LA ZONA DEL ARTE : Juan Breva



Es el nombre artístico de Antonio Ortega Escalona, y sobrenombre heredado de su abuelo, vendedor de brevas y otros frutos. 
Vélez-Málaga (Málaga), 1844-Málaga, 1918. Cantaor. 


De niño, como sus antecesores, pregonaba por las calles vendiendo frutos, con la siguiente copla:

«¡Brevas de los montes / de Vélez-Málaga / son las más dulces. / Las doy pa probarlas!», según su biógrafo Miguel Berjillos, quien asegura así mismo que destacó desde muy joven cantando verdiales y bandolás, en las fiestas y reuniones de su pueblo. 

Se libró de hacer el servicio militar en el sorteo, por lo que no participó en la larga guerra de Marruecos; iniciando su dedicación profesional al cante, en el Café del Sevillano, sito en la calle Siete Revueltas de Málaga, con un sueldo de veinte pesetas diarias, que superaba en el doble al normal de un cantaor por aquellos años. 

Solía acompañarse él mismo con su guitarra y su éxito aumentaba noche tras noche, ante un público entre el que abundaban la gente de su pueblo natal, dado que el café servía de estación de diligencias.

De Málaga se desplazó a otros puntos de su provincia, entre ellos Álora, Coín y Ronda, e igualmente ciudades y localidades de Cádiz y Córdoba

Sus actuaciones se sucedían como primera figura en los cafés cantantes malagueños de El 'I'urco, España, Chinitas, etc,. 

El año 1883 realizó una gira por Andalucía, Extremadura y gran parte de Levante. 

Seguidamente llegó a Madrid, actuando en los cafés cantantes de El Imparcial y La Bolsa y cantando para el rey Alfonso XII, en el Palacio Real, favoreciéndole el monarca con su amistad. 

Continuó sus giras por toda España. En 1906, después de recorrer en varias ocasiones el país entero, vuelve a Málaga, avecinándose en el barrio de Capuchinos y frecuentando la denominada Taberna de Plácido y la tienda de bebidas que, en su pueblo de Vélez, regentaba su hermana Dolores; locales donde solía cantar en reuniones íntimas. 

Durante una visita a la capital malagueña del rey Alfonso XIII, Juan Breva canta en su presencia y tiene ocasión de hablar con él, comunicándole que le ha sido anulada una pensión vitalicia que le había concedido su padre, siendo su petición atendida por el joven rey.

Vive una temporada en Almería, donde se establece como comerciante, instalando una freiduría, para volver de nuevo a Málaga, refugiándose en la Caleta, tras la muerte de su esposa. 

Su última actuación en público, estando ya muy mermado de visión, tuvo lugar en el teatro de Vélez-Málaga, el año 1918, cuando contaba setenta y cuatro años. 

Posteriormente se retiró a su casa de la calle malagueña de Canasteros, donde vivía con su hijo, hasta su muerte. 

Para sufragar los gastos de su entierro, se realizó una colecta y se vendió el alfiler de corbata de oro que le quedaba de los varios que le regaló el rey Alfonso XII. 

Fue enterrado en el cementerio de San Miguel de Málaga, con la inscripción siguiente en la lápida: «Juan Breva, célebre cantaor de malagueñas. 

Falleció el 8 de junio de 1918. Recuerdo de su hijo y admiradores». 

Asistieron a su entierro entre otros amigos y compañeros su paisano Fidelio García Pareja, Joselito el de la Venta, los cantaores El Perote, Juan Padilla, Antonio Vargas, Tomás Morilla, El Jerezano, Niño de las Moras y los tocaores Carlos Sánchez y El Caldero.

Dado que desde 1929, nadie se ocupó de su sepultura, sus restos desaparecieron el 15 de mayo de 1933, al no haber sido pagados los derechos correspondientes. 


Al decir de Miguel Berjillos, «seguramente hubiesen perdurado hasta nuestros días de no existir diferencia entre el nombre de la lápida y el de su inscripción mortuoria», ya que en la lápida constaba el de Juan Breva y en el registro el de Antonio Ortega Escalona.'I'uvieron que pasar muchos años, para que su memoria fuera reivindicada, principalmente a través del poema que le dedicara Federico García Lorca, tan descriptivo de su persona como exaltativo de su arte: 

«Juan Breva tenía / cuerpo de gigante / y voz de niña. / Nada como su trino. / Era la misma / pena cantando / detrás de una sonrisa. / Evoca los limonares / de Málaga dormida, / y hay en su llanto dejos / de sal marina. / Como Homero, cantó / ciego. 

Su voz tenía / algo de mar sin luz / y naranja exprimida».


La creación de una peña flamenca en Málaga con su nombre y la dedicación de una calle en la barriada de Ciudad Jardín, así como denominar con él, partir de 1976, el festival flamenco anual de Vélez-Málaga, constituyeron los primeros homenajes a su personalidad artística en la etapa de revalorización del flamenco, destacando entre ellos la Exposición de Pintura Pro Monumento a Juan Breva, organizada por la Peña Flamenca de Vélez-Málaga, en 1969, con cuadros de Juan Acosta Díaz, Bárbara Babañuska, Juan Berraquero, Miguel Berjillos, José Bonilla, Pepe Bornoy, Francisco Clavero, Eugenio Chicano, Agustín Domínguez, Juan Fernández, Beli García, Fernando Gil, Evaristo Guerra, Francisco Hernández, Antonio Hidalgo, Hurtado, Joaquín Lobato, Claudio López, Cipriano Maldonado, Paco Merenno, José Reina Delgado, José Reina Miguel, Manuel Ruiz, Antonio Valdés, Antonio Vélez, Pío Verdú y Rodrigo Vivar.
 El monumento a su vida y cante, costeado por suscripción popular y original de Jaime Pimentel, que lo representa sentado en una silla de anea y tocando su guitarra, está instalado en una plazuela castiza de Vélez-Málaga, y fue inaugurado el 30 de mayo de 1970; celebrándose con tal motivo un solemne acto en el que intervinieron José Méndez Hoyos, presidente de la Peña Flamenca de Vélez-Málaga; José Luque Navajas, presidente de la Peña Flamenca Juan Breva; Antonio García Rodríguez Acosta, director general del Instituto Español de Emigración, y el poeta Federico Muelas.

Autor de sus propias copias y creador de un estilo de malagueñas, algunas de las cuales impresionó en discos, así como otros estilos, el arte de Juan Breva ha sido glosado por cronistas, escritores, flamencólogos y poetas ampliamente, como corresponde a su personalidad flamenca que indudablemente creó una escuela de cante, mereciendo opiniones como las siguientes: G. Núñez de Prado

«Nadie, absolutamente nadie,, sin exclusión de estilos, géneros ni personalidades, ha gozado de más popularidad, ni sumado más simpatías, ni recibido más homenajes, ni escuchado más simpatías, ni obtenido más éxitos que este artista; nadie tampoco ha aprovechado menos el fruto material de esos éxitos, ni ha sido más generoso, ni más enamorado del arte, ni más desgraciado en el descenso de su vida, ni ha podido burlarse con más justicia que él de las veleidades de la fortuna y la inseguridad de los triunfos artísticos. 

No hay desde los Pirineos al Estrecho de Gibraltar, comarca donde se ignore que existe, mejor dicho que existió, puesto que ya ha muerto para el arte escribe en 1904-, un cantaor de malagueñas que se llamó Juan Breva, que llenó a España con los gritos de su corazón, corazón inmenso de un artista gigante, que subyugó a todos los públicos con las inimitables melodías de su alma, que ensordeció todas las regiones con el eco de sus victorias... 

 
Fue siempre tan personal, tan suyo, que no satisfecho con la creación de su estilo, cantó generalmente en ese estilo coplas cuyas letras componía él mismo, como si le repugnara vestir a su sentimiento con el ropaje de otros, engalanar sus alegrías con adornos prestados, amortajar sus misiones con sudarios que no le pertenecieran...

Hoy se puede ver transitar por las pintorescas barriadas de la capital malagueña a un anciano de aspecto venerable y humilde, que viste con excesiva modestia, que vive pobremente, que llora hace años la pérdida de la vista con unos ojos sin pupila y sin luz, que inclina la cabeza como si le agobiara el peso de un mundo, de un mundo de recuerdos, de ilusiones rotas, de glorias esfumadas y deshechas en la oscuridad de la noche del pasado... 

Cantando en Sevilla en el Café de Silverio, ese otro gigante del cante jondo, quizá el primero de todos en el primero de los géneros, la siguiriya gitana, que fue el que cultivó con preferencia. 

El Breva lograba conmover hasta el gran cantaor argentino, labor verdaderamente difícil, y éste apreciaba en todo su valor el indiscutible mérito del artista de Málaga, con tanta sinceridad, que el primer puesto del tablado de Franconetti, lo tuvo siempre que quiso a su disposición El Breva. 

Este es el mejor elogio, tratándose como se trata del primer juez en el arte».

Silverio franconetti

Fernando el de Triana: «Rey del cante clásico malagueño, y como tal, fue el único cantaor que mereció el alto honor de cantar en el propio Palacio Real de Madrid y en presencia de SS. MM. don Alfonso XII y doña María Cristina; pues aunque otros cantaores también les cantaron a los reyes, siempre lo hicieron en el palacio cual o en palacio tal, que no es lo mismo; y para dar una idea de la clase de artista que sería Juan Breva, hasta decir que en el año 1884 cantaba en Madrid en tres espectáculos, o sea: en el Teatro Príncipe Alfonso, en el Café de Barquillo y el Café Imparcial. 

Ganaba en cada uno de los dos primeros locales cinco duros; en el Imparcial esa cantidad más casa para su familia, con la nota curiosa en los contratos que había que pagarle en oro... 

Después, pasó lo que tenía que pasar, pues los dineros del sacristán, cantando se vienen, cantando se van... Era el más puro malagueñero conocido hasta hoy ... ». 

«He oído a Juan Breva, el cantaor de más renombre, el que acompañó en sus juergas al rey alegre don Alfonso XII. 


Juan Breva aulla o se queja, lobo o pájaro de amor, dejando entrever todo el pasado de estas regiones asoleadas, toda la morería, toda la inmensa tristeza que hay en la tierra andaluza; tristeza del suelo fatigado de las llamas solares, tristeza de las melancólicas hembras de grandes ojos, tristeza especial de los mismos cantos ... ». 

Ricardo Molina
«El cante de Juan Breva se caracteriza por su sentimiento, su dulzura nostálgica, su poderosa musicalidad. 

Es triste y bello como una elegía. El sentimiento está literaria y musicalmente expresado con dignidad, sin concesiones al sentimentalismo ramplón que poco después había de invadir Andalucía». 

Sebastián Souvirón
«Hay una modalidad de lo jondo donde El Breva tuvo jerarquía, irrebasable; el cante por verdiales. Todavía esto es una pura incógnita, según parece. 

Todavía, dentro de ese mito que fue Juan Breva, está danzando el mito de ese reino suyo en el que nadie, nadie, le igualó. Y ese reino es el cante por verdiales, cante genuino sin precedentes folklóricos, sin relaciones de ninguna clase. 

Aquí fue rey natural Juan Breva y nadie se lo discute. 

Este es tino de los signos de su mito, de su portento, de su latente y colosal vivencia. Juan Breva hizo de la malagueña algo personal, porque su estilo fue eso, personalidad y ternura. 


Pero de la malagueña por verdiales hizo algo más. Y ese algo más fue elevar a reino aquel mundo lírico y sugerente que se derramaba cantando por las montañas de Verdiales. 

Y después él se coronó con el monarcado de aquella forma, de aquel estilo, Juan Breva, hoy, es el mito de lo auténtico, de lo sugerente, de lo genial.

Porque a la grandeza de su voz unía aquella rara facultad de acompañarse a sí mismo con la guitarra». 

José Luque Navajas
«Hubo un hombre con una gran voz cuyo nombre era Juan. Este Juan predicó por verdiales y bandolás. 
Fue a Madrid a dar testimonio de su arte. No era él la luz, murió casi ciego. Como otro Juan, tuvo un histórico encuentro con un rey. Más en su caso no perdió él la cabeza, sino el rey, hechizado por su arte. 

Inscrito Antonio Ortega Escalona, su vocación fue más de Juan que de Antonio. El pueblo, una vez, acertó llamándole Juan. 

Juan Breva recreó las bandolás de Vélez-Málaga, su tierra, simplemente con cantarlas él. Sin proponérselo, sólo dándose cuenta, hizo de ellas un cante nuevo, el más difícil de todos. 

A partir de entonces dejaron de llamarse bandolás para ser conocidas por cante de Juan Breva.

Ni siquiera se las llama bandolás de Juan Breva. Tal fue la personalidad del genial veleño. A veces he oído decir: malagueñas de Juan Breva. Error; no es de buen aficionado llamar malagueñas al cante de Juan Breva. 

La malagueña, en su sentido flamenco estricto, es un cante lento, triste, de gran flexibilidad en su estructura metódica, así como en el acompañamiento de guitarra, que es libérrimo. No puede bailarse. 

En cambio en los cantes de Juan Breva los tercios son duros y se cantan con viveza, sujetos a medida. 

La guitarra toca aquí con un compás ternario y a un aire o movimiento ligero, casi de verdiales (copás, abandolao); y, aunque no suele hacerse, se puede bailar sin necesidad de introducir modificación alguna. 

Partiendo pues la diferencia entre malagueña y bandolá, que en buena técnica debe mantenerse, no ofrece dudas que los cantes de Juan Breva no son malagueñas. 

Analizando un poco, veremos que representan un eslabón intermedio en la cadena evolutiva que, arrancando de nuestros fandangos, termina en la malagueña tal como hoy la conocemos. 


Juan Breva utilizó en su cante, junto a dos tipos de bandolás que le sirvieron de base, unos verdiales de Vélez que él cantó ya abandolaos y que por su pujanza y bravura hacían las veces de coda brillantísima. 

De entre las muchas letras que empleó citemos, a guisa de ejemplo, las siguientes: 

(Bandolá corta): «Ni el canario más sonoro, / ni la fuente más risueña, / ni la tórtola en la breña / cantarán como yo lloro / gotas de sangre por ella». 

(Bandolá larga): «Tienes tan malas entrañas / que gozas en mi agonía, / pero el día llegará / que llorando noche y día / me has de venir a buscar». 

(Verdial de Vélez): «En la Cala hay una fiesta / mi mare me va a llevar / y como iré tan compuesta / me sacarán a bailar / con mi par de castañetas». 

Conocemos por tradición que este último cante lo aprendió Juan Breva de su madre. 

Refería él que cuando la oía de pequeño yendo con ella en el burro en medio de la paz del campo, se sobrecogía. Quizás por esta razón sentimental lo cantara sin adaptarle la letra a su sexo masculino. 

 
Todo lo demás que haya que decir del cante de Juan Breva está ya dicho en las bandolás, de las que es el estilo más acabado y bello, cualidades que cobraban su mayor grado en la garganta de su creador, que daba a su cante un arte y una grandeza estremecedores. 

Siempre se mantuvo Juan Breva fiel a su especialidad. 

Con gran intuición sabía que no le hacía falta más. Nunca intentó cantar ni crear malagueñas; y bien que pudo haberlo hecho, pues cuando la malagueña afloró (comienzos de la segunda mitad del siglo diecinueve) tenía nuestro artista diez años escasos. 

Mas la malagueña seguía otro camino, semejante a su bandolá sí, pero con otro principio y otro fin; caminos paralelos y que, por lo mismo, no se han de encontrar». 

José Blas Vega:
«En honor a la verdad, el primer artífice que logra llevar el cante al teatro de una forma popular y consecuente, es Juan Breva. Su voz cantarina, brillante, de ruiseñor, y el acierto de sus célebres malagueñas, le hicieron romper los limites de los cafés cantantes. Su fama y su arte pasan triunfantes a los escenarios teatrales. Es el primer cantaor que consigue una distinción y reconocimiento fuera de los medios habituales».

Nada menos que « ... la empresa del Teatro Real le ha hecho ventajosas proposiciones al aplaudido "tenor" Juan Breva», decía el Madrid Cómico del 28 de diciembre de 1880.

Sus actuaciones se pusieron tan de moda que constantemente era contratado para animar los entreactos teatrales. 

«En el Teatro de la Zarzuela, pocas horas antes de oírse la voz autorizada de Juan Breva, cuyas lucubraciones, escuchan todos los días miles de honrados madrileños; sonaba ayer la palabra elocuente y majestuosa del Sr. Romero Ortiz, y sonaba como la voz que clama en el desierto», escribía Clarín en un artículo fechado en 1881.


«En su biografía puede leerse el detallado programa del concierto extraordinario, que acompañado por el guitarrista Niño de Lucena, dio en el Teatro Principal de Lucena el 4 de enero de 1883, todo un acontecimiento de gran personaje, aunque haga lamentarse a Alejandro Sawa, que la cantante más celebrada sea la Parrala... y el artista más admirado Juan Breva. 

La realidad de esta popularidad en la España flamenca del último cuarto de siglo, era algo palpable».







1 comentario:

  1. Una recopilación muy interesante, si puedes editar el titulo y quitarle la "s" estaría fantástico.
    Gracias por propagar el nombre y la categoría humana de Juan Breva.
    Un saludo.

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