La recopilación de estadísticas específicas sobre género de los últimos años ha confirmado dos cosas: la mayoría de las personas pobres del mundo son mujeres, y ellas tienen la abrumadora responsabilidad de alimentar a hombres y niños hambrientos, y a sí mismas. Cultivan, cosechan y cazan o pescan los alimentos para la familia, llevan agua y leña a la casa, y preparan y cocinan los alimentos. Donde las personas rurales pobres tienen suficiente para comer, es en gran medida muy a menudo gracias al esfuerzo, aptitudes y conocimientos de las madres, esposas, hermanas e hijas.
Pese a esto, estas mujeres son las últimas que tienen acceso a los recursos, a la capacitación y a los préstamos financieros. En muchos países, las dificultades de las mujeres rurales están empeorando, conforme los hombres jóvenes y en buenas condiciones físicas parten hacia las ciudades a buscar trabajo. Las mujeres que quedan en sus localidades luchan por criar a sus hijos y hacerse cargo solas de sus fincas. Hoy en día en algunas regiones de Africa el 60 por ciento de las familias están a cargo de las mujeres.
El mensaje del 15 de octubre;día anterior al Día Mundial de
Entre sus resultados figuran una productividad más elevada, crecimiento demográfico menor, tasas de mortandad infantil reducidas y una mayor conciencia, así como utilización de medidas de protección del medio ambiente. Investigaciones llevadas a cabo en Kenya mostraron que las campesinas que habían terminado la enseñanza primaria ganaban 24 por ciento más que las que no la habían concluido.
Canto a la Mujer del Pueblo
(Rosa Virginia Martínez)
Mujer del pueblo:
¡aquí estoy a tu lado
para darte mi canto de esperanza!
Yo sé que vienes
de todas las injusticias
y todos los dolores de la vida.
Te sientes herida
de esperar en vano
que el rosal floreciera
en el pantano.
Mas
¿cómo vas a tener sitio
para el aroma
sí aún no tienes
pan
ni techo que recoja
el azulado viento de la loma?
En vano has pedido
la plenitud radiante de una
estrella
para seguir la huella
menudita del hijo.
¿Cómo quieres
poblar de lumbre la desierta vía
si no has alcanzado todavía
un mísero candil
para tu puerta?
Yo sé que hay en tus manos
rudas y oscuras
pulso de raíz
y fuerza de montaña;
yo sé que puedes
caminar por la tierra
como una cordillera
y levantar tu hijo hasta
el futuro,
con el canto del mar
en la garganta.
Yo sé que puedes eso
¡y mucho más!
Pero el hambre,
la sombra
y el desolado viento del olvido
se llevaron la savia de tu vida.
Por eso,
aquí estoy a tu lado:
con tu grito en mi boca,
con tu herida de angustia
en mi costado
y tu anhelo de luz que me sofoca.
Aquí estoy,
para luchar contigo:
por tu techo,
tu pan
y tu alegría;
para velar el sueño
de tu hijo
hasta que llegue el día.
Aquí estoy,
con mi cartilla nueva de horizontes,
mi libro de paisajes y caminos
que sustancia la luz de una doctrina.
Mujer:
es la hora precisa,
de rescatar tu pan y tu sonrisa.
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