Cuando llegó el momento más crítico de su vida y necesitaba todos sus ahorros, Eduardo se encontró con una sorpresa.
Su Banco no se los dio. No los necesitaba para un viaje de placer, sino para solventar un problema que pudiera paliar un poco su problema de salud.
Le convencieron para invertir en acciones preferentes y Eduardo confió. Llevaba más de 30 años trabajando con el BBVA y para él su relación era casi de amistad.
"Sólo puedo decir que me siento utilizado", reconoció un Eduardo desolado. Y es que lleva padeciendo cáncer de hígado muchos años, pero desde que supo que su dinero se evaporó, su salud cayó en picado.

Su esperanza era viajar, pero a la Clínica Universitaria de Navarra para ganar tiempo, porque su situación es muy grave. Pero para eso necesitaba su dinero, más de 140.000 euros. La solución es "otro" préstamo.

Una solución que a ellos no les convence porque sería un crédito más en su vida. De momento, su esperanza está como su dinero, congelada por el banco.
Eduardo -con estudios primarios- firmó lo que le pusieron delante desde 2006, suscribió estas participaciones de alto riesgo y hoy el BBVA tiene congelados sus 130.000 euros.
Sucede que querría intentar a la desesperada un tratamiento privado, y que el banco ahora como mucho les ofrece un préstamo, otro más. Eduardo ya pesa la mitad.
«Necesitamos su dinero. Es suyo. El que ahorró toda su vida. Queremos que vaya a la clínica de Navarra», cuenta Julia Bonilla, su mujer.
«Entre el negocio, que iba mal por la crisis, su estado de salud y el estrés, se jubiló de la empresa de juegos recreativos hace año y medio», recuerda Julia, empleada de la Agencia Tributaria.
«Un día se acercó al Banco de toda la vida, una sucursal que le conocía desde hacía 40 años, y se enteró de lo que habían hecho con sus ahorros. Imagínate, todo lo que tenía era como si no existiera… ¿Sabes? Eduardo llegó a dejarles dinero en alguna ocasión a los de la sucursal para cuadrar la caja a fin de mes».
El leal empleado del banco le había metido 90.000 euros en participaciones preferentes de Repsol.
El mismo fiel empleado del banco le endosó otros 40.000 en Eroski. Hizo lo propio con otros 8.000 euros de la hija. Y le dijo al cliente que todo aquello, lo había firmado él.
- Quiero mi dinero.
- Mira, Eduardo, ese dinero ya no vale ni el 20% de lo que valía. Tú sabías lo que firmaste…
«Así nos lo dijeron. Que nosotros sabíamos. Nosotros qué íbamos a saber… El Banco de toda la vida le engañó con las preferentes. Y ahora no puede disponer de ese dinero para su mayor necesidad: sobrevivir… Te roban y se ríen de uno. Somos gente desesperada y lo saben. Se lo he dicho a ellos: cualquier día podemos hacer una barbaridad».
Para Eduardo, todo fue uno: descubrir lo del dinero y caer en una depresión.
Eduardo ha estado en el Hospital Gómez Ulla tratandose de su enfermedad.
Eduardo -con estudios primarios- firmó lo que le pusieron delante desde 2006, suscribió estas participaciones de alto riesgo y hoy el BBVA tiene congelados sus 130.000 euros.
Sucede que querría intentar a la desesperada un tratamiento privado, y que el banco ahora como mucho les ofrece un préstamo, otro más. Eduardo ya pesa la mitad.
«Necesitamos su dinero. Es suyo. El que ahorró toda su vida. Queremos que vaya a la clínica de Navarra», cuenta Julia Bonilla, su mujer.
«Entre el negocio, que iba mal por la crisis, su estado de salud y el estrés, se jubiló de la empresa de juegos recreativos hace año y medio», recuerda Julia, empleada de la Agencia Tributaria.
«Un día se acercó al Banco de toda la vida, una sucursal que le conocía desde hacía 40 años, y se enteró de lo que habían hecho con sus ahorros. Imagínate, todo lo que tenía era como si no existiera… ¿Sabes? Eduardo llegó a dejarles dinero en alguna ocasión a los de la sucursal para cuadrar la caja a fin de mes».
El mismo fiel empleado del banco le endosó otros 40.000 en Eroski. Hizo lo propio con otros 8.000 euros de la hija. Y le dijo al cliente que todo aquello, lo había firmado él.
- Quiero mi dinero.
- Mira, Eduardo, ese dinero ya no vale ni el 20% de lo que valía. Tú sabías lo que firmaste…
«Así nos lo dijeron. Que nosotros sabíamos. Nosotros qué íbamos a saber… El Banco de toda la vida le engañó con las preferentes. Y ahora no puede disponer de ese dinero para su mayor necesidad: sobrevivir… Te roban y se ríen de uno. Somos gente desesperada y lo saben. Se lo he dicho a ellos: cualquier día podemos hacer una barbaridad».
Para Eduardo, todo fue uno: descubrir lo del dinero y caer en una depresión.
Eduardo ha estado en el Hospital Gómez Ulla tratandose de su enfermedad.
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