LA ZONA DEL ARTE : La tragedia del Museo de Arte Islámico de El Cairo

El atentado suicida que a primera del miércoles 20 de febrero de 2014 segaba cuatro vidas y hería a decenas de personas se cebaba con el Museo de Arte Islámico, uno de los centros de arte musulmán más importantes del mundo que abrió al público a mediados de 2010 tras ocho años de costosa renovación. 




La onda expansiva arrancaba su fachada y destrozaba las vitrinas que exhibían más de dos mil joyas de la religión de Mahoma llegadas de todo el mundo, incluido España.

"No me lo puedo creer. Las pérdidas humanas son incalculables pero la destrucción del museo es una auténtica tragedia. Era la colección más antigua de arte islámico del mundo y durante ocho años trabajamos en su restauración", relataba a EL MUNDO una joven que fue coordinadora de la renovación del centro pero que rehusó proporcionar su nombre. "Solo he venido a ver si el edificio había sufrido y para ofrecerme a colaborar", decía mientras se enjugaba las lágrimas.




Decenas de personas se arremolinaban desde temprano en las inmediaciones de la plaza de Bab el Jalk, golpeada por la explosión de un coche bomba que alrededor de las 6 de la mañana dejaba al menos cuatro muertos y 76 heridos. El Museo de Arte Islámico está justo enfrente de la sede de la Dirección de Seguridad, el blanco del atentando. La fuerte detonación, que abrió un profundo cráter en el asfalto, hizo estragos en los edificios colindantes.

El museo es, de lejos, uno de los inmuebles más afectados del barrio, situado en pleno corazón de El Cairo. La carga explosiva derruía la imponente fachada de un edificio levantado hace más de un siglo para albergar la colección de arte islámico. El estallido arrancaba la enorme puerta de entrada y hacía trizas los cristales de las ventanas dejando al descubierto un interior arrasado también por el ataque. Entre los objetos dañados, se hallaba un mihrab de madera (nicho que en las mezquitas indica la dirección hacia La Meca) perteneciente a Sayeda Ruqaya, una de las descendientes del profeta. La pieza quedaba totalmente destruida.

"Es un verdadero desastre", declaraba a la prensa el ministro de Antigüedades Mohamed Ibrahim tras visitar el edificio. Según Ibrahim, el museo se hallaba "patas arriba" y algunos techos se habían derrumbado dañando a los objetos expuestos en sus salas. "No hemos podido movernos con libertad por el museo por motivos de seguridad porque hay techos al borde del colapso", agregaba el arqueólogo.





El ministerio de Antigüedades lamentaba los daños ocasionados a un edificio cuya restauración costó 107 millones de libras egipcias (unos 11 millones de euros) y se prolongó durante ocho interminables años. En un comunicado, el organismo precisaba que para curar las heridas del atentado tendría que hacer frente a una nueva restauración que duplicaría el coste inicial. 

El centro presumía de ser el museo más moderno frente a sus homólogos dedicados al arte cristiano, enclavado en el barrio copto de El Cairo, y a la civilización faraónica, situado en la plaza Tahrir de El Cairo y pendiente de un completo lavado de cara.

El edificio de dos plantas guarda entre sus maltrechos muros más de 2.000 objetos, entre tejidos; piezas de cerámica, metal o barro; sellos y objetos para medir la distancia y el tiempo como relojes de arena. Además, tiene una preciada colección de instrumentos de astronomía, química y cirugía usados durante el medievo en el mundo musulmán



Las joyas son una vasija de bronce de la época del califa Maruán Ibn Mohamed (744-750), un Corán de la época de los Omeyas escrito sobre una piel de gacela y el dinar de oro más antiguo descubierto hasta ahora (696 d.C).



Aunque en su mayoría proceden de Egipto, el museo también acoge objetos de España, China, India, Irán, Turquía, Pakistán, norte de África y Arabia Saudí. El ministerio de Antigüedades iniciaba las gestiones para trasladar la colección a un lugar seguro y examinaba además el estado de varias mezquitas históricas situadas en las proximidades para saber si habían sido perjudicadas por la explosión.





No es la primera vez que el patrimonio egipcio es alcanzado por los tres convulsos años que ha vivido el país árabe desde la caída de Hosni Mubarak. Durante la noche del 28 de enero de 2011, tras la huida de la policía en una de las jornadas más sangrientas de la revolución, el museo de Antigüedades del centro de El Cairo -la mayor colección de arte faraónico del mundo- pereció a los cazatesoros. 54 piezas desaparecieron. De ellas solo se ha logrado recuperar varias decenas.




El 14 de agosto de 2013, apenas unas horas después del brutal desalojo de las acampadas islamistas que se saldaron con más de 600 muertos, una turba asaltó el Museo de Malaui, a 300 kilómetros al sur de El Cairo, y destrozó unas salas que albergaban preciadas piezas del reinado de Ajenatón -el primer monoteísta y "fanático" religioso de la Historia- junto a tesoros de conquistadores griegos y califas musulmanes.







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