Para hacer frente a las dificultades financieras –el déficit público supera los 70 mil millones de euros en 2012–, el gobierno de España ha decidido vender una cuarta parte de sus activos públicos, incluidos los grandes espacios naturales. Una de las joyas de este gran rastro público es suelo no urbanizable, la finca de de la Amoraima en pleno corazón de Andalucía.
La noticia saltó desde el otro lado de Los Pirineos: EL GOBIERNO ESPAÑOL PONDRÁ A LA VENTA PARTE DEL PARQUE NATURAL DE LOS ALCORNOCALES para construir un complejo turístico. La finca es una joya, única en Europa, con más de 14.000 hectáreas, el 90 % pertenece al Parque Natural de los Alcornocales, uno de los ejemplos más representativos del bosque mediterráneo primario. Los habitantes de los 17 municipios que pertenecen a esta comarca no llegan a creérselo.
¿Privatizar hasta la naturaleza para negocio de los de siempre?, ¿destruir espacios o Monumentos Naturales para parchear la crisis?, ¿otra agresión más al bienestar y salud de miles de andaluces?, … El diario francés Le Monde ya lo anticipó y y la noticia se publicó en el diario.es. Gracias a la iniciativa de los grupos ecologistas, fue difundido el vídeo original en el que la Televisión Pública francesa, en su canal 2, se hizo eco de la noticia.
De momento, la noticia no ha merecido respuesta ni por el gobierno andaluz ni de los medios de comunicación andaluces.
Mientras la crisis, precisamente nunca provocada por las clases trabajadoras, sigue “justificando” los desmanes de unos administradores que apuntan sus tijeretazos con más saña hacia la cultura, la salud, la educación, los derechos sociales; mientras los evasores de capital campan con libertad ante nuestras narices; mientras nuestra supervivencia es cada día más cara y nuestro bolsillo cada vez más pequeño; mientras nuestros gobernantes ni siquiera sepan de dónde sacar recursos para pagar la deuda y su falta de imaginación les lleve a tener que vender oxígeno natural, cultura comarcal, naturaleza viva, vida natural,… desde que se ha comprobado que NO TODOS SOMOS IGUALES ANTE LA JUSTICIA; mientras todo este despropósito siga colmando la paciencia de tanta indigencia doblegada, el Parque de los Alcornocales, como otros lugares que nos acompañan desde que conocimos la vida, sólo servirán como moneda de cambio entre prestamistas usureros y cada día menos Espacios Naturales Protegidos.
Por este camino llegaremos a vivir en bosques de hormigón, rodeados de árboles de plástico, hierba artificial, campos de golf secaderos de acuíferos por un tubo, eurovegas en cada paraje, … terminaremos con la vida natural a cambio de un puñado de euros en nombre de un progreso y modernidad que sólo beneficia a los especuladores, verdaderos responsables de una crisis convertida en genocidio.
El Parque Natural de los Alcornocales ocupa parte de las provincias de Cádiz y Málaga. Dentro de sus 16.7767.0 hectáreas de extensión total, están los municipios de Alcalá de Los Gazules, Algar, Algeciras, Arcos de La Frontera, Los Barrios, Benalup-Casas Viejas, Benaocaz, El Bosque, Castellar de La Frontera, Jerez de La Frontera, Jimena de La Frontera, Medina-Sidonia, Prado del Rey, San José del Valle, Tarifa, Ubrique y Cortes de La Frontera. Suelo, humedad y aprovechamiento tradicional han sido los factores determinantes para mantener la mayor masa conservada y productiva de alcornocal de la Península Ibérica.
El principal responsable de esta riqueza es el agua, presente en numerosos ríos, arroyos y embalses que, además de abastecer a la provincia, son aptos para la pesca y actividades recreativas. Pero sobre todo destaca la humedad proveniente de la costa, que se acumula formando bosques de niebla en valles estrechos y profundos denominados canutos.
En estas condiciones se conserva una flora muy singular, perteneciente a la Era Terciaria, la Laurisilva. Se caracteriza por hojas lisas y brillantes, que aprovechan la humedad y escasa luz que dejan pasar los alisos que bordean los canutos. Así, entre el aroma del laurel, la belleza del ojaranzo en flor, elegantes durillos y acebos, se caminará por esta especie de selva, en compañía de los sonidos del mirlo acuático, el hábil martín pescador y las currucas o pinzones, que se esconden entre los helechos.
Los suelos de arenisca, que han favorecido el denso alcornocal, también albergan quejigos y robles andaluces en las zonas más húmedas.
En estos bosques cazan las águilas calzadas, culebreras y ratoneras, además de azores, gavilanes y cárabos. En las alturas, asoman las rocas y sobre el suelo pobre aparece la herriza, denso matorral achaparrado de distintas especies adaptadas a suelos ricos en metales como el aluminio, entre las que abundan, por ejemplo, las aromáticas.
En este espacio habitan la cabra montés y numerosas aves rapaces, destacando el buitre leonado, alimoche, águila perdicera, búho real y halcón peregrino.
En las zonas bajas y arcillosas aparece el acebuchal aclarado desde tiempos inmemoriales para dejar paso al pasto que alimentará el ganado típico de la zona, la vaca retinta. En las laderas, aparece el matorral mediterráneo, con jaras, brezos, cantuesos, torviscos y majuelos.
Por ellos discurre el corzo morisco, autóctono y emblema de caza mayor, además del gamo, ciervo y carnívoros como ginetas, tejones y sobre todo meloncillos, con la mayor población de la península.
Los Alcornocales está enclavado en un lugar estratégico, junto a él se unen el Atlántico con el Mediterráneo y, casi Europa con África. La posición geográfica es uno de los aspectos que más han marcado los avatares de su patrimonio, tanto de carácter natural, como cultural.
Se sabe de sus pobladores desde hace decenas de miles de años, tal y como demuestran yacimientos arqueológicos cercanos pertenecientes al hombre de Neandertal, o los restos de grabados y pinturas rupestres que se remontan al Paleolítico y Neolítico.
Pero son sin duda los abrigos de la Edad de Bronce los que más llaman la atención del visitante. Del más de medio centenar de cuevas existentes, destacan por su valor artístico y por su singular temática la Cueva del Tajo de las Figuras, considerada como la capilla sixtina del arte rupestre esquemático; la Cueva de la Laja Alta, que alberga un pequeño catálogo de las primeras embarcaciones que surcaron el mediterráneo procedentes de oriente; y la Cueva de Bacinete, con más de un centenar de representaciones pictográficas en magnífico estado de conservación.
Tras los primeros pobladores, otros muchos se asentaron en este espacio, superponiéndose culturas y civilizaciones, que han aportado un peculiar matiz etnológico y un legado de fantástica riqueza: monumentos megalíticos, restos ibéricos, fenicios, romanos, fortalezas árabes, etc.
Muchos de los pueblos que hoy integran el parque natural alcanzaron su apogeo durante el reinado nazarí, cuando constituían la línea fronteriza occidental del Reino de Granada. Todavía hoy conservan muchos rasgos andalusíes en sus cascos históricos, típicos de pueblo blanco serrano como Jimena de la Frontera, Castellar de la Frontera o Medina Sidonia que son magníficos ejemplos de ello.
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