LA ZONA PÚBLICA: Todos somos Troy Davis



Hace algo más de dos años conocí el caso de Troy Davis. Estaba preparando materiales para la campaña contra la pena de muerte de Amnistía Internacional y había decenas de casos por los que nuestra organización trabajaba, pero una compañera de la organización en Estados Unidos me recomendó que me interesara por el caso de Troy.

Me dijo que ningún caso ejemplificaba tan bien las razones por las cuales nadie merece ser condenado a muerte.


Empecé a leer, a buscar información, a "conocer" a esa persona de la que apenas tenía una fotografía en la que se ocultaba tímidamente tras unas gafas y cuyo nombre no dejaría de revolotear por mi cabeza durante los siguientes meses. 


El Tribunal Supremo se negó a considerar la apelación del condenado a muerte. | AP

Entonces supe que lo condenaron a muerte por el asesinato de un policía en 1991 y que llevaba 20 años en el corredor de la muerte.

Nada nuevo bajo el sol, pensé... Pero según iba profundizando en el caso, cada dato, cada imagen, cada noticia, me acercaba un poco más a Troy. Y cada vez estaba más convencido de que Troy nunca sería ejecutado, que se trataba de un error y que se haría justicia.


Hoy, después de que el Estado de Georgia le haya quitado la vida, sigo sin saber si Troy era inocente o no. Sé que nunca encontraron prueba alguna que lo relacionara con el delito. Sé que nunca se encontró el arma del crimen. 

Sé que siete de los nueve testigos que declararon en el juicio cambiaron sus declaraciones, algunos de ellos denunciando que fueron víctimas de coacción policial.

Incluso un juez de la Corte Suprema de losEstados Unidos, mientras rechazaba el alegato de inocencia de Troy, afirmaba que "el acusado debía probar su inocencia, no solo las dudas existentes sobre su culpabilidad".

¿En qué mundo vivimos cuando alguien debe demostrar que es inocente? ¿No se supone que todos somos inocentes hasta que se demuestra lo contrario? Parece que Troy no tenía ese derecho...


Durante estos dos años fueron varios los momentos en los que llegaron malas noticias, pero la más inquietante llegó en primavera. El día 28 de marzo, en una nueva apelación, la misma Corte que exigió a Troy demostrar su inocencia, dejaba vía libre a que el estado de Georgia fijara una fecha para la ejecución.

El día 28 de marzo es mi cumpleaños; un día que debería ser de celebración se convirtió de pronto en un día gris y triste.


Solo quedaba una oportunidad para la justicia: La Junta de Indultos y Perdones de Georgia. Se reunirían durante el mes de septiembre para decidir si Troy era merecedor de clemencia. Estaba seguro de que Troy esquivaría a la muerte una vez más.

Ya lo había hecho antes, en 2007. 24 horas antes de su ejecución, la misma Junta que ahora tenía en sus manos la vida de Troy, paró su ejecución afirmando que "nunca permitirían que una persona fuera ejecutada mientras existieran dudas, mientras no estuvieran convencidos de su culpabilidad".


Lamentablemente, no ha sido así. A estas horas todo el mundo sabe que Troy Davis fue ejecutado el 21 de septiembre. 

Anoche, mientras contemplaba en internet como centenares de personas rodeaban la prisión de Jackson, en Georgia, deseaba que los peores presagios no se hicieran realidad, que todo esto fuera un mal sueño y que, al igual que en las películas, unos segundos antes de que una inyección letal apagara su vida, se recibiría una llamada en la prisión concediendo clemencia para Troy.

No ha sido así, hoy nos hemos despertado con una persona más ejecutada en Estados Unidos, como ayer lo hicimos con la ejecución de un menor de edad en una plaza pública en Irán, como otros días tenemos que afrontar condenas y ejecuciones en China, Arabia Saudí, Yemen y otros países.



Algunos pensaréis que es difícil continuar confiando en que la pena de muerte no es más que un vestigio del pasado y que su abolición cada día está más cerca, pero es así. 

Casi 140 países en todo el mundo han rechazado la pena capital a día de hoy. Incluso en Estados Unidos, el país que ha ejecutado a Troy, en los cuatro últimos años tres estados (Nuevo México, Nueva Jersey e Illinois, han eliminado la pena de muerte de sus sistemas legales.


Nunca conocí personalmente a Troy, nunca estreché su mano para decirle que no estaba solo, que millones de personas en todo el mundo estaban con él. No puedo terminar este artículo sin despedirme de Troy, y no puedo encontrar mejor manera de hacerlo que con sus propias palabras, las mismas que nos hizo llegar momentos antes de su ejecución:

"La lucha por la justicia no se agota en mí. Esta lucha es para todos los Troy Davis que vinieron antes que yo y todos los que vendrán después de mí. Estoy de buen humor, en oración y en paz. Pero no voy a dejar de luchar hasta que haya tomado mi último aliento ".









Aún quedan más de 3.200 Troy Davis en corredores de la muerte de Estados Unidos. Por esas 3.200 personas, y por cada uno de los casi 17.000 condenados en todo el mundo, Amnistía Internacional continuará luchando para que la pena de muerte desaparezca de nuestras vidas.

El estado de Georgia puede haber quitado una vida esta noche, pero no pueden detener nuestra lucha por todos los Troy Davis del mundo.



Yo también soy Troy Davis.

Carlos de la Heras

Responsable de la Campaña contra la pena de muerte en Amnistía Internacional España
22 de septiembre de 2011



Para ver más:



























No hay comentarios:

Publicar un comentario

DEJA TU COMENTARIO