Apenas quedaban unos kilómetros para que su última cobertura del conflicto sirio finalizase cuando la suerte se torció de forma drástica. El veterano reportero de EL MUNDO Javier Espinosa y el reconocido fotógrafo 'freelance' Ricardo García Vilanova fueron secuestrados el 16 de septiembre de 2013 en el 'checkpoint' de Tal Abyad, en la conflictiva provincia de Raqqa y a escasa distancia de territorio turco, cuando trataban de abandonar Siria tras dos semanas informando sobre las consecuencias de la guerra en los civiles de la provincia de Deir Ezzor.
Los reporteros fueron capturados junto a cuatro combatientes de Ahfad al Moustapha, una de las brigadas del FSA (Free Sirian Army, en sus siglas en inglés) y que, en teoría, debería haberles proporcionado protección. Los sirios terminarían siendo liberados 12 días después, pero no fue el caso de los españoles.
Al principio, los captores -miembros del ISIS, Estado Islámico de Irak y Siria, la organización radical instalada en el país árabe procedente del vecino Irak- adujeron que sólo pretendían investigarles para excluir que se tratase de espías. Con el tiempo, los nombres de los dos españoles han pasado a engrosar la lista de secuestrados en Raqqa, una enorme sucesión de nombres árabes y extranjeros que aumenta día tras día.
Los contactos indirectos con los secuestradores -razón del silencio informativo que ha envuelto el caso durante más de dos meses- no han revelado qué pretenden obtener a cambio de las vidas de los españoles.
El movimiento radical, antes considerado una rama de Al Qaeda, pero que ya no atiende a las órdenes de su máximo líder, Ayman al Zawahiri, parece especialmente afianzado, pese a las exacciones cometidas y los combates con otros grupos armados, que les han enfrentado con la práctica totalidad de las brigadas opositoras en Siria, incluso con las islamistas.
El ISIS mantiene extranjeros secuestrados en buena parte de las provincias donde disponen de cierto control. Poco importa la condición, nacionalidad o la labor del rehén: el ejemplo más notorio podría ser el secuestro del religioso italiano Paolo Dall'Oglio, secuestrado por el mismo grupo el 29 de julio en Raqqa, cuando intentaba mediar en la liberación de otros rehenes. Dall'Oglio, quien ha consagrado su vida a trabajar por la convivencia religiosa siria, es considerado un símbolo de tolerancia y convivencia entre quienes lanzaron la revolución.
Algo similar ocurre en el caso de los periodistas españoles secuestrados, bien conocidos por haber realizado una decena de viajes al país en guerra desafiando los peligros de uno de los conflictos más virulentos de nuestro tiempo.
Cuando se extendió la voz en Siria del secuestro de Javier Espinosa y Ricardo García Vilanova, uno de los activistas más reconocidos de Homs decidió intervenir para lograr su liberación. Tres días tardó en atravesar el país, sorteando los controles y escapando de bombardeos, y llegar al norte, donde mantuvo varias reuniones con correligionarios de los captores para convencerles de la excepcionalidad del caso.
"Tras muchas negativas, me enfadé y grité: '¿Dónde estabais todos vosotros durante la caída de Baba Amr?'", exclamó el joven en referencia al barrio mártir de Homs, símbolo de la brutal represión de la dictadura siria. "No os vi. En cambio, Javier sí estaba allí, ayudándonos a evacuar a nuestros heridos".
En esta foto tomada el 24 de mayo de 2012, los periodistas españoles Javier Espinosa, a la derecha, y Ricardo García Vilanova, izquierda, posan para una foto durante la ceremonia de premios de periodismo Miguel Gil en Barcelona, España. Foto: Joan Borras, AP
La frase describe la desolación que se ha apoderado de innumerables sirios ante la oleada de secuestros a manos del ISIS, una política que anima a la prensa internacional a trabajar exclusivamente del lado del régimen para proteger la seguridad de su personal. Pero el comentario refleja también la imagen profesional que se han labrado Espinosa y García Vilanova en una revolución que han cubierto desde sus orígenes, pese a las extremas dificultades.
El corresponsal del diario EL MUNDO para Oriente Próximo y el fotógrafo 'freelance' han sido dos de los periodistas internacionales que más veces han visitado el país árabe para denunciar el sufrimiento de una población que vive al límite de la resistencia.
En los numerosos viajes que ambos -juntos o por separado- han hecho a Siria desde la primavera de 2011, sus destinos siempre se centraban en las zonas más castigadas por la artillería y la aviación o en las regiones liberadas y sometidas a cerco militar. Homs, Idlib, Alepo, Raqqa, Deir Ezzor... Desde esta última provincia, documentaron la sobrecogedora destrucción de los núcleos civiles, el regreso al colegio de los escolares sirios entre las bombas o la existencia de una clínica dedicada exclusivamente a asistir parturientas en medio de los bombardeos.
Su trabajo del lado de las líneas rebeldes implicó que fueran incluidos en las listas negras que el Gobierno de Damasco presentó a Naciones Unidas para delatar a los periodistas que no son bien recibidos, especialmente tras la cobertura realizada por Javier Espinosa de la caída de Baba Amr: tras sobrevivir milagrosamente al bombardeo que tuvo como objetivo el centro de prensa donde se encontraba, donde murieron los periodistas Marie Colvin y Remi Ochlik y otros dos colegas resultaron heridos de gravedad, decidió permanecer en el barrio para denunciar la masacre contra la población civil.
Ghaith Abdul-Ahad, centro, un corresponsal de The Guardian y un portavoz de ambas familias de Javier Espinosa, y Ricardo García Vilanova, hablan durante una conferencia de prensa con Monica Prieto, izquierda, esposa de Espinosa, y, Ayman Mhanna, derecha, director de Samir Kassir Foto: Bilal Hussein, AP
Sólo aceptó salir con el último convoy de civiles que, guiados por activistas y combatientes, utilizó una canalización de agua subterránea en desuso para huir: a la salida, una emboscada del ejército sirio se abatió contra ellos en forma de lluvia de disparos. Desapareció para reaparecer 48 horas después, sano y salvo: había guiado a dos heridos en una huida desesperada que finalmente derivó en el Líbano.
El Gobierno sirio, tras encontrar sus pertenencias al lado de varios cadáveres, dio a Espinosa por muerto pero, a esas horas, ya estaba denunciando la matanza contra los civiles que había presenciado. Aquella experiencia -una más en 25 años de cobertura de conflictos- no le disuadió, sin embargo, de seguir cubriendo la revolución siria, más bien al contrario: poco después, regresaría junto a Ricardo García Vilanova al frente norte, que tanto ha cambiado en los últimos tiempos.
Para el fotógrafo barcelonés, colaborador de los más prestigiosos medios internacionales, la decisión de seguir cubriendo la convulsa Siria tampoco fue fácil. Pese a su condición de 'freelance', Vilanova no esperaba a recibir encargos para adentrarse en el país y documentar las atrocidades cometidas contra la población.
Se habituó a pasar largas temporadas en el interior de Siria, pasando las mismas penurias que cualquier otro habitante, hasta que un serio incidente le obligó a cambiar su estilo de trabajo: el domicilio particular donde vivía en Alepo junto a un equipo de doctores fue asaltado por miembros del ISIS que se llevaron al catalán por la fuerza, en un incidente que nunca salió a la luz.
Tras diversos interrogatorios, Vilanova fue liberado una vez que sus captores concluyeron que no se trataba de ningún espía sino de un reportero independiente.
Se habituó a pasar largas temporadas en el interior de Siria, pasando las mismas penurias que cualquier otro habitante, hasta que un serio incidente le obligó a cambiar su estilo de trabajo: el domicilio particular donde vivía en Alepo junto a un equipo de doctores fue asaltado por miembros del ISIS que se llevaron al catalán por la fuerza, en un incidente que nunca salió a la luz.
Tras diversos interrogatorios, Vilanova fue liberado una vez que sus captores concluyeron que no se trataba de ningún espía sino de un reportero independiente.
Ni la experiencia de Baba Amr ni la detención previa les disuadieron de abandonar a los sirios. Espinosa y Vilanova comparten el espíritu de sacrificio necesario para la cobertura de conflictos, donde las dificultades -a menudo, penalidades- resultan un desafío y la escasez de comida o agua, la insalubridad, el miedo y el peligro no logran ensombrecer el objetivo del trabajo. Creen en el periodismo como una labor de denuncia y un servicio social y eso explica que, a menudo, hayan elegido los destinos más inhóspitos y peligrosos para dar voz a sus habitantes, pese a exponer sus propias vidas.
Imagen tomada por Javier Espinosa en marzo de 2013 en Homs, donde estuvo informando de los bombardeos del régimen Sirio.
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