras favoritas, y el sonido directo de nuestras emisoras vuela por la Red de redes a cualquier rincón del globo.
La radio que viene tendrá que ahondar en su propia esencia. Habrá radio en la medida en que se adapte como un guante a la realidad de sus gentes, dependa exclusivamente del oyente y sea portavoz de sus inquietudes.
La radio seguirá en la brecha mientras continúe siendo una auténtica factoría de diálogo. Porque nadie puede envejecer las palabras de la radio en libertad.
Llegarán a centenarias, pero nunca perderán su renovada juventud.
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