"Me gustaría decir que sigo siendo la esposa de Mustafa Setmarian, pero no se si sigo casada o no. Mi marido fue secuestrado por el gobierno estadounidense hace cuatro años y desde entonces no sabemos nada de él".
Helena Moreno es madrileña, de Moratalaz, y es la esposa de uno de esos prisioneros fantasma cuya existencia niega Estados Unidos. Setmarían, más conócido en círculos yihadistas por su alias de Abu Musab al Suri, está desaparecido desde que fue detenido en Pakistán a finales del 2005. Unos días después la CIA descolgó de su web el anuncio en el que ofrecía 5 millones de dólares de recompensa por su captura. Desde entonces, el silencio. Ahora que se lanzan mensajes desde la Casa Blanca sobre el inminente cierre de la cárcel de Guantánamo, Helena no quiere que se olvide a su marido y a los otros prisioneros fantasma que Estados Unidos mantiene en prisiones subcontratadas en Afganistán, Irak, Yemen, Siria, la isla de Diego García o incluso barcos de la Armada. "Si se merece un juicio, pues que se le juzgue, e incluso que se le condene, pero que sea un juicio justo. Que se le acuse de algo y que tenga la oportunidad de defenderse…", me dice con ojos de angustia.
La entrevista se la hago en la habitación de un hotel en una ciudad del Golfo Pérsico, donde vive de manera discreta. No quiere dar el nombre del lugar para no molestar al Gobierno que la acoge. Llevo cuatro años intentado entrevistarla. Durante ese tiempo nos hemos cruzado muchos emails y siempre he respetado su negativa a hablar. Nunca le mentí. Siempre le dije que me interesaba mucho la figura de su marido, al que considero un tipo extremadamente culto e inteligente, y por tanto, extremadamente peligroso si aplica toda esa lógica a la violencia yihadista. Nunca le adorne o suavice las preguntas que le quería hacer sobre Setmarian. Sabía que tanto su email como su teléfono eran constantemente rastreados por los servicios secretos norteamericanos para encontrar alguna pista que les llevara al que para muchos es el número cuatro de Al Qaeda. Esa sinceridad, y la idea de que no buscaba una exclusiva como fuera, sino hablar con ella cuando se sintiera preparada para ello, se materializó hace unos días.
Helena está desesperada. Se considera una especie de viuda virtual porque ni siquiera sabe si su marido está vivo o muerto. Cuando Estados Unidos ha reconocido que custodia a algunos de los más peligrosos miembros de Al Qaeda, incluso a los autores materiales del 11-S, Helena no se explica porque esa negativa a confirmar que mantienen preso a Mustafa. Recientemente, el FBI ha reconocido que "no está en territorio de EEUU", lo cual no quiere decir que no se encuentre en cualquiera de los buques de la Armada que funcionan como prisiones flotantes, en bases militares de otro país como Diego Garcia (en el Indico), Bagrán (en Afganistán) o Guantánamo, o incluso en cárceles de Siria o Egipto. "¡Fíjate como estaré de desesperada que he llagado a pensar que ojala estuviera mi marido prisionero en Guantánamo!. Al menos así podría decirle a mis hijos donde está su padre, o mandarle cartas con la Cruz Roja Internacional donde le digamos: "Papa, te queremos y te echamos de menos"…
Helena puso condiciones para la entrevista. Yo iría sólo y sería en el hotel, nada de visitar su casa. Moreno se presentó con su hijo mayor, Abdulkader, que es una copia exacta de su padre. Venía vestida con un nikab, el velo negro típico en la península arábiga que cubre a la mujer por completo excepto los ojos. Nos tomamos un café y charlamos un rato para cogernos confianza. Me costó convencerla de que se retirara el nikab para la entrevista. Cada uno es libre de vestir y vivir como quiera, "no cuestionó para nada las elecciones vitales de cada uno" le dije, pero Helena era consciente de que esa imagen, con su rostro completamente tapado, hablando a través de un velo que apenas se movía, podía causar cierto rechazo o cierta incomprensión antes su causa en España. Madre e hijo me pidieron unos minutos de reflexión para decidir si se quitaba ese velo. Me fui de la habitación para que lo pensaran a solas. Quitarse el velo ante un hombre que no sea de la familia era realmente una prueba, a la vez de lo desesperada que está Helena, y de la necesidad por hacer algo por su marido. Al final, y también ante el argumento de que yo debía de asegurarse de que realmente estaba entrevistando a Helena Moreno, accedió a retirárselo. De alguna manera sentí que estaba violando su espacio más íntimo y su decisión más personal como musulmana. Me sentí incómodo hasta que la propia Helena sonrió por primera vez.
Creo que Mustafa Setmarian, o Abu Musab al Suri como el prefería llamarse en los últimos años, es un prisionero de alto valor para los servicios de inteligencia norteamericanos. En su cabeza está el diseño de la nueva Al Qaeda, de la nueva Yihad global. Es un estratega. Sus consejos y sus recomendaciones han sido escuchados tanto por Ben Laden como por el Mula Omar. Y Helena siempre ha estado muy cerca de él, en Pakistán o en Afganistán. Le digo que podría escribir un libro sobre sus peripecias y que si es consciente de haber vivido en el epicentro de la HISTORIA con mayúsculas estos últimos años, y me dice que, a veces, uno puede estar en el epicentro de una tormenta y no enterarse de nada y que su casa sea la única que no tiene desperfectos. A mi me parece que su lealtad y su amor por su marido le hace ponerse demasiadas vendas ante sus ojos. Hay demasiadas evidencias que Helena se niega a ver o a somatizar. Evidencias, y pruebas.
Pruebas de que Setmarian mantuvo una relación muy especial y cercana tanto con Ben Laden, al que le mandaba emails criticando algunas acciones de Al Qaeda, como con el Mula Omar, el líder talibán al que tanto admiraba por haber creado un auténtico Emirato Islámico. Pruebas de que dirigió su propio campo de entrenamiento militar e ideológico en Afganistán, el que llamó Al Ghuraba, cuya traducción podía ser la de "Los diferentes", y que nos da una idea de la independencia y el respeto del que gozaba la figura de Setmarian en el Afganistán del año 2001.
Allí dio numerosos cursillos sobre terrorismo y de allí se obtiene esa imagen que lo ha hecho famoso en todo el mundo, con la pizarra a un lado y el kalashnikov al otro. Esos cursillos fueron grabados en video, y yo tuve la oportunidad de conseguirlos en exclusiva en el 2005 y emitirlos para Cuatro. Fue la primera vez que todos, periodistas, analistas y fuerzas de seguridad, tomamos conciencia de la importancia de Setmarian en la formación de muyahidines en Afganistán a los que no sólo daba entrenamiento militar, sino sobre todo ideológico.
Otra prueba, quizá la más incontestable. En los últimos años, y gracias a su prolífica producción literaria, se ha convertido a través de Internet en el gran teórico de la yihad global y uno de los grandes estrategas que ha tenido Al Qaeda. Al Suri ha escrito, desde la clandestinidad tras la caida de los talibanes, un libro de 1.600 páginas titulado
Llamada a la Resistencia Islámica Global que se ha distribuido por los foros yihadistas como el nuevo manual de campo de Al Qaeda. Entre sus aportaciones, la idea de que esa organización tiene que funcionar con pequeñas células locales autogestionadas y autofinanciadas que a
tenten en los países donde residan y que reivindiquen las acciones bajo el paraguas de la Yihad mundial.
El caso es que mientras los norteamericanos le mantengan desaparecido, Setmarían ni puede ser juzgado ni condenado por todo esto. Ahora mismo carece de derechos. Ni siquiera los más mínimos. Ni siquiera los que disfrutan los detenidos en Guantánamo que, al menos, existen. "Mi marido es un prisionero fantasma. Sabemos que fue detenido en Pakistán, que los servicios secretos lo entregaron a la CIA, y que después estuvo internado en una cárcel secreta
de la isla de Diego Garcia. Ahí perdimos el rastro", enfatiza Helena. Sus ojos sólo se iluminan cuando habla de los cuatro hijos que tiene con Setmarian. Sólo el mayor Abdulkader sabe quién es su padre, el mediano Omar, y las dos niñas Dania y Zuriya, creen que es un escritor famoso que vive en el extranjero. "Fíjate que la prensa ha llegado a decir que teníamos cuatro varones y que a uno
de ellos le habíamos llamado Osama, como Ben Laden", se queja esta mujer fuerte y vital. Muchas noches, Helena le escribe a su marido un diario, contándole cosas cotidianas de la familia o el trabajo, diario que después guarda en un cajón porque no tiene a donde enviarlo. Helena sabe que a Setmarian se le acusa de ser un líder terrorista, un teórico de la Yihad, un experto en explosivos, y que el juez Garzón le tiene encausado por haber formado, supuestamente, la primera célula de Al Qaeda en España. Sabe, que si le dejan vol
ver, probablemente, le espera la cárcel, pero le da igual: "Pido ayuda al gobierno de mi país. Mi marido es español, nuestros cuatro hijos son españoles. El gobierno debería moverse. ¡Hacer algo!"
Su fidelidad, su devoción por Setmarian,
parecen haber desactivado su capacidad crítica respecto a la figura de su marido. Porque Helena no es tonta. Todo lo contrario. Ha sabido sacar adelante a cuatro hijos en países extranjeros y muchas veces, casi, en la clandestinidad. Habla perfectamente árabe e inglés. Da clases en un instituto. Y se da cuenta, claro, de que hago y rehago las mismas preguntas sobre las "actividades" de su marido, aunque de diferentes maneras. Por eso, cuando le pregunto de qué se le acusa, me responde que "de escribir y pensar". Cuando le repregunto que por escribir y pensar no se ofrecen cinco millones de recompensa asegura que sí, que fue para acallar su voz y sus opiniones. Helena trata de banalizar las acusaciones que hay contra Setmarian e insiste en su lado más intelectual e ideológico. Asegura que tras el 11-M, cuando algunos medios de comunicación apuntaban su posible au
toría intelectual, el propio Setmarian llamó a casa de sus padres, en Moratalaz, para negar su relación con los hechos. Helena no se cansa de repetir que Setmarian es sobre todo un profesor, un pensador, y me suelta:
-"¡Incluso tu, Jon Sistiaga, le has llegado a calificar en tus reportajes como de catedrático!",
-"No es del todo cierto, le respondo, yo lo que dije es que era una especie de catedrático del terrorismo".
-"Bueno, tu has dicho cosas que, mejor vamos a pasar de ellas para llevarnos bien", me aclara…
Le digo que quizás tenga razón, que sea un teórico, o mejor dicho, un estratega, pero que en sus charlas ante los muyahidines, y que Cuatro emitió en exclusiva, decía cosas como que "para el terrorismo, como para la poesía, se necesita talento", que enseñaba como atentar contra una central nuclear lanzando contra ella una avioneta kamikaze, o que titulaba algunas de sus charlas como "cultura terrorista" (Thaqafah irhabiyyah). Helena se encoge de hombros, asegura que las traducciones del árabe no suelen ser fiables, pero que, repite, "debería tener un juicio justo y la oportunidad de defenderse…"
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