LA ZONA HISTÓRICA : La Memoria de La Sauceda y el Marrufo

Los crímenes cometidos por las tropas franquistas en el valle de La Sauceda en 1936 y 1937 llegaron a Naciones Unidas en 2013. Una delegación de la Asociación de Familiares de Represaliados por el Franquismo de la Sauceda y el Marrufo y del Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar entregaron en Sevilla una amplia documentación a miembros del Grupo de Trabajo de la ONU sobre Desapariciones Forzosas e Involuntarias

Rocío Mendoza, abogada sevillana que presentó en julio de 2012 una denuncia en los juzgados de Jerez, les entregó copia del expediente judicial.


Esa documentación incluye un informe histórico de lo acaecido en La Sauceda y el Marrufo, cortijo en el que en el año 2012, se exhumaron los restos de 28 personas fusiladas y con signos de haber sufrido torturas y violencia. Además, se ampliaba con un informe arqueológico y otro antropológico, realizados por los expertos que participaron en la exhumación. 

Los 28 cadáveres aparecieron en siete fosas comunes en terreno del Marrufo, finca ubicada en el término de Jerez, en el límite con los de Ubrique, Jimena y Cortes de la Frontera, en la confluencia de las provincias de Cádiz y Málaga.

El cementerio de la Sauceda rehabilitado donde descansan las 28 víctimas halladas en las fosas del Marrufo

Rocío Mendoza explicó que esta documentación demuestra que en La Sauceda y el Marrufo «las tropas franquistas cometieron crímenes contra la humanidad y prácticas genocidas». Añadió que el Estado español debe investigar esos crímenes que no prescriben y dar satisfacción a las víctimas y sus familiares, «que necesitan verdad, justicia y reparación».

Andrés Rebolledo, presidente de la asociación de familiares, intervino en la reunión con colectivos y afectados de toda Andalucía con los miembros del grupo de la ONU. 

Explicó que los historiadores calculan que en La Sauceda desaparecieron centenares de personas. Recordó que en este poblado la aviación franquista realizó uno de los primeros bombardeos sobre población civil de la historia de la humanidad, meses antes que Guernica fuese bombardeada por la aviación nazi. «La Sauceda desapareció del mapa, el pueblo fue arrasado y la población que no logró huir fue encerrada en El Marrufo. Allí los torturaron y los fusilaron», afirmó. 




Rebolledo explicó que en La Sauceda y el Marrufo vivían unas 2.000 personas, pues era el último lugar de resistencia republicana donde se habían refugiado cientos de familias procedentes de pueblos de los alrededores (Jimena, Cortes, Algar, Alcalá de los Gazules, San José del Valle, Ubrique), que huían del avance de las tropas rebeldes.


En una fosa de cinco por dos metros excavada en la tierra, doce esqueletos perfectamente alineados a lo largo, comenzaron a desvelar el horror que se vivió durante los primeros meses de la Guerra Civil en El Marrufo, una finca en la serranía cercana a Puerto Gáliz, entre los municipios de Jerez, Jimena, y la aldea de La Sauceda, en la provincia de Málaga. 

Uno de los cuerpos desenterrados aún tenía las muñecas atadas con un alambre que sobrevivió a la corrosión bajo tierra 76 años. Lo mismo que las balas, casquillos, botones, cremalleras y otras evidencias halladas junto a los cadáveres. 

En un hoyo contiguo había otras dos osamentas que presentaban orificios de bala en el cráneo. Estos eran sólo el avance de un macabro escenario formado por decenas de personas fusiladas en este cortijo que fue convertido por las fuerzas falangistas sublevadas, al inicio de la contienda, en un centro de tortura y exterminación.

Tras décadas de silencio, la Asociación de Familiares de Represaliados por el Franquismo de La Sauceda y El Marrufo comenzó a desenterrar este capítulo de la historia. 



Ermita de La Sauceda


Imagen de archivo de la capilla de El Marrufo, que sirvió de prisión durante la Guerra Civil.

Un equipo de arqueólogos y antropólogos excavó la zona desde el 2 de julio de 2012, siguiendo las pistas ofrecidas por los testimonios de vecinos de la zona. “La combinación de declaraciones de descendientes de fusilados y de investigaciones de archivos indica que, desde noviembre de 1936 a febrero del año siguiente pudieron ser ejecutadas en la zona entre 300 y 600 personas”, según Andrés Rebolledo, presidente de la asociación y coordinador del proyecto de exhumación.

Además, entre los alcornoques de estas laderas, tras la capilla que preside El Marrufo, una de las mayores fosas de Andalucía, yacen ancianos, niños y muchas mujeres que fueron violadas de modo sistemático por las noches antes de recibir un disparo de gracia, según algunos historiadores.

Semejante barbarie responde al ensañamiento que se produjo sobre los pobladores de esta comarca, último bastión republicano tras el alzamiento militar y en el que se presentó una enorme y feroz resistencia. 

Según Rebolledo, “en esta zona, escarpada, de difícil acceso y fácil defensa ante incursiones por tierra, se refugiaron centenares de vecinos de pueblos de los alrededores al empezar la guerra. Algareños, ubriqueños, cortesanos o vallenses intentaron huir hacia Málaga ante el avance de las tropas rebeldes desde el oeste de la provincia de Cádiz, y el valle de La Sauceda era la ruta natural”. 




Según las crónicas de la época, hasta cuatro batallones de rebeldes trataron de hacerse con la zona, pero fueron repelidos sufriendo numerosas bajas mediante emboscadas en las enfiladas que forman estas tierras. 

Hizo falta un bombardeo aéreo de tres aviones sobre el diseminado rural para hacer salir a los vecinos a los que fueron confinando en El Marrufo. La zona fue tomada finalmente por tropas de Falange y voluntarios de las Milicias al mando del teniente de la Guardia Civil de Ubrique, José Robles, quien convirtió la finca en centro de tortura. En tres meses finalizó su siniestro trabajo y abandonó, bajo un halo de terror, la comarca ya controlada por el ejército franquista.

Casi una veintena de voluntarios, muchos familiares de desaparecidos, formaron`parte del equipo de exhumación, que sacaban a la luz los esqueletos que iban apareciendo. Su objetivo: encontrar e identificar al máximo de personas enterradas en El Marrufo y darles una sepultura digna e individualizada en el cementerio de La Sauceda, al otro lado del valle.



Los descendientes de los fusilados, entre los que está el propio Rebolledo, quien perdió a su padre y a su tío, presentaban una denuncia “por crímenes de lesa humanidad, que no prescriben, para hacer justicia”.

Los excavadores comenzaron a reunir pruebas para adjuntarlas a las denuncias. Se encontró numerosa munición, tanto de arma larga (la del Mauser reglamentario entonces del Ejército), como de corta (9 mm largo), y restos de cremalleras, zapatos o una pipa de fumar.

Además, según señalaban desde la asociación, la exhumación de los cuerpos se complementaba "con un estudio de los restos a cargo del antropólogo forense Juan Manuel Guijo y con la toma de ADN para tratar de identificar a los fusilados”. 

Los trabajos se prolongaron todo el verano gracias a la colaboración de voluntarios. La organización, financiada al completo por el descendiente de un desaparecido de la Sauceda, instaló en la finca carpas para alojar en turnos de 15 días a los voluntarios.





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