Es como el amor,
como la taza que recibe el té con humildad,
como la silla al ofrecerse cuadrada y discreta,
como el piso que se deja aplastar por mis pies.
Pienso en la paciencia de las cosas ordinarias,
la ropa esperando tímidamente en el clóset,
el modo como las toallas lamen con deseo
la humedad de mi piel,
esa amorosa repetición de las escaleras,
la obediencia del lápiz con que escribo,
y acaso,
la piedad de una ventana.
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