“Yo trabajaba como contratado en el Ayuntamiento y me llamaban cuando había obras o se necesitaba gente para hacer chapuzas o lo que fuera.
Aquel día 14 yo estaba refugiado con mi mujer y mis dos hijos en el Convento de las Trinitarias a donde nos habían llevado a muchos de San Roque.
Después de la toma, nos dijeron que nos fuéramos a casa.
Al salir del Convento un moro me pidió una manta que yo había traído para poder acostar a los niños y encima que se la di me dio un bofetón sin saber por qué.
Me fijé que ese moro tenía en la muñeca lo menos tres relojes.
Después nos fuimos para abajo.

Pero cuando íbamos para abajo, casi al final, llegaron muchos legionarios corriendo y empezaron a dar voces en la puerta de la Casa del Pueblo y disparaban hacia dentro desde una ventana que había.
Los niños empezaron a llorar y nos fuimos corriendo otra vez para arriba, hasta San Andrés.
Bajamos entonces por Trinidad y había muchas personas muertas y la sangre corría por la calle. En puerta Trinidad también había muchos muertos y por la otra parte, cerca del puente, había muchos legionarios, también muertos.
Eran todos muy morenos de piel. Un poco más allá había otros cuatro o cinco moros y dos o tres legionarios que registraban a la gente y a algunos les hacían tumbarse en el suelo.
También había algunos muertos y uno de los árboles tenía el tronco lleno de sangre. Cuando llegamos a ellos, un moro me agarró por el pescuezo y me dio un tirón de la camisa y hablaba no sé qué.

Cuando llegamos a casa nos encerramos por dentro porque se oían muchos tiros y acostamos a los niños que no habían dejado de llorar todo el tiempo.
Cuando se hizo de noche no había luz, ya llevábamos sin luz dos o tres días en Badajoz.
Nos acostamos, aunque los tiros seguían sonando de vez en cuando y no pudimos dormir. Por la calle Macón se oían muchas carreras y voces y, de vez en cuando, un disparo.
A mí vinieron a buscarme a eso de las tres de la mañana llamando fuertemente a la puerta. Mi mujer empezó a gritar creyendo que me llevaban detenido y yo no había hecho nada.
Desde fuera me dijeron que eran guardias civiles y que no me asustara ya que venían a por mí porque había trabajo.
Yo no me fiaba, pero abrí la puerta y sí, eran dos guardias civiles del Puesto de San Roque que me dijeron que tenía que ir con ellos pero que no era para nada malo y que no me asustara.
Andando nos fuimos a casa del..... (aquí nombra un apodo por el que era conocido el conductor de una camioneta del Ayuntamiento).
Cuando le llamamos él también se asustó mucho, pero al verme se tranquilizó un poco.

Así nos fuimos para allá, el conductor y yo en la cabina y los dos civiles en la plataforma (esa camioneta no tenía laterales y la plataforma tenía los lados un poco levantados hacia dentro para que no se cayeran las cosas.
Después fue horrible, porque el canalillo del medio se llenaba de sangre de los muertos.)
A eso de las tres y media de la mañana llegamos a la plaza de toros y los civiles se bajaron.
Allí había muchos legionarios y guardias civiles, todos hablaban muy alto y se les veía muy nerviosos.

Nos dijeron que pusiéramos el camión dentro y entonces me fijé que en los chiqueros había mucha gente vigilada por legionarios y muchos gritaban y lloraban.
Dentro del ruedo, a mano izquierda según se entraba, había varios muertos en fila y nos dijeron que los cargáramos en el camión y nos los lleváramos al cementerio.
A un lado había varios guardias civiles de pie, como si estuvieran formados.
Un legionario sacó a dos de los presos y les mandó ayudarnos a cargar a los muertos. Esta vez no los conté porque me impresioné mucho, ya que aún estaban caliente.
Recuerdo que uno de ellos se quejó al dejarle caer en la plataforma y un legionario sacó una pistola y le dio un tiro en la cabeza.
Yo estaba zurrado de miedo y no me atrevía ni a hablar.
Cuando estuvieron todos arriba, un falangista muy risueño, que yo le conocía de vista, le dijo a los dos presos que “se esperaran un momentito allí que les iban a decir un recado” y a nosotros nos mandaron al cementerio con la carga.
Salimos hacia puerta Pilar y aunque era noche oscura y no había luz, se veían muchos soldados y, sobre todo, moros que andaban para arriba y abajo, buscando no sé qué.
Al salir por puerta Pilar también había muchos muertos aquí y allí desparramados por el campo, muchos de ellos eran moros.
Bajamos por la Ronda de este lado, que entonces era una carretera de adoquines, hasta la carretera de Olivenza y desde aquí, al cementerio.
Cuando llegamos allí ya había un camión del ejército que había llevado a varios legionarios muertos y los tenían al lado de la pared, uno junto a otro. En aquél entonces el cementerio era más chico que hoy y se entraba por la puerta que hay un poco más allá.
Un paisano que también estaba allí, no dijo que descargáramos a los que nosotros llevábamos al otro lado del camino, en un descampado.
El conductor y yo nos pusimos a ello y nos ayudó el enterrador que decía que no sabía que iba a hacer con tantos muertos ya que no tenía preparadas tantas tumbas.
Cuando terminamos nos dijeron que volviéramos a la plaza de toros y así lo hicimos.
Al llegar de nuevo a la plaza, aún de noche oscura, vi que había más guardias civiles y paisanos que antes. Algunos de los paisanos iban vestidos de falangista.
Desde los chiqueros salían muchas voces y la gente lloraba en su interior.
Junto a la puerta del túnel (se refiere a un pasadizo, que pasando por debajo de las gradas, unía el callejón del ruedo con la antigua galería de tiradores del baluarte de San Roque, en el que estaba construido la plaza) había dos legionarios de guardia que no decían nada.

Pero los paisanos se reían mucho.
Me fijé que cerca de la puerta de entrada al ruedo había sentado un guardia civil con la cabeza entre las manos y el fusil en el suelo.
Dentro de la plaza había esta vez más muertos, pero no todos juntos, sino un montón aquí y otro más allá. Después supe que los sacaban por tandas y los iban fusilando.
Aquel día dimos lo menos seis viajes y después ya no mataron a nadie más, pero nos mandaron recoger por las calles a los que allí había que en algunos sitios estaban amontonados como si en vez de personas fueran animales.
También estuvieron recogiendo muertos otros y los militares recogían a los suyos.
Todos, unos y otros, fueron trasladados al cementerio. A los militares me parece que los enterraron en fosas comunes, yo al menos vi a varios moros cavando en el suelo, pero a los paisanos los fuimos dejando frente a la puerta, en el descampado donde habíamos dejado a los primeros.
Hacia las tres de la tarde había muchísimos allí.
Ese día terminamos hacia las cuatro de la tarde y nos dijeron que al día siguiente, 16, estuviéramos en la plaza de toros a las cuatro de la mañana y un paisano que más tarde se hizo falangista, pero que antes no lo había sido, y que vivía en la calle Menacho nos dijo “que había que seguir haciendo el arrastre”.
Al día siguiente, a esa hora, nos volvimos a ir los dos hacia la plaza, pero andando ya que no nos habían dejado llevarnos la camioneta, y vuelta a empezar con la historia.

En el primer viaje me fijé que los habían colocado a los muertos unos encima de otros formando un montón. Cuando dimos el segundo viaje ya les habían dado fuego.
Aquello era espantoso. El olor era terrible y algunos muertos parecían como si se quejaran cuando ardían.
Hacia las nueve de la mañana me fijé que había un coche negro grande y al lado, mirando al fuego, estaban un cura y tres o cuatro personas muy trajeadas que miraban cómo se quemaban los muertos.
También empezaron a llegar mujeres que lloraban pero no las dejaban acercarse. Ese día 15 y los que siguieron se mató a mucha gente en Badajoz aunque no podría decir a cuántos.
Pero nosotros dimos bastantes viajes. Después, más adelante, la cosa se calmó un poco y ya los llevaban los falangistas o los guardias civiles al cementerio en camiones y allí los fusilaban.
Pero ya dejaban que los familiares se llevaran a los muertos y muchos cavaban ellos las tumbas donde se les decía, pero muchos iban a la parte de arriba y los enterraban a todos juntos".
Testimonio extraido del Libro "Ellos lo vivieron" de Francisco Pilo Ortíz.
Artículo supervisado y admitido por el Autor.
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He visto que en esta página se ha publicado, íntegramente, parte de lo que yo había escrito en el libro Ellos lo Vivieron, sin consultarme ni pedirme permiso.
ResponderEliminarNo voy a entrar en más historias de si es legal o no, aunque, al final del artículo se cite el libro y el autor, en este caso, yo.
Al fin y al cabo, cuando alguien escribe cualquier cosa la intención es que se sepa y divulgue.
Permítame, tan sólo, tres incisos:
Primero.- La primera fotografía, no es de la guerra civil, sino que pertenece a las detenciones realizadas en 1934, a raíz del golpe de estado del PSOE. (Entre otras cosas se puede datar la fecha por la uniformidad de los guardias de Asalto, que no corresponde con la que era reglamentaria en 1936).
Segundo.- La entrada del cementerio que se refleja en la fotografía, no corresponde al cementerio de San Juan de Badajoz.
Y, tercero.- Los sucesos de Badajoz fueron muy graves y dolorosos para las personas que los sufrieron, por eso, en mi opinión, hay que tener un respeto por ellos y no mancillar su memoria.
La última fotografía, la del vídeo Historias de Badajoz, parte IV, es escalofriante y demuestra la crueldad de la que hicieron gala quienes asesinaron a esas personas que se ven en la fotografía, que por su posición en el lugar donde yacen, se deduce que fueron asesinados, uno a uno, de un tiro en la nuca. Sin embargo, no sé si por ignorancia de quien ha ilustrado el texto, o por malicia y falta de respeto a los que murieron en Badajoz, ha olvidado decir que esa fotografía no corresponde a la "matanza de Badajoz” sino al brutal asesinato en masa de más de doscientas personas, el día 19 de julio de 1936, en el Cuartel de la Montaña (Madrid) y ese asesinato en masa se convirtió en el primer crimen contra militares, pero fue realizado por los gubernamentales, no por los rebeldes.
Es muy importante recordar que el día anterior, el 18 de julio, en Fuente de Cantos (Badajoz), las milicias quemaron vivas dentro de la iglesia a varias personas y tampoco esa brutalidad la llevaron a cabo los rebeldes, sino los gubernamentales.
Francisco Pilo Ortiz
Tanto de un bando como de otro se cometieron grandes barbaries... pero siempre se intenta compensar y restar mportancia con los asesinatos perpetrados por los gubernamentales..
ResponderEliminarParece mentira que todavía se intente justificar las masacres y el genocidio franquista y golpista. Lo que había era un gobierno democratico pese a quien pese.
ResponderEliminarEsto no gustó a los militares que parecian haber perdido parte del poder, entonces llegaron los iluminados salvapatrias y provocaron la mayor masacre asesina de este país y dejaron el país sumido en una pobreza terrible y en una ruina espantosa, todavía hoy quedan secuelas de aquella ruina provocadas por los salvapatrias violadores y asesinos.
La gerra civil española fue una de las mayores desgracias que le puede pasar a un pais que sirva de leción a todos para que no vuelva a pasar
EliminarQue terrible es la historia que cuenta,pero esa fue la realidad que ocurrió ya que en mi caso mi abuela lo contaba igual,después de fusilar a mi abuelo llegaron al cementerio a enterrarlo y el vigilante les dijo que si podía le identificara entre un montón de cuerpos calcinados y no cabe mayor crueldad en ello pues nunca olvidó esa escena,tenía 46 años y seis hijos,era jornalero y no sabía leer ni escribir.Una victima inocente asesinada por el odio y la barbarie que sus nietos no olvidan.
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