El camino hasta Jászfényszaru comienza a través del humo de los coches en la ruidosa autopista que nace en Budapest, para adentrarse en una senda rodeada de árboles que anuncian que llegamos a la parte más rural del país.

El primer lugar que visitamos parece sacado de una novela de Delibes. Más de cien pastores alemanes entrenados únicamente para atacar se hacinan en celdas mínimas.
Cree que somos criadores españoles interesados en comprar perros para España, es la única forma de que nos abra las puertas.
Mientras nos cuenta las condiciones de pago, nuestra cámara oculta se gira para grabar algo espantoso: en una carretilla les aguarda su comida: carne cruda de otros perros que no han sobrevivido.
Nos dice que no quiere factura, que nada de contratos, y que el transporte es por nuestra cuenta, mientras les tira un palo a las jaulas y los animales se vuelven locos agujereando las alambradas para escapar de su horrible condena.
Nos vende los cachorros a 100 euros y si queremos un perro entrenado, nos cobra 1000.
A sólo unos pasos de su casa, otro hombre nos vende cachorros pomerania y carlinos otra vez la misma historia, nada de facturas ni contratos, la venta toda en negro.

Dice que nos los podemos llevar con 5 semanas de vida a España, con vacunas y todo le consultamos a un veterinario y nos cuenta que con esa edad sólo puede llevar una vacuna, no todas y que con esa corta vida el animal moriría en el traslado por carretera hasta nuestro país que suponen más de 2.500 kilómetros.
El último hombre nos lo dice así de claro cuando nos interesamos por una camada de Westy: “Yo no te puedo dar garantía de nada con los perros, porque cuando viene el del camión y los recoge los junta con otros perros de otros criaderos y yo ya no sé cual es el tuyo, así que si enferma en el camión no es culpa mía”.

Chip obligatorio y una cartilla unificada y oficial para saber de dónde proceden. Nosotros llevamos nuestras imágenes al Jefe del Área de Protección Animal, al verlas asegura que tomará medidas contra estos criaderos.
Porque este tráfico ilegal crece cada vez más. La demanda en España no cesa, ya son 9 millones de personas en nuestro país que conviven con un animal doméstico, y cada vez se quieren más cachorros y de raza.
Debemos concienciarnos desde nuestros inicios por la tenencia responsable de animales y, por supuesto, por la adopción como alternativa a la compra a la hora de buscar un nuevo miembro para la familia.
Al margen de criadores especializados, muchos de los animales que se venden en tiendas son importados en condiciones miserables, ya que proceden de criaderos ilegales. Tú puedes evitar que esta situación continúe.
En España, seis de cada diez familias cuenta con al menos un animal de compañía. Tan sólo un 20% de ellas han optado por la adopción, una cifra muy baja sobre todo si tenemos en cuenta la gran cantidad de animales que son abandonados cada año y los que hay disponibles para su adopción en perreras y protectoras.

Países como Eslovaquia, Chequia o Hungría se han convertido en grandes productores de mascotas, con escasas garantías para quienes los adquieren finalmente en otros países como España.
Las condiciones en las que se encuentran las hembras reproductoras en las llamadas “granjas de mascotas” son deleznables.
Encerradas en jaulas y enlazando un embarazo tras otro, son fecundadas por miembros de su propia familia, haciendo que se perpetúen enfermedades hereditarias generación tras generación.

El comprador, suele encontrarse con que muy pronto el cachorro comienza a sufrir diarreas, vómitos, fiebres etcétera.
La mayoría muere. Otros, pasados los meses, desarrollan graves enfermedades como la displasia o la ceguera progresiva, que requieren tratamientos veterinarios de un coste muy elevado.
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