LA ZONA DE PADRES : Las Somatizaciones en la Infancia

A veces un niño o adolescente se queja continuamente por una molestia o un dolor para los que un médico no puede encontrar una causa. Sin embargo, el dolor o la molestia son muy reales para el niño o adolescente. 

FOTO Art Renewal Center, Vala Ola

Las molestias físicas sin ningún fundamento visible pueden ser un reflejo del estrés, como el nerviosismo provocado por una situación social, un entorno escolar muy exigente, la separación de los padres u otra situación estresante. Ya que el estrés afecta el cuerpo y la mente, influye en algunas enfermedades y puede influir en la forma en que un niño o adolescente percibe los síntomas de la enfermedad, la forma en que controla la enfermedad y el tiempo de recuperación.

Trastorno somatomorfo es un término relativamente nuevo que se utiliza en la cuarta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV) para describir un grupo de trastornos caracterizados por síntomas físicos que no se pueden explicar completamente a partir de una afección médica generalizada (“orgánica”) o neurológica. Si bien es común que los niños manifiesten síntomas físicos recurrentes sin ninguna causa física, se puede dar un diagnóstico real en los niños, pero esto es poco frecuente, ya que los criterios para los trastornos somatomorfos se establecieron para adultos y ciertos síntomas todavía no se han manifestado en niños.



Historias de la vida real

Ania, una joven de 17 años nacida en los Estados Unidos, hija de padres de Arabia Oriental, quería asistir a una universidad fuera de la ciudad. Este plan generó la marcada desaprobación de sus padres, quienes, según la tradición de su cultura, querían que permaneciera en el hogar mientras asistía a la universidad. 

El desacuerdo no se discutió de manera abierta; se supuso que Ania asistiría a una universidad local. Ania comenzó a desarrollar convulsiones y fue hospitalizada para su observación. 

Los exámenes neurológicos arrojaron resultados negativos y se descartó un trastorno convulsivo orgánico. Después de una consulta psiquiátrica y de varias sesiones tanto con Ania como con sus padres, llegaron a la conclusión de que las convulsiones se relacionaban con un patrón consolidado en el que Ania no controlaba directamente su ansiedad. Ya que no podía expresar sus sentimientos negativos y de enojo, Ania reaccionaba con el cuerpo. 

Su conflicto para expresarles a sus padres con seguridad lo que sentía con respecto a irse de su casa generó las seudoconvulsiones. Cuando se ayudó a la familia a considerar los síntomas como una manifestación de estilo cultural, aprendieron formas nuevas de comunicar sus sentimientos, y los síntomas disminuyeron.

Scott, de 10 años, se quejó durante más de un año por dolores de estómago fuertes, que generalmente ocasionaban vómitos. Su pediatra realizó una serie de análisis de diagnóstico y no encontró un fundamento físico para sus quejas. 

Se descartó que su intención fuera evitar asistir a la escuela, ya que Scott iba voluntariamente, era buen alumno, le agradaba a sus compañeros y era un jugador de fútbol destacado. Sin embargo, le dedicaba muchas horas después del horario escolar a la práctica de fútbol, practicaba de manera compulsiva en su casa, viajaba con su equipo, asistía a clases de trombón y a menudo se quedaba despierto hasta la medianoche para finalizar su tarea. 

Los padres de Scott comenzaron a pensar que sus quejas no eran reales. Al consultar con un especialista en salud mental, recibieron ayuda para comprender que cuando se acumula estrés sin liberarlo, el cuerpo puede reaccionar. Se les aconsejó que realizaran cambios en el estilo de vida, como limitar la práctica de fútbol y las lecciones de trombón, para reducir la presión que sentía Scott. Los dolores de estómago y el vómito disminuyeron con el transcurso de unos meses.

A Ania y Scott se les diagnosticó trastorno somatomorfo.



¿Cuáles son los síntomas?

Para diagnosticar trastorno somatomorfo, la persona debe manifestar un patrón de múltiples quejas físicas, repetidas y clínicamente significativas, cuyos síntomas NO se producen voluntariamente.

Los síntomas repetidos informados comúnmente por niños y adolescentes son:

Con los cambios hormonales de la pubertad, la ansiedad y angustia, la fatiga, la pérdida del apetito y los dolores son síntomas frecuentes, que prevalecen más en las niñas que en los varones
Síntomas que emulan los trastornos neuorológicos, como la visión doble, escasa coordinación y equilibrio, parálisis, convulsiones
Deformidades o defectos físicos irreales
Fatiga
Dolor muscular
Los problemas académicos, la negación para asistir a la escuela, la exclusión social, la ansiedad y los problemas de conducta a menudo se manifiestan junto con los trastornos somatomorfos.

El trastorno somatomorfo debe diferenciarse de otros dos diagnósticos: el trastorno facticio o la simulación, que se caracterizan por la presencia de síntomas producidos consciente o deliberadamente.

Tipos de trastornos somatomorfos diagnosticados en niños (tal como se especifica en DSM IV)

Trastorno de conversión. Es el tipo más común diagnosticado en niños (consulte la descripción de Ania previamente). El trastorno de conversión involucra deficiencias o síntomas inexplicados que afectan la función motriz o sensorial voluntarias que sugieren una afección neurológica u otra afección médica general. 

Los síntomas se asemejan a las afecciones neurológicas y dolencias físicas con causa orgánica, como ceguera, convulsiones, desequilibrio del andar, parálisis, visión en túnel y entumecimiento. Los niños pueden quejarse porque se sienten débiles; pueden tener dificultad para caminar, hablar u oír. El trauma y maltrato incrementan la posibilidad de que se produzca un trastorno de conversión, que generalmente se inicia a partir de factores psicológicos.

Trastorno de somatización. Es un trastorno polisintomático que comienza antes de los 30 años, se extiende durante un período de varios años y se caracteriza por una combinación de dolor y síntomas gastrointestinales, sexuales y seudoneurológicos. 

Este trastorno crónico recurrente caracterizado por múltiples quejas a menudo se presenta de forma dramática y exagerada. Resulta difícil diagnosticarlo en niños a causa de los criterios relacionados con los síntomas sexuales.

Trastorno dismórfico corporal. Es la preocupación con un defecto irreal o exagerado en la apariencia física.

Hipocondría. Es la preocupación con el miedo de tener, o la idea de que uno tiene, una enfermedad grave a partir de la interpretación errónea de la persona de los síntomas o las funciones corporales.

Trastorno del dolor. Tiene utilidad limitada en los niños, ya que hay pocos estudios que permiten diferenciarlo del trastorno de conversión. El trastorno del dolor se caracteriza por tener el dolor como el centro predominante de la atención clínica.

Además, se considera que los factores psicológicos desempeñan un rol importante en el inicio, la gravedad, la intensificación o el mantenimiento.

Trastorno somatomorfo indiferenciado. Se caracteriza por la presencia de quejas físicas inexplicadas, que duran 6 meses por lo menos, que se encuentran por debajo del límite para un diagnóstico de trastorno de somatización. Cuando los síntomas somatomorfos no cumplen con los criterios de cualquiera de los trastornos somatomorfos específicos, se utiliza un diagnóstico de trastorno somatomorfo no especificado de otro modo.



¿Quiénes son más propensos a tener una enfermedad psicosomática?

Los estudios demuestran evidencia contradictoria relacionada con la incidencia de los trastornos somatomorfos.

En un estudio de pacientes ambulatorios psiquiátricos, las tasas varían de 1.3 a 5%. En un estudio de población general, se detectaron quejas somáticas en el 11% de las niñas y 4% de los niños. Los estudios de adultos demuestran tasas de entre 0.2 y 2% en mujeres y menos del 0.2% en hombres. 

Se cree que los trastornos somatomorfos se producen más frecuentemente en poblaciones menos sofisticadas o menos educadas y en grupos de menor estrato socioeconómico. En cuanto a las diferencias de sexo, la relación entre mujeres y hombres es de 5:1.

Los estudios de niños preadolescentes revelan una relación equitativa entre niños y niñas; sin embargo, en la pospubertad, la incidencia se incrementa en mujeres.



¿Por qué sucede esto?

Los niños reaccionan de forma diferente ante el estrés, dependiendo de las características personales individuales, como la apreciación del hecho y sus estrategias de afrontamiento. Algunos niños tienen más dificultad que otros para expresar sus emociones directamente, debido a su temperamento individual, el clima emocional de la familia y las costumbres culturales. 

Los factores activadores más comunes de los trastornos somatomorfos son los factores de estrés psicosociales, el trauma (abuso sexual o físico) o el conflicto familiar. Si bien existen diversas hipótesis relacionadas con el origen de los trastornos somatomorfos, todavía se desconocen las causas exactas.

La teoría psicosocial considera los síntomas como la comunicación social para expresar las emociones o para simbolizar los sentimientos.

Una interpretación psicoanalítica considera los síntomas como impulsos instintivos reprimidos.

Los estudios biológicos sugieren que la persona puede tener una percepción y una evaluación deficiente de las señales sensoriales.

Los datos genéticos sugieren que los trastornos somatomorfos tienden a manifestarse en las familias con una incidencia del 10 al 20% en familiares femeninos de primer grado. Otra evidencia demuestra que la ansiedad y la depresión son más comunes en las familias de niños con somatización. Los padres de niños con dolor abdominal recurrente informaron más síntomas psiquiátricos.



¿Cómo se trata?

Una evaluación profesional es el primer paso en el tratamiento de niños que pueden tener un trastorno somatomorfo. La ejecución profesional de la evaluación generalmente involucrará los siguientes procedimientos:

Realizar un estudio médico inicial completo de los síntomas, entre ellos, un examen físico.

Examinar al niño sin que los padres estén presentes y observar si hay cambios en la conducta del niño.

Obtener un historial psicosocial, que incluya información sobre los posibles factores de estrés.

Informar a la familia sobre la importancia de los factores psicológicos que pueden contribuir con los síntomas y el plan para controlarlos.

Incorporar el concepto de una evaluación psicológica o psiquiátrica profunda para ayudar a comprender el panorama de los síntomas y las causas y el control de los síntomas.

Los procedimientos de intervención incluyen lo siguiente: Un profesional de la salud mental se comunicará con el médico de cabecera para evitar la duplicación de servicios y exámenes, y la transmisión de información contradictoria a la familia;

educará al niño en relación con la interpretación de las sensaciones corporales;

desarrollará e intensificará las conductas de afrontamiento que reducen el provecho vinculado con el rol de enfermo a través de terapias conductuales individuales, familiares, grupales y cognitivas; (las técnicas de relajación y retroalimentación biológica son útiles).

Identificará y planificará el tratamiento apropiado para los diagnósticos comórbidos, es decir, ansiedad, depresión, etc.

Cuando se indique, resulta efectiva la administración de medicamentos con inhibidores selectivos de recaptación de serotonina (Specific Serotonin Reuptake Inhibitor, SSRI), medicamentos tricíclicos, ansiolíticos, estimulantes y estabilizadores del humor.



Preguntas y respuestas

La mayoría de los días, mi hija Lisa de 8 años llega a casa de la escuela llorando y señalándose las piernas. Cuando le preguntamos si le duele algo, lo niega con la cabeza. Cuando le preguntamos qué sucedió en la escuela, solo encoge los hombros y no responde. ¿Cómo podemos saber si realmente le duelen las piernas?

Lisa expresa su dolor de la forma en que lo haría un niño más pequeño: llorando y con gestos físicos. Motívela para que describa su dolor con palabras. Asegúrele que sabe que su dolor es real y que se pueden encontrar formas de ayudarla. Trate de averiguar si hay situaciones en el hogar o en la escuela que pueden ser estresantes para ella.

Mi hijo tiene 16 años y le gusta comer mucho en la cena, incluso postre. Se levanta todas las noches alrededor de la 1 a.m. quejándose de dolor de estómago o cabeza, y luego no puede dormirse nuevamente. ¿Está haciendo esto solamente para interferir con nuestro descanso?

Si, después de un examen físico, todavía siente dolores abdominales que interfieren con su desempeño académico y personal diario, tenga en cuenta que los síntomas no se producen intencionalmente, sino que pueden ser emocionales. Intente precisar las posibles causas. Quizás esté sufriendo presión académica, conflictos familiares, un cambio escolar, una transición, una reacción frente a la enfermedad o muerte de un familiar o amigo, o un posible abuso sexual o físico. Los adolescentes intentan automedicarse con alcohol o drogas.

¿Existen formas prácticas de ayudar a un niño de 8 años que dice que le duele siempre la garganta? Su pediatra no encuentra un fundamento físico para su queja.

Busque formas de darle una sensación de control. Para algunos niños, mantener un registro los ayudará a identificar momentos y situaciones específicas que se vinculan con el dolor. De esta forma, una causa particular de estrés puede ser visible. Quizás aporten alivio cambios en su vida, como el cambio de las exigencias escolares, los cambios en las relaciones familiares, la modificación de un cronograma extremadamente cargado de actividades.

Mi hija de 12 años tiene sinusitis crónica. Se levanta tarde en la mañana y dice que siente que está por tener una infección. ¿Debo permitirle quedarse en casa y no asistir a la escuela incluso cuando creo que en verdad no está enferma?

Tenga cuidado de no intensificar inadvertidamente la conducta alarmándose visiblemente y preocupándose demasiado o permitiéndole quedarse en casa o evitar situaciones sociales. Asegúrese de que esté recibiendo el tratamiento médico apropiado para la sinusitis. Si no se observan mejoras, convendrá consultar con un especialista en salud mental.


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