LA ZONA HISTÓRICA : El Chepudo


En este relato que describe la batalla de Teruel se esconde un sanguinario y desconocido personaje presente en aquel escenario.: El Chepudo.
Después de cerrado el cerco de la capital el avance por las carreteras de Valencia y Cuenca se hizo de una manera perfecta. Fue un ataque por sorpresa. Sobre el enemigo se lanzó una avalancha de soldados tras los carros blindados y los tanques. 


Los primeros parapetos fueron rebasados inmediatamente. Unos kilómetros más allá, Teruel se ofrecía ante nuestros ojos con toda sus casas erizadas de fusiles y ametralladoras.

Por la carretera de Cuenca, Villastar fue el primer pueblo reconquistado. Destrozada la primera resistencia, en Villastar solamente encontramos pequeños núcleos que cerraban el paso a la capital. Pero los tanques continuaron el avance, y los soldados, movilizados con una precisión matemática, asaltaron el pueblo, camino ya de la ciudad.

Por la carretera de Valencia encontramos la misma resistencia. Los primeros edificios que defendían Teruel eran la plaza de toros y el local de Falange Española, un pequeño chalet donde ellos tenían sus oficinas. Los carros blindados iniciaron la marcha. Y nuestros fusiles y ametralladoras fueron saltando de metro en metro hasta llegar a las mismas puertas de la plaza de toros. 

El enemigo comenzó entonces a replegarse hasta el centro de la ciudad, fortificando los edificios más sólidos. Esperaban los refuerzos que pugnaban por abrirse camino por el otro lado, en el sector de Capillo y Condud.


Cuando la lucha fue adentrándose en la capital, fueron saliendo los primeros vecinos de estas casas, que estaban escondidos en las cuervas y en los refugios de las casas. 

Aprovechaban la noche para hurtar los tiros sueltos de los “pacos”, dedicados a cazar a todos los que huían de Teruel. Las mujeres venían temblando por la emoción y el miedo, con los ojos enrojecidos y los pelos sueltos.

En la carretera de Valencia, dominada ya la plaza de toros, se lanzaban a nuestros soldados preguntando lo que pasaba en el centro de Teruel. Unas tenían familia dentro de la ciudad; otras interrogaban anhelantes si habían salido los presos, entre los que se encontraban seres queridos.

En esta parte de la carretera se formaban corrillos de mujeres y soldados. Eran los primeros momentos de fraternidad de nuestro pueblo. Los soldados cogían a los niños en brazos y los llevaban hasta los coches de evacuación; agarraban a las viejas por el brazo y, en el camino, les hacían preguntas sobre la vida en Teruel. Primero salieron pequeños grupos de mujeres; después, unos centenares. Y la última noche llegaron a salir hasta tres mil mujeres.


La ciudad ofrece una visión impresionante. A lo largo de la carretera los tanques están formados en hilera, con los cañones apuntando hacia los balcones del Gobierno civil y del Seminario. 

El enemigo ya no tiene artillería. Una pieza la instaló en lo alto de un edificio, pero el fuego certero de nuestras baterías la desmontó en seguida; otra pieza quedó en nuestro poder, destrozada también por nuestros cañones. El resto de la artillería ha caído en nuestro poder, y asi tienen alguna pieza se halla ya sin municiones. 

Todos los pasos de la ciudad están batidos por fuego de ametralladoras y de fusilería. Emplean también morteros, pero en casos extremos, cuando la lucha llega a su máxima intensidad para la posesión de alguna casa.

Las mujeres que huyen aterrorizadas de Teruel cuentan en seguida la vida de la ciudad en los diecisiete meses de guerra. Vienen a nosotros con temor. Los fascistas han hecho una gran propaganda diciendo que mataríamos a todos los habitantes. Y cuando estas mujeres ven el trato cariñoso de los soldados que las sacan de los refugios y las llevan hasta los camiones, pierden en seguida el temor y comienzan a hablar y hablar, como si hubieran estado mudas durante todo este tiempo.

Tanques republicanos frente a la plaza de toros de Teruel. 21 de diciembre de 1937

Trece asesinados en el Torico.

En Teruel hay un fascista que ha aterrorizado a toda la ciudad. Me lo cuenta una mujer en la carretera, según sale de las calles donde silban las balas y las ametralladoras del Gobierno civil pican las paredes. No recuerda su nombre, pero cuando va hacia el camión, de su boca no salen más que maldiciones. Es el asesino de Teruel. Y a esta pobre mujer temblorosa le mató un hijo en los primeros días de la guerra.

-Esta ahí arriba-dice. Es cojo y con chepa. ¡El criminal más grande que ha conocido Dios!

Hace mucho tiempo que ocurrió todo esto. Los vecinos de Teruel recuerdan el hecho con espanto. “El Chepudo” fue a la cárcel en compañía de la Guardia Civil, con una lista de detenidos. Inmediatamente le dieron los presos. ¡Trece! Un catedrático, el acalde de Mora, un joven empleado de la Compañía de Seguros. 

Atados los llevó hacia la plaza de El Torico, la mas importante de Teruel. Y los demás falangistas se encargaron de anunciar el asesinato para que acudieran la gente del pueblo.

A la plaza fueron las “señoritas” y “señoritos” de Teruel alegremente, como a una fiesta. “El Chepudo” llegó primero con un preso. Y delante de todos le descerrajó seis tiros en las piernas, hasta que cayó al suelo. Después se encargó de rematarlo.

Asalto republicano a la plaza de toros. 21 de diciembre de 1937

El baile trágico 

Las “señoritas y los “señoritos” pidieron también los otros presos de izquierdas. Y mientras “El Chepudo” iba a buscarlos pasearon alrededor del cadáver, que estuvo en la plaza hora y media. 

Cuando llegó “El Chepudo” con los otros detenidos los falangistas hicieron otra vez corrillo para presenciar la matanza. Serían las seis de la tarde. Muy poco gente del pueblo estaban presente, aparte de éstos. Los habían cogido por el camino, obligándoles a que presenciaran la ejecución.

Los trece hombres, atados unos con otros, fueron cayendo con las piernas a balazos sin dar un grito. Solamente uno dio un viva a la República retorciéndose en el suelo, desde luego .... Después “El Chepudo”, con su pistola, fue rematándolos, disparándole a cada uno las seis balas del cargador.

Aquella tarde Teruel estuvo de luto. Mientras los falangistas se paseaban por la plaza de El Torico la gente del pueblo se acercaba para preguntar si entre los asesinados había algún familiar o amigo... Hasta que llegó un camión, y se llevaron a los trece camaradas asesinados.

Los falangistas no pudieron terminar así. Por la noche organizaron un baile. Y buscaron a las muchachas del pueblo por las calles, obligándolas a ir a la plaza de El Torico para bailar sobre el suelo ensangrentado todavía.

Fuerzas republicanas controlando la recién tomada Plaza del Torico. 7 de enero de 1938


Gente con el terror en los ojos.

Cuando la gente corre a refugiarse tras nuestros tanques, nuestras ametralladoras y nuestros fusiles, cuentan horrorizadas estas escenas de terror. La historia de la ciudad como estos. 

Es una historia larga de asesinatos y crueldades. Teruel es la primera ciudad que cae en nuestro poder, y ella nos ofrece la realidad de la España de Franco, Mussolini y Hitler

Cuando los disparos de los fusiles y las explosiones de los obuses se apaguen en sus calles se podrá oír por completo una historia horrenda de diecisiete meses.

Teruel, 23 diciembre 1937.






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