Despierto del largo sueño o pesadilla franquista que redujo a cero el progreso intelectual español. Veo y recojo sus frutos a diario. Me saben a fruta pasada, a veces. Otras en cambio, tienen ese sabor agridulce y añejo que sólo conoce quien lo ha degustado, por mucho que lo describas.
Ese fruto del vientre de españolas maltratadas por el tiempo y por la vida, ha crecido. Ha crecido torcido en algún sentido. No ha mirado hacia esa luz crepuscular que te orienta hacia lo claro del túnel, sino hacia lo oscuro.
Ese oscuro de lagunas de incultura, ha hecho que el fruto se confunda a veces y sepa mal. Pero el fruto es inocente. Ha crecido mamando de la savia de un intelecto apagado, resignado y sin ánimo de lucha por la libertad de ideas y de pensamiento.
Ha crecido a ratos, con luz de fogón y de velones. Una luz forzada que no proporciona vitaminas. Ha mamado miedo, pasividad. En cambio, goza de buena soberbia. La soberbia que da la ignorancia.
Hijos de reclusos del Centro Penitenciario de Burgos
Quizás las personas que vemos esa claridad que la vida nos ha otorgado, seamos personas con algún don especial. No lo sé exactamente. Pero hay algo de misterio en esa forma de ver el mundo con esa claridad mental que te dice donde poner el punto y el acento a tus ideas de justicia y de libertad.
El tiempo se ha encargado de apagar esa llama de rebeldía necesaria que debíamos haber transmitido a los frutos venideros. Ocurre cómo cuando los hijos no hablan de sexualidad con los padres. La calle se encarga de instruirlos. Al caso, es lo mismo.
Esos hijos del fruto del vientre de esas madres instruidas en el miedo, que luego pasó a ser libertad sin ira o libertinaje, se confundieron por el camino. Unos vieron esa luz que guía al girasol y les hace ver la verdad. Otros, siguieron a los encargados de velar por que la verdad no resplandezca.
A los charcos de sangre de la historia española, se les echó tierra para empaparla y luego borrarla. Ese error se paga caro. Se está pagando muy caro. La huella de ese tiempo de oscuridad y anulación intelectual se paga con años de golosinas y confeti. El mundo es de color. España es de color. No. Todo lo contrario.
Gozamos de unos pocos de rayos de luz que se cuelan por entre las ramas del tiempo. Pero no lo suficiente potentes como para deslumbrar nuestro futuro marcado por esa sangre que bulle bajo la tierra, pero que aún huele.
El intelecto se ha resentido por los latigazos de aquella fusta justiciera y avasalladora, que a veces, entraba también con sangre y cuentas de rosario. El intelecto y la claridad de mente se vieron abocados a retrotraerse en el cerebro de los seres que crecieron hambrientos y llenos de pulgas.
Lo primero es la subsistencia, luego el vestido. Por último, la cultura. Esa gran dama de blanco salvadora de todos los desvalidos de mente, fue violada y mancillada. Escondida en el trastero con las ratas.
Ella decía la verdad. Por eso, se la ultrajó y se la sigue ultrajando y amordazando. Para que no grite y diga donde está el camino de esa verdad que conduce al charco de la sangre seca que un hombre tapó con tierra y otro barrió hasta que el agua de lluvia la borró del todo.
Ahora, pisamos allí donde cientos de gotas de sangre y de lágrimas cayeron para defender ese camino de la verdad. La hierba que creció después, alimentó de oscurantismo y de ignorancia, hasta que el tiempo cubrió con un velo, la luz que haría crecer el tallo con la fuerza que le pertenecía. Por eso, los años perdidos siguen ahí, en la estantería como libros polvorientos.
Arturo65
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