Plutarco, procedente de la hoy desaparecida Queronea, en la actual Grecia, fue un historiador, biógrafo y ensayista griego que vivió entre 46 y el 120 dC.
No necesito amigos que cambien cuando yo cambio y asientan cuando yo asiento. Mi sombra lo hace mucho mejor.
La amistad es animal de compañía, no de rebaño.
Hay maridos tan injustos que exigen de sus mujeres una fidelidad que ellos mismos violan, se parecen a los generales que huyen cobardemente del enemigo, quienes sin embargo, quieren que sus soldados sostengan el puesto con valor.
Para saber hablar es preciso saber escuchar.
Un pueblo que quiere ser feliz no ha menester de conquistas.
Quien tiene muchos vicios, tiene muchos amos.
Disfrutar de todos los placeres es insensato; evitarlos, insensible.
La paciencia tiene más poder que la fuerza.
El odio es una tendencia a aprovechar todas las ocasiones para perjudicar a los demás.
Muchas cosas son las que el tiempo cura, no las que la razón concierta.
El cerebro no es un vaso por llenar, sino una lámpara por encender.
Las arañas atrapan a las moscas y dejan huir a las avispas.
Los cazadores atrapan las liebres con los perros; muchos hombres atrapan a los ignorantes con la adulación.
Un ejército de ciervos dirigido por un león es mucho más temible que un ejército de leones mandado por un ciervo.
La fortuna no está hecha para los poltrones y para alcanzarla, antes que mantenerse bien sentado hay que correr tras ella.
A veces una broma, una anécdota, un momento insignificante, nos pintan mejor a un hombre ilustre, que las mayores proezas o las batallas más sangrientas.
La omisión del bien no es menos reprensible que la comisión del mal.
Quien en zarzas y amores se metiere, entrará cuando quiera, mas no saldrá cuando quisiere.
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