LA ZONA DE PADRES: El ángel adolescente



La adolescencia está considerada como una de las etapas de mayor estrés para los padres. 

Los hijos atraviesan un momento difícil, en el que la rebeldía, el inconformismo, la crisis de identidad multiplican los conflictos. 

La preocupación de los padres por el futuro de sus hijos, su educación,  la influencia de sus amigos, que no tomen alcohol, drogas, ni hagan mal uso del sexo, se añade al propio conflicto generacional. 
(Isabel Menéndez Benavente 2004)  




Durante la adolescencia se produce un rápido desarrollo físico así como profundos cambios emocionales que, aunque pueden ser excitantes, no obstante también pueden resultar confusos e incómodos para el adolescente como para sus padres. 

Es así que en la actualidad se observa que muchos padres viven angustiados para  expresar su impotencia ante el "nuevo" comportamiento de sus hijos adolescentes. No saben qué hacer frente a la distancia que muestran sus hijos, la casi nula comunicación que existe o la grosería a la que se enfrentan. 

Se viven momentos reales de angustia y en muchas ocasiones se recurre a la fuerza o violencia (verbal o física) para controlar la conciencia en los padres y distancia consecuente con los hijos. 

Una crisis para los padres. 


Es indudable que la adolescencia es la etapa  más temida por los padres, sin duda por la imagen tan negativa que se tiene en nuestra sociedad, se la considera como una etapa de conflictos, de ruptura, de enfrentamientos, "la edad difícil" o de "la rebeldía sin causa", asociándose fundamentalmente al mal comportamiento y a los problemas en el hijo


Algunos padres consideran la adolescencia como una crisis de tipo patológico, y por tanto interpretan todas las nuevas conductas del hijo como algo negativo, como un retroceso en la maduración personal que hay que combatir y curar.

Al ver la edad de la adolescencia como una enfermedad reprimen conductas de sus hijos que son normales en esta edad y que cumplen una función necesaria para el desarrollo per­sonal, como puede ser el su actitud critica y el defender sus puntos de vista, aunque sean equivocados.

Aquí tienen su origen algunas actitudes nega­tivas de muchos padres de hijos adolescentes la imposición y el autoritarismo, la incompren­sión, la falta de respeto, la intolerancia, la impaciencia, la desconfianza, el miedo a que se le "vaya de las manos", son padres que en vez de ayudar a los hijos;  ejercitar las nuevas capacidades (reflexión, sentido critico, razo­namiento, autonomía moral, Intimidad, aper­tura a la amistad, etc.) se dedican con la mejor intención a frenarlas. 


De este modo no sólo retrasan la maduración de sus hijos sino que además, provocan situaciones de incomunica­ción y de conflicto.

Es cierto que muchos de los comportamientos del adolescente pueden ser vistos como "defectos": los adolescentes son imprevisibles, alocados, con reacciones Inesperadas, también son impacientes, lo quieren todo aquí y ahora, no saben esperar, y si no lo obtienen se hunden, además son perezosos, tienden a lo fácil, apla­zan las tarcas, desordenados y reacios a seguir planes y horarios. 


Conviene que los padres vean esos "defectos" y esas conductas inmadu­ras no como un retroceso en el desarrollo sino el paso previo de la pubertad a la adultez.


Muchos padres creen erróneamente, y parece que tienen razón, que su hijo adolescente ha hecho un retroceso o perdido madurez con res­pecto a etapas anteriores, y así se dicen: antes era mas aplicado, más obediente, más respe­tuoso, mas ordenado, más hablador. 


En efecto, en la fase adolescente cuesta mucho más que antes ser obediente, no porque el hijo esté en rebeldía sino porque está intentando "hacerse mayor", en el sentido de actuar con más auto­nomía que antes y no sabe todavía hacerlo compatible con la dependencia de los padres y con las reglas de la familia. 

Le cuesta más desenvolverse en esta etapa porque está inten­tando "valerse por si mismo/a", vivir sin la pro­tección y exigencias de los padres, y esto requiere tomar "distancia de ellos" y reconside­rar la validez de las reglas establecidas en la familia, aunque lo hace cuestionándolo todo. 

Los padres necesitan conocer los cambios que surgen en la adolescencia para adecuarse a ellos y considerarlos como algo natural, como parte de un proceso de crecimiento y así poder "acercarse" mejor a sus hijos.



Como crisis en el hijo. 


La adolescencia es la etapa del desarrollo evo­lutivo humano que implica un cambio cualita­tivo en el joven: la maduración de la persona­lidad, que consiste en la conquista de la adultez psicológica y social: el púber sale de la infancia e intenta entrar la edad adulta, es preciso que aparezcan dificultades de adapta­ción que podemos entender como crisis.

La superación de estas crisis es imprescindible para ir logrando la maduración progresiva para alcanzar la edad adulta. Algunas crisis que se producen en la adolescencia: 


La crisis de la autoafirmación del yo (que se expresa como oposición y rebeldía a las figuras de autoridad). 

La crisis de las ideas (terreno moral, social...). 

La crisis de valores (se cuestiona la formación recibida durante la infancia y se la somete a prueba de las propias ideas y experiencias).

Estas crisis no convierten a la adolescencia en un periodo de ruptura con todo lo anterior, sino en un periodo de evolución y transforma­ción hacia la etapa siguiente sobre una base recibida y ya adquirida.

El problema radica, muchas veces, en que desde niños no se generó el hábito del diálogo y la conversación asertiva. Frente a una cultura que despersonaliza e ignora al individuo, la familia debe generar la posibilidad de sentirse reconocido en el encuentro con la palabra del otro. 

La interpelación, la divergencia de opiniones, la defensa del argumento propio, son la base de una estructura social de tolerancia, respeto y autovaloración. Para tiempos nublados, normas claras. 




Muchas veces en el hogar se cree que se tienen normas explícitas, se presupone que todos saben lo que hay que hacer; pero en la práctica no es así.

Frente a la desesperación de muchos padres por los conflictos con sus hijos adolescentes, se esconde la angustia de manejar las nuevas realidades, trayendo al hoy modelos y estructuras que obedecieron a otros momentos históricos y sociales. 



No podemos estar por debajo del momento que reclama grandes padres y maestros para grandes adolescentes. 


La función educadora de la familia es indispensable en la misión de reconstrucción de una sociedad que grita por hombres nuevos.

Dependiendo de la actitud de los padres, los niños y/o adolescentes aprenden si el sexo es bonito o feo, correcto o incorrecto, un tema de conversación o no. 

Los padres son un modelo con sus actitudes, hablen o no del tema. Que el niño no pregunte no significa que no quiera saber. 

Puede que simplemente no se anima a preguntar con recelo de la actitud que sus padres tendrán hacia el tema. 


Es que aún en muchas casas, cuando un niño pregunta algo relacionado a la sexualidad es mal interpretado como "grosero" porque lo preguntó en voz alta, "mal educado" porque lo preguntó a otra persona, "fuera de lugar" porque preguntó en la escuela, o "degenerado" porque se siente demasiado interesado y curioso en el tema. 

En determinados momentos los hijos pueden optar por no comunicarse con los padres y   dicha postura merece ser respetada. Sin embargo, cuando la comunicación se deteriora y las relaciones se convierten en superficiales o hay peleas, conviene analizar qué ha llevado a esa situación.




Los padres, con el afán de ayudar a los hijos y sin darnos cuenta, criticamos o censuramos aspectos de lo que ellos nos transmiten. Enseguida nos convertimos en jueces y les decimos lo que está bien o mal.

También suele contribuir a dificultar o romper la comunicación cuando ésta la convertimos en un interrogatorio: ¿Dónde has estado?, ¿Con quién?, ¿Qué has hecho?. 

Esto molesta especialmente a los adolescentes que ven en los padres a unos fiscalizadores, más que a unos cuidadores. (Pepe López / Martes, 1ro de marzo de 2005)  


Las estadísticas tampoco incitan a los padres a estar muy tranquilos; de los dos millones de estudiantes de enseñanza media, 25.000 pueden ser considerados alcohólicos y 70.000 están en riesgo de serlo. 

Según este mismo informe la primera borrachera se suele tener hacia los 13- 17 años de edad. 

El consumo se centra en los fines de semana. 


El  76% de los jóvenes entre 14 y 18 consume alcohol. (Según el instituto de la juventud 2005)

De cuatro de cada diez adolescentes en algún momento se han sentido tan tristes que han llorado y han deseado alejarse de todo y de todos. 


En el transcurso de su adolescencia uno de cada cinco adolescentes piensa que la vida no merece la pena vivirla. http://www.gobiernodecanarias.org/sanidad /scs/su_salud/jovenes/adolescencia.html)

En Estados Unidos de América (EUA) para cuando la mujer cumple la edad de 18 años, 25% están embarazadas; 50% de los adolescentes han tenido relaciones sexuales para los 17 años.  

Es importante reconocer que la mayoría de problemas y enfermedades que hoy enfrentan los adultos se iniciaron en la adolescencia, otra razón que justifica la intervención en este grupo poblacional. 


Los aspectos psicosociales, ecológicos e interculturales influyen grandemente en la salud de los/las adolescentes de nuestro país, así como los aspectos biológicos que son los que tradicionalmente han estado ligados al concepto de salud.

La adolescencia es una de las etapas más complicadas en la vida de los humanos, no solo para los adolescentes, sino también para los padres. 


Habrá momentos en que te parecerá que una persona irreconocible ha ocupado el puesto de tu hijo (a) y añorarás un pasado más fácil en cuanto a la disciplina se refiere.

Pero es importante recordar que durante la adolescencia nuestros hijos aprenden a ser su propia persona, a tomar decisiones ellos solos, a convivir más con sus compañeros, a vivir situaciones de amor correspondido o amor no correspondido y, en definitiva, a servir como ser independiente en el mundo.



Es una tarea tan importante para su futuro como adulto, como complicado y hay que respetar su forma de afrontar los retos de esta edad y, en la mayor medida posible, comprender su complejidad. 


Es fácil desesperarse cuando vemos a nuestros hijos tambalear entre la dependencia de un niño y la independencia de un adulto según el desafío del momento, pero hay que armarse de paciencia e intentar no dejarle ver nuestra frustración.

No podemos trasladar (todavía) nuestras reglas y soluciones de adultos a los problemas y situaciones los adolescentes. 


Los adultos afrontamos los retos con un sentido mucho más desarrollado sobre quiénes somos, cuáles son los valores importantes, qué deseamos y cómo lo conseguimos. 


Pero no podemos - ni debemos intentar - trasladar este sentido (logrado después de muchos años de aprendizaje personal y profesional) a nuestros hijos. 




No debemos imponer nuestra manera de hacer las cosas o arreglar situaciones difíciles, por mucho que estemos más preparados para ellos para hacerlo. 

Podemos - y debemos - escuchar, aconsejar, ayudar o ensayar con ellos. Pero nada más.

Tienen que aprender, y debemos respetar su manera de hacerlo en la mayor medida posible.

Errores, falsos inicios, opiniones equivocadas, acciones impulsivas, obsesiones pasajeras, lealtades cruzadas, fracasos.....Toda forma parte de este aprendizaje. 

Los adolescentes no solo tienen que aprender la respuesta correcta a una dada situación, sino que tienen que comprender el valor de esa respuesta y esto es algo que a veces solo se aprende a través de la experiencia. 


Es un camino complicado, confuso y difícil, que requiere la comprensión y el apoyo de madres, padres, y familiares mayores.

Adolescentes que se sienten capaces de contarles a sus padres sus temores, sus fracasos y sus aspiraciones sin ser juzgados, tienen mucho más posibilidades para convertirse en adultos seguros y buenas personas que aquellos adolescentes que sienten la necesidad de esconderles todo a sus padres. 


Nuestro reto es que los padres de los adolescentes es que se mantenga abiertas las vías de comunicación, trasladar nuestras inquietudes a los adolescentes  sin predicarles, aprender a explicar la postura de los padres sin menospreciar la suya, respetarles y conseguir que haya un respeto mutuamente, contar hasta diez antes de gritar...




Aprender a ser padres de adolescentes es difícil. La mayoría de los padres repite con sus hijos los mismos patrones de educación que recibieron. 


También hay que aprender a ser hijo adolescente, no es suficiente serlo y vivirlo.

Con frecuencia padres e hijos se quejan de no poder comunicarse entre sí, y a pesar de las buenas intenciones la dificultad está en asumen posiciones extremas. 


Los padres justificados en su gran amor por los hijos, ven el riesgo, sienten el miedo y quieren evitarles cometer errores.


Los hijos los ven muy prevenidos y desconfiados, que los sobreprotegen y no los dejan independizarse. 


La única forma de acercar estas posiciones es mantener una comunicación abierta, dentro de una actitud de entendimiento, respeto y búsqueda de acuerdos de doble vía.
                                 
Estudios realizados en la Habana, Cuba se encontró lo siguientes resultados que las dificultades para establecer un vínculo satisfactorio madre-padre-hijo se observó en el 73,8% de los alumnos, el 61,3% vivían en familias con historia de desarmonía familiar y el 28,8% en condiciones de hacinamiento. 

El 23,9% de los maltratados tenía bajo rendimiento escolar. 

Entre las formas ocultas de abuso, el físico se encontró en el 88,8% de los adolescentes, el psicológico en el 75,0% y en cuanto al abuso sexual, se comprobó en un adolescente, la existencia de contactos inadecuados. 


La humillación verbal se detectó en el 70,0%. La baja escolaridad y la precariedad económica de los agresores no fueron factores favorecedores de violencia. (Maltrato oculto en adolescentes, Rev. Cubana Salud Pública 2006)

Los patrones socioculturales que consideran  a los golpes como un mecanismo eficaz para educar al niño, la legitimización de la violencia como forma de resolver conflictos, donde las relaciones están reguladas por un orden jerárquico basado en el poder y la dominación, constituyen el marco que circunscribe esta problemática. 


 Recientes estudios nos muestran el abuso sexual encubierto que ocurre dentro ámbito familiar donde el número de denuncias son tan solo una pequeña parte  magnitud del problema. (OMS - 2002)



LA DISONANCIA COGNITIVA


La Teoría de la Disonancia cognitiva se fundamenta en el hecho de que la disonancia es parte de nuestra vida cotidiana. 


Constantemente debemos elegir u optar por alternativas, en muchos casos contradictorias; adicionalmente, estamos expuestos a mensajes, situaciones y/o personas que nos incitan a asumir una conducta discrepante de nuestra actitud lo que finalmente nos puede condicionar a cambiarla.

Esta Teoría se apoya en abundantes pruebas experimentales que demuestran sin embargo "…que el proceso sólo parece operar en ciertas condiciones; una de las cuales es que la persona debe percibir que su propio compromiso con la acción es voluntario" (León et al, 1998; 130). 


Una de sus fortalezas es el gran interés que proporciona a las "consecuencias de la acción", como determinantes del cambio de actitud que ocurre como respuesta a la disonancia <>.

Por otra parte, se considera una teoría bastante polémica, pues ha permitido la formulación y comprobación de "hipótesis" que algunos autores han señalado como bastante contrarias al sentido común. 


Un ejemplo de ello, es el principio que sostiene que cuando un individuo realiza una conducta opuesta a su actitud "…experimenta disonancia y la magnitud de ella, será mayor cuantas menos razones o justificaciones tenga para haber realizado dicha conducta" (Morales (coord.), 1999; 237).

La explicación a esto propone que el cambio de actitud y su acomodación a la conducta realizada surge como una forma de reducir la disonancia experimentada. 


Es decir según esta teoría, a menor justificación (recompensa/castigo) para una conducta contraactitudinal, mayor disonancia, que se intentará reducir con el cambio de actitud.

Este principio ha sido interpretado como el paradigma de la "Complacencia Inducida" (Idem, 1999) que aborda la relación conducta contraactitudinal-cambio de actitud y analiza el papel que cumple la recompensa o el castigo (justificación) en este proceso, inspirado en los trabajos de Festinger y Carlsmith (1959), Linder y colaboradores (1967), Aronson y Carlsmith (1963).


Una variante de este paradigma, es introducida por la línea de investigación que estudia el trabajo cognitivo que inicia el sujeto al realizar dos conductas, alguna de ellas o ambas disonantes a la actitud y/o disonantes entre sí. 


Esta orientación, desarrollada por Beauvois y Joule (1996) ha sido denominada "Doble Complacencia inducida". 

Desde ella se analiza el impacto de la conducta en el cambio de actitud, no sólo de las contraactitudinales sino también de las proactitudinales, pues aunque parezca contradictorio éstas pueden generar disonancia siempre que exista desajuste entre la actitud y la conducta (Idem; 239).

La Doble Complacencia Inducida, considerada por Aronson y colaboradores (1991) y por Stone y colaboradores (1994) como "Inducción de la Hipocresía" (Idem), se fundamenta en el hecho de que aún cuando expresemos una fuerte actitud favorable hacia "algo", no siempre actuamos absolutamente a favor de ese "algo".; por ejemplo, podemos estar totalmente a favor del uso racional e inteligente de la energía eléctrica, pero ¿alguna vez hemos olvidado apagar la luz de la habitación al salir de ella?…

En concordancia con el principio de la teoría de la Disonancia Cognitiva (sometimiento a nivel conductual para generar cambios de actitud), han surgido algunas interpretaciones que representan a su vez teorías explicativas del efecto que ejercen las acciones sobre la determinación de nuestras actitudes.

Investigadores en el campo de la Psicología han coincidido en indicar tres líneas: la Teoría de Autopresentación o Manejo de la Impresión, la Teoría de la Autojustificación o Disonancia Cognitiva y la Teoría de la Autopercepción.




SER PADRES


TEORÍA DEL APRENDIZAJE SOCIAL

En muchas conversaciones entre padres se vierten juicios acerca de cómo es tal niño o tal otro y se achacan a los padres las características personales de los hijos. 


Así mismo, suelen comparar el carácter y la personalidad de sus hijos con el suyo propio. 


Si admitimos que hay una fuerte influencia de los padres en los hijos, es lógico suponer que, en función de sus prácticas educativas, se manifiesten diferencias individuales entre los niños, en sus características de personalidad y socialización.


El comportamiento educativo predominante de la mayor parte de los padres se asemeja a alguno de los tres estilos educativos principales que señalan los psicólogos. 


Si bien es cierto que rara vez, los padres encajarán del todo en uno de estos patrones.









Padres autoritarios.


Son aquellos que exigen obediencia a su autoridad y son partidarios del uso del castigo y la disciplina para controlar los comportamientos que no se consideran correctos. 


Son padres del "porque lo digo yo", que no facilitan el diálogo en la familia, poco comunicativos y poco afectuosos.

Sus hijos serán obedientes, pero:


Suelen ser más tímidos y poco tenaces a la hora de perseguir metas.


Actúan influidos por el premio o el castigo que va a recibir su comportamiento. 


Por  ejemplo, no saludan a un adulto porque lo deseen o quieran manifestarle su afecto, sino porque si no lo hacen, serán castigados o recriminados.


Tienen una baja autoestima debido a que se ven así mismos como responsables de sus éxitos o fracasos.


La falta de diálogo en sus hogares hace que los hijos tiendan con frecuencia a ser poco alegres, infelices, irritables y vulnerables a las tensiones.

Padres permisivos


Son padres con una actitud general positiva hacia el comportamiento del niño; aceptan sus conductas, deseos e impulsos, y usan poco el castigo. 


Acostumbran a consultar al niño sobre las decisiones que afectan a la familia. 




Sin embargo, no le exigen responsabilidades ni orden. Permiten que el niño se autoorganice al máximo, no existiendo a menudo normas que estructuren la vida cotidiana (por ejemplo: tiempo de ver la televisión u hora de acostarse). 

Utilizan el razonamiento, pero rechazan el poder y el control sobre el niño.

Sus hijos, debido fundamentalmente al bajo nivel de exigencias y control al que se enfrentan, tienden a:


Tener problemas para controlar sus impulsos.


Tener dificultades a la hora de asumir responsabilidades.


Ser inmaduros y con baja autoestima.


Sin embargo, son más alegres y vitales que los niños de padres autoritarios.

Padres democráticos


Son padres afectuosos, que refuerzan con frecuencia el comportamiento del niño e intentan evitar el castigo; son también más sensibles a las peticiones de los niños. 


Sin embargo, no son padres indulgentes con sus hijos, más bien al contrario, les controlan y dirigen, pero son conscientes de sus sentimientos, puntos de vista y capacidades evolutivas. 


A menudo, además, les explican las razones que han originado un control o castigo. 


No ceden ante los lloros; gimoteos o impertinencias, pero es posible que cambien de postura tras escuchar los argumentos que el niño les ofrece. 


Además, plantean a los niños exigencias de madurez e independencia.


Los hijos de estos padres son los que muestran características más deseables en nuestra cultura y se caracterizan por:


Tener niveles de autocontrol y autoestima.


Ser capaces de afrontar situaciones nuevas con confianza e iniciativa.


Ser persistentes en lo que inician


Ser niños que se relacionan fácilmente con otros, independientes y cariñosos.

Poseer criterios personales acerca de cuestiones morales (sus opiniones han sido elaboradas por ellos). 



SUS PROBLEMAS


1.                 Problemas emocionales


La investigación ha puesto de manifiesto que cuatro de cada diez adolescentes en algún momento se han sentido tan tristes que han llorado y han deseado alejarse de todo y de todos. 

En el transcurso de su adolescencia uno de cada cinco adolescentes piensa que la vida no merece la pena vivirla. Estos frecuentes sentimientos pueden dar lugar a un estado depresivo que puede no ser evidente para los demás. 

Las ingestas alimenticias excesivas, la somnolencia y las preocupaciones excesivas sobre su apariencia física pueden ser también signos de malestar o disconfort emocional. 

De forma más obvia, pueden aparecer fobias y ataques de pánico. 

Los estudios recientes han demostrado que los problemas emocionales del adolescente no suelen ser reconocidos ni siquiera por sus familiares o amigos.

2.                 Problemas sexuales


Los dramáticos cambios físicos de la adolescencia pueden llegar a ser muy preocupantes para algunos adolescentes, especialmente para aquellos que son tímidos y que no desean hacer preguntas al respecto. 

En el otro extremo, las preocupaciones pueden ponerse de manifiesto en forma de presunción excesiva tanto sobre su capacidad sexual como sobre sus experiencias. 


Más de la mitad de los adolescentes tendrán su primera experiencia sexual completa antes de los 16 años. 

Aquellos que comienzan tempranamente con relaciones sexuales tienen un mayor riesgo de embarazos no deseados y de problemas de salud. 

Los nuevos riesgos para la salud que suponen la infección por HIV y el SIDA constituyen una preocupación adicional.


Además, un adolescente puede no estar seguro de su orientación sexual, sobre si es homosexual o no. Esta preocupación puede ser compartida por sus padres.


El apoyo sensible, una guía clara e información exacta acerca de estos diferentes aspectos de la sexualidad son muy apreciados por los adolescentes ya sean procedentes de sus padres, del colegio, del médico de cabecera o de los centros de orientación familiar.


La mayoría de los adolescentes son bastante cuidadosos a la hora de la elección de sus parejas. 



La promiscuidad sexual y la relaciones de riesgo repetitivas sin protección suelen ser signo de la presencia de problemas emocionales subyacentes, aunque también pueden reflejar un estilo de vida al límite 


- los adolescentes que asumen riesgos en algunos aspectos de su vida tienden a asumirlos en otras facetas de la misma.

3.                 Problemas conductuales


Los adolescentes y sus padres suelen quejarse cada uno de la conducta del otro. Los padres con frecuencia sienten que han perdido cualquier tipo de control o influencia sobre sus hijos. 





Por su parte, los adolescentes, al mismo tiempo que desean que sus padres sean claros y les suministren una estructura y unos límites, sin embargo, se toman a mal cualquier restricción en sus libertades crecientes y en la capacidad para decidir sobre sí mismos. 




Los desacuerdos son frecuentes, ya que la persona joven lucha por forjar una identidad independiente. 


Aunque todo esto es bastante normal, lo cierto es que la situación puede alcanzar un punto en el que los padres realmente pierdan el control, no sabiendo dónde están sus hijos, quiénes son ellos o qué les está pasando. 


La experiencia sugiere que los adolescentes tienen una mayor probabilidad de tener problemas si sus padres no saben donde están. 


Por tanto, es importante que ellos permitan a sus padres conocer dónde van, aunque también es recomendable que sus padres se tomen la molestia de preguntar.

4.                 Problemas escolares


Los adolescentes que rechazan ir al colegio con frecuencia tienen dificultades en separarse de sus padres, y este problema puede haber tenido su origen ya en la escuela primaria. 

Este problema puede también manifestarse en forma de molestias del tipo de dolores de cabeza o estómago. 


Ante un adolescente que no desea ir al colegio es necesario comprobar la posibilidad de que esté siendo acosado por alguno de sus compañeros. 

El acoso es un problema frecuente del que la gente joven encuentra difícil el hablar y que puede hacer que ir al colegio resulte una experiencia solitaria, miserable y amenazadora, que finalmente puede dar lugar a problemas del tipo de ansiedad y depresión, falta de confianza en sí mismo, y dificultad para hacer amigos. 

La forma que tienen los padres para poder ayudarles es asegurándose que el colegio tiene una política antiacoso efectiva, e informando a los profesores de su hijo cuando precise de su ayuda.


Aquellos que van al colegio y hacen novillos son generalmente infelices en casa y se sienten frustrados en el colegio y por eso suelen pasar su tiempo con otros que se sienten del mismo modo. 


Los problemas emocionales con frecuencia afectan el rendimiento escolar. 

Es difícil concentrarse adecuadamente cuando uno está preocupado sobre sí mismo o sobre lo que ocurre en casa.

Aunque la presión para hacerlo bien y para aprobar los exámenes suele proceder de los padres o profesores, los adolescentes generalmente desean hacerlo bien y se presionan a sí mismo si se les da la oportunidad. 


El insistir de forma excesiva al respecto puede ser contraproducente. Los exámenes son importantes, pero no se les debe permitir que dominen sus vidas o que les hagan infelices.





5.                 Problemas con la ley


La mayoría de la gente joven no viola la ley y aquellos que lo hacen son generalmente varones. 


Cuando lo hacen, generalmente lo hacen una sola vez. 


Las ofensas repetidas pueden reflejar una cultura familiar, aunque también pueden ser resultado de la infelicidad o del malestar emocional. 


Es necesario descartar la presencia de estos trastornos ante un adolescente que se mete de forma repetida en problemas.

6.                 Problemas de alimentación


El sobrepeso es una causa frecuente de infelicidad en los adolescentes. Si son criticados o se ríen de su aspecto físico pueden disgustarse consigo mismos y llegar a deprimirse de forma significativa, estableciéndose un círculo vicioso, ellos hacen poco y comen para sentirse mejor, pero esto sólo hace que el problema del peso empeore. 


El hacer dieta puede realmente agravar la situación. 


Es más importante que se sientan felices consigo mismos estén gordos o delgados. 


A pesar de que muchos adolescentes hacen dieta, especialmente las mujeres, afortunadamente son muy pocos los que desarrollarán un trastorno de la alimentación del tipo de la bulimia o la anorexia nerviosa


Sin embargo, estos trastornos ocurrirán con mayor probabilidad si los que se someten a una dieta estricta tienen una pobre opinión de sí mismos, se encuentran bajo tensión o han tenido un problema de sobrepeso en la infancia.











1.                 Drogas y Alcohol


La mayoría de los adolescentes no usa drogas, ni inhala pegamento, y la mayoría de los que lo hace no irá más allá de experimentar ocasionalmente con ellos. 


A pesar de la publicidad sobre otras drogas, el alcohol es la droga que con mayor frecuencia causa problemas a los adolescentes. 


La posibilidad del uso de cualquier tipo de droga debería ser considerada cuando los padres observen cambios repentinos y graves en la conducta de sus hijos.

2.                 Abuso


Los abusos sexuales, físicos y emocionales pueden tener lugar en la adolescencia y pueden dar lugar a muchos de los problemas mencionados con anterioridad.


Las familias con estos problemas precisan de ayuda especializada además de consejo legal ya que muchas de estas conductas constituyen un delito que debe ser denunciado. 


No es infrecuente que el desconocimiento sea cómplice de la permisividad y que la ayuda en este orden de cosas resulte tardía.


Problemas menos frecuentes.


Mucho menos frecuentes, los cambios conductuales y del estado de ánimos graduales pueden ser signo de un trastorno psiquiátrico más grave. 


Aunque son trastornos infrecuentes, la esquizofrenia y la depresión maníaca pueden comenzar en la adolescencia. 


El aislamiento extremo puede ser un signo de esquizofrenia, aunque pueden existir otras explicaciones para el mismo.


Los padres preocupados con estas posibilidades deben ponerse en contacto con su médico de cabecera.

Las actitudes de los padres frente a los diferentes comportamientos  de independencia (privacidad, rebeldía, sexualidad, social) son  de violencia física y psicológica hacia cada uno de los comportamientos; debido al desconocimiento de cada una de las etapas del desarrollo que atraviesan los adolescentes del 5º año de colegio.

Las  actitudes de los padres son  las  predisposiciones  a  responder  de  una  determinada  manera  frente a cada comportamiento de sus adolescentes con  reacciones  favorables  o  desfavorables. 


Las actitudes las  integran  las  opiniones  o  creencias,  los   sentimientos  y  las conductas, factores que a su vez se interrelacionan entre sí.


El comportamiento de los adolescentes generalmente se refiere a acciones ante un objeto u organismo, usualmente en relación con su entorno o mundo de estímulos. 


El comportamiento puede ser consciente o inconsciente, público u oculto, voluntario o involuntario.


Fuentes


    Psicología        http://www.bebesymas.com/2006/05/02-que-tipo-de-padres-somos)
-
   
Gener                    General”,  3 era Edic. Edit. Navarro. México.2000)
WHITHAKER “        Psicología”, 4ta edic. Edit. Interamericana México.1990)
(KRECH.       “   I    Inv est igación del Comportamiento”, 8ava edic. Ed. Nuevo Mar. México.1995) 
                              Maltrato o culto en adolescentes, Rev. Cubana Salud Pública 2006
CANALES F.           Metodología de la Investigación”, 3era Edic,  Edit. Interamericana. España. 1997.
                             INEI. “Compendio de estadística e informática sobre el censo de población y vivienda”,  Perú.1995.






No hay comentarios:

Publicar un comentario

DEJA TU COMENTARIO