“Hola, buenas, ¿es usted el señor Pons Prades?”. “Sí, ¿qué desea?”, escuché al otro lado del hilo telefónico. “Bueno, me gustaría hablar con usted sobre su experiencia en los Pirineos catalanes en 1981”.
Como si le hubiese preguntado por el tiempo, mi interlocutor me respondió con total naturalidad: “Ah, bueno, se refiere usted a mi encuentro con un ser extraterrestre”.
1920-2007
Eduardo Pons Prades también conocido por el pseudónimo de Floreado Barsino.
“Sí, sí”, acerté a contestar. “Aquello pasó hace mucho tiempo, aunque luego continuó... Bueno, no tengo inconveniente, cuando quiera nos vemos. Oye, prefiero tratarte de tú, por la voz pareces muy joven”. “Claro, faltaría más”. “Yo también te agradecería que me tutearas, vamos a dejarnos de formalismos estúpidos”. Así cerramos una primera entrevista para un par de días después.
Pons Prades llegó acompañado por el responsable de una agrupación republicana, en cuyos locales iba a pronunciar una conferencia horas después. Cuando empezamos a hablar, me di cuenta que la cara de su acompañante era un poema. Pons también se percató de su sorpresa. Giró la cabeza hacia él y le dijo: “Pero, coño, ¿no sabías tu esto?”. “No, no, nunca me habías contado nada”. “ Pues ahora ya lo sabes”. Sólo pudimos charlar durante un par de horas, pero nos citamos para la tarde. Durante toda esa tarde escuché las experiencias de Pons Prades.
Y digo bien, experiencias, porque para mi simpático interlocutor, su vivencia en el mundo del contactismo es sólo una más en su interesante y agitada vida. Al final terminamos hablando de política, economía y de lo divino y lo humano. A la mañana siguiente, bien temprano, continuamos la entrevista ante unas apetitosas tostadas.
Eduardo Pons Prades militó desde los años 30 en el sindicato anarquista de la CNT. Durante la Guerra Civil se alistó voluntario en el ejército republicano y, al finalizar la contienda, combatió en la guerrilla. Actuó en la clandestinidad contra el régimen franquista y permaneció varios años exiliado. Más tarde comenzaría su carrera de escritor, siendo considerado uno de los historiadores con mejor información sobre la Guerra Civil española.
De sus investigaciones nacieron varios libros sobre temas históricos y de actualidad, buena parte de ellos editados por las más importantes editoriales españolas. Además, fue jefe de redacción del Diario de Barcelona, entre otros cargos periodísticos. Hombre de fuertes convicciones izquierdistas, se considera libertario y ateo. Desde luego no es la mejor carta de presentación para un contactado. Sin embargo, nuestro protagonista asegura haber estado siete horas a bordo de una nave extraterrestre. Ocurrió el 31 de agosto de 1981, cerca de Prats de Molló, en los Pirineos catalanes.
Aquel día, Eduardo dejó a su esposa en un balneario y tomó carretera hacia Barcelona, su lugar de residencia. Debía atravesar el pueblo de Prats de Molló, hacia Perpignan, donde pensaba pasar la noche, para salir a la mañana siguiente hacia Barcelona. Eduardo se equivocó de camino y acabó en una vía forestal, momento en el que para colmo de males se le paró el motor de su automóvil. Decidió, entonces, adentrarse en el bosque con la intención de encontrar alguna casa y pedir ayuda. A lo lejos vio una difusa luminosidad y hasta allí dirigió sus pasos.
Cuando se acercó la luz, se dio cuenta que ésta no procedía de ninguna casa, sino de un objeto con la forma de un platillo volante, de unos 75 metros de anchura, y que se apoyaba en el suelo sobre cuatro patas. En ese momento escuchó una voz que le decía: “No temas, acércate, por favor”. Así lo hizo, momento en el que salió del ovni una escalerilla por la que ascendió y entró en la nave. El interior era de una blancura tal que molestaba a los ojos. Cuando se hubo acostumbrado a la excesiva luz blanca que desprendían las paredes del aparato, pudo observar a tres seres, que le dieron la bienvenida.
Vestían con una especie de mono blanco, muy ajustado a su cuerpo, y unas botas también de color blanco. En el pecho, a la altura del corazón, llevaban un extraño emblema en cuyo interior se distinguía un círculo resplandeciente. Según le explicaron al asombrado Pons, los elementos apreciables en dicho emblema: una gota de agua, una especie de alas, un ojo central y un prisma multicolor en su interior representaban la vida, la libertad, la fuente vital y la capacidad de percepción respectivamente. En la cabeza llevaban un casco que les cubría la frente. Sus rasgos eran parecidos a los de los orientales, y, sin duda, podrían pasar perfectamente por seres humanos.
Uno de los tres seres aparentaba ser una fémina. A lo lejos, a unos 6 ó 7 metros, al fondo de la sala, divisó a otros cuatro seres, vestidos de igual forma que los que tenia delante. La nave despegó y, durante horas, el antiguo guerrillero antifranquista charló con los seres, que se identificaron como extraterrestres, sobre infinidad de temas como la guerra, la educación, la familia, la moral, etc. Sería del todo imposible narrar en este breve espacio físico, todo lo que aconteció en aquel “aparato extraterrestre”, pero si podemos transcribir algún fragmento de la conversación entre Eduardo Pons y los seres con los que contactó.
Así por ejemplo, cuando Eduardo pregunta sobre las dificultades de entablar contacto con un planeta habitado, uno de los seres responde: “Claro que surgen problemas. Los propios e inevitables de cualquier contacto inesperado. Y luego los que se derivan de su integración en nuestra comunidad y los que pueden surgir sobre la marcha, totalmente imprevisibles”. “¿Y nunca os habéis encontrado con planetas armados hasta los dientes, como la Tierra, cuyos jefes no hayan querido tener relaciones con vosotros?”, preguntó. “Sí, alguna vez ha sucedido, pero nunca con un armamento tan peligroso como el que posee actualmente la Tierra”.
“Y cuando eso ha ocurrido, ¿qué habéis hecho vosotros si se puede saber?” “En tal caso no hemos profundizado en los contactos. Nos hemos quedado como hacemos respecto a vosotros, a la expectativa”. Finalmente, la nave tomó tierra y dejó a Eduardo, quien rápidamente enfiló carretera hacia Barcelona con la intención de comenzar a escribir todo lo que había vivido antes de que se le olvidara.
Una cuestión sumamente curiosa, según me aseguró el propio interesado, es que “recordaba con total precisión, palabra por palabra, toda la conversación como si la hubiera memorizado”.
Eduardo, además, nos confesó algo que no había dado a conocer prácticamente a nadie. Sus contactos con estos seres habían continuado en los meses siguientes, pero en sueños. “El mensaje que los extraterrestres quieren transmitir - asegura Eduardo - es muy simple. Nos dicen que si no cambia el rumbo de la Humanidad y creamos una sociedad más justa vamos a terminar muy mal”.
Como si le hubiese preguntado por el tiempo, mi interlocutor me respondió con total naturalidad: “Ah, bueno, se refiere usted a mi encuentro con un ser extraterrestre”.
1920-2007
Eduardo Pons Prades también conocido por el pseudónimo de Floreado Barsino.
“Sí, sí”, acerté a contestar. “Aquello pasó hace mucho tiempo, aunque luego continuó... Bueno, no tengo inconveniente, cuando quiera nos vemos. Oye, prefiero tratarte de tú, por la voz pareces muy joven”. “Claro, faltaría más”. “Yo también te agradecería que me tutearas, vamos a dejarnos de formalismos estúpidos”. Así cerramos una primera entrevista para un par de días después.
Pons Prades llegó acompañado por el responsable de una agrupación republicana, en cuyos locales iba a pronunciar una conferencia horas después. Cuando empezamos a hablar, me di cuenta que la cara de su acompañante era un poema. Pons también se percató de su sorpresa. Giró la cabeza hacia él y le dijo: “Pero, coño, ¿no sabías tu esto?”. “No, no, nunca me habías contado nada”. “ Pues ahora ya lo sabes”. Sólo pudimos charlar durante un par de horas, pero nos citamos para la tarde. Durante toda esa tarde escuché las experiencias de Pons Prades.
Y digo bien, experiencias, porque para mi simpático interlocutor, su vivencia en el mundo del contactismo es sólo una más en su interesante y agitada vida. Al final terminamos hablando de política, economía y de lo divino y lo humano. A la mañana siguiente, bien temprano, continuamos la entrevista ante unas apetitosas tostadas.
Eduardo Pons Prades militó desde los años 30 en el sindicato anarquista de la CNT. Durante la Guerra Civil se alistó voluntario en el ejército republicano y, al finalizar la contienda, combatió en la guerrilla. Actuó en la clandestinidad contra el régimen franquista y permaneció varios años exiliado. Más tarde comenzaría su carrera de escritor, siendo considerado uno de los historiadores con mejor información sobre la Guerra Civil española.
De sus investigaciones nacieron varios libros sobre temas históricos y de actualidad, buena parte de ellos editados por las más importantes editoriales españolas. Además, fue jefe de redacción del Diario de Barcelona, entre otros cargos periodísticos. Hombre de fuertes convicciones izquierdistas, se considera libertario y ateo. Desde luego no es la mejor carta de presentación para un contactado. Sin embargo, nuestro protagonista asegura haber estado siete horas a bordo de una nave extraterrestre. Ocurrió el 31 de agosto de 1981, cerca de Prats de Molló, en los Pirineos catalanes.
Aquel día, Eduardo dejó a su esposa en un balneario y tomó carretera hacia Barcelona, su lugar de residencia. Debía atravesar el pueblo de Prats de Molló, hacia Perpignan, donde pensaba pasar la noche, para salir a la mañana siguiente hacia Barcelona. Eduardo se equivocó de camino y acabó en una vía forestal, momento en el que para colmo de males se le paró el motor de su automóvil. Decidió, entonces, adentrarse en el bosque con la intención de encontrar alguna casa y pedir ayuda. A lo lejos vio una difusa luminosidad y hasta allí dirigió sus pasos.
Cuando se acercó la luz, se dio cuenta que ésta no procedía de ninguna casa, sino de un objeto con la forma de un platillo volante, de unos 75 metros de anchura, y que se apoyaba en el suelo sobre cuatro patas. En ese momento escuchó una voz que le decía: “No temas, acércate, por favor”. Así lo hizo, momento en el que salió del ovni una escalerilla por la que ascendió y entró en la nave. El interior era de una blancura tal que molestaba a los ojos. Cuando se hubo acostumbrado a la excesiva luz blanca que desprendían las paredes del aparato, pudo observar a tres seres, que le dieron la bienvenida.
Vestían con una especie de mono blanco, muy ajustado a su cuerpo, y unas botas también de color blanco. En el pecho, a la altura del corazón, llevaban un extraño emblema en cuyo interior se distinguía un círculo resplandeciente. Según le explicaron al asombrado Pons, los elementos apreciables en dicho emblema: una gota de agua, una especie de alas, un ojo central y un prisma multicolor en su interior representaban la vida, la libertad, la fuente vital y la capacidad de percepción respectivamente. En la cabeza llevaban un casco que les cubría la frente. Sus rasgos eran parecidos a los de los orientales, y, sin duda, podrían pasar perfectamente por seres humanos.
Uno de los tres seres aparentaba ser una fémina. A lo lejos, a unos 6 ó 7 metros, al fondo de la sala, divisó a otros cuatro seres, vestidos de igual forma que los que tenia delante. La nave despegó y, durante horas, el antiguo guerrillero antifranquista charló con los seres, que se identificaron como extraterrestres, sobre infinidad de temas como la guerra, la educación, la familia, la moral, etc. Sería del todo imposible narrar en este breve espacio físico, todo lo que aconteció en aquel “aparato extraterrestre”, pero si podemos transcribir algún fragmento de la conversación entre Eduardo Pons y los seres con los que contactó.
Así por ejemplo, cuando Eduardo pregunta sobre las dificultades de entablar contacto con un planeta habitado, uno de los seres responde: “Claro que surgen problemas. Los propios e inevitables de cualquier contacto inesperado. Y luego los que se derivan de su integración en nuestra comunidad y los que pueden surgir sobre la marcha, totalmente imprevisibles”. “¿Y nunca os habéis encontrado con planetas armados hasta los dientes, como la Tierra, cuyos jefes no hayan querido tener relaciones con vosotros?”, preguntó. “Sí, alguna vez ha sucedido, pero nunca con un armamento tan peligroso como el que posee actualmente la Tierra”.
“Y cuando eso ha ocurrido, ¿qué habéis hecho vosotros si se puede saber?” “En tal caso no hemos profundizado en los contactos. Nos hemos quedado como hacemos respecto a vosotros, a la expectativa”. Finalmente, la nave tomó tierra y dejó a Eduardo, quien rápidamente enfiló carretera hacia Barcelona con la intención de comenzar a escribir todo lo que había vivido antes de que se le olvidara.
Una cuestión sumamente curiosa, según me aseguró el propio interesado, es que “recordaba con total precisión, palabra por palabra, toda la conversación como si la hubiera memorizado”.
Eduardo, además, nos confesó algo que no había dado a conocer prácticamente a nadie. Sus contactos con estos seres habían continuado en los meses siguientes, pero en sueños. “El mensaje que los extraterrestres quieren transmitir - asegura Eduardo - es muy simple. Nos dicen que si no cambia el rumbo de la Humanidad y creamos una sociedad más justa vamos a terminar muy mal”.
Fascinante caso de contacto humano/no humano y, particularmente valioso por la talla y legitimidad del protagonista del episodio. Al menos yo (Nico Berasain), le brindo confianza.
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