La introducción de esta prenda se produjo en Afganistán a principios del siglo XX, durante el mandato de Habibullah (1901-1919), quien impuso su uso a las mujeres que componían su numeroso harén, para evitar que la belleza del rostro de estas tentara a otros hombres.

En la década de los 50 su uso se generalizó en la mayoría de la población, si bien seguía siendo una prenda de las clases acomodadas.

El burka no es un vestido, es una cárcel que somete a las mujeres a la terrible dificultad de no ver con claridad nada que no se encuentre a un metro de distancia frente a sus ojos.
Produce una visión de "anteojeras", que les hace perder la vista de los ángulos laterales estrechando el campo visual que aparece, detrás de las celdas del tejido que se abre a la altura de los ojos, "enrejando" todo lo percibido.
El Burka y los Derechos Humanos.
En un comunicado, el director de la oficina de París de Human Rights Watch (HRW), Jean-Marie Fardeau, dejaba clara la postura de la organización para la que esta posible prohibición viola los derechos
Según él, "la libertad de expresar la propia religión y la libertad de conciencia" son derechos fundamentales.
Además, asegura que "prohibir el burka no conseguirá la igualdad de la mujer", sino que sólo agravará la "estigmatización y la marginación de las mujeres que lo usan".
Produce una visión de "anteojeras", que les hace perder la vista de los ángulos laterales estrechando el campo visual que aparece, detrás de las celdas del tejido que se abre a la altura de los ojos, "enrejando" todo lo percibido.

En un comunicado, el director de la oficina de París de Human Rights Watch (HRW), Jean-Marie Fardeau, dejaba clara la postura de la organización para la que esta posible prohibición viola los derechos
Según él, "la libertad de expresar la propia religión y la libertad de conciencia" son derechos fundamentales.
Además, asegura que "prohibir el burka no conseguirá la igualdad de la mujer", sino que sólo agravará la "estigmatización y la marginación de las mujeres que lo usan".

Desde Milán, nos explica que "muchas veces puede tratarse de una obligación de su fe o de algo que para ellos es importante".
Y ha ido más allá sosteniendo que, sencillamente, muchas mujeres musulmanas lo escogen. "Es muy simplista dar por hecho que todas están obligadas y hay que plantearse que no siempre el burka es igual a opresión", subraya.

Sunderland opina que cuando se dan casos de mujeres que realmente están obligadas a cubrirse con un burka o un atuendo similar, "hay otras maneras más eficaces y más respetuosas para enfrentar esta situación".
De acuerdo con ella, una de las grandes preocupaciones que hace que los europeos quieran prohibir esta vestimenta es la necesidad de identificar a las personas, "como por ejemplo, a las mujeres que van a recoger a sus hijos del colegio".
En este caso, apunta la representante de HRW, " hay medidas que ya se usan en algunos países de Europa, como que las mujeres enseñen sus rostros en privado a una persona".
De acuerdo con ella, una de las grandes preocupaciones que hace que los europeos quieran prohibir esta vestimenta es la necesidad de identificar a las personas, "como por ejemplo, a las mujeres que van a recoger a sus hijos del colegio".

Pero, por encima de todo, según ella, "legislar contra ello es la peor opción", ya que agravaría una situación ya de por sí penosa en muchos casos para estas mujeres.
Obligadas o no, la prohibición de llevar el burka en los lugares públicos, "implicaría que las mujeres que lo usan no salieran de casa o que vivieran encarceladas".
Sin poder salir de su casa por no poder mostrarse con burka en público, podrían correr el riesgo de aisladas del mundo y sin acceso a prestaciones básicas como sanidad o educación.
Las miradas de estas mujeres están presas, como sus cuerpos.
Las mujeres afganas tienen la prohibición de: pasear solas por la calle, trabajar, estudiar e incluso recibir asistencia médica salvo en hospitales destartalados sin agua, ni electricidad, ni quirófano al que sólo se va a morir.
La Maternidad Malalai está rodeada por un muro de cemento construido por los talibanes, con dos ventanucos diminutos.
Del otro lado acampan los hombres que esperan a las mujeres internadas; sigue sin permitírseles entrar, como durante el gobierno de los talibanes, y hablan con sus esposas por los diminutos ventanucos.
"El régimen talibán ya no está -dice Suraya Dalil, una médica afgana que participa en la Iniciativa Maternidad Segura, de Unicef-, pero su muro sigue en pie."
Cuando una mujer está embarazada, los afganos dicen que está enferma.

Pero el 97% de las mujeres afganas da a luz en sus casas porque tienen prohibido consultar a médicos varones y casi nunca disponen de medios de transporte para llegar a un tratamiento médico.
Un informe reciente de Médicos por los Derechos Humanos indica que el 40% de las mujeres que mueren durante su período de fertilidad es por complicaciones en el parto.
A menudo, la poca visibilidad que permite la pequeña apertura provoca,
al cruzar las calles, serios accidentes que llevan a estas mujeres a la muerte.
La mujer es metida en el suelo en un agujero y tapada con tierra hasta el pecho.
A continuación los “hombres” le arrojan piedras hasta matarla.
Las piedras no deben ser ni tan grandes como para causarle la muerte rápida, ni tan pequeñas que no se puedan considerar “piedras”
Debajo de la burka, la mirada de la madre no existe. No existe su rostro, su voz se distorsiona y es imposible el contacto con su piel.
Tampoco existe para estas mujeres la mirada del hijo al amamantar.No hay vínculo ni sostén a través de este soporte básico y constituyente de un Otro.
No hay mirada.
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