Ocuparse de reinar en casa, debe ser una tarea ardua y complicada. Más aún, cuando lo que se cuece dentro de casa
echa vapores insoportables, sobre todo para los que no tienen culpa de
nada y a los que les llega el “tufo” a distancia.
Reinar en silencio implicaría sufrir en “ídem”.
Pero de cara a la galería, debe ser todavía más vergonzoso, correr al vestidor a por la máscara de turno.
En esta imagen se puede observar a la reina en los actos religiosos con motivo de la Pascua ortodoxa en Grecia. En España mientras tanto, se sucedían los escandalosos episodios de su Rey y sus aventuras de caza.
Reyes de Grecia asistiendo a la vigilia de Resurreccion en Spetses.
Ampararse en la historia con el fin de que los
acontecimientos pasen totalmente desapercibidos, es el arte más
surrealista al que la susodicha debe enfrentarse, siendo cómplice de
todos los desmanes cometidos por el rebaño “descarriado”.
Un rebaño prepotente y maleducado, envuelto en
papel barato para lucir en todos los escaparates con la etiqueta de
“Muy Frágil” o “No Tocar”.
Tras el escaparate, se esconden las historias de
la pícara España anclada al sillon que alberga un trono al que no
salpicará jamás su propio excremento.
El excremento oscuro y
dictatorial que hizo que este trono acogiera a tan “desamparados”
títeres, corre el telón a veces por temor al abucheo del público
asistente.
Pero lo que más duro debe ser, es contemplar la
sangre del país que te vio nacer por las calles y por las frentes de
ancianos, jóvenes y obreros que exigen justicia y derechos a un
Gobierno turbio y vapuleado en el tiempo y en el que las Coronas han
rodado por los suelos, al igual que ahora lo hacen sus ciudadanos.
Su graciosa majestad no goza de gracia alguna, ni
de dulces palabras para ese país traidor para con esas coronas que
tanto han volado por los aires Griegos.
La Reina sin gracia, pero con Gracia Divina, no
tiene tiempo para discursos ni mensajes dedicados a esos que con su
misma sangre, corretean de Banco en Banco entre porras y “porrazos”.
Su tiempo es oro. Un gran hombre de celofán a su lado, requiere demasiado tiempo.
Redactarle discursos a ese hombre grande y corpulento, pero apocado
en cerebro, requiere algo más que tiempo. Requiere sacrificio y
vergüenza torera.
Sin perder el Norte, sería mejor “reinar”
sobre la tierra y ser menos “Divina”. Las Divinidades monárquicas
podrían ser confundidas cualquier día, en cualquier aula del
futuro, con aquellas Divinidades “Caudillescas” de las que
proceden..
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