La claudicación intermitente forma parte de las enfermedades vasculares periféricas, donde se describen las alteraciones del sistema arterial, venoso y linfático de nuestro organismo.
Es un trastorno caracterizado por la aparición de un dolor muscular intenso localizado en las piernas, en la región de la pantorrilla o el muslo, que aparece al caminar o realizar un ejercicio físico y que mejora al detener la actividad. Existen diferentes grados, pudiendo llegar a resultar una enfermedad discapacitante.
Se observa con mayor frecuencia en el hombre que en la mujer con una relación de 4 a 1; generalmente en pacientes mayores de 60 años. En el 90% de los casos se afectan las extremidades inferiores.
Causas
Esta enfermedad se produce como consecuencia de la obstrucción progresiva de las arterias que nutren las extremidades, por lo que disminuye el aporte necesario para satisfacer adecuadamente el aumento de la demanda de flujo sanguíneo que se produce al realizar cualquier tipo de actividad.
La causa más común es la arteriosclerosis obliterante, responsable del 95% de las obstrucciones arteriales. Se caracteriza por las lesiones localizadas en las paredes de las arterias, denominadas "placas de ateroma".
Estas placas poco a poco se van agrandando en las paredes de las arterias y disminuyen su diámetro, provocando una deficiencia en el flujo sanguíneo al tejido muscular durante el ejercicio. Al disminuir el aporte de oxígeno, el músculo produce ácido láctico, que es en parte responsable del dolor.
Síntomas
Se caracteriza por dolor, calambre, entumecimiento y sensación de cansancio muscular. Los síntomas aparecen al caminar cierta distancia o realizar actividad física que compromete los miembros inferiores, situación que mejora en reposo. En la claudicación intermitente, la distancia recorrida antes de aparecer el dolor que obliga a detenerse suele ser constante en un mismo paciente.
El dolor se manifiesta en áreas dístales a la obstrucción, por ejemplo, si la obstrucción de la arteria es a nivel de la ingle el dolor se sentirá en el muslo.
En caso que el dolor se manifieste inclusive en reposo demuestra un mayor grado de severidad de la obstrucción. En algunos personas el dolor aumenta en posición acostada, mientras que mejora con la posición de píe por efecto de la gravedad.
Existen otra serie de síntomas como la piel fría y pálida, engrosamiento de las uñas de los pies, parestesias, hormigueos en las áreas afectadas, que también son características de la enfermedad, pudiendo preceder a la aparición del dolor, por lo que en esos casos debe ser consultado el médico.
La obstrucción arterial también provoca una mayor dificultad para la cicatrización de las heridas, así como una mayor frecuencia de infección.
En casos de enfermedad muy avanzadas, pueden aparecer lesiones tróficas en las extremidades distales. Estas se caracterizan por úlceras y gangrena, que en lesiones crónicas suele ser del tipo seco.
Es importante que el médico diferencie entre el dolor por obstrucción de la arteria y otro tipo de dolores, de origen neurológico. Entre estos destacan la pseudoclaudicación, por estenosis a nivel del canal vertebral; o la compresión de un nervio a nivel de la columna vertebral. En estos casos, el dolor se irradia generalmente a ambas piernas y no desaparece en forma rápida al detener la marcha, necesitando el paciente sentarse o tumbarse para aliviar los síntomas.
Diagnóstico
Para el diagnóstico de este trastorno, puede ser suficiente con una correcta historia clínica, en la cual el médico le preguntará sobre sus síntomas y antecedentes de algunas enfermedades que usted o sus familiares cercanos han presentado.
Posteriormente realizará un examen físico, donde hará énfasis en la toma de pulsos en diferentes regiones de su cuerpo, en personas musculosas puede ser difícil encontrar el sitio adecuado para evaluar el pulso. En caso de oclusión de una arteria, el paso de la sangre por las arterias se sentirá con menor intensidad en esa zona. Otra prueba de la exploración física consiste en la auscultación de los posibles vasos afectados, en los que puede aparecer un soplo por la obstrucción al flujo normal de sangre.
Como pruebas complementarias que apoyen o confirmen el diagnóstico se pueden realizar estudios como el Doppler y la Ecografía, exámenes encargados de evaluar mediante ondas sonoras el grado de oclusión.
También puede emplearse la oximetría la cual consiste en medir los niveles de oxígeno de la sangre. En ese caso en particular encontrará que los niveles de oxígeno estarán disminuidos en la región distal a la obstrucción.
La angiografía método radiológico utilizado para visualizar los vasos, utilizando un medio de contraste para el diagnóstico de la oclusión arterial, es solicitada en forma más específica para evaluar la localización exacta de la obstrucción, es utilizada en caso de necesitarse la cirugía como un examen para determinar la localización y la estrategia a seguir durante la cirugía.
No podemos olvidar que la causa de esta enfermedad, la arteriosclerosis, es la base de la patología vascular también en otros lugares, donde constituye además un riesgo mas elevado de mortalidad, como puede ser en las arterias coronarias del corazón, cuya obstrucción puede ser responsable de un infarto. Por ello es importante en estos pacientes prestar especial atención para descartar riesgos de este tipo.
Tratamiento
La causa de esta enfermedad, la arteriosclerosis, no tiene un tratamiento específico, por lo que es importante intentar evitar su evolución y controlar sus consecuencias. Para esto último, es importante hacer hincapié en una serie de medidas generales:
Cuidado de los pies: Es importante hacer énfasis en el cuidado de los pies, debido a que están sometidos a una actividad diaria que los predispone a sufrir traumatismo e infecciones que pueden agravar la evolución de la enfermedad.
Corte de las uñas: utilice una técnica adecuada que no lesione los dedos de los pies, lo más aconsejable es que el corte sobre las uñas se realice en forma recta permitiendo que las esquinas de las uñas queden libres.
Examinar pies y calzado antes y después de realizar prácticas deportivas o caminar largos trayectos.
Utilizar calzado adecuado, cómodo y liviano. Evitar zapatos apretados o descubiertos que predispongan al trauma. No utilizar zapatos de material sintético como el plástico, debido a que este material obstaculiza la transpiración y predispone a las infecciones, sobre todo por hongos como es el caso del píe de atleta.
Las medias utilizadas no deberán ejercer presión sobre la pierna, eso generaría una presión adicional sobre el vaso sanguíneo.
Elevar la cabecera de la cama estimulan a la sangre para pasar a través de la obstrucción por efecto de la gravedad.
Realizar ejercicios físicos supervisados y progresivos como pasear, montar en bicicleta. Mejoran su capacidad funcional, favorece la actividad del corazón y generan un mejor estado de ánimo.
Hacer ejercicio 3 veces por semana.
En cuanto a las posibles alternativas de tratamiento, existen tres niveles de actuación:
Control de los factores de riesgo: Está ampliamente demostrado que el control de los factores de riesgo es útil aunque ya existan lesiones ateroescleróticas, pues es posible detener su progresión y, en algunas circunstancias, incluso producir cierta regresión. Si bien hay factores que no son posibles modificar, como la edad y el sexo, existen factores que pueden ser controlados como la hipertensión arterial, la diabetes y la obesidad. Algunos factores de riesgo pueden ser eliminados como el tabaco, cuya supresión es fundamental; así mismo, deben modificarse radicalmente los hábitos de vida en cuanto al sedentarismo, dieta y estrés.
Tratamiento con medicamentos: Está dirigido a las complicaciones de la enfermedad ateroesclerótica, especialmente la disminución de la luz de la arteria y a mejorar el flujo sanguíneo hacia las extremidades. Los fármacos vasodilatadores periféricos no se han mostrado eficaces, pudiendo constituir incluso un riesgo de empeoramiento. Pueden usarse en cambio antiagregantes plaquetarios (tipo aspirina); u otros fármacos como la pentoxifilina, que actúa disminuyendo la viscosidad sanguínea, facilitando así el flujo. Otros tratamientos como los promotores de la angiogénesis están todavía en periodo experimental.
Tratamiento quirúrgico: Se reserva para pacientes con una afectación grave incapacitante o progresiva. Existen dos opciones:
La primera es la angioplastia transluminal percutánea, que se utiliza en pacientes con lesiones únicas y de pequeño tamaño. Con este tipo de terapia se consigue la dilatación de la lesión estenosante o la repermeabilización de los segmentos ocluidos, introduciendo un catéter con un balón dilatador en su extremo dentro de la arteria; una vez ubicado en el lugar correcto, se infla el balón lo que comprime la placa de ateroma contra la pared de la arteria, lográndose desobstruir la arteria.
La segunda, que suele ser la más utilizada es una cirugía de by-pass, que consiste en reconducir el flujo sanguíneo a la zona distal a la obstrucción mediante un injerto, ya sea sintético (dacron), o utilizando una vena del propio paciente.
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