A lo largo del mes de mayo de 1886 muchas fueron las tormentas que cayeron sobre España, pero ninguna es recordada con mayor impresión que la del día 12, que atacó Madrid en forma de tornado, de tal fuerza destructora que a decir de quienes sufrieron sus efectos no había sido visto en la capital nada parecido desde que la memoria les permitiera recordar.
No parecía un día fuera de lo normal, Madrid se preparaba para celebrar la tradicional fiesta de San Isidro y, en las Cortes, el jefe de Gobierno, Sagasta, hacía fijar la atención de los diputados en su discurso sobre cierto convenio suscrito con los británicos para mejorar las relaciones comerciales entre ambas naciones.
Una oscura tormenta barrió Madrid despiadadamente. Lo llamaron diluvio, catástrofe, huracán, castigo divino o tornado, según fuera quien escribiera sobre ello, pero todos convinieron en que aquél evento climático extremo fue espantoso.
Según contaba José Fernández Bremón en las páginas de La Ilustración Española del 15 de mayo de 18 86, la capital pasó por un trago realmente amargo:
Los que fuimos sorprendidos por la tempestad en la parte oeste o norte de la villa sólo vimos un copioso aguacero mezclado con granizo, y sentimos pasar algunas ráfagas de aire; pero no sospechábamos la tragedia que ocurría en aquel mismo instante fuera y dentro de Madrid.
En efecto, una zona irregular del término municipal de esta corte y de los vecinos Carabancheles había sido combatida por torbellinos de agua y viento, que causaron en pocos minutos grandes infortunios y muchas pérdidas materiales. (…) La parte más sensible fueron las desgracias personales: 26 personas perdieron la vida, y de los numerosos heridos se temen otras víctimas.
Ocurrieron casi todos esos accidentes por hundimiento de una tienda-asilo en la calle de Drumen, el lavadero Imperial, entre la ronda de Segovia y Puente de Toledo, un paredón del cementerio de San Lorenzo, y la ruina de algunos paradores en el camino de Carabanchel.
En dichos sitios se acumularon de tal modo los heridos, que los guardias detenían los carruajes para el servicio sanitario. (…) Estamos conformes con los periódicos que extrañan, a pesar del número importante y doloroso de víctimas, que éste no fuera veinte veces mayor, a hora de tanto tránsito, y que el viento, capaz de partir como cañas robles y pinos de un metro de diámetro, sanos y llenos de lozanía, no dejara un reguero de personas barridas y estrelladas contra las verjas y las tapias.
Desde Carabanchel, el huracán se dirige hacia el Puente de Toledo gira su sentido en la Ronda del mismo nombre, destroza una zona de la Plaza de Atocha y el Jardín Botánico, respetando la Pinacoteca del Prado. Pero el Observatorio y la cercana Escuela de Ingenieros de Caminos son zarandeados.
El tornado destruye también parte de la Carrera de San Jerónimo y atraviesa El Retiro, hasta llegar a la carretera de Aragón, donde el fenómeno se eleva y pierde toda su potencia al entrar en la atmósfera.
Todo ello transcurrió con vertiginosa velocidad, se destruyeron centenares de árboles, muchos de ellos arrancados de raíz, se desplomaron muchos edificios y de otros la cubierta voló por los aires. Quedó destrozada la Casa de Vacas, se levantaron en el aire pesados vagones de trenes y las vías fueron movidas de sus anclajes.
Las víctimas fueron numerosas: en el lavadero Imperial, en el que trabajaban doscientas mujeres, perecieron dieciséis y otras veinte sufrieron daños graves; en el asilo de la calle Drumen, que estaba dando en aquel momento la cena a ciento cincuenta indigentes, quedaron graves dieciocho personas y más de cuarenta resultaron malheridas.
Hubo otras muchas víctimas entre la población, pero los periódicos de la época no se ponen de acuerdo en su número, que indudablemente debió de ser elevado.
“A las 20.00 sobreviene nueva tempestad eléctrica por S.O. y O. y cae con viento moderado una intensa chaparrada... A las nueve de la noche, todo parece haber concluido pero a las 21.30 apunta otro nublado temeroso por S.O. y O. que se extiende en breve por todo el cielo y que entre las 22 horas y las 22.05 despide otro violento aguacero, con aparato eléctrico más importante que el anterior y a las 11 horas llovizna mansamente, restableciéndose por completo la tranquilidad atmosférica, tan hondamente perturbada durante seis horas”.
El Jardinero Mayor del Retiro, Romualdo Aguado, comunicó al Observatorio que habían sido destruidos 126 olmos, 40 pinos y siete acacias de entre uno y dos metros de diámetro, hubo que arrancar 267 árboles de diferentes variedades, por estar completamente perdidos; se levantaron y afianzaron después más de 442 árboles que fueron afectados por el huracán, de entre medio metro y uno, de diámetro.
Más:
HURACANES, TORNADOS, O ARMA CLIMÁTICA?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
DEJA TU COMENTARIO