Tiene 91 años pero conserva intacta la memoria de una vida trágica y emocionante. Ayer, mientras esperaba, nervioso, alguna noticia de los arqueólogos que arañaban la tierra buscando los restos de su madre, María, una maestra fusilada en 1936 en Lario (León), Laurentino, compartió sus recuerdos con este diario:


Fue la primera vez que le salvó la vida. "Después, hizo la mili, desertó, y lo procesaron. Yo me alisté en la División Azul e intercedí por él. La División Azul era un salvoconducto para el resto de la familia. Yo conocí a un comunista que se había alistado para salvar a su padre. Con el tiempo, yo fui perdiendo relación con mi padrastro, porque se me metió en la cabeza que a mi madre la habían matado por las ideas de él".

Confiesa que estuvo a punto de tomarse la justicia por su mano. "Un día, al terminar la guerra, cogí un taxi y fui al bar de los que habían denunciado a mi madre con una bomba y una parabellum. Entré, dispuesto a hacer una barbaridad, pero el taxista me convenció... El asesino de mi madre le había quitado la ropa para dársela a su mujer. No he dejado de pensar en ella ni un solo día. Si está aquí, estará enterrada con Eusebio".
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