De escandalosa puede catalogarse la actuación en La Habana de La Chelito, cupletista recién llegada de España, y que traía de cabeza a sus admiradores cuando con su baile de la pulguita iba levantándose el vestido y enseñando parte de su provocativo cuerpo mientras se buscaba… una imaginaria pulga.
que ya me esta molestando
por que me pica y se esconde
y no la puedo echar mano.
Salta que salta va por mi traje
haciendo burla de mi pudor
su impertinencia me da coraje
y como logre cogerla viva
para esta infame que estoy buscando
para esta infame
no hay salvación
no hay salvación
no hay salvación
no.
Yo descansaba leyendo
una novela preciosa
cuando esa pulga insolente
vino a ponerme nerviosa.
Ya cuatro veces se me ha escapado
cuando he creido cazarla yo
y por lo mucho que me ha picado
para esta pulga tan indiscreta
como la pille
entre mis manos
como la pille
no habrá perdón
no habrá perdón
no habra perdón.
Aunque perdí mi sociego
por una pulga imprudente
voy a quedarme tranquila
pues conseguí dar la muerte.
Ya mas no corre
ya mas no pica
entre mis manos
por fin murió.
A su reposo
vuelve esta chica
y por lo tanto señores mios
ha terminado
completamente
ha terminado
esta canción
esta canción
esta canción.
Fuente: musica.comLetra añadida por omar_foh
Transcurría 1910 y la cupletista, bella entre las bellas, contaba con apenas 17 años y, al decir de sus incondicionales, se le salía la gracia hasta por los poros.
Los hombres la asediaban como las moscas a la miel, y las mujeres la imitaban en secreto. Sus presentaciones resultaron apoteósicas. Otros de sus conocidos cuplés fueron La noche de novios y Las pantorrillas.
El público desbordaba de entusiasmo y llenaba el Payret de bote en bote, mientras el conservador Diario de La Marina, la comparaba con Satanás.
La controversia llegó a su “punto caramelo”, cuando se confirmó lo que la misma artista había dicho apenas se bajó del barco en donde llegó a Cuba: que se llamaba Consuelo Portela… y que había nacido precisamente en Cuba, en el poblado villaclareño de Placetas, en 1893.
Se dice que durante la travesía en el barco que la trajo a Cuba, bailaba en la cubierta todas las noches y al finalizar las danzas, los pasajeros ricos le tiraban a sus pies muchas monedas de oro, con las cuales recuperó el dinero de su pasaje y hasta le sobró.
También contaba la propia Chelito que una noche, cuando iba a hacer su entrada al fondo del escenario del Payret, por la calle Zulueta, observó que un sacerdote venía hacia ella con pasos rápidos y, como le extrañó tanto ver un cura por los alrededores del teatro, dada la mala fama que algunos le habían creado, se le adelantó, abordándolo:
- ¿Qué desea usted, padre? – le preguntó la joven.
- Quiero darte un beso – respondió el eclesiástico.
Entonces La Chelito, ni corta ni perezosa, le increpó, censurándolo por su conducta. Pero él le explicó enseguida:
- No os confundáis, hija mía. Sólo quiero darte un beso, pero en la frente, como mi hija espiritual que eres. Soy el cura que te bautizó en Placetas.
Asediada por los hombres más ricos de la Isla, la Chelito recibió durante su estancia en la capital cubana, fabulosos obsequios: coches con hermosos tiros de caballos, joyas, dinero, casas y fincas.
Sin embargo, según confesó, ninguno de estos potentados logró adueñarse de su corazón.
Dicen que sólo un cubanito pobre, llamado Dagoberto Campos, hizo despertar la pasión en la joven. Mas la desgracia se cebó en los amantes: Dagoberto murió en un accidente recién comenzado el idilio que ella siempre evocó con mucho sentimiento.
Sea cierta o no esta romántica historia de amor de La Chelito en La Habana, lo suyo fue aquí todo un suceso, que sacudió a la opinión pública.
La artista permaneció en la capital cubana apenas seis meses. Y jamás volvió. Aseguran, sin embargo, que aquí ganó mucho dinero y con él aseguró su porvenir.
Cuando se retiró en 1928 era empresaria de Eldorado, que después se llamaría teatro Muñoz Seca.
Falleció en noviembre de 1959.
Para el público habanero de la época, la picardía de La Chelito resultó una extraordinaria novedad, y muchos la consideraron casi pornográfica.
Sin embargo, en nuestros días, de seguro causarían risa, por inocentes, el texto de sus cuplès y su famoso baile de la pulguita, que hizo enloquecer a La Habana de 1910.


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