El 20 de Julio de 1971, fue descubierta la "otra" Dama.
La Dama de Baza.
La Dama de Baza.
Fue entonces cuando el Alcalde de un pueblo colindante con la zona de las excavaciones, Benamaurel, tuvo conocimiento de los hechos y, ante los rumores insistentes de que el hallazgo pudiera desaparecer de la zona, fue puesto inmediatamente en conocimiento de las autoridades en Granada así como de la Prensa.
Ni las autoridades provinciales ni las locales tuvieron en ningún momento intención de retrasar ni entorpecer la labor, sólo pretendían que la estatua (o lo que allí hubiera, cosa que todavía desconocían) no fuese a parar a manos particulares como ya había sucedido con otros objetos de la necrópolis.

Quizás fue un error el permitir que las excavaciones fueran subvencionadas por un particular a cambio de la propiedad de los objetos extraídos.
El 29 de julio de 1971, la estatua es depositada, a primeras horas de la madrugada, en el Museo Arqueológico Provincial.
Un Museo que según artículo de A. Checa, corresponsal especial de Baza, con fecha 24 de julio de 1971, estaba sin organizar ni ubicar en sitio definitivo.
Con ello se daba cumplimiento a la orden del día 26 del mismo mes, julio de 1971, por la que se acordó por el Ministerio de Educación y Ciencia que la bella estatua policromada sedente quedara allí por el momento y se reconociera la propiedad de la obra por parte del Estado
Las operaciones son laboriosas dado el peso de la estatua y el extremado cuidado con el que se la quiere trasladar, un trozo de una pata trasera del trono se perdió en el traslado.
Según cuenta el propio Dr. Presedo en su obra, se la entregó personalmente al inspector nacional de museos, D. J. González Navarrete que se había trasladado a Baza para intervenir en las operaciones del embalaje adecuado.
La pata trasera no apareció. Ahora había que restaurar la escultura. Rojo, azul y siena predominan en su policromía, también el negro.
Se encontró increíblemente bien conservada, a pesar de la escasa profundidad a la que se halló.
El técnico, M. Peinado fue el encargado de la restauración. Era escultor, diseñador de muebles y fabricante de coches.
En las necrópolis ibéricas las tumbas podían ser simples hoyos para recibir los restos humanos, con o sin urna, cubiertos con montículos de tierra o piedra, túmulos de piedra o adobes, pilares estela o monumentos turriformes.
Las tumbas son siempre anónimas. El rito funerario utilizado era la cremación y las cenizas eran introducidas en urnas de cerámica, depositadas en fosas excavadas en la tierra.
Otro caso es el de las esculturas utilizadas como contenedores de la cremación. Y con este cometido apareció la Dama de Baza, en una oquedad lateral del trono, en su lado derecho, bajo el brazo del mismo, estaban las cenizas. Y frente a ella se colocó su ajuar: vasos cerámicos, elementos metálicos, entre ellos, armamento guerrero.
Después de haberse excavado el hoyo para recibir la tumba, quedó un pozo excavado sin desagüe alguno, y el agua y la nieve filtradas se fueron acumulando en el fondo impregnando el ambiente.
Esta humedad fue la causa de la hidratación de la estatua. La estatua, de unos 800 a 1000 Kg de peso aproximadamente, está esculpida en una sola pieza de piedra caliza de color grisáceo, que en la zona llaman “jabaluna”, enlucida de yeso y pintada.
La jabaluna es una piedra caliza microcristalina y microporosa que, cuando absorbe la humedad, se vuelve resbaladiza y pueden producirse desplazamientos y derrumbamientos.
Este tipo de piedra caliza abunda en la región y es muy resistente en ambiente seco. La estatua mide 1’30 m. de altura y 1’05 m. de anchura máxima. Contiene una proporción de sílice del 6%, sulfato de calcio y algo de sodio.
Debido a la humedad del suelo tenía una gran cantidad de agua, el 9%.
Esta piedra recién extraída se talla con facilidad. La estatua se halla estucada y pintada en su totalidad, con algún desperfecto debido a la humedad y al paso del tiempo. Se halla sentada sobre un trono alado con cuatro patas verticales y las patas delanteras terminan en garras de león.
El trono tiene brazos y respaldo provisto de dos alas alabeadas como prolongación del respaldo, pintadas en doble banda color castaño con una franja blanca en el centro.
Las alas del trono aparecieron rotas aunque sostenidas por la tierra que llenaba la tumba. La terminación del brazo derecho del trono, igual que la pata trasera, aparecieron rotos (tal vez por algún pequeño temblor, cosa frecuente en la zona).
La estatua, sedente tiene una actitud un poco rígida, pero se nota el esmero con que el artista la realizó en los detalles: la cara, las manos, pies, manto, las pestañas dibujadas en negro, las cejas arqueadas, el cabello rizado, el peinado en bandós (con raya en el centro y el cabello repartido por igual a ambos lados de la cabeza), el dibujo de la boca, de labios gruesos color rosa vivo, y el rostro también rosa.
La barbilla un poco destacada y una expresión en su rostro un tanto juvenil. El pecho plano, los pies calzados con babuchas rojas, y está cubierta de collares y anillos.
El pajarillo que sostiene en la mano izquierda está pintado de azul intenso. Toda la escultura es una urna funeraria, como lo demuestra el hecho, indicado más atrás, de la aparición de restos de cenizas en el agujero perforado bajo el brazo derecho del trono.
La Dama mantenía casi íntegra su rica policromía, de vivos rojos y azules en el manto, ribeteado por una fina franja azul, seguida de un ajedreado de unos seis centímetros de anchura, en blanco y rojo, y otra franja mucho más ancha que la azul, y en todo el contorno del manto igualmente, de color rojo intenso; y el resto, en su totalidad, de la misma tonalidad azul del borde ribeteado.
El manto cae de la cabeza a los hombros enmarcando la cara, y se desliza hasta el suelo formando numerosos pliegues de forma asimétrica. En la túnica se repiten los colores y motivos del manto en el borde inferior, bajo la cual se ven dos sayas en tonos ocres, que reposan sobre sus pies.

Aparece ricamente ornamentada, sosteniendo con delicadeza un pajarillo en su mano izquierda, mientras que la derecha descansa suavemente sobre su rodilla.

En la tumba de la Dama, la nº 155 de la excavación, se encontró, además de la estatua, el siguiente ajuar
- Ánfora de cerámica gris rojiza a torno, engobe blanco, pintada en negro, marrón y rojo, forma ovoide, borde ligeramente exvasado, franjas negruzcas descendentes y una orla horizontal de hojas de olivo en rojo.
- Ánfora similar, perdió casi toda la pintura por erosión y humedad.
- Ánfora igual a las anteriores pero de perfil más marcado, restos de pintura negra y roja.
- Ánfora del mismo tipo, cuello menos pronunciado y decoración perdida.
- 2 platos a torno similares, color teja y engobe
crema.
- Cuatro urnas a torno panzudas y muy semejantes con ligeras diferencias en el exvasado de los bordes, en el engobe, en la decoración, geométrica de líneas paralelas. Blancas, azules,
rojas y negras.
- 3 tapaderas a torno, cuya decoración varía, y se repite la policromía.

En cuanto a la pequeña tumba aneja a la), el ajuar estaba formado por cuatro urnas panzudas de cuello corto y borde exvasado, dos de ellas bitroncocónicas.
“Toda la decoración pintada de la cerámica de la tumba nº 155 es insólita en la necrópolis y carece de correspondencias exactas en la cerámica ibérica en cuanto al color de la pintura y los motivos de la misma, pero no en cuanto a la forma. Sin embargo, fueron encontrados trazos iguales en forma y decoración en la tumba nº 176”.
La Dama que apareció en la tumba, según palabras del propio Dr. Presedo, “tenía una solemne grandeza... En nuestra larga vida de excavador nunca hemos sentido una emoción comparable a la de este descubrimiento.”
Según F. Presedo, la tumba es de un guerrero, por el testimonio de las armas; la estatua que sirve de urna es femenina, una divinidad protectora del difunto más allá de la muerte.
Olmos (1999) sugiere que la Dama podría simbolizar a personas distintas, la estatua a la mujer presente en la tumba y las armas a los guerreros ausentes, los cuales las habrían depositado como ofrenda a la mujer allí enterrada.
El descubrimiento de la Dama en la necrópolis de Baza, la antigua Basti, marcó un nuevo hito en el conocimiento de la cultura ibérica. Hallada en perfecto estado de conservación llena el hueco dejado por la pérdida casi total del colorido de otras imágenes ibéricas.
La necrópolis se halla en el Cerro del Santuario y Cerro Cepero situados en la espléndida hoya de Baza, una zona de cortijos, a unos 4 Km de la ciudad.
Se trata de un cerro de 60.000 metros cuadrados de superficie y veinticinco metros de altura sobre el nivel circundante.
Es un lugar de habitación con casas de piedra y adobe en el estrato ibérico y una villa de gran volumen en la época romana, de la que también se conserva una necrópolis.
Arqueológicamente es una zona de extraordinaria importancia y concentración de hallazgos de este tipo, que revela los secretos de la Bastetania durante la Prehistoria y la Historia Antigua.
Cerca corre el río Baza y, al noroeste, la espléndida silueta del cerro Jabalcón de alrededor de 1.500 m. de altura, dominando todos los pueblos circundantes. La zona de la necrópolis está formada por pequeños y medianos cerros de formación caliza, de importancia arqueológica singular, a 790 m de altura, cuyo clima es duro y extremado.
Ya en 1.800, el maestrescuela de la Colegiata de Baza, D. P. Álvarez y Gutiérrez (Magaña, 1927, 82-85), realizó una excavación autorizada y describe una necrópolis de incineración con todo detalle.
En dicha necrópolis del Cerro del Santuario y Cerro Cepero, debido a los continuos trabajos de labrantía, roturación y perforación, hay objetos rotos, irreconocibles, lo que supone una limitación a la hora de su estudio.
Las excavaciones iniciadas por el profesor Dr. Presedo (1982, 23-25) se desarrollaron entre 1.967 y 1.971 (con intervalos de inactividad por razones económicas), y pusieron al descubierto varios tipos de tumbas, desde las más sencillas a las más complejas, con numerosos vasos ibéricos y otros importados de Grecia.
El material recogido permite encuadrar la necrópolis de Baza en el s. IV a. C. En fase ibérica plena, constituye un ejemplo del fenómeno funerario de esta época en la Alta Andalucía.
En el año 1.967 se allanó el terreno con excavadoras, se plantaron almendros con barrenas, y empezaron a aparecer fragmentos de cerámica y de metal.
El Dr. Presedo comenzó a excavar con una subvención de 25.000 pts. de la Dirección General de Bellas Artes, y en 1.968 con 5.000 pts. más de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense, y comenzaron a salir enterramientos.

Salvo las tumbas 43 y 52, cedidas por dicho señor al Museo Arqueológico Nacional, los ajuares y demás objetos se instalaron en un museo privado, en San Pedro de Premiá, Barcelona.
En el año 1.970 continuaron los trabajos, pero fue en 1.971 cuando la campaña fue más fructífera, dando lugar al descubrimiento de la tumba de la Dama de Baza.
La tumba de la Dama de Baza, nº 155, es una sencilla cámara consistente en una fosa de 2’60 m. de lado y 1’80 m. de profundidad excavada en la base rocosa del cerro, en la cual se hallaba la Dama en su trono, adosada casi en el centro de la pared norte de la fosa.
Se descubrió a 40 cm. de profundidad. En cada una de las cuatro esquinas, redondeadas y profundizadas con una pequeña excavación ultrasemicircular, se hallaba una ánfora de cerámica, de borde pequeño y asas.
Existe también una plataforma en la esquina sur, a la derecha de la Dama, que podría pertenecer a una sepultura anterior o posterior, o ser un escalón de acceso al recinto principal, tal vez para bajar la estatua; en ella aparecieron cuatro urnas panzudas, rotas.
Las paredes de la tumba estaban alisadas toscamente y había un murito de adobe que sostenía una estructura de madera, irreconocible por el paso del arado.
Las especulaciones en torno al valor artístico de la Dama continúan, pues se la compara con la de Elche, discutiéndose también su antigüedad.
Refiriéndose a la Dama de Baza, el Prof. J. M. Blázquez afirma en el diario Patria, 10 de junio de 1976, que: “es la pieza cumbre del arte ibérico.”
Se llega a la conclusión de que no se puede demostrar con autoridad cual de las dos Damas tiene más valor artístico, antigüedad, valor económico, etc. Reconociendo que es una difícil labor, por no decir imposible, dar un veredicto seguro y tajante, firme y autorizado. Ambas son únicas y, aproximadamente, de la misma época.
La Dama de Baza es una bella diosa ibera cuajada de sortijas, collares y pesados pendientes y zapatos-babuchas.
Dama de Elche
La Dama de Baza es una bella diosa ibera cuajada de sortijas, collares y pesados pendientes y zapatos-babuchas.
Afortunadamente, y después de toda la polémica suscitada, se llega a la conclusión del valor incalculable de la Dama de Baza, lo que no le resta valor a la Dama de Elche.
La Dama debía ser presentada en una exposición general del Ministerio de Educación y Ciencia el 9 de octubre de 1.971. Lo publicaba Ya en su página l6.
La Dama se quedaba en Madrid donde también se encuentran la de Elche y la Dama Oferente del Cerro de Los Santos, Albacete.
La Dama de Baza no ha salido de España. Se quedó en Madrid en cuyo Museo Arqueológico se habilitó y reformó una gran sala en la que fue colocada junto a las otras dos Damas, la de Elche y la Dama Oferente de Albacete.
EL PLEITO
Desde su descubrimiento, la Dama fue motivo de polémicas de todo tipo.
Pero quizá la más sonada fue el pleito que duró hasta febrero de 1975: El litigio sobre su propiedad.
J. Menéndez hace un recorrido histórico por el proceso desde antes de la aparición de la estatua, indicando la propiedad de los terrenos desde 1968, e incluso antes, cuando F. Presedo comenzó sus excavaciones en terrenos de A. V. Lorente, que posteriormente cedió a P. Durán para que realizase una serie de excavaciones arqueológicas, de las cuales cedería el 25% a A. V. Lorente.
¿A quién pertenecía?. A. V. Lorente aseguraba ser su propietario, argumentando que la estatua había aparecido en unos metros que él se había reservado. Ambos la reclamaban. (Sin embargo, estuvo a punto de ser destruida por la construcción de un tiro al plato en el lugar).
Según E.Fons Quiroga (1975), en el año 1970, A. V. Lorente, vendió la finca en cuestión a P. Durán, quien continuó sus excavaciones por medio de F. Presedo.
Los pleitos se fueron sucediendo en los juzgados de Primera Instancia de Madrid, después, el 18 de febrero de 1975 se ve la apelación presentada por P. Durán en la Audiencia Territorial de Madrid y quedó pendiente de sentencia, sobre la cual se argumentaba que: “quien podrá tener derecho a una indemnización, por haber realizado las excavaciones, es P. Durán”.
Y por fin, el Tribunal Supremo (en abril de 1976), dictó sentencia y anuló la de la Audiencia de Madrid: la escultura pertenecía al Estado dado su interés arqueológico, e indica en su artículo cuarto que: “el Estado indemnice a A. V. Lorente, una vez valorada la pieza, en la mitad del valor justipreciado.”
La resolución fue clara y terminante. El diario Ya decía en grandes titulares el 14 de abril de 1976: “Es incalculable el valor de la Dama de Baza”.
“La Dama de Baza podría ser tasada en mil millones de pesetas,” decía Patria el 13 de febrero de 1977. Se especuló sobre el precio que podría haber alcanzado en el mercado internacional: mil ochocientos millones de pesetas.
De ella el Ministerio realizó tres copias, una para Granada, (una copia se encuentra en el aeropuerto de dicha ciudad) otra para Baza y otra para el propietario de las tierras, por un valor de un millón ochocientas mil pesetas. En aquellas fechas, la destinada al propietario aún no había sido recibida.
Desde entonces parece como si todo hubiera quedado en el olvido. La Dama de Baza es una pieza más de nuestros Museos: hierática, serena, silenciosa, desde su urna de cristal nos recuerda su pasado y su antigüedad, la grandeza de unas culturas que nos precedieron y que configuraron la manera de ser de nuestros pueblos.
Extractos de LVCENTVM XXV, 2006
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