LA ZONA PÚBLICA : La maldición de Bangladesh


Una semana después del derrumbe del edificio de la ciudad de Savar, en Dacca (Bangladesh) el 24 de abril de 2013, que albergaba varias fábricas textiles en las que trabajaban para firmas occidentales cientos de personas, las autoridades de ese país presentaron las cifras oficiales del siniestro: 402 muertos y 149 desaparecidos.


Así lo señalaba el general Chowdhury Hasan Suhrawardy, quien facilitó una lista con los nombres de las 149 personas que aún permanecían en paradero desconocido. Igualmente, el alto militar admitía que el número de muertos al venirse abajo el edificio de ocho plantas situado en Rana Plaza, en la periferia de la capital, ascendía a 402.

Se trataba del peor desastre industrial sucedido en Bangladesh. En el edificio derrumbado trabajaban más de 2.000 personas. Tras lo sucedido, miles de personas protestaron en la calle para exigir la detención de los dueños del inmueble y de los cinco talleres que se ubicaban en su interior.




El desastre volvía a poner de manifiesto las malas condiciones laborales y de seguridad que sufren los trabajadores de talleres textiles en el país asiático, que abastecen a multinacionales occidentales.







La Policía Industrial acusó a los propietarios de las fábricas de ignorar las grietas que aparecieron en el edificio, un día antes de la catástrofe.

Bangladesh es el país del mundo con costes más baratos de producción en la industria de la ropa y por eso empresas de todo el mundo están trasladando parte de su producción al país asiático, de acuerdo con la Campaña Ropa Limpia.


Detención del socio de David Mayor

El 1 de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores, decenas de miles de personas volvieron a manifestarse por las calles para reclamar el arresto de los propietarios de los talleres de confección.

Miles de trabajadores portando pancartas y banderas rojas en las que llevaban escrito 'Colgad a los asesinos, colgad a los dueños de los talleres' desfilaban por las calles de Dacca. Manifestaciones similares se produjeron en otros puntos del país en ese día festivo.






A pesar del llamamiento del primer ministro, Sheikh Hasina, para mantener la "cabeza fría", la cólera siguió inflamando las calles y las autoridades temieron que surgieran actos de violencia y de vandalismo en los talleres textiles.

Al descontento social, el Gobierno de Bangladesh debía hacer frente a las críticas provenientes de las compañías occidentales que confeccionan ropa en ese país asiático y que habían reclamado mejoras en la seguridad de los empleados locales. Igualmente, las autoridades fueron duramente criticadas por no permitir la ayuda exterior en las labores de desescombro.


El empresario español, David Mayor. Mayor es el director general de Phantom-Tac, una empresa conjunta a partes iguales entre Phantom Apparels (de Bangladesh) y Textile Audit Company (de España), instalada en más de 2.000 metros cuadrados en el edificio derrumbado, según el sitio web de la empresa.

Entre los detenidos se encontraban dos empresarios y dos funcionarios municipales. Entre las compañías que confirmaron que producían en alguna de las empresas locales implicadas en el siniestro figuraban Primark, El Corte Inglés, Bon Marche y Joe Fresh. También se apuntaba a un empresario español, David Mayor, copropietario de uno de los talleres de ropa afectados, como uno de los principales sospechosos en la investigación de la catástrofe. 








La maldición de Bangladesh empieza en las tiendas de Europa y EEUU. 
Las grandes marcas de ropa europeas y norteamericanas presionan a sus proveedores asiáticos para que mantengan bajos los costes. 


En 2011 los sindicatos propusieron un sistema nacional de inspecciones a las multinacionales extranjeras. Lo rechazaron.



Los clientes de las empresas radicadas en ese edificio son más cercanas a nosotros. La imagen de arriba es un documento encontrado por un reportero del Financial Times entre los escombros de Rana Plaza. Aparece el nombre de El Corte Inglés y una serie de pedidos diarios de chaquetas. El edificio de ocho plantas albergaba empresas textiles que trabajan, como contratistas o subcontratistas, para varias marcas occidentales, Primark, The Children’s Shop y Mango entre otras.



Rana Plaza violaba las normas de edificación de Bangladesh, lo que es terriblemente habitual en ese país. El dueño del edificio, se hallaba en paradero desconocido, era una persona bien conectada con el partido en el poder. Había ordenado construir tres plantas más sobre las cinco originales, lo que ponía en peligro su estabilidad. En cualquier caso, las inspecciones habituales son conocidas allí por ser inútiles.

Incluso así, no es una tragedia aislada. En noviembre de 2012, 112 trabajadores murieron en el incendio del edificio de la empresa Tazreen Fashions.

Víctima del incendio de Tazreen Fashions, una fábrica de ropa en las afueras de la capital Dhaka. En el último recuento, más de 120 personas murieron. Murieron de las formas más horribles imaginables, ya sea asfixiada por el humo, quemado vivo, o saltando, en un vano intento de salvarse a sí mismos. De los muertos, 53 fueron carbonizados.


Hay un hecho que impide considerar lo ocurrido en Rana Plaza como un accidente imprevisible. El día anterior, el martes 23, habían aparecido grietas en el edificio. Al menos una compañía situada en la planta baja había ordenado a su personal que no se presentara a trabajar. Las demás obligaron a sus trabajadores a seguir con sus turnos. Sus contratos con las empresas extranjeras les obligan a entregar un número determinado de prendas cada día. No cumplirlo supone no ya perder dinero, sino arriesgarse a quedarse sin el contrato.

Las grietas eran visibles. La noticia había salido en los informativos del martes. La policía había ordenado al propietario del Rana Plaza que cerrara las puertas hasta que se realizara una inspección. Esas órdenes fueron desobedecidas.


“En relación a la industria textil, estamos implicados como consumidores, y esa implicación exige responsabilidad“, escribía Gareth Price Jones, director de la ONG británica Oxfam en Bangladesh. “Podemos tomar decisiones que marquen la diferencia. Ocurre lo mismo con las empresas. Lo más fácil es decidir no fijarse en lo que hay detrás de esas marcas, pero podemos elegir comprar ropa que sea el producto de cadenas de suministro transparentes y no abusivas”.





Por encima de la presión competitiva que tengan a la hora de reducir costes, decía un editorial del Financial Times, las grandes marcas “no pueden continuar vendiendo ropa que, según las campañas (en favor de condiciones laborales más justas), se produce con un coste de vidas inocentes”. Deberían empezar a pensar en el coste que supondrá para su reputación. No pueden escudarse en la corrupción existente en Bangladesh.

Según publicaba la página web de la organización en defensa de los derechos de los consumidores, FACUA, dos de las fábricas que ardieron en el incendio fabricaban para marcas de moda como la española ‘Mango’.

En concreto, los talleres New Wave Style y New Wave Bottom, producían producto textil para ‘Mango’ y la italiana ‘Benetton’, según la organización ‘Bangladesh Center for Workers Solidarity’. 
La primera también fabricaría para marcas muy conocidas en Reino Unido como ‘Primark’ y ‘Bonmarche’. 



La catástrofe, pone en jaque una vez más a un sector que el 2012, generó 15 millones de euros en exportaciones. Algunos de los trabajadores del edificio Plaza Rana Savar cobraban 28 euros al mes y hacían jornadas laborales interminables. 




Según datos de la Federación Nacional de Trabajadores del sector Textil de Bangladesh, en los últimos 15 años ha habido unos 600 muertos y 3.000 heridos en accidentes ocurridos en fábricas textiles (incendios o derrumbes) en el país.














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