LA ZONA HISTÓRICA : Torreparedones

El lugar conocido como Torreparedones o Torre de las Vírgenes está ubicado en plena campiña cordobesa, entre los ríos Guadalquivir al norte y el Guadajoz al sur, aunque más próximo a este último y justo en el límite septentrional de los términos municipales de Castro del Río y Baena. Al sitio se puede acceder por la A-3125 de Baena a Cañete de las Torres, en cuyo km. 17 parte un camino, una antigua vía pecuaria denominada "camino de Castro del Río a Porcuna" desde la que parte, a su vez, otro camino en dirección norte que conduce directamente al yacimiento. 


La situación topográfica de Torreparedones, sobre una de las cotas más elevadas de la zona, es ciertamente estratégica, pues sus 579.60 m.s.n.m. de cota lo convierten en el “techo de la Campiña ”, motivo por el cual estuvo ocupado por el hombre desde los tiempos más remotos. Así, al menos durante 3.500 años (desde la Edad del Cobre hasta la Baja Edad Media), diversos pueblos y culturas dejaron su huella a través de los más variados restos materiales: cerámica, vidrio, piedra, metal, etc. En las épocas ibérica y romana Torreparedones alcanzó su máximo esplendor; ya desde el siglo VI a.C. se rodeó de una potente muralla, reforzada con torres, que rodea un espacio de 10,5 Ha.

Los estudios dedicados a este singular enclave arqueológico no son muy abundantes a pesar de su importancia. Ya en el s. XVII el poeta Miguel de Colodrero de Villalobos visitó el lugar a mediados de dicha centuria y escribió unos versos en los que se burlaba de la avaricia y superstición de los buscadores de tesoros. 


En 1833 el yacimiento saltó al escenario nacional e incluso internacional gracias a un hallazgo casual que está muy bien documentado. Se trata del llamado Mausoleo de los Pompeyos, una tumba monumental, al parecer, hipogea, en cuyo interior había 12 urnas cinerarias de piedra con los nombres grabados de las personas allí enterradas.


Exvotos antropomorfos. Torreparedones (Baena, Córdoba)

Fueron varios los eruditos que se hicieron eco del lugar, pero de una forma tangencial, tratándose de citas puramente nominales para nombrarlo como importante "en tiempos de romanos" o en relación al controvertido asunto del martirio de las santas mozárabes Nunilo y Alodia. Sánchez de Feria, E. Flórez o el P. Ruano son algunos ejemplos. La publicación del libro de José A. Morena titulado "El Santuario Ibérico de Torreparedones (Castro del Río-Baena, Córdoba)" en 1989, supuso un hito en la historia del yacimiento pues originó la puesta en marcha de un ambicioso proyecto de investigación denominado "The Guadajoz Proyect" dirigido por los profesores Mª Cruz Fernández Castro, de la Universidad Complutense de Madrid, y Barry W. Cunliffe, del Instituto de Arqueología de la Universidad de Oxford, junto a otros arqueólogos de la Universidad de Córdoba

Mausoleo de los Pompeyos

En el transcurso de los siete años de desarrollo del mismo (1987-1993) se llevaron a cabo, de forma simultánea, o alternativamente, trabajos de prospección, topografía, excavación, análisis de materiales arqueológicos, planimetría y dibujo, fotografía, redacción de los pertinentes informes, etc. que dieron como resultado varios libros publicados en Oxford.

Entrado ya el s. XXI el Ayuntamiento de Baena ha retomado las actuaciones con el objetivo de crear en Torreparedones un parque arqueológico de cara, no solo a su estudio científico, sino también a su puesta en valor como un producto turístico. 

Se han comprado los terrenos, se han vallado, se han reiniciado las investigaciones, se está trabajando en la restauración y puesta en valor de ciertos elementos, etc., todo ello con el fin de que pueda convertirse en un importante foco de atracción turística. Los hallazgos realizados en las dos campañas de excavación hasta ahora realizadas ponen de relieve la excepcional importancia del yacimiento.




Como hallazgos más importantes que destacar, de los que tenemos noticia, hay que citar el mausoleo de los Pompeyos, una tumba subterránea que estuvo en uso desde los momentos finales de la República, hasta bien entrado el siglo I d.C. Algunas de las personas allí enterradas desempeñaron cargos importantes en la administración municipal de la antigua ciudad de Torreparedones, como Cneo Pompeyo Afro que fue edil y duumviro.


Otro mausoleo romano de época altoimperial, que al parecer estuvo decorado con singulares relieves, fue la llamada Mazmorra, situada en la misma zona que el de los Pompeyos. Se trata de una estructura realizada en opus caementicium de planta rectangular cubierta con bóveda de cañón y con un pasillo en su lateral oeste, a modo de estrada a la cámara sepulcral.


También, de forma casual, se han encontrado las siguientes piezas: una escultura femenina acéfala tallada en piedra caliza, un capitel ibérico decorado con motivos vegetales tales como volutas y espirales siendo el motivo principal la roseta; un sillar de esquina en una de cuyas caras presenta en relieve una escena de culto, en la que dos mujeres ataviadas con túnica y manto depositan un vaso en forma de cáliz en el tesoro sagrado del templo o un togado realizado en mármol, datado a principios de época claudia y que constituye uno de los hallazgos más interesantes que demuestran la importancia que la ciudad romana de Torreparedones alcanzó durante los primeros siglos d.C.

En la excavación desarrollada en 2009 en el entorno de la zona noble de la ciudad romana apareció un busto en mármol del emperador Claudio divinizado en el extremo sur de la plaza del foro, mientras que en el sector noreste aparecieron un togado y una figura femenina vestida con túnica y sobre ella un manto, ambos acéfalos y de tamaño algo mayor que el natural. En el centro de la plaza se documentó una inscripción con el nombre del mecenas que costeó la pavimentación con losas de piedra de mina: Marco Junio Marcelo

Marco Junio Marcelo incrustó su nombre con letras de bronce sobre el pavimento en respuesta a su donación económica.

Como elementos visibles hoy día en el yacimiento podemos citar la propia muralla ibérica que rodea el asentamiento, levantada hacia el año 600 a.C. y reforzada a intervalos regulares con torres que se proyectan hacia el exterior; la puerta oriental, uno de los accesos con que contó la ciudad, flanqueada por dos imponentes torres que servían para su defensa, el santuario iberorromano situado extramuros, en el extremo sur, y el castillo medieval de época cristiana, que ocupa el punto más elevado, además del foro romano.

En cuanto al santuario, localizado a extramuros, en el extremo sur, hay que decir que se han excavado estructuras pertenecientes a dos edificios de culto, de los cuales el mejor representado es el segundo en orden cronológico. El primer templo, se podría datar en época romana republicana y el segundo en época altoimperial


Cabeza del emperador Augusto encontrada en el yacimiento baenense de Torreparedones. Leer más? 

El segundo templo consta de tres espacios, uno al norte, a modo de cella, que era la zona más sagrada, y delante, al sur un gran patio a cielo abierto en el cual quedan restos de algunos bancos sobre los que se depositarían los exvotos y se realizarían determinadas ceremonias religiosas y más al sur, un vestíbulo al que se entraba a través de una rampa o escalinata.

Al fondo de la cella, en la pared norte estuvo adosada una columna que no tuvo, al parecer, una función tectónica, sin basa, levantada sobre un área cuadrangular pavimentada y delimitada por lajas de piedra alineadas en posición vertical. Esta columna representaba la divinidad adorada en el templo que era Dea Caelestis y que en este caso se representó de forma anicónica, en forma de betilo. La actividad cultual se desarrolló, por tanto, entre el s. II a.C. y mediados del siglo s. II d.C., momento en el que se produjo el abandono y destrucción del edificio religioso.


El exvoto de Claudio y el Alcalde de Baena mostrándolo. Leer más?

Entre los hallazgos más significativos cabe señalar numerosas piezas de cerámica, dos altares tallados en piedra caliza local y más de 300 exvotos también realizados en piedra local. Los exvotos de Torreparedones que representan figuras antropomorfas (femeninas y también masculinas), partes del cuerpo (piernas) y tan sólo un équido, son manifestaciones de una piedad y de unas creencias religiosas, cuya naturaleza está por descubrir, pero que se limitan a ser una exposición del sentimiento hacia la divinidad, debiendo entenderse como ofrendas realizadas en acción de gracias por un favor recibido, que solía consistir en la curación de un miembro enfermo del cuerpo (piernas) o de cualquier otra enfermedad, incluso de alumbramientos sin problemas para madre e hijo, por lo que es posible que la diosa se venerara bajo el título de Juno Lucina, patrona de las parturientas romanas, cuya festividad tenía lugar el día 1 de marzo.

Juno Lucina

La entrada monumental torreada, en la llamada puerta oriental, se conformó en un momento muy posterior al de la erección del recinto fortificado de la ciudad, en época romana republicana, quizás, en el contexto de la guerra civil romana que enfrentó a César contra los hijos de Pompeyo. La obra que hubo de realizarse fue de tal calibre que debieron de extraerse toneladas de piedra y tierra previamente para, posteriormente, incrustar las dos torres y el correspondiente paso de entrada entre ambas. 

La muralla antigua fue seccionada y rehecha después. Las torres se construyeron con un aparejo poligonal de gran porte, con bloques someramente escuadrados, asentados en seco, y con ripios y lajas de piedra para asegurar su encaje. En su interior se dispone un muro en forma de cruz que conforma cuatro espacios rectangulares que estaban rellenos de tierra y cascote.



El hallazgo de sendas quicialeras en la zona más externa de las torres indica que la puerta exterior estaba compuesta por dos hojas de madera de 1.5 m. de anchura cada una, por lo que se puede suponer una altura de unos 4 m; al interior, a unos 14 m., se documentó la presencia de una contrapuerta, también de dos hojas de madera, con sus correspondientes quicialeras. El paso de entrada entre las dos torres estaba acondicionado para el tráfico rodado y contaba con dos acerados que permitían el paso de los peatones sin ser molestados por carruajes y caballerías. 

En el marco de los trabajos arqueológicos que se vienen desarrollando para el estudio y puesta en valor del yacimiento de Torreparedones, cobran especial relieve los que se han dedicado al estudio de la fortaleza medieval situada en la parte superior del asentamiento. 

Estatuas encontradas en 2011

Este castillo, originario del siglo XIII y reformado a finales del siglo XV, estuvo ligado a la antigua población de Castro el Viejo, nombre por el que fue conocido el asentamiento humano existente en Torreparedones desde mediados del siglo XIII, posiblemente porque cuando los repobladores cristianos ocuparon este lugar pudieron percibir con claridad, en función de los restos conservados del recinto amurallado y de otros edificios de época ibero-romana, que se encontraban delante de un “castro viejo”, es decir, de un recinto fortificado de gran antigüedad.


A fin de proceder a su estudio y restauración, durante los años 2007 y 2008 se han llevado a cabo labores de excavación arqueológica en el interior del propio castillo y en su zona oriental. 

Estas excavaciones han permitido conocer la organización interna del edificio (compuesto por seis estancias de planta rectangular distribuidas en torno a un patio de armas central, provisto de losas de piedra y de un aljibe situado en su ángulo noreste, más un espacio de tránsito que comunica el acceso a la fortaleza con el patio de armas), su sistema de acceso a través del lienzo oriental (pasillo central protegido por doble baluarte) y la existencia de un foso de tierra que rodeaba al castillo por sus lados Sur y Este, todo ello estudiado tal y como se utilizó en época medieval, puesto que el recinto fue abandonado durante el siglo XVI y no se hicieron reformas arquitectónicas de época moderna. 

Finalizado ese estudio arqueológico de la fortificación, queda pendiente la redacción del proyecto de restauración y su puesta en valor material, a fin de permitir su visita y conocimiento por parte de la población.



Diversos restos materiales no han sido todavía objeto de excavación, como la planta completa del edificio (no documentada en su lienzo Oeste y en las dos torres angulares a él vinculadas) o el recinto fortificado situado al Este del castillo. Tampoco ha sido localizado el barrio de viviendas de época medieval, ni otros edificios singulares con los que forzosamente hubo de contar el asentamiento, como la iglesia parroquial. Y, por supuesto, es todavía muy poco lo que sabemos sobre el origen y evolución histórica de esta población, vinculada durante casi toda la Baja Edad Media al concejo de Córdoba y cuyo altísimo valor estratégico venía determinado por la proximidad de la frontera con el Reino Nazarí de Granada y por su función defensiva de las tierras cristianas de la Campiña oriental cordobesa.

Para conocer mejor esa evolución histórica, el Ayuntamiento de Baena y el Departamento de Ciencias de la Antigüedad y de la Edad Media de la Universidad de Córdoba han firmado en 2009 un convenio de colaboración que permitirá reunir los dispersos testimonios documentales, relativos a este asentamiento y a su fortaleza, que se conservan en numerosos archivos de ámbito nacional y provincial. 



Testimonios escritos que, en unión a los valiosos datos proporcionados por las intervenciones arqueológicas realizadas y las que se puedan emprender en el futuro, permitirán conocer de manera adecuada tanto el desarrollo histórico como la fisonomía de la desaparecida población medieval de Castro el Viejo.

El termino foro era usado por los antiguos romanos para referirse al espacio grande, abierto y, normalmente, rectangular, en la parte central de una ciudad, un lugar público donde tenía lugar la asamblea del pueblo. En un principio era un espacio abierto, sin edificios, en el que la gente se reunía los días de mercado y en las fiestas religiosas, para las elecciones y para otros acontecimientos públicos; después, se convirtió en el centro político donde estaban los edificios civiles y administrativos y los templos más importantes.

Con frecuencia tenía arcos en ambos extremos de las calles que lo atravesaban, el cardo maximus, la vía principal en sentido Norte-Sur y el decumanus maximus que atravesaba la ciudad en sentido Este-Oeste. 



En tiempos antiguos, cada ciudad tenía un foro, que no sólo servía para transacciones legales, actividades políticas y negocios comerciales, sino también como zona para juegos públicos, entretenimientos, representaciones teatrales, combates de gladiadores y de lucha, y para carreras.

El foro era, en definitiva, el centro neurálgico de la ciudad, con una gran plaza pavimentada abierta en torno a la cual se disponían los edificios públicos más importantes (templo, curia, tabularium, basílica civil…). En todas las ciudades del mundo romano, y también en Hispania, el foro es el espacio en el que solía encontrarse la epigrafía más exquisita desde el punto de vista técnico y donde éstas confluían; esto era así porque precisamente el foro constituía la galería histórica de las ciudades y porque podía servir para mostrar el nivel de vida al estilo romano que difundía y propagaba la identificación de cada ciudad con todo un Imperio.

La historia de la ciudad, la demostración de su riqueza, la evidencia de su fidelidad a las tradiciones del Principado y los ejercicios de autorrepresentación de sus élites confluían en un mismo espacio que era al tiempo un área necesaria para el funcionamiento urbano y un escaparate de la ciudad. 



La mayor parte de las inscripciones que se colocaban en el foro constituían las evidencias de esa autorrepresentación de las élites locales, es decir, pedestales para estatuas honoríficas, homenajes póstumos o en vida de todo tipo a antiguos magistrados, placas de mármol con recuerdos de la financiación privada de determinados elementos, etc; también eran frecuentes los homenajes a la familia imperial y a los emperadores difuntos, a los patronos de la ciudad, a los gobernadores provinciales, etc.

Podríamos encontrar, igualmente, inscripciones votivas dedicadas a las divinidades oficiales del culto romano, así como a las funciones y virtudes imperiales divinizadas. Por último, el foro era el escenario ideal para colocar una parte importante de los textos jurídicos que regían el funcionamiento de la ciudad, sus relaciones con Roma o sus acuerdos con otras ciudades que aparecían grabadas en metal o piedra reproduciendo los documentos originales que se guardaban en el tabularium o archivo de la ciudad.



De acuerdo con la norma vitrubiana su forma debía ser rectangular, aunque ello no siempre es así. Es el caso de Torreparedones cuya plaza forense, en el estado actual de la excavación, parece tener forma cuadrangular, con unas dimensiones aproximadas de 25x25 m. 

Su pavimento era de grandes losas de caliza micrítica de color gris, muy resistentes. En algunos de sus extremos presenta un canalillo perimetral que servía para evacuar el agua de lluvia hacia la cloaca que hay bajo el Cardo. De momento no se ha encontrado ningún pedestal o inscripción honorífica, aunque sí evidencias sobre el pavimento de haberse colocado varios pedestales para estatuas en el flanco meridional.

La pieza más significativa encontrada hasta la fecha es el busto en mármol blanco, a tamaño natural, del emperador Claudio divinizado. A ello habría que añadir otro hallazgo relevante: una inscripción monumental sobre el pavimento de la plaza que menciona el nombre de la persona que costeó de su propio bolsillo dicha pavimentación. 


7 piezas (1 as de bronce y 6 dupondios de oricalco) acuñadas durante el reinado de Nerón, entre los años 66-67 d.C. en la ceca de Lugdunum (Lyon, Francia)

Se trata de un mercado especializado en la venta de productos alimentarios exclusivamente, según se desprende del análisis de los textos antiguos que a este edificio aluden, principalmente carne, aves de corral, caza, pescado y productos hortícolas (frutas, legumbres), así como pan, aunque estos últimos productos serían un complemento a los principales, el pescado y la carne, siendo escasa también la venta de grano. Frecuentemente se vendían sólo productos de lujo, con altos precios.

Generalmente, el macellum se sitúa siempre junto al foro o en las proximidades de éste, aunque en cualquier caso se buscaba abastecer a la población y facilitar su acceso, así como el de los proveedores, sin estorbar la circulación del foro. En Hispania casi todos los mercados se sitúan junto al foro, a excepción del macellum de Valentia (Valencia), cercano al puerto. Todos ellos son de pequeño tamaño, pues usualmente habían de adaptarse a un urbanismo ya existente, a veces irregular.

El macellum es un edificio independiente, delimitado, que alberga en su interior una serie de tiendas (tabernae) en torno a un patio central al aire libre (area) rodeado de pórticos (porticus), en el que se suele ubicar un estanque, fuente o algún elemento decorativo. Tenía que haber estancias en las que se guardasen las básculas públicas (staterae), los pesos oficiales, las medidas de capacidad, incluso para líquidos, y las de longitud, denominada sala de la mesa ponderaria.



Altar romano hallado en la zona de la Curia, formando parte de un muro, como material de construcción. Leer más?

En el imperio romano la monumentalización de las ciudades es claro signo de la voluntad de las élites de emular a Roma y de integrarse en su sistema político, social y religioso, de querer conseguir la promoción jurídica para sus respectivas ciudades, a las que debían dotar de un foro y de los edificios necesarios para desempeñar las nuevas funciones de carácter administrativo, político, jurídico, económico y religioso. 



El macellum sirve de termómetro para medir el nivel de romanización alcanzado por una ciudad. La evidencia arqueológica de que una ciudad poseía un macellum es indicio de un grado de romanización avanzado, de aceptación del nuevo orden que Roma ofrecía, y de su incorporación al concepto de cultura arquitectónica romana.

El macellum de Torreparedones es un edificio de grandes dimensiones, con una superficie de 380 m2, situado al S. del decumanus maximus, al que se abren dos puertas. Se han detectado cuatro fases constructivas y de ocupación del edificio, desde el momento de su construcción en el s. I d.C. hasta época tardoantigua

La primera ocupación humana de Torreparedones en Baena data de la segunda mitad de IV milenio. Leer más? 

Responde al tipo 1, de planta central, con un patio o area al aire libre, pavimentado con grandes losas de piedra, y un canal perimetral para la evacuación del agua de lluvia. 

Esta agua se elimina hacia una cloaca que se ubica bajo el decumano, vertiéndola hacia el O. En torno al patio corre un pórtico en tres de sus lados (E. S. y O.), con basas áticas sobre plinto y capiteles de estilo corintio; alrededor están las tiendas en las que se vendían diferentes productos alimentarios pero, sobre todo, carne y pescado. La presencia de una cisterna, de forma ovalada, en la esquina SO., en cuyo interior se han recogido restos óseos de peces, podría ser un indicio de que se vendiera algún tipo de pescado vivo.

En el sector comprendido entre el decumano maximo y el limite S. del foro se localizan unas pequeñas termas. Aun no se han excavado al completo, pero se puede concluir que el acceso se realizaba desde el decumano a través de unos escalones desde los que se accedía a un vestíbulo. 


EXVOTO FEMENINO DE TORREPAREDONES


Las termas romanas eran baños públicos con estancias reservadas para actividades gimnásticas y lúdicas. También eran considerados lugares de reunión y a ellos acudía la gente que no podía permitirse tener uno en su casa, como los plebeyos o los esclavos. El uso de estas construcciones se generalizó en el mundo romano a partir del siglo I a. C., cuando se descubrió un sistema que permitía calentar y distribuir el aire caliente gracias al ingeniero Cayo Sergio Orata.


En Torreparedones se han identificado los siguientes espacios: vestíbulo, apodyterium (vestuario), frigidarium (ala destinada a los baños de agua fría), tepidarium (habitación de temperatura tibia que preparaba al bañista para la de agua caliente), caldarium con su correspondiente hypocaustum y el horno. 

Los pavimentos de las distintas estancias son de opus spicatum, opus signinum y opus tessellatum, este ultimo muy perdido. El interior de las estancias y las piscinas de agua caliente se realizaba mediante el sistema de hypocaustum, basado en la distribución mediante túneles y tubos de agua caliente y vapor que se extendía por debajo de los suelos de las estancias y piscinas y era alimentado por una serie de hornos.


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