El Diós del Antiguo Testamento es, sin duda el personaje más desagradable en toda la ficción: celoso y orgulloso de ello; un mezquino, injusto, implacable maniático del control; un vengativo, limpiador étnico sediento de sangre; un misógino, homófobo, racista, infanticida, genocida, filicida, pestilente, megalómano, sadomasoquista y acosador caprichosamente malévolo.
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