Por ser precisamente un hecho demasiado interesante, es por lo que la “revolución” Islandesa ha estado condenada a ser convenientemente silenciada por los medios de comunicación.

Está ocurriendo en la mismísima Europa, en un país con la democracia probablemente más antigua del mundo, cuyos orígenes se remontan al año 930 y que ocupó el primer lugar en el informe de la ONU del Índice de Desarrollo Humano de 2007/2008.
Se trata de Islandia, pequeño país de 313.000 habitantes y una de las economías pujantes de Europa, la sexta nación más rica de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y en el cual, la presión popular hizo dimitir a un gobierno al completo, obligó a que se nacionalizaran los principales bancos, se decidió no pagar la deuda que debido a la especulación financiera crearon con Gran Bretaña y Holanda y se convocó una asamblea popular constituyente para crear una nueva Constitución.


Y todo ello de forma pacífica: a golpe de cacerola, gritos y certero lanzamiento de huevos. Ésta ha sido una revolución contra el poder político-financiero, contra el sistema neoliberal que ha conducido a Europa y a Estados Unidos hasta la crisis actual y que hizo padecer a Latinoamérica la peor crisis de su historia.
Tal vez la razón por la que apenas se ha hecho referencia a lo que ha estado ocurriendo allí durante dos años obedezca al temor de que el resto de los ciudadanos europeos tomen ejemplo y actúen en consecuencia, habida cuenta de los buenos resultados que están dando allá las medidas tomadas hasta ahora.

De paso, ratificamos una vez más por si todavía hay alguien que no lo tenga claro, al servicio de quién están los medios de comunicación y cómo nos restringen el derecho a la información en este globalizado "Planeta Sociedad Anónima".
Esta es, brevemente, la historia de los hechos:
A finales de 2008, estalla una bomba financiera en la capital islandesa. Sus efectos en la economía islandesa son devastadores.
En octubre se nacionaliza Landsbanki, principal banco del país.
El gobierno británico congela todos los activos de su subsidiaria IceSave, con 300.000 clientes británicos y 910 millones de euros invertidos por administraciones locales y entidades públicas del Reino Unido.
A Landsbanki le seguirán los otros dos bancos principales, el Kaupthing y el Glitnir. Sus principales clientes están en Gran Bretaña y en Holanda, clientes a los que estos Estados tendrán que reembolsar sus ahorros con 3.700 millones de euros de dinero público.

Por entonces, el conjunto de las deudas bancarias de Islandia equivale a ocho veces y media su PIB. Por otro lado, la moneda se desploma y la bolsa suspende su actividad tras un hundimiento del 76%.
En pocas y definitivas palabras: Islandia está en bancarrota.
Tal como ocurrió poco después en Grecia y en Irlanda, el gobierno solicita oficialmente ayuda al Fondo Monetario Internacional (FMI), que aprueba un préstamo de 2.100 millones de dólares, completado por otros 2.500 millones de algunos países nórdicos.
Las protestas ciudadanas frente al parlamento en Reykjavik van en aumento.
El 23 de enero de 2009 se convocan elecciones anticipadas y tres días después, las caceroladas ya son multitudinarias y provocan la dimisión del Primer Ministro, el conservador Geir H. Haarden y de todo su gobierno en bloque.
Es el primer gobierno que cae víctima de la crisis mundial.
El 25 de abril se celebran elecciones generales de las que sale un gobierno de coalición formado por la Alianza Social-demócrata y el Movimiento de Izquierda Verde, encabezado por la nueva Primera Ministra Jóhanna Sigurðardóttir.
A lo largo del 2009 continúa la pésima situación económica del país y el año cierra con una caída del PIB del 7%.
Mediante una ley ampliamente discutida en el parlamento se propone la devolución de la deuda a Gran Bretaña y Holanda mediante el pago de 3.500 millones de euros, suma que pagarán todos las familias islandesas mensualmente durante los próximos 15 años al 5,5% de interés.
La gente se vuelve a echar a la calle y solicita someter la ley a referéndum. En enero de 2010 el Presidente, Ólafur Ragnar Grímsson, se niega a ratificarla y anuncia que habrá consulta popular.
En marzo se celebra el referéndum y el NO al pago de la deuda arrasa con un 93% de los votos.
La revolución islandesa consigue una nueva victoria de forma pacífica.
El FMI (tan generoso y solidario él) congela las ayudas económicas a Islandia a la espera de que se resuelva la devolución de su deuda.

Jóhanna Sigurðardóttir
A todo esto, el gobierno ha iniciado una investigación para dirimir jurídicamente las responsabilidades de la crisis.. Comienzan las detenciones de varios banqueros y altos ejecutivos.
La Interpol dicta una orden internacional de arresto contra el ex-Presidente del Kaupthing, Sigurdur Einarsson.
En este contexto de crisis, se elige una asamblea constituyente para redactar una nueva Constitución que recoja las lecciones aprendidas de la crisis y que sustituya a la actual, que no es más que una copia de la Constitución danesa.
Para ello, se recurre directamente al pueblo soberano. Se eligen 31 ciudadanos sin filiación política de los 523 que se han presentado a las candidaturas, para lo cual sólo era necesario ser mayor de edad y tener el apoyo de 30 personas.
La Asamblea Constituyente comenzó su trabajo en febrero de 2011 y presenta un proyecto de Carta Magna a partir de las recomendaciones consensuadas en distintas asambleas que se celebran por todo el país. Deberá ser aprobada por el actual Parlamento y por el que se constituya tras las próximas elecciones legislativas.
Y para terminar, otra medida “revolucionaria” del parlamento islandés: la Iniciativa Islandesa Moderna para Medios de Comunicación (Icelandic Modern Media Initiative), un proyecto de ley que pretende crear un marco jurídico destinado a la protección de la libertad de información y de expresión.
Se pretende hacer del país un refugio seguro para el periodismo de investigación y la libertad de información donde se protegan fuentes, periodistas y proveedores de Internet que alojen información periodística; el infierno para EEUU y el paraíso para Wikileaks.

Pues esta es la breve historia de la Revolución Islandesa: dimisión de todo un gobierno en bloque, nacionalización de la banca, referéndum para que el pueblo decida sobre las decisiones económicas trascendentales, encarcelación de responsables de la crisis, redacción de una nueva Constitución por los ciudadanos y un proyecto de blindaje de la libertad de información y de expresión.
¿Conocían ustedes algo de esto?
Se ha hablado de ello, con detalles y datos en los medios de comunicación? ¿Han visto en CNN alguna información al respecto ¿Se ha comentado en las tertulias radiofónicas y televisivas? ¿Los paladines de la desinformación se han trasladado a Islandia para hacer alarde de su periodismo investigativo? ¿Se han visto imágenes de los cacerolazos, de las manifestaciones, de las elecciones por la TV?
Por supuesto que no. Es más ¿han oído nombrar a Islandia o a su capital, Reiskyavick, después de que toda la prensa anunció su bancarrota?
Pues claro que no, aunque Arni Pall Arnason, el ministro de Asuntos Económicos de Islandia, haya asegurado que la decisión de que los acreedores asumieran pérdidas ha salvado el futuro del país.
"Si hubiéramos garantizado todas las obligaciones de los bancos, estaríamos en la misma situación que Irlanda", declaró a Bloomberg.
Arni Pall Arnason
Probablemente a Estados Unidos o a Europa no les parece suficientemente conveniente que un pueblo asuma soberanamente la conducción de su destino y plante cara a los neoliberales, y además con rotundo éxito, puesto que los tres nuevos bancos, sucesores de los gigantes que llevaron al país a la ruina, registraron un beneficio de 309 millones de dólares hasta septiembre del año pasado.
El país, además de volver a crecer, tiene un inflación controlada, el 1,8% y los CDS (seguros contra el impago de la deuda soberana) han caído un 80%.
De hecho, el mercado cree mucho más posible un impago de Grecia, Irlanda, Portugal, España o Italia antes que uno islandés.
El caso es que ese pequeño país ha puesto en evidencia en la Europa claudicante y decimonónica que se puede gobernar haciendo caso omiso de las recetas del FMI y que el ejercicio democrático se basa en algo más que obedecer las órdenes de aquellos que se empeñan en socializar las pérdidas con recortes sociales y precarización de las condiciones laborales e individualizar las ganancias.
Yolanda Rojas Urbina
La Ley Glass-Steagall es el nombre bajo el que se conoce generalmente la Ley 'Banking Act' de los Estados Unidos (Pub. L. No. 73-66, 48 Stat. 162), que entró en vigor el 16 de junio de 1933 y fue la ley que estableció la Corporación Federal de Seguro de Depósitos (FDIC) y que introdujo reformas bancarias, para controlar la especulación, entre sus características destaca la separación entre la banca de depósito y la banca de inversión (bolsa de valores). Esta ley fue promulgada por la Administración Franklin D. Roosevelt para evitar que se volviera a producir una situación como la crisis de 1929.
Fuertemente criticada desde mediados de los años 70, fue finalmente derogada el 12 de noviembre de 1999 por la Financial Services Modernization Act, más conocida como Ley Gramm-Leach-Bliley,1 justo a tiempo para permitir la constitución de Citigroup. Más.
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