Vino de Sicilia para darle a su tío un heredero. Acabó casada en secreto con un guardia de corps, anclada a negocios millonarios, montando golpes de Estado en América y acusada de robo.
A veces estudiamos el recorrido de la Historia como si sus protagonistas hubiesen sabido desde el primer día cuál iba a ser su papel y su destino, y les bastara sólo con seguirlo como un hilo inexorable.
La realidad es más bien que en sus aciertos y errores había tanta pasión y tanta incertidumbre como la que reservamos el común de los mortales a nuestras decisiones cotidianas. Y un caso paradigmático es el de María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, también llamada María Cristina de Nápoles.
José María Zavala, experto precisamente en presentar un rostro natural y creíble a los protagonistas de nuestro pasado y en narrar sus vidas como la sucesión de aventuras que muchas veces fueron, pone la lupa en La reina de oros (LibrosLibres) sobre una mujer singular.
No fue especialmente amada por sus súbditos, y tal vez por ello no se ha prestado la atención debida a su rol decisivo en el cambio de régimen en España. Su mentalidad era más tradicional que liberal, pero Isabel II, la hija que había tenido con su tío Fernando VII (quien hacía con ella el cuarto intento matrimonial de obtener descendencia), era su hija, y por verla reina se decantó por el bando contrario al de su cuñado Don Carlos, forzando el cambio legislativo para posibilitarlo con el que comenzaron las guerras carlistas.
Pero Zavala escribe una historia política de María Cristina ni de su Regencia (1833-1840), sino una entretenida historia personal que repasa cuatro o cinco momentos increíbles y "gloriosos" que hacen de ella un caso vitalmente extraordinario.
María Cristina, retrato de F.X. Winterhalter
¿No lo es que una mujer que acaba de ver morir al Rey, su tío y marido y padre de sus dos hijas (Isabel y Luisa Fernanda), contraiga segundas nupcias a las pocas semanas con un guardia de corps, Fernando Muñoz, a quien hará subir como la espuma en títulos, cargos y negocios (con el celebérrimo Marqués de Salamanca por medio) sin recato alguno?
¿No lo es que mantuviese en secreto ese matrimonio para no perder la Regencia, al tiempo que tenía con Muñoz ocho hijos, que uno tras otro disimulaba ante la Corte (las ropas de la época y un retiro a tiempo lo permitían), bautizándolos con padres y nombres supuestos? ¿No lo es que, además, su marido y ella supieran que su matrimonio era inválido por un defecto de jurisdicción en el oficiante (defecto causado por la necesidad del secreto), y vivieran con esa tortura de conciencia hasta que, muchos años después, pudieran casarse de nuevo (principal aportación documental de esta obra)?
María Cristina de Borbón en el Museo del Prado, retrato de Vicente López Portaña. Imagen Interactiva.
¿No lo es que, desde el exilio (adonde la mandaron Baldomero Espartero primero y su misma hija Isabel después), montase una descabellada operación militar para colocar como rey de Ecuador a uno de sus hijos con Muñoz, gracia que casi cuesta una guerra?
¿No lo es que fuese acusada en las Cortes de la Primera República de haber robado las joyas de la Corona cuando partió al destierro, provocando un debate parlamentario en el que se foguearon primeros espadas, como el mismo Antonio Cánovas del Castillo, y con ribetes de esgrima parlamentaria y caballeresca por el honor o del deshonor de una dama de alcurnia?
María Cristina de Borbón mandó mucho y sui generis en su Regencia, y esa labor merece un análisis político.
Pero además se mostró en todos los demás aspectos de su vida, los que definen el ser y el actuar de una persona, como una mujer ambiciosa por convicción (hacía falta mucho dinero para sostener su tren de vida en París), enredadora por hábito y pasional en el amor, tanto hacia sus maridos -quiso a su modo al monarca, sostiene Zavala- como hacia sus hijos, pero con una preferencia indisimulada por los habidos con Muñoz en detrimento de la reina y de la infanta, futura duquesa de Montpensier.
La reina de oros nos introduce en su psicología y en sus aventuras, propias de ese culebrón continuo que los Borbones han sido y que tiene en este autor uno de sus investigadores más certeros.
Más:
ESCENAS DE SEXO REAL
LA INSACIABLE MARÍA LUISA
LOS BORBONES EN PELOTA
EMBARAZOS SECRETOS
EL GENERAL BONITO LA INICIÓ
DESCUBREN EL VIRUS BORBÓN
El retrato pornográfico de los Borbones
El desastre de los Borbones
Más:
ESCENAS DE SEXO REAL
LA INSACIABLE MARÍA LUISA
LOS BORBONES EN PELOTA
EMBARAZOS SECRETOS
EL GENERAL BONITO LA INICIÓ
DESCUBREN EL VIRUS BORBÓN
El retrato pornográfico de los Borbones
El desastre de los Borbones
No hay comentarios:
Publicar un comentario
DEJA TU COMENTARIO