El jardín de los monstruos o de Bomarzo, se convierte a partir del Renacimiento
en un espacio especialmente atractivo para los artistas, la
aristocracia urbana adquiere villas en el entorno rural buscando un
lugar de esparcimiento en el que dar rienda suelta a su imaginación.
Espacios olvidados por la historia del arte durante mucho tiempo, y sobre todo excluidos de los temarios escolares, con fundamentales para entender la estética de épocas como el Renacimiento y sin su conocimiento difícilmente se pueden entender otras obras pictóricas o escultóricas íntimamente relacionadas con ellos.
Espacios olvidados por la historia del arte durante mucho tiempo, y sobre todo excluidos de los temarios escolares, con fundamentales para entender la estética de épocas como el Renacimiento y sin su conocimiento difícilmente se pueden entender otras obras pictóricas o escultóricas íntimamente relacionadas con ellos.
El gusto manierista por lo sorprendente tiene en el Jardín de los monstruos de Bomarzo uno de los ejemplos más interesantes Fue obra de la mente de Pier Francesco Orsini, uno de los personajes más curiosos de la Italia de finales del siglo XVI, miembro de una de las familias más importante de la Italia de Cinquecento, presencia la coronación de Carlos V en Bolonia, ostentó el cargo de condotiero y participó en las campañas militares contra Francisco I de Francia, después de las cuales se retiró dedicándose al coleccionismo de obras de arte, a la literatura y al diseño del Jardín de su villa de Bomarzo.
Pier Francesco Orsini
El Jardín es un especie de homenaje póstumo a su esposa Giulia Farnese, por eso el nombre de “Bosque Sacro”. Después de su muerte Orsini se recluyó en el ese mundo de seres fantásticos y claves ocultas tan propio del manierismo, cargado de referencias literarias. En el diseño, además de las indicaciones del propio Pier Francesco, participaron los arquitectos Pirro Logorio y Jacobo Barozzi diVignola y las obras se prolongaron desde 1552 a 1580.
El modelo para estos
jardines está en otros contemporáneos como los de Villa d´Este en
Tivoli, o los del Palazzo Farnese en Capraola y cuyo antecedente más
remoto está en el conjunto de palacios, jardines, ninfeos y teatros
de Adriano en Tivoli.
No hay ningún orden ni la tradicional disposición geométrica y simétrica del resto de jardines renacentistas, se trata más bien de un bosque en el que el caminante se va encontrando con todo tipo de esculturas monumentales, fuentes y construcciones, en ocasiones cercanas al mundo onírico del surrealismo.
Entre las rocas surgen elefantes, dragones, tortugas gigantescas, todo tipo de fauna fantástica, una mascara monstruosa, conocida como el orco, abre su descomunal boca, que se convierte asi en la puerta para una pequeña dependencia, cuyas ventanas son los ojos del ser.
Se dice André Bretón regaló a Dalí un libro con fotografías de Bomarzo diciéndole: “Aquí está tu universo, cuatrocientos años antes de que se te ocurriera”
La entrada está flanqueada por esfinges, a lo
largo del camino aparecen Juno y Saturno dan paso una colosal
estatura de Hércules matando a Caco, la victoria del Bien sobre el
Mal, más adelante una tortuga se enfrenta a una ballena, sobre su
caparazón un jarrón invertido. Más allá la casa inclinada recibe
al visitante con la inscripción: “Animus quiescendo fit
prudentior ergo"; es decir, "para que el alma gane en
prudencia, hay que buscar la tranquilidad".
Al seguir avanzado hay una extraña fuente custodiada por Neptuno. Junto a ella, otra clave hermética indica que "la fuente no se da a quien guarda en jaulas a las fieras más terribles".
A la derecha hay un elefante con una torre en la grupa que sujeta con la trompa el cuerpo rendido de un legionario. Es un recuerdo de Aníbal, pero también un símbolo del conocimiento al mostrar que quien sucumbe (el soldado) a la sabiduría (el elefante) y renuncia a las batallas de la vida profana es quien alcanza el conocimiento (la torre de marfil).
Finalmente, llegas al más allá. Una enorme cabeza petrificada en un grito de dolor, sobre cuyo labio superior está grabado "Ogni Pensier Vola" ("todo pensamiento es fugitivo").
Entras por la boca del ogro hasta una pequeña sala circular con un banco adosado al muro y un altar en el centro, y comprendes que estás ingresando en las entrañas de Bomarzo, es decir, se desciende al vientre de la tierra, la morada definitiva. Es el corazón del bosque sagrado; el laberinto es un viaje que termina en la boca del infierno.
Los problemas de
interpretación son evidentes, por no haber ninguna documentación de
la época que lo explique, pero las referencias literarias remiten al
cancionero de Petrarca, y a otros autores italianos como Ariostro y
su “Orlando el Furioso”, o Bernardo di Tasso, también se cita a
Colonna y su obra “El sueño de Polifilio” uno de los libros más
herméticos del Renacimiento.
Posiblemente sea inútil encontrar un esquema explicativo único a lo que se trata con certeza de manifestaciones fruto del deseo de evasión artística y literaria, “tan sólo para aliviar el corazón” como dice una de las inscripciones. Posiblemente muestra tan sólo la soledad de quien lo imaginó, del noble italiano, Pier Francesco, un hombre delicado recluido en su villa rural, una imaginación poderosa en el cuerpo contrahecho de un jorobado, que buscó rodearse de belleza en un mundo que le rechazaba.
Posiblemente sea inútil encontrar un esquema explicativo único a lo que se trata con certeza de manifestaciones fruto del deseo de evasión artística y literaria, “tan sólo para aliviar el corazón” como dice una de las inscripciones. Posiblemente muestra tan sólo la soledad de quien lo imaginó, del noble italiano, Pier Francesco, un hombre delicado recluido en su villa rural, una imaginación poderosa en el cuerpo contrahecho de un jorobado, que buscó rodearse de belleza en un mundo que le rechazaba.
Un ambiente que
reflejó extraordinariamente Manuel Mujila Lainez en su novela
Bomarzo, un lectura sin duda alguna recomendable
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