LA ZONA HISTÓRICA : ...de Monórquido a Monárquico


«Francisco Franco era monórquido».

El comentario me pareció una perogrullada. «Sí, claro -asentí-. Alfonso XIII aceptó ser su padrino de boda y además le nombró gentilhombre de cámara... Pero ella enseguida me corrigió, silabeando:

-Te digo que era mo-nór-qui-do.

-¿Y eso qué significa? -pregunté desconcertado.

-Que sólo tenía un testículo.

-¡Uno solo! ¿Estás segura de lo que dices?

-Completamente, me lo dijo mi abuelo varias veces.



La reveladora conversación transcurrió en Barcelona. Días antes de viajar hasta allí, telefoneé a Ana Puigvert para quedar con ella. Le había explicado mi proyecto de biografía de Ramón Franco, en cuya fascinante vida se había cruzado por azar su abuelo al hacerse cargo de Engracia y Ángeles, viuda e hija del hermano del dictador.

Ana es la única nieta que ha seguido los pasos del célebre doctor Puigvert. Tras educarse en Francia, donde completó la enseñanza secundaria con matrícula de honor, acabó especializándose en andrología en la escuela de posgraduados de la Fundación Puigvert, para inaugurar años después una prestigiosa clínica en Barcelona, donde ejerce la profesión con merecido reconocimiento. 

Nadie mejor que ella es consciente del listón tan alto que puso su abuelo, uno de los urólogos más eminentes del mundo. No en vano, a las expertas manos de don Antonio Puigvert se encomendaron presidentes de gobierno como Juan Domingo Perón (Argentina), Juscelino Kubitschek (Brasil), Rafael Leónidas Trujillo (República Dominicana), Enrique Jiménez (Panamá) y Fidel Castro (Cuba); generales como Agustín Muñoz Grandes; banqueros como Juan March e Ildefonso Fierro; pintores como Salvador Dalí y José María Sert; y Pablo VI.

Puigvert fue quien operó también a Nicolás Franco, hermano mayor de Francisco, a un hijo de Pilar, y a la viuda e hija de Ramón. El propio doctor recordaba así al Caudillo, en sus memorias: «Me consideré siempre amigo suyo. Amigo personal, no en lo político».


Antoni Puigvert i Gorro

En otro pasaje se mostraba enigmático, dando a entender que conocía numerosas interioridades del Generalísimo: «He tenido muchas conversaciones con el general Franco. Nos hemos visto en muchos sitios y en muy diversas coyunturas. He hablado con él de temas que nadie llegaría a sospechar...».

Recordé entonces la asombrosa revelación de su nieta Ana, de la cual me había hecho partícipe con toda naturalidad, como si fuese algo archisabido entre ella y su abuelo.

Ante mi insistencia, Ana Puigvert volvió a confirmarme el diagnóstico de su abuelo, añadiendo:

-El hecho de ser monórquido no está reñido con la fertilidad. La única forma de saber si Franco podía tener hijos era mediante un análisis de semen para comprobar que no tenía espermatozoides; pero dudo que eso se hiciera.


Nicolás Franco

A continuación, Ana me explicó que la monorquidia podía ser innata o adquirida [A Napoleón I Bonaparte y a Adolf Hitler también les faltaba un testículo]. Y entonces, no me cupo duda de que si realmente Franco era monórquido, su origen se remontaba a la sangrienta guerra de África, donde el joven capitán cayó gravemente herido en el verano de 1916, durante la conquista de El Biutz, un pequeño poblado a ocho kilómetros de la capital ceutí que ponía en peligro las comunicaciones con Tetuán.


Ramón Franco

Fue la noche del 28 al 29 de junio. Franco, de 23 años, tomó el mando. Ante la amenaza de una maniobra envolvente, recogió el fusil de un soldado herido, caló la bayoneta y se lanzó aguerrido al ataque arrastrando al resto de sus hombres. Fue entonces cuando los disparos le alcanzaron en el bajo vientre. 

El joven capitán dobló la rodilla y cayó desplomado. Aquellos fueron días difíciles, en los que llegó incluso a temer por su vida, pues pidió confesión al capellán castrense Carlos Quirós Rodríguez. Pero Franco tenía baraka. «He visto pasar la muerte a mi lado muchas veces, pero, por fortuna, no me ha reconocido».

Todos sus biógrafos se hicieron eco de aquella jornada de heroísmo con más o menos detalle. Ni el historiador Luis Suárez ni Paul Preston llegan más allá de que el disparo le alcanzó el vientre. Quien sí va más lejos es Ramón Garriga, autor de varias biografías de los Franco, en su libro La Señora de El Pardo:


«En el caso que nos interesa se hablaba de que la gravísima herida sufrida por el general en 1916, en el abdomen, lo había dejado incapacitado para procrear. Al parecer, todo era normal en el acto sexual, pero algo fallaba en el líquido seminal que impedía que la operación terminara con un feliz engendramiento; los expertos definen esos casos como esterilidad temporal».

Franco y su esposa con los cuatro nietos mayores: Carmen, Mariola, Francis y Merry 

Ese «algo» que, según Garriga, impedía a Franco procrear podía ser precisamente la ausencia de un testículo, lo cual, sin convertirle necesariamente en un hombre estéril, reducía su fertilidad hasta el punto de explicar por qué había sido padre de una sola criatura, cuando la mayoría de sus compañeros lo eran entonces de familias numerosas.

Resultaba también extraño que Francisco y Carmen tardasen casi tres años en traer al mundo a su primera y única hija, desde su boda celebrada en octubre de 1923.


Francisco Franco y su esposa en un desfile militar en 1943. AFP/GETTY IMAGES

Carmencita Franco. Foto de Ángel Jalón.

LA PATERNIDAD DE CARMENCITA

Muerto Ramón Franco, la grave herida del Biutz desató todo tipo de comentarios sobre la verdadera paternidad de la única hija de Francisco, Carmen Franco Polo, nacida en Oviedo el 14 de septiembre de 1926. 

José Luis de Vilallonga, biógrafo del Rey Juan Carlos, fue el primero en atribuir a Ramón Franco la paternidad de Carmen, coincidiendo con la publicación de su libro El sable del Caudillo (1997). El hispanista Paul Preston apuntaba otro hecho extraño: la inexistencia de imágenes de Carmen Polo embarazada. Tampoco se conocen hoy fotografías de la madre y de la hija juntas durante la primera infancia de ésta; algo muy raro también.

Hasta que Carmencita no cumplió diez años, en 1936, no posó misteriosamente ante las cámaras.



Más explícito aún, si cabe, que el testimonio de Vilallonga es el del falangista Ángel Alcázar de Velasco, amigo de Ramón Franco y seguidor fiel de sus increíbles peripecias. 

Su asombrosa declaración al psicoanalista Francisco Martínez López, que éste registró en cinta magnetofónica y publicó en la revista Ferrol Análisis, dice así: «La hija de Francisco -aseguraba Alcázar de Velasco- era hija de Ramón y no de él. Esa hija era de Ramón y de La Gaviota. Esta chica (La Gaviota) era una gallega, sin padre conocido. Pobre mujer. A los 12 años se fue a La Coruña. Dormía en la calle. Fue a una casa de putas y, como tenía las piernas largas, la llamaban La Gaviota. La muchacha encontró un indiano viejo. Murió el indiano. Se pensó si la chica le daría alguna pócima. Se marchó a Algeciras. Entró en una casa de fulanas llamada La Inglesa. Como era alta, la llamaron La Garza. Ramón la encontró. Se lió con ella. Se la llevó a su casa. Como era muy celoso, la pegaba».




De Velasco relataba así el desenlace: «Entonces quedó embarazada La Garza. A los cinco días del parto, murió. Entonces Carmen se hizo cargo de la niña. No consta como embarazada en ningún sitio (...). Durante esa fecha se hace un cortometraje en el que se muestra que doña Carmen no está embarazada».

Pilar Franco salió una vez más en defensa de su hermano Francisco, asegurando que ella sí vio embarazada a su cuñada. Pero, al mismo tiempo dejó escrito en sus memorias que su sobrina había nacido... ¡en junio de 1928! Es decir, dos años después y en un mes también diferente. Resulta igualmente insólito que la propia Carmen Polo no recordase quiénes fueron los padrinos de su única hija, como aseguraba su cuñada. 



Para acabar de sembrar la confusión, Concepción Franco Iribarnegaray, cuyo padre, Carlos Franco, guardaba en un baúl libros y documentos sobre la historia de la familia, mostró al doctor Martínez López su perplejidad al reparar, durante la lectura del libro 2º, en que su padre no había anotado la fecha de nacimiento de Carmencita.


Carmen Franco Polo

Siguiendo con el marasmo de fechas, añadiremos que otros dos conocidos biógrafos de Franco, el británico George Hills y el francés Philippe Nourry, coincidían con la hermana del Caudillo en que Carmencita había nacido en 1928. Nourry daba a entender también que Carmencita podría haber sido incluso adoptada por ser hija de Ramón.


El 29 de mayo de ese año, cuando la pequeña contaba poco más de veinte meses, Franco y Carmen Polo concedieron una reveladora entrevista a la revista Estampa. Ver entrevista.



Preguntado sobre cuál había sido la mayor alegría que disfrutaron juntos, Franco respondió: «El día que desembarcó el Ejército español en Alhucemas, el instante de leer que Ramón había llegado a Pernambuco y la mañanita que nos casamos». Curiosamente, Franco olvidó mencionar el día que nació su única hija.

Hay más secretos que se esconden tras el héroe de la Operación Plus Ultra, Ramón Franco.



MUJERES PERSEGUIDAS DE LA FAMILIA FRANCO

-Aquel dossier fue una gran calumnia. Pretendieron arrebatar injustamente la dignidad a dos mujeres desamparadas. Muerto Ramón Franco, ellas no tenían ya a nadie que defendiese su honor. Fue una crueldad y una vileza...

A sus 87 años, Elena Salvador, nombre artístico de María Teresa Ramón Blanes, maldice aún el dossier encargado por Francisco Franco para denigrar a la viuda y a la hija de su propio hermano, el célebre aviador Ramón Franco


Ángeles Franco

Muerto éste en acto de servicio en octubre de 1938, el Caudillo encargó un informe (29-12-1939) donde se afirma que Engracia Moreno, la viuda de su hermano, era una mujer de vida fácil y que Ángeles Franco no era hija de Ramón, sino de un ridículo tragasables circense. Verlo para creerlo.

Pero un hombre intransigente como Francisco Franco sólo podía considerar válido el primer matrimonio de su hermano con Carmen Díaz Guisasola, que jamás fue declarado nulo por un tribunal eclesiástico. De hecho, en cuanto se hizo con el poder, el Caudillo impulsó la Ley del 23 de septiembre de 1939 que derogaba el divorcio.


Pilar Franco

De modo que para él, tanto el divorcio, como el segundo matrimonio civil de su hermano Ramón, anulado también por la legislación franquista, eran papel mojado. Aquellas dos mujeres (viuda e hija) se convirtieron así en dos extrañas para el Régimen. Se intentó incluso arrebatar a Ángeles su legítimo apellido en el Registro Civil de Barcelona de modo ignominioso, aprovechando que Ramón Franco ya había fallecido.

Elena Salvador todavía era capaz de estremecerse al recordar cuando, hace ya más de treinta años, asió de la mano a Ángeles Franco Moreno, la única hija de Ramón Franco, mientras agonizaba en el lecho de muerte. 


Ramón Franco, su esposa Engracia y su hija Ángeles, en el barco que les llevó a Nueva York, en 1935. Ramón se había casado con Engracia Moreno tras su separación de Carmen Díaz, obtuvo la anulación legal de su primer matrimonio anteriormente.

Elena es la viuda del doctor Antonio Puigvert. Por el amor del afamado urólogo dejó su carrera artística. No fue la única esposa del doctor; éste contrajo primeras nupcias con Agustina Serés, madre de Antonio, cuya hija Ana Puigvert es hoy una eminente andróloga en Barcelona.


Carmen junto a su marido Ramón Franco

De un convento de la ciudad, situado en la avenida de la República Argentina, telefonearon al doctor una noche de 1942 para que atendiera una urgencia. En la cama yacía una bella mujer ataviada con un camisón de seda, claro indicio de que la enferma no era precisamente monja. 

A la mañana siguiente fue llevada a la clínica del urólogo para ser operada. Fue registrada como Engracia Moreno Casado. Era la viuda de Ramón Franco. Un buen día ella se fue a vivir con su hija Ángeles, de 14 años, a su nuevo domicilio, en la calle Balmes, pero siguió acudiendo a la consulta para someterse a curas y revisiones.


Franco recibía la visita esporádica de muchos niños, aunque no se prodigara en traerlos al mundo. Entre ellos, Infantas y Príncipes.

Puigvert se entrañó de que Engracia, aquella «mujer de vida fácil», según su cuñado Francisco Franco, hubiese vivido una temporada sola en un convento. Pero en 1942, en una España resacosa de la Guerra Civil, con exilios y persecuciones, cualquier situación anómala terminaba siendo natural.






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